El último
Sinopsis de la película
Este clásico del cine mudo fue el primer film que explotó el movimiento de cámara. Narra cómo el portero de un lujoso hotel, un anciano orgulloso de su trabajo y respetado por todos, es bruscamente degradado a mozo de los lavabos. Privado de su antiguo trabajo y del uniforme que le identifica, intenta ocultar su nueva condición, pero su vida se va desintegrando lentamente.
Detalles de la película
- Titulo Original: Der Letzte Mann
- Año: 1924
- Duración: 90
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Opinión de la crítica
Película
8.2
59 valoraciones en total
– ¡Pero que dices!
– No lo notas. ¡Esto no para de moverse!
– Es la cámara de Murnau, ¡so tonto!
– ¿Cómo?
– El director alemán. El de Nosferatu.
– Pero ese no era un vampiro…
– Ja, ja, ja… si el vampiro, el demonio, el ladrón de Moliere, el campesino enamorado…
– Pero esas películas son mudas ¿no? Con cartelitos musiquilla de órgano y todo eso.
– Aja.
– ¡Pues esto es un terremoto! ¿Dónde están los cartelitos? ¿Cómo va a ser una película muda sin cartelitos? Entonces, ¿Cómo nos vamos a enterar de la trama?
– Espera, que te lo voy a explicar…
¿Hice ya eso de preguntarme como valorar en su justa medida una película de cuando el cine iba en pañales? Hay usuarios que ven con injusticia como clásicos como El último tienen unas notas tan elevadas si lo comparamos con películas actuales cuyo nivel técnico es elevadamente superior al de estos clásicos mudos. Yo lo que hago es preguntarme porque cuando empieza una película actual, en vez de dedicársela a su familia y amigos, no tienen la humildad suficiente para agradecerle pleitesía eterna a F.W. Murnau, uno de los pocos directores que dejaron para la posteridad las reglas visuales de lo que iba a ser esto del cine. Uno de los directores sin cuya existencia, no existiría este arte. ¡Uno de los más grandes, vaya!
El último hombre es un GIGANTE. Su cráneo es el Mont Blanc, de sienes plateadas. Sus hombros forman una cordillera ante la entrada giratoria del Olimpo.
Contempla con orgullo un mundo mágico de puertas, espejos y ventanas.
Todo refleja la magnitud de su estatura.
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Cambió la PERSPECTIVA. Cayó un botón, de arriba abajo, y el hombre se reduce.
Se vuelve más y más pequeño.
Cuando se cuela por el sumidero del lavabo, apenas es un átomo de insecto.
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EPÍLOGO
El presupuesto de la peli ascendió a la fabulosa (para la época) cifra de un millón de marcos alemanes. El caché de Emil Jannings acaparó seiscientos mil.
El poder reside en el dinero… y no en el uniforme.
Un hombre a lo largo de su vida se va colgando medallas. Cada vez pesan más.
Llega un momento en que toca techo. Sea el que sea para él ese tope.
Sólo queda pasearse con todos sus méritos bien abotonados.
Pero envejece, y ya no puede más con el bendito peso.
Empiezan a arrancarle galones. Es por su bien.
Parece que el paciente respira mejor.
Es una falsa alarma. Recae.
Fuera la botonadura.
Transpira algo.
Desnudo.
Nada.
Es.
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Impresionante película. Sobretodo por el innovador trabajo de las cámaras. Cámaras que se mueven. Hasta entonces todos los planos se hacían con una cámara fija. Pero en esta película la cámara sube y baja por ascensores, se desliza por una puerta giratoria, avanza y retrocede por pasillos, da vueltas y deforma la imagen simulando una monumental borrrachera, se convierte en la protagonista ya que vemos la historia a través de los ojos del humillado portero. También volará al son de la música de una trompeta. Los decorados son un auténtico lujo, se observa un trabajo monumental para dar realismo y profundidad a las calles llenas de coches y gente.
Murnau alegrará a aquellos que odiáis los rótulos en las películas mudas (él también los odiaba): sólo hay un rótulo que anuncia el epílogo de la película y es simplemente una nota aclaratoria. Os aconsejo que activéis los subtítulos en castellano porque salen varios textos en el film: una carta y un periódico. Más que nada porque si no sabéis alemán pues os vendrá bien un subtítulo para enteraros de lo que pone. Si no me equivoco creo que es la primera película muda que se rodó sin rótulos. Murnau se propuso eliminarlos y lo logró. Por lo menos en la versión alemana restaurada que es la que yo he visto. Las versiones que se comercializaban para el resto de Europa y Norteamérica tenían algunos rótulos, si no recuerdo mal.
La película debe todo su ingenio no sólo a Murnau si no también al equipo de especialistas que trabajó con él, innovando sobre la marcha nuevos encuadres y nuevas formas de trabajar con la cámara. Creo que darle sólo el mérito a Murnau (que lo tiene y mucho) es injusto para todos los técnicos que le asistieron en la realización del film.
Recomendadísima.
El protagonista de nuestra historia no se ruboriza ante una mujer sino ante su propia imagen vista en un espejo.
Mientras el uniforme le pertenezca, su seguridad y autoestima no conocen fisuras. Para él, la felicidad reside en las cosas, no en las personas, y no porque sea una victima del materialismo,sino porque de ello depende su posición social y familiar. Cosas tan pequeñas como un uniforme o una cuenta bancaria son suficientes para que haga oídos sordos al dolor y al sufrimiento del mundo. El portero idolatra ese poder que le da esa agradable sensación de fortaleza, que proviene de la ilusoria identificación con los poderosos.
Para subrayar estas características, el portero es contrastado con el sereno del hotel. Este parece conocer la piedad y la solidaridad. Su generosidad es sencilla y tierna. El sabe vivir con lo que tiene. El portero cree vivir en una drástica sociedad binaria (como en su sueño: el ascensor que sube o baja, el limpiaparabrisas que gira hacia izquierda y derecha, las puertas giratorias que tragan o escupen gente) en la que solo existen dos alternativas: la buena vida de las posesiones materiales o la depresión ante la perdida de dichas posesiones.
Lo que Murnau (y compañía) nos quiere trasmitir queda claro. Las miserias del capitalismo, egoísta y ciego, terminan por arruinar la sociedad, que ha perdido la piedad y la compasión. Las cosas sustituyen a los hombres. Sus propios emblemas los acaban matando. Incluso las clases más bajas entran en su juego, admirando a los que tienen poder y mofándose de quienes lo pierden.