El tren
Sinopsis de la película
El Coronel Franz Von Waldheim se encuentra destacado en París con una misión muy concreta: hacerse con las modernas pinturas francesas, las mismas calificadas de degeneradas por los nazis, y cargarlas en un tren con destino a Alemania para el Tercer Reich. Eso sí, ha de tener mucho cuidado de no dañar la carga y, además, tiene de tiempo límite lo que tarden los aliados en reconquistar la ciudad, es decir, poco margen ya que cada vez están más cerca.
Detalles de la película
- Titulo Original: The Train
- Año: 1964
- Duración: 133
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Opinión de la crítica
Película
7.9
92 valoraciones en total
No es algo que ocurra todos los días, pero cuando ocurre es maravilloso. Lo más normal, por desgracia, es todo lo contrario: ver de nuevo películas que hemos tenido durante años por grandes obras y encontrarlas de pronto bobas, histéricas o directamente malas. No es tan habitual, sin embargo, sentarse a ver una peli que uno recuerda buena sin más y descubrir en ella los rasgos propios de una auténtica obra maestra. Lo que se experimenta entonces es, sin exagerar, lo más parecido que conozco a la auténtica alegría infantil: se siente uno, en efecto, como aquel niño maravillado que descubría por primera vez la grandeza del cine.
Durante muchos años tomé El tren por una estupenda peli de acción bélica. El recuerdo que yo tenía de ella se componía, básicamente, de las fotos que lucen en su carátula: Burt Lancaster disparando rabiosamente su metralleta y brincando sobre un tren en marcha, entre tiros y explosiones y pelotones de malvados nazis dispuestos a acabar con él. Poco menos que como una versión algo más dura y malcarada de El temible burlón, sólo que en blanco y negro y sin los volatines de Nick Cravat.
Cuánto me alegra haberme equivocado. Bueno, en algo sí acertaba: El tren es una soberbia y trepidante muestra del mejor cine de acción, espectacular y emocionante en el mejor sentido de dos términos que apenas significan ya nada. Es de lo más gratificante comprobar, en esta época de ridículos chamarileros de morralla digital que venden revoluciones 3D de top manta, el desbordante poder de la energía que eran capaces de desplegar los antiguos artesanos de los efectos especiales. Como Frankenheimer sirve además el espectáculo a un ritmo sostenido y preciso y con una extraordinaria gradación de la tensión, que alcanza cotas antológicas en su último tramo, el resultado no puede ser otro que una de las mejores pelis de su género jamás rodadas.
Lo cierto es que la tarea de Frankenheimer en esta peli es digna de estudio: hay escenas tan primorosamente planificadas, movimientos de cámara tan elegantes, una atención tan sutil a los detalles que la convierten en una obra de sugerencias prácticamente inagotables. La magnífica fotografía de Jean Tournier y Walter Wottitz, el profundo estudio de unos personajes poliédricos, un guión montado sobre dualidades que es un auténtico mecanismo de relojería y el espléndido trabajo de un reparto encabezado por un Lancaster en plenitud de facultades físicas e interpretativas y un glorioso Paul Scofield completan las bondades de una peli que, por si fuera poco, se dedica a hurgar en los rincones de esa ratonera llamada heroísmo, en los extraños y acaso gratuitos motivos que conducen a tantos hombres y mujeres sin nombre, cuando los alemanes se baten ya en retirada, a dejar de lamer sus botas y apostar la vida por cuatro francos a cambio de un puñado de cuadros que nunca han visto y en los que, les han dicho, se halla la raíz misma de la gloria de su patria. O de su vanidad, que viene a ser lo mismo.
Magnífico trabajo de director John Frankenheimer, que recoge un episodio sobre el expolio que Alemania quería someter a Francia a finales de la segunda guerra mundial. Basada en el libro Le front de l´Art de Rose Valland, responsable del museo Jeu de Paume, lugar donde se almacenaban las obras de arte que los alemanes habían saqueado de Museos y colecciones privadas de Francia antes de su traslado a Alemania, guionizada por Franklin Coen y Frank Davis (consiguieron un Oscar en el apartado de Mejor guión adaptado), espléndida música del malogrado Maurice Jarre y con la excelente fotografía de Jean Tournier & Walter Wottitz.
Como en otras películas bélicas, Frankenheimer utilizó el rodaje en blanco y negro para transmitir la idea del tono documental. En cuanto a la ambientación es más que aceptable, aunque mucho del material pesado que podemos ver es norteamericano.
Sin duda se trata de la mejor película de su director, y cuenta con un gran reparto: Burt Lancaster, en el papel Labiche inspector de trenes y que intentará recuperar el botín. Paul Scofield, como el coronel alemán Von Waldheim que intentará por todos los medios hacer llegar el tren a Berlín. Michel Simón Papa Boule, Jeanne Moreau Christine, Suzanne Flon Miss Valland, Wolfgang Preiss, Albert Remy, etc.
La película es una obra imprescindible de ritmo vivísimo y precisión casi matemática, el magnífico trabajo de dirección y la enorme capacidad de Frankenheimer para sugerir emoción y riesgo con una gran limitación de medios. Con unas interpretaciones sobresalientes y una acción magníficamente rodada, que junto con un guión espléndido y un estilo vibrante y emocionante que no da respiro. Incluso vista hoy, cuarenta y pico años después de su rodaje, es imposible no resaltar la espectacularidad e impresionante magnitud de la película.
En suma, una obra maestra imperecedera, recomendable al cien por cien, sobre todo por las múltiples lecturas humanas, políticas e históricas que abre.
Siguen comentarios en el Spoiler
Película que se desmarca del formato tradicional bélico de la época para abundar en un carácter veraz ya que, si bien cuenta con una alta dosis de espectacularidad técnica, ofrece una muy contenida concepción de la épica en la gestión visual y dramática en detalles de plano general (directo, seco, sin trampa ni cartón), el suspense de montaje sincrónico y dilatado, o en una banda sonora que no busca el énfasis habitual a la hora de remarcar suspenses y explosiones.
Es así como la puesta en escena, siendo inevitablemente espectacular por el género de acción bélica en el que se inscribe la cinta, destila verosimilitud, precisión y claridad expositiva. También desde un punto de vista argumental la austeridad hace acto de presencia en el perfil de los personajes y sus relaciones (sin trámite enamoraticio, sin escenas destinadas a los fines de trazar simpatías entre personajes, etc.).
En la sección de divagaciones hablaría, apelando a cierta manga ancha en el paralelismo, de una reivindicación casi hawkasiana de la destreza artesanal y la admiración física en la muestra del profesional y su actividad, la fuerza instintiva y muscular o el tesón del hierro fundido y el ferroviario. Aspectos que reclaman la atención por encima incluso de la salvaguarda del legado impresionista y cubista que supone el leitmotiv de la trama, y que configuran un sustrato que de alguna manera sorprende en un Frankenheimer a priori más inclinado a propuestas de mayor humanismo, politización o intelectualización en el trazo de sus personajes principales.
Dentro de los alumnos aventajados de la televisión que saltaron al mundo del cine a finales de los años 50 y principios de los 60, yo particularmente me quedo con el recientemente fallecido John Frankenheimer, porque tiene calidad y técnica como pocos y además ha recogido el sentido lúdico y de entretenimiento de la pequeña pantalla.
Y es que Frankenheimer cuando rueda El tren ya es uno de los mejores directores de su generación puesto que ya nos ha regalado joyas como El mensajero del miedo , El hombre de Alcatraz o Siete días de mayo . En El tren vemos a un Frankenheimer que da lo mejor de sí mismo y realiza algunos de los mejores planos-secuencias que uno nunca ha visto en la historia del cine.
Pero si la película es un prodigio técnico – nunca se había mostrado tan bien un tren desde Keaton – la historia es portentosa, porque ante tiene un maravilloso guión que consigue aunar de forma única la intriga, el thriller y el cine bélico como pocas veces se ha hecho. Pero es que además la película tiene su profundidad psicológica y sus temas de debate, ya que se cuestiona si una obra de arte vale más que la vida de un sólo hombre.
Las interpretaciones soberbias, con un Burt Lancaster que nos brinda un lección de carácter y que es lamentable que cuando una y otra vez se hacen listas con los nombres de los mejores actores norteamericanos de todos los tiempos casi siempre se le ignore, lo cuál es un error porque no recuerdo ningún actor que combine el aspecto circense y atlético con las cualidades interpretativas mejor en la historia del cine que Burt Lancaster, que por cierto con Frankenheimer realizó algunos de sus mejores trabajos. También un recuerdo para dos actorazos como el alemán Wolgang Preiss y a Paul Scofield que lo bordan en sus papeles de oficiales de la
Y todo ello envuelto en una fotografía a la europea de Jean Tournier y Walter Wottitz que nos hace recordar al expresionismo alemán de los años 20 y a las películas de cine negro de los 40.
Por lo que tengo entendido quieren hacer un remake de El tren , y viendo en lo patético que se ha convertido en cine de acción en la actualidad y sabiendo que los adolescentes no ven una película en blanco y negro ni aunque les fuera la vida en ello puede ser una interesante idea.
Eso sí para los verdaderos amantes del cine nos seguiremos quedando con la original de John Frankenheimer, uno de los mejores cinco directores del primer quinquenio de los sesenta.
Nota: 8,6.
Magnífica película bélica dirigida por un Frankenheimer en plena forma, basada en los momentos previos a la liberación de París por parte de los aliados durante la Segunda Guerra Mundial y la consiguiente desbandada del ejército alemán.
En medio del caos reinante, se nos narra la historia de la resistencia, inmersa aquí en el sector ferroviario, que intentará evitar que un cargamento de cuadros franceses parta rumbo a Alemania. Pero sobre todo se nos hace reflexionar sobre una cuestión: ¿qué tiene más valor, la vida de un puñado de hombres o los mejores cuadros del mundo? Porque esta es la principal cuestión que plantea El Tren.
La primera de las premisas (la vida) es defendida por Labiche (magistral Lancaster), quien se ve solo en defensa de su tesis frente a todos sus compañeros. No obstante, llegará a arriesgar su vida por esas pinturas .
Frente a él, Von Waldheim (un gran Paul Scofield), a quien no le importa el devenir de sus tropas, sino que los cuadros franceses lleguen a Alemania.