Fuerza bruta
Sinopsis de la película
Tras los muros de la penitenciaría Westgate imperan el miedo y la violencia. El alcaide de la prisión mantiene hacinados a los presos y además, los somete a constantes torturas y vejaciones. Joe Collins y sus compañeros de celda, hartos de la situación, deciden organizar una fuga. Un plan temerario que tiene muchas posibilidades de acabar en un baño de sangre.
Detalles de la película
- Titulo Original: Brute Force aka
- Año: 1947
- Duración: 98
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Opinión de la crítica
Película
7.3
67 valoraciones en total
El acercamiento de Dassin al drama carcelario se produce en Brute Force, un film vigoroso tanto en su forma como en su contenido. En su forma porque presenta un estilo novedoso donde la vida de los protagonistas no se ciñe solo a lo que sucede dentro los muros. Así, los anhelos y amoríos que han dejado fuera aparecen en unos flashbacks bastante efectivos, consiguiendo dar respiro y mitigar el agobio ambiental que siempre aparece en estas cintas y que, mal tratado, suele suponer un lastre. Para ello Dassin cuenta con una terna de actrices fenomenal, guapísimas, como son Yvonne De Carlo, Ann Blyth y Ella Raines y que ayudan tanto a los reclusos como al espectador a hacer más llevadero ese auténtico suplicio: la estancia en la Westgate Penitenciary.
Y luego está el contenido. Del gran cineasta americano no se puede esperar otra cosa que no sea compromiso y honestidad en cada uno de sus trabajos. Y aquí ocurre nuevamente. Además cuenta con el guión de Richard Brooks con lo que la buena construcción narrativa está asegurada. Sin llegar a profundizar en los comportamientos y actitudes psicológicas derivadas de las circustancias, el film proporciona una mirada pesimista sobre unos hombres en una situación límite, acorralados y con escasas esperanzas de reinserción. La presencia del capitán Munsey (Hume Cronyn) como jefe de carceleros, un tirano déspota y violento, convierte la estancia de los reclusos en un infierno y hace de la fuga la única salida. Maravillosamente interpretado por Cronyn, el personaje sirve para centrar la crítica de Dassin al sistema (primeros dardos que no pasarían inadvertidos para el ínclito McCarthy) y para posicionar al público a lado de los presos. Unos presos con una faceta humana muy enfatizada y que encabeza Joe Collins un turbio personaje interpretado por el joven Lancaster que actúa en perfecta sintonía con su director, de una manera contenida pero sumamente convincente.
Con unas cuantas secuencias memorables, como las del descubrimiento y ajusticiamiento de algún soplón o la de los métodos atroces del capitán Munsey, y la participación de un secundario de lujo como Charles Bickfort, Dassin completa su historia carcelaria donde, con su habitual cuidado de las imágenes y su poderosa fuerza discursiva, lanza un mensaje claro y rotundo: ¡just force, brute force!
Película dramática de corte carcelario, formada por un reparto coral, divididos en reclusos y funcionarios (alcalde, jefe de policía y doctor). Entre los primeros destaca Burt Lancaster, que se erige en el más respetado y el que tiene un plan entre manos en torno al cual gira toda la película.
En todo momento, el centro penitenciario es mostrado como masificado (en las celdas conviven hasta 5 reclusos, comedores llenos hasta la bandera), si bien es cierto que hemos visto otros con unas condiciones de vida más duras (Soy un fugitivo, La leyenda del indomable).
El alcaide se muestra flexible con los presos, sin embargo es presionado desde sus superiores para que aplique mano dura si no quiere perder su cargo, al que tiene un gran apego y por el que suspira el jefe de la policía penitenciaria, partidario de castigos severos y torturas.
También entre los presos aparecen luchas intestinas, debido a los soplones.
Curiosamente, uno de los momentos más destacados del film lo constituyen sucesos fuera del presidio, en los que conocemos la vida anterior de los reclusos, articulados en torno a unos flash-back cortos, concisos y muy logrado, que constituyen todo un ejemplo de buen hacer. Estos flash-back fueron introducidos en el guión por orden de Mark Hellinger, ya que deseaba la presencia de alguna acriz.
Las motivaciones que empujan a delinquir a estos hombres no son la maldad en sí, sino el deseo de hacer feliz a otra persona.
Hay una magnífica dirección de actores y la dirección es mucho más que solvente.
Para los seguidores del cine carcelario, no hay excusa para no verla. Lo mismo para los seguidores de Burt Lancaster. En general, para los amantes del cine clásico.
Es una buena película.
Un guión de Richard Brooks puesto en imágenes por un Dassin en plena forma.
No resulta extraño, tras ver esta peli, que el infame senador McCarthy le cogiera ojeriza al bueno de Jules Dassin, porque Fuerza bruta es un sólido y tenso drama carcelario, excelentemente realizado e interpretado, que apunta al corazón mismo del sistema penitenciario norteamericano, ejemplificado en esa sórdida cárcel de Westgate en la que el brutal capitán Munsey oprime sádica e impunemente a los reclusos allí encerrados.
Si alguien sale malparado de esta peli no son, desde luego, los reclusos. El guión de Richard Brooks hace un notable esfuerzo por humanizarlos e individualizarlos, mostrando, mediante oportunos flashbacks, los motivos por los cuales están entre rejas los presos de la celda R17 y retratándolos como hombres que sufren la falta de libertad cada cual de un modo distinto.
Desde este punto de vista, la peli se convierte en un agudo estudio de los efectos que el encarcelamiento ejerce sobre los hombres. La orgullosa rebeldía de Burt Lancaster, el pragmatismo de Charles Bickford, las canciones humorísticas, el padecimiento en silencio o la asunción del papel de delator no son sino máscaras, medios que los presos eligen para sobrevivir en un lugar en que todas las acciones, tanto entre reclusos como desde las autoridades, están severamente codificadas y pueden acarrear tanto premios envenenados como durísimos o irreversibles castigos.
Los supuestos encargados de velar por los presos, en cambio, son mostrados como seres despreciables e indignos de la tarea que desempeñan. Solo el borrachín y lúcido médico de la cárcel es capaz de sentir y expresar públicamente su desacuerdo con el modo en que son tratados los presos. El alcaide, en cambio, es un hombre mediocre y pusilánime que pese a apuntar trazas de remordimiento se muestra incapaz de plantarles cara a sus superiores o al cruel y manipulador capitán Munsey, que es quien gobierna realmente la prisión, tratando a los reclusos como ganado, manteniéndolos enfrentados entre ellos y controlados mediante soplones y socavando, sibilinamente, la autoridad del alcaide con la intención de suplantarlo.
Dassin dirige la peli con su pulso firme habitual, apoyado por la crispada música de Miklos Rosza, y punteando la acción con muy bien dosificados momentos de tensión, que culminan en la espiral de violencia de su apoteósico final (que nuestro particular capitán Munsey me ha prohibido revelar en este apartado de la crítica, bajo pena de ser reducido a porrazos), con imágenes inolvidables, de una potencia visual inusitada… (sigue en el spoiler)
Octavo largometraje de Jules Dassin ( Noche en la ciudad , Rififí ). Escrito por Richard Brooks, guionista de Forajidos (1946), desarrolla un argumento inédito de Robert Patterson. Producida por Mark Hellinger para Universal, se estrena el 30-VI-1947 (EEUU).
La acción tiene lugar en la Westgate Prison (EEUU), en 1946/47. En una prisión sobreocupada y saturada, los reclusos son tratados por el capitán Munsey (Cronyn) con brutalidad, desprecio y salvajismo.
El film combina elementos de drama, cine negro y thriller. Se cuenta entre los mejores de Jules Dassin. Desarrolla un clima de tensión y suspense que se presenta construido con gran fuerza y singular eficacia. El ambiente opresivo y amenazante en el que viven los seis reclusos de la celda R-17 alcanza un nivel alto, intenso y prolonado de fuerza dramática. La presencia del mal se manifiesta a través del capitán, personaje sádico y ambicioso, que aspira a ocupar el cargo de alcaide del Centro Penitenciario. Su comportamiento suma crueldad, brutalidad, deslealtad y traiciones, que el espectador conoce más y mejor que los superiores del funcionario. La obra se erige en una metáfora antinazi, oportuna en el momento de la realización del film, un año después de la finalización de la IIGM.
Denuncia el ejercicio caprichoso y violento del poder y se posiciona a favor del trato humanitario de los reclusos y del respeto debido a los derechos de todo ser humano. La naturaleza esencialmente libre de éste explica que, cuando se le priva de libertad, aunque sea imposible huir, siempre, a veces compulsivamente, intentará hacerlo, aún a costa de la propia vida. Mediante cuatro flashbacks se explican las causas de las condenas de cuatro de los reclusos de la R-17. Hito del cine carcelario, tuvo gran influencia en obras posteriores. Incorpora varias escenas especialmente violentas, que contrastan con otras de marcado sentido lírico. Desmitifica el régimen carcelario de EEUU.
La música, de Miklós Rózsa, es orquestal, emotiva, perturbadora e inquietante. De tono grandilocuente, genera sentimientos de amenaza y terror. La fotografía, de William H. Daniels, creador de la mítica imagen cinematográfica de Greta Garbo, se complace en la construcción de ambientes opresivos (cerrados, oscuros y estrechos), en los que se hacen presentes el dolor, el sufrimiento humano, la desesperación y la muerte. Son notables las interpretaciones de Lancaster, Cronyn, Bickford, etc.
Empieza la peli con los títulos de crédito:
Whith the men on the inside :
Burt Lancaster, Hume Cronyn, Charles Bickford, etc…
And as the women on the outside :
Yvonne De Carlo, Ann Blyth, Ella Raines, Anita Colby.
Pero luego, salvo cuatro breves flashbacks, el film ocurre dentro de la jaula. Y con testosterona por doquier.
Algunos podrán decir que es la típica peli carcelaria. Puede, pero sólo hay que mirar el año para ver que quizás los tópicos salieran de cintas como ésta.
No se esperen ni rebuscados planes de fuga, ni inocentes o culpables. Esto es la cárcel señores. Hay un código y te atas los machos o tú mismo.
La película va in crescendo hasta una portentosa explosión final.
¡Qué bien le sienta a Burt Lancaster estar en la trena demonios! Es como un león enjaulado.