Estación Comanche
Sinopsis de la película
Un hombre busca desesperadamente a su mujer, que hace años fue capturada por los comanches. Una vez en el campamento indio, decide comprar también la libertad de otra mujer blanca que ha permanecido largo tiempo en cautividad. Durante el viaje de regreso, se unen a ellos tres individuos que les crearán problemas.
Detalles de la película
- Titulo Original: Comanche Station
- Año: 1960
- Duración: 74
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Opinión de la crítica
Película
6.7
82 valoraciones en total
El Tandem Boetticher-Kennedy vuelve a ofrecernos otra lección de como hacer un gran Western con pocos medios, pocos actores y en apenas 75 minutos.
Es este un Western lacónico y minimalista, con una buena historia y unos personajes creibles y bien construidos. El ritmo de la película es pausado, pero no decae en ningún momento. El desarrollo de la historia consigue que nuestra implicación emocional vaya siempre en aumento. Y esa secuencia final…
Muy recomendable.
Otra más de las numerosas narraciones crepusculares que llevaron a cabo el tándem Boetticher-Scott, esta nueva oda al vaquero solitario recortado sobre el horizonte tiene toda la emoción y el aliento poético clásico de las mejores muestras del género, muchas de ellas firmadas por el propio Boetticher. Aquí el bueno de Scott (de vuelta de todo) debe trasladar sana y salva a una prisionera de los indios comanches hasta su hogar, donde la espera su marido. Pero claro, otros comancheros cazarecompensas no se lo pondrán nada fácil.
El ritmo, pausado y contemplativo, absorbiendo el aroma del desierto rocoso, es idóneo, y los personajes están tallados con detalle y profundidad, arropados por el misterio. La acción, seca y directa, marca la pauta en dos o tres momentos puntuales, los justos, para demostrar que la elegancia es perfectamente compatible con este género tan viril. Y al final nos queda una obra concisa, sencilla y amarga, pero emocionalmente compleja, hermosa en forma y fondo, perdurable más allá del entretenimiento que pueda proporcionar. En fin, una auténtica joya para los aficionados al western de toda la vida.
Lo mejor: la mirada crepuscular de Boetticher.
Lo peor: su modestia puede jugar en su contra.
Llevo tiempo con ganas de ver esta película, de hecho en muchas de las listas de críticos eminentes de este país se incluyen westerns de Boetticher y siempre hay dos títulos recurrentes, seven men from now y ésta.
La verdad, una vez vista sólo puedo mostrar mi enorme respeto por su director y por su protagonista. Con un modesto presupuesto, un par de personajes, levanta una gran película de género. El personaje de Scott tiene profundidad, la ambigüedad de Akins es genial, y Nancy Gates levanta a una heroína memorable. El director es capaz de mostrar en todo momento la presencia inquietante del comanche, la inquietud del grupo ante el desenlace y encima nos deleita ofreciéndonos detalles de la vida del protagonista que nos hace entender sus acciones. En definitiva muestra altamente recomendable y de preciso visionado
A veces, se encuentran hombres cuyo amor por una mujer es para toda la vida, y si algún día la pierden, la llevarán en su corazón hasta el último de sus días. Uno de estos hombres, es Mr. Cody, un ex-militar ya entrado en años, que ha dedicado su vida a mantenerse muy cerca de una estación comanche dispuesto a salvar a cuanto hombre (o mujer blanca) es secuestrado por los indios.
Su última oportunidad, lo lleva a rescatar a Nancy Lowe. Con ella mantiene la esperanza de volver a ver viva a su esposa -secuestrada diez años atrás-, y a quien todos dan por muerta, excepto él, pues, hay una luz en su corazón que mantiene encendida para siempre.
Budd Boetticher, logra con este uno de sus más humanos western. Lo que trasciende, no es la aventura con los indios a quienes sólo vemos como los necesarios contrincantes, pero, sin una presencia vital en el desarrollo de la historia. Lo que se da aquí, es la relación entre un hombre ilusionado y honesto, frente a un ambicioso cazafortunas, llamado Ben Lane, y sirviendo ambos de contraposición frente a la vida, ante los ojos de dos chicos, Dobie y Frank, quienes apenas se inician en el camino de las malas andanzas, pero, cuyas conciencias todavía palpitan y les plantean las necesarias objeciones con las que se pueden salvar.
El camino es arduo, y a cada paso nacen esperanzas e ilusiones, pero, también deseos perversos y ambiciones malsanas. Es evidente que, Boetticher, pretende ejemplarizar el camino de la vida, donde se te ofrece a diario una elección de la cual obtendrás, invariablemente, una consecuencia.
Nancy, es la mujer íntegra, a quien también le llegan las ambivalencias que ponen en cuestión el amor de su marido. Dobie, piensa en su padre y se acuerda del respeto que éste le enseñó por las mujeres. Lane, el más aporreado por los reveses de la existencia -aunque esto apenas se adivina porque es de quien menos se nos habla-, ambiciona y sueña con el momento en que podrá echarse cinco mil dólares en el bolsillo… aunque para esto acaso tenga que matar. Y Cody ¿conservará sus principios y seguirá leal a aquel amor y a aquella esperanza que lleva tallada muy dentro de su alma?
La narración es mesurada y, Boetticher, ahonda en aquellos caracteres queriendo extraer sus sentimientos y contradicciones. Y también se acuerda de Lane, no sólo para poder avanzar en el metraje de la cinta, sino porque ve necesario matizarlo con titubeos como aquel hombre a quien, muy en el fondo de su alma, algo todavía le dice que no es bueno lo que planea.
Tiene sentido recordar el mensaje que le dio su padre a Dobie: Lo que más importa no es lo que hagas o a quién se lo hagas, sino asegurarse siempre de que vale la pena hacerlo.
Evidentemente, cualquiera que vea esta película se preguntará por qué cito sólo a tres jinetes en el título, cuando en realidad son cinco. No me refiero a los personajes, sino al trío tan compenetrado que hizo posible no solo este atractivo Western, sino otros tan notables como Seven men from now ( Tras la pista de los asesinos ), The tall T ( Los Cautivos ) o Ride lonesome ( Cabalgando en solitario ): Budd Boetticher como director, Burt Kennedy de guionista, y Randolph Scott como actor principal.
Esta es la última colaboración entre los tres, ajustándose perfectamente a las constantes narrativas y formales ya ensayadas en los títulos precedentes. Así, encontramos un metraje corto, que rara vez supera los 80 minutos, un pequeño grupo de personajes bien definidos, cumpliendo cada uno un papel necesario e inevitable en la historia, una ambientación basada en los grandes espacios desérticos y pedregosos, diálogos directos que sirven siempre para revelar la ética y las motivaciones de los personajes, una realización intachable, que maneja hábilmente el ritmo y logra planos y secuencias útiles y hermosos, por último, es también característico su héroe solitario, casi siempre consumido por un pasado cruel o por un deseo irresistible de venganza.
Todo lo anteriormente mencionado podemos encontrarlo en este filme, en el que sus protagonistas van siendo retratados a lo largo del metraje conforme se desarrollan los acontecimientos, que siempre se encargan de ponerlos al límite (en este caso el intento de poner a salvo a una guapa y valiosa cautiva atravesando territorio comanche), este marco es el que permite que los personajes se muestren tal cual son, ya se trate de héroes, villanos o figuras más ambiguas (de todo esto encontramos en la película). Son particularmente logrados el héroe y el villano, pues aunque del primero sabemos que obrará rectamente también intuimos en él algo oscuro, mientras que en el caso del segundo, aun sabiendo de su maldad y falta de escrúpulos, nunca llega a caernos mal del todo. Así, las situaciones que suelen darse en las películas de este trío son siempre semejantes, y los personajes actúan conforme a roles muy determinados, de manera que todo parece plantearse como un reto de estretegia: definidos los personajes, el espectador ya intuye lo que va a suceder, y al igual que el héroe, permanece atento a los movimientos de sus rivales o enemigos, que sabe inevitables.
Por lo demás, la realización de Boetticher se muestra tan efectiva como siempre, aprovechando al máximo las magníficas localizaciones (recuerdan mucho a las de Seven men from now o The tall T ), tanto en sus expresivos y hermosos planos generales como en algunos excelentes travellings. Los actores cumplen en todo momento, ajustándose bien a los roles que tan nítidamente marca el guión, y que Randolph Scott, fruto de sus anteriores experiencias, domina perfectamente. Frecuentemente se le acusa de frío e inexpresivo, pero si hiciésemos una lista de protagonistas de Westerns que se ajustan a tales críticas no acabaríamos pronto, e incluiríamos en ella a varias estrellas, y es que, en mi opinión, los protagonistas de este género funcionan más como símbolos que como personajes dramáticos al uso. Lo importante es que logren transmitir una idea, y Scott lo consigue: cuando lo vemos aparecer (y también marcharse, en un hermoso plano que cierra circularmente el filme), sabemos enseguida que encarna al héroe solitario perseguido por el pasado, pero que hará siempre lo que se espera de él, y que pase lo que pase, seguirá cabalgando hacia el horizonte, en busca de algo que no puede encontrarse.