El último gran día
Sinopsis de la película
En las estribaciones de los Montes Apalaches, al este de Tennessee, circulan terribles historias sobre Felix Bush, un hombre que vive aislado como un anacoreta. Algunos recuerdan que era un joven inquieto e inteligente que sólo soñaba con recorrer el mundo, pero, en realidad, nadie conoce su secreto. Sin embargo, el temible solitario está preparando su propio funeral y piensa asistir a él para revelárselo a todos.
Detalles de la película
- Titulo Original: Get Low
- Año: 2009
- Duración: 101
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Opinión de la crítica
Película
6
91 valoraciones en total
Aaron Schneider es uno de esos jóvenes valores de la industria cinematográfica norteamericana en imparable ascenso. Después de curtirse en el mundo de las series de televisión y ganar un Oscar al mejor cortometraje por Two Soldiers Schneider se estrena como director poniendo bajo su batuta nada más y nada menos que al excelso Robert Duvall, un lujo que muy pocos directores primerizos pueden permitirse. Podríamos resumir su bautizo como una película sencilla sobre ese momento al final de nuestras vidas en el que todos nosotros sentimos la necesidad de saldar cuentas con los errores del pasado.
Robert Duvall es el incuestionable alma máter del film. El espectador no puede sino rendirse ante la magistral interpretación de uno de los grandes actores vivos del cine moderno, un trabajo que está por encima de calificaciones. Frente a nuestros ojos circula toda una vida dedicada a la gran pantalla en la esplendida gloria de su ocaso. A pesar de las arrugas y la permanente barba, los ojos de Duvall siguen siendo igual de azules y honestos que en aquella primera aparición en Matar a un ruiseñor, una obra maestra del séptimo arte que nos remonta a la misma época y entorno que los de esta película. Su trabajo huele a Oscar. Junto a Duvall tenemos a un Bill Murray que nunca decepciona. Es un valor seguro cuando se trata de comedia. Se echan de menos más apariciones del prometedor Lucas Black y los curtidos Sissy Spacek y Bill Cobbs.
Aunque la dirección de Aaron Schneider es completamente funcional, sin ningún tipo de descubrimiento más allá de los formalismos clásicos, si que hay que alabar la cuidadísima fotografía del film y su ambientación. Habiendo trabajado como director de fotografía en producciones como El inolvidable Simon Birch o Titanic Schneider cede el testigo a su colega David Boyd, quién consigue dar a la película una extraña luminosidad otoñal de lo más nostálgica. La América rural de los años treinta aparece representada con un gusto más cinematográfico que documental pero a la vez alejado del tópico de la fotografía en sepia. Tampoco pasa desapercibida la música del polaco Jan A.P. Kaczmarek a la que se suman los indispensables sonidos del Country americano.
No se puede negar que Aaron Schneider apunta buenas maneras pero da la impresión de que ha querido contenerse de tal manera en la realización de su ópera prima que su película no termina de levantar el vuelo de tan correcta. A los espectadores nos queda una insuperable sensación de cuento a medias, de potencial desaprovechado. Hay ideas, historia y personajes, pero por culpa del poco desarrollado guión de Chris Provenzano y C.Gaby Mitchell y de la dirección impersonal de Schneider Get Low se queda en una película olvidable que solo se salva del desastre gracias al carisma de Robert Duvall. Su fábula sureña no muestra en ningún momento más pretensiones que las que busca y precisamente por eso está a medio camino de ningún sitio.
Keichi
Get Low es el debut en el largmometraje del cortometrajista Aaron Schneider, ganador de un oremio de la academia hace unos años y que para su primer film ha decidido apostar por una cinta clásica, con ambientación añeja, centrada en un personaje de evolución habitual (de cascarrabias al que todos temen a ser aceptado socialmente) cuando decide hacer una fiesta para celebrar su funeral… sin haber muerto, únicamente con la excusa de saber lo que los demás piensan de él y, de paso, aclarar un terrible secreto que le ha llevado a estar cuarenta años alejado de la civilización.
El encargado de interpretar el papel principal es Robert Duvall, uno de los mejores actores de su generación y que, como siempre, rinde a un nivel altísimo. Es él quien eleva una película que no da sorpresas a nivel argumental ni técnico, que a pesar de contener una dirección aceptable tampoco se alza como ninguna gran obra. Schneider parece no saber moldear este material que, en manos de algún otro director (se me ocurre Eastwood, que con veinte minutos más de metraje centrándose en el personaje de Rudall podría haberla convertido en un clásico del cine reciente) habría ido más allá.
Lo que queda de Get Low es la sensación de haber asistido a una obra dramática conservadora, con momentos de comedia principalmente derivados de Murray, y unas interpretaciones por lo general bastante buenas, tanto de los cla´sicos (Duvall, Spacek) como del -aún- desaprovechado Lucas Black. No es brillante, pero se deja ver y, dentro de lo que viene siendo el cine americano actual, encierra momentos bastante notables que la hacen, al menos, digna de verse. Eso sí, en versión original.
Para que una película sea buena es necesario, sobre todo, un buen guión. Si además la dirige alguien con talento el resultado puede resultar notable. Y si la interpretan un grupo de excelentes actores podemos tener una gran película. Pero si tenemos un guión discreto, que gira en torno a un supuesto misterio, que al final resulta no ser nada del otro mundo, y un director voluntarioso pero convencional hasta decir basta, difícilmente se puede conseguir una buena película. Claro, a no ser que la protagonice Robert Duvall, acompañado por Bill Murray y Sisy Spaceck. Entonces la cosa cambia, y aunque la película sigue siendo discreta, luce bastante mejor de lo que realmente es. Pues este es exactamente el caso de Get Low. Una película que ha cautivado (engañado) a muchos, por la presencia de tres actores excelentes, pese a sus evidentes limitaciones.
Félix Bush vive apartado y solo en las montañas. En el pueblo todos le temen, ya que circulan horribles leyendas sobre su pasado. Nadie sabe a ciencia cierta que oscuro secreto le llevo a apartarse del mundo. Ahora que ya es un anciano y ve su final cerca decide organizar su propio funeral en vida, para desvelar ante todo el pueblo cual es el origen de su leyenda. Para ello contará con la interesada ayuda del encargado de la funeraria local. Además también será decisivo el reencuentro con la mujer que hace que esos fantasmas del pasado vuelvan a aparecer.
Aparentemente la historia tiene los suficientes puntos de interés como para resultar apasionante. Pero no es así. Narrada de la forma más convencional y plana posible, uno llega al final con la sensación de que el secreto que encierra la historia ha perdido todo su misterio, y que en cambio ha asistido a una sucesión de lugares comunes tan previsibles como inofensivos.
El director Aaron Schneider es novato en esto de dirigir películas, aunque tiene un Oscar en su haber por un cortometraje. Su trabajo es invisible. La ha dirigido él pero lo podía haber hecho cualquier otro. La cámara siempre está donde uno espera que esté y se mueve como uno espera que se mueva. No hay estilo propio, ni personalidad. Solo corrección. Esto no es malo, pero tampoco bueno. Además tanto la fotografía como la música son las típicas que uno espera encontrarse en una película ambientada en el Sur de los Estados Unidos.
Por fortuna Get Low cuenta con tres actores que a estas alturas de sus carreras ya están por encima del bien y del mal, y su sola presencia en una película ya justifica su visión. Robert Duvall interpreta sin esfuerzo un personaje que le va como anillo al dedo, mientras que Sissy Spaceck y especialmente Bill Murray se llevan los mejores momentos de la película.
La película compitió en el Festival de San Sebastián, pero es más propia de una sobremesa televisiva. Es todo tan correcto y previsible que, aunque se ve con facilidad y hasta simpatía, da cierta pereza.
Si hay algo de lo que puede presumir el film de Aaron Schneider es de ser una película profunda donde las haya, en la cual se exploran los sentimientos más remotos de un personaje extraño y solitario que nos hace experimentar todo tipo de emociones hacia él, desde el más horripilante odio y repulsión hasta una profunda compasión y pena e incluso cariño en los momentos finales.
La película de Schneider es tranquila, pausada, no tiene prisa y se toma su tiempo en narrarnos los hechos con todo detalle. Las actuaciones son totalmente acertadas, con un Robert Duvall a un nivel sublime, que consigue darle vida de una forma más que satisfactoria a un personaje tremendamente difícil de interpretar. Quizá la historia narrada sea bastante poca cosa, pero la forma de transmitirla, de hacernos llegar a ella, es completamente acertada y nos llega incluso a emocionar al descubrir el desenlace.
Un perfecto representante del cine independiente que intima con el espectador hasta el punto de que nos llega realmente a interesar la vida de nuestro protagonista y la historia que quiere contarnos y permanecemos ansiosos hasta el último minuto.
El film de Aaron Schneider muy entretenido no es que digamos, no hay ni rastro de cualquier tipo de acción y la esencia del largometraje se basa sobre todo en los diálogos entre los protagonistas. Aun así, considero que se trata de una película totalmente recomendable, eso sí, teniendo en cuenta que, por esta vez, entretenimiento y buena película no van cogidos de la mano.
El plantel de actores es una gozada, Duval, Murray, Spacek, Cobbs…, pero el guión y el desarrollo del filme (acerca de un viejo solitario que guarda un terrible secreto sin desvelar y al que todo el vecindario del pueblo más cercano lo tiene clasificado de loco y violento) es bastante plomazo y a veces provoca aburrimiento. Por lo demás es una película aceptable con alguna que otra excelente reflexión.