Fermín
Sinopsis de la película
Argentina, 2002. A Ezequiel Kaufman, que trabaja en un hospital psiquiátrico público, se le presenta la gran oportunidad de su vida: una beca en España para continuar su carrera, lo que le exige la presentación de numerosas sesiones con pacientes del hospital. Entre estos descubre a Fermín Turdera, de 85 años, internado hace más de diez. Don Fermín tiene la habilidad de hablar utilizando únicamente letras y títulos de tangos.
Detalles de la película
- Titulo Original: Fermín aka
- Año: 2014
- Duración: 109
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Opinión de la crítica
Película
5.5
20 valoraciones en total
Los tangos y milongas son las herramientas utilizadas en esta película para contar sus historias. El problema es que dichas historias interesan poco o nada: la demencia de un octogenario, la juventud de dicho sujeto en los años cuarenta, la anodina historia de amor… Se intenta dar un infructuoso aire de misterio a la película en torno a la gran culpa del protagonista octogenario, pero cuando se descubren sus razones no puedes evitar pensar en lo ridículo de sus argumentos, aburrida.
En cualquier caso, existen algunos pequeños destellos de genialidad que la salvan de una calificación aún peor.
Un film que comienza talvez algo lento, pero que va tomando forma al correr de los minutos y empieza a volverse interesante, Contiene mucha poesía tanguera exquisita y eso se vuelve un ingrediente extra en la historia que se cuenta, contiene una traision, amor, drama, y sobre todo tango.
Una pelicula muy bien llevada y lograda, con buena música, y buenas actuaciones, y sobre todo un labor magistral de Hector Alterio que cada día sigue demostrando que es uno de los mejor actores, no solo nacional sino también mundialmente.
Repito buen film sin llegar a ser excelente pero si para pasar un grato momento y para ver varias veces, y además un final realmente hermoso donde un padre quiere decirle todo lo que no pudo a su hijo y un hijo necesita escuchar a el padre que nunca tuvo.
Muy buena
En la década del treinta y cuarenta en la Argentina, una serie de filmes contaron historias basadas en letras de tango. Eran películas sin grandes valores artísticos, planteadas con fines comerciales pero con gran anuencia de público. En esta tradición, parece insertarse Fermín, con la nostalgia como caballito de batalla, algunas pizcas de sensualidad y ciertos toques certeros de humor, aunque la obra demuestra falencias en su forma de contar y confunde acerca de si se trata de un homenaje al tango enmarcado en una historia ficcional o al revés.
De todos modos, sirve para celebrar el regreso de Héctor Alterio al cine argentino del que estuvo ausente 12 años. El veterano actor interpreta al Fermín que le da título a la historia, con el interesante hilo conductor del enigma de un anciano internado en un siquiátrico. Este personaje establece un vínculo afectivo con el nuevo médico (Gastón Pauls), quien descubre que su paciente se expresa únicamente con versos de conocidos tangos y milongas. Para desentrañar el misterio, la trama busca en el pasado con un creciente protagonismo de la danza definida por Enrique Santos Discépolo como un pensamiento triste que se baila. A la par -y por momentos a la zaga- hay tres flashback que coinciden con momentos políticos diferentes: uno en 1945, otro -muy breve- en 1955 y uno más en 1976.
Un reparto de prestigio lleva adelante una galería poblada de personajes estereotipados. Demagógica, sin rubores, la película apunta a ganarse la forzada emoción y melancolía del espectador. Aun con las limitaciones del guión, el elenco cumple con su parte: Alterio resulta convincente en un trabajo difícil pero breve, Luis Ziembrowski con frases bien colocadas logra una crítica a los burócratas que conducen hospitales públicos y un fugaz Emilio Disi como el habilidoso bailarín Ciempiés deja con ganas de más, porque en una historia que oscila entre la comedia y el drama, ésta mejora en sus momentos de humor cargado de retrueques a los que aporta su oficio. Por su parte, Luciano Cáceres se mueve curiosamente con el mismo registro que tiene en Gato Negro (el que vio recientemente aquel film, encuentra al mismo prototipo sin variaciones sustanciales). Gastón Pauls repite su eterno rol de ingenuo bienintencionado y mejor un manto de piedad para el debut de la hija del famoso futbolista de quien se escuchan pocas y breves frases entre constantes gimoteos, gritos y llantos desconsolados. Finalmente, la película termina decantándose por la historia de amor que sucede en el presente entre el joven médico y Eva, la nieta del anciano, bailarina profesional de tango, interpretada con mucha piel por Antonella Costa.
Dirigida a cuatro manos por Findling y Kolker, la experiencia parece corroborar aquello de que muchas manos en un plato hacen muchos garabatos, porque aquí, no hay ensamble sino suma. Se amontona con la intención de mostrar la música ciudadana como espectáculo vernáculo de proyección internacional, donde lo que tendría que ser secundario y continente (la danza y la música) absorbe a la historia contenida.
Lamentablemente, cuando se reconstruyen episodios de 1955 y 1976, la puesta en escena es apurada y desprolija, llena de anacronismos. Entre los flashbacks de Fermín en su juventud (Luciano Cáceres) y referencias laterales a la Libertadora y los desaparecidos, el film pasa a mostrar atracciones tangueras en sus lugares y con su público, en largos números musicales que no están fluidamente ensamblados con las escenas de ficción, pareciendo videoclips insertados que hacen de la narración un relato disperso e irregular, con muchas facetas no del todo exploradas y personajes apenas esbozados.
Por momentos, el producto parece ser consciente de su actitud desprejuiciada hacia el efecto fácil y busca introducir efectos cómicos que aligeren la carga dramática. El resultado es una película para nunca tomarse demasiado en serio.
El tango es caminar y abrazar
Película argentina que tiene de protagonista a un enfermo anciano recluido en un psiquiátrico que sólo se expresa a través de frases de canciones de tango, que enlaza con escenas de su pasado para componer su frustración del presente y de su divino amor hacia su obsesiva pasión sufriente, que se remueve en vicioso círculo de tres eternos amigos y una amistad puesta a prueba por el deseo celoso de una mujer no correspondida y que despierta la curiosidad de un alclado y estático médico que, en el afán de realizar bien su trabajo, descubre este baile que habla sin palabras, que emociona sin voz, que se comunica con los pasos suntuosos de unidad y simetría para con la pareja y que es poesía en movimiento de precisión hermosa y técnica hechizadora que suspira con el alma y corta el aire a cada avance majestuoso y elegante de su gustosa mirada, danza sensual y pasional con pareja abrazada que propone una relación afectiva cuerpo a cuerpo, un delicado y exquisito acto de amor de expresión a flor de piel, manos entrelazadas, pies que se rozan pero no tocan y una seductora cadera que se mueve y desliza a ritmo de gloria celestial alcanzada y donde sobran las palabras y manda el arte de un espíritu ardiente de corazón en plena ebullición.
Argentina/cháchara/tango…, ¡más vale que la unión sea perfecta!, deliciosa y de efecto fructífero aunque, ya se sabe, en casa del herrero ¡cuchillo de pala! y, en esta ocasión…, buen empeño, mucho carisma, generosas intenciones, entrañable ternura y calidez en el ambiente y delicadeza de buena fe en las formas y el propósito pero, su mayor y único atractivo es la presencia de un grande de la pantalla y los escenarios, Héctor Alterio, y una pretendida muestra de las habilidades de este bello baile mientras se cuentan historias del ayer y hoy que endulzan pero no colman, rellenan pero no sacian, entretiene modestamente con obvias carencias de un guión flojo que no pretende abordar con profundidad su proyecto, sólo ofrecer un bosquejo de intenciones gratas y amenas en un argumento que se conforma con estar y no ser.
Si te gusta esta modalidad artística, tendrás oportunidad de distraer tu vista con escenas logradas de placer medio, respecto los personajes, éstos deambulan como títeres, aún no parejos, a la espera de mover unos hilos que Hernán Findling y Oliver Kolker no manejan con demasiada originalidad ni hábil inventiva, un desarrollo común, acogedor, dulce y encantador de final de rencillas, superación de tormentos, cura de heridas y un despertar del nido del cuco llano, compasivo, recatado y escueto, sin grandes miras ni más opción que encantar al personal y gustar en términos generales.
Después de tanta desilusión, no me convence ninguna frase de amistad , sentimiento emocional con peligro de amanecer y surgir ante tanto oportunidad dormida pues, ¡ay fermín!, que debo hacer uso de mi condescencia peyorativa para apaciguar esa verdad remilgada que me cuenta que haces uso minorista de tus capacidades, que me susurra que este baile que te marcas es tan pobre y escaso que vale para novatos principiantes cuyo corazón pone más de su propia voluntad que de otra parte, vale como recreo tenue de tentempié ocasional pero, no busques encantamiento ni embrujo en este trivial cuento pues, nunca pretendió aprender a bailar tanto con maestría y precisión, se conformó con ir a unas cuantas clases y a observar como lo practicaban los verdaderos artífices de esta legendaria maestría, planchazo que se aplana y esquiva si te conformas, tú también, con ser el que mira junto al primer contratado que mira, ya que la parte contratante de la primera parte será considerada la parte contratante de la primera parte… y, de ahí, ni salimos ni avanzamos.
Complaciente en su buscada moderación pero, no exigua ni exigente consigo mismo aunque, creo que es más mi corazón no principiante, pero si inocente, que se encandila en expresar su buena voluntad y fe que otra cosa.
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