El talento de Mr. Ripley
Sinopsis de la película
Adaptación de la novela homónima de Patricia Highsmith. Ambientada a finales de los cincuenta. Tom Ripley (Matt Damon), un joven empleado de una empresa de servicios de Manhattan, pide prestada una chaqueta de Princeton para tocar el piano en una fiesta al aire libre. Cuando el rico propietario de la casa charla con él, Ripley le hace creer que es amigo y compañero de universidad de su hijo Dickie (Jude Law), entonces, el padre le ofrece mil dólares si va a Italia y convence a Dickie para que vuelva a casa. Cuando conoce a Dickie, que es un playboy, se queda fascinado con el estilo de vida que llevan él y su novia Marge (Paltrow).
Detalles de la película
- Titulo Original: The Talented Mr. Ripley
- Año: 1999
- Duración: 139
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Opinión de la crítica
6.8
62 valoraciones en total
Existen personajes literarios que consideras como algo tuyo, a los cuales amas y entiendes perfectamente, que te fascinan en su anverso y en su reverso. Si has leído la novela de Patricia Highsmith y has visto A pleno sol de René Clément, no puedes más que tener una idea clara del personaje. La parrafada previa no es gratuita ni pretendo tirarme el rollo con ella. La utilizo para describir a algún alma que tenga la paciencia de leer esta reseña y constatar conmigo mismo los inevitables prejuicios, miedos y exceso de sentido crítico con los que me acerco a esta versión de la extraordinaria novela.
El director inglés Anthony Minghella, desgraciadamente desaparecido, fue un moderno y audaz reinventor de Ripley, yo admiro El paciente inglés, le dediqué una reseña alabándola por su calidad y su romanticismo. En cambio, respecto al acercamiento al universo apasionante, hipersensible, decididamente insólito de la escritora, aquella lesbiana solitaria que conocía mejor que nadie el fondo tenebroso y luminoso de la naturaleza humana y que lo describía en sus historias con una narrativa de vértigo y con la profundidad de un Dostoievski. La decepción es notable. Este Matt Damon no es Ripley, que me lo han cambiao a peor.
Tom Ripley, según la mente que lo creó, es un heterosexual cínico y amoral, pragmático y determinista, imaginativo y experto en eludir todo tipo de peligros, sin el menor sentido de culpa cuando debe cargarse a alguien para mantener su situación económica, social y emocional, un profesional del simulacro y la impostura, enormemente simpático. Minghella que Dios lo tenga en su gloria, lo transformó en un homosexual atormentado por sus imposturas y por sus crímenes, con múltiples dudas sobre sus íntimas señas de identidad, empalagoso y blando, a pesar de matar con histeria asesina a sus víctimas, con escaso futuro, si sigue preguntándose incesantemente por la naturaleza de sus fechorías.
Minghella realiza una faena de aliño, elude hábilmente los tiempos muertos de un metraje desmedido, eso sí, la ambientación de la pintoresca Italia de los cincuenta es primorosa, se aprecia el aliento y el control de Sidney Pollack (otro que se nos fue de este mundo) en su faceta de productor, los actores están aceptablemente bien, sobre todo Jude Law, la retorcida intriga está diáfanamente narrada y existe una cierta atmósfera inquietante, pero a años luz de el film francés que protagonizó Alain Delon como Ripley. Probablemente si te olvidas o desconoces los antecedentes y la contemplas como algo autónomo, como una película más, puede que la encuentres atractiva, pero yo siento que me han profanado al verdadero Ripley.
Considero A pleno sol como un notable thriller francés de fácil visionado y más o menos logrado suspense. Pero, sin duda y puestos a escoger, me quedo con el maravilloso trabajo que realiza Minghella en El talento de Mr. Ripley, su delicada y a la vez contundente adaptación de la novela de Patricia Highsmith.
Esta elección se debe, entre otras cosas, a que el desarrollo en la primera versión me pareció bastante deficiente (e incluso aburrido en determinadas secuencias de las rodadas en el mar, por ejemplo) en comparación a la segunda. Y eso por no hablar del abismo que separa en calidad y resolución los respectivos desenlaces de las dos obras. Pero lo que no deja de sorprenderme es la cuestión de la tan criticada construcción del personaje central en el caso de Minghella pues, contrariamente a la opinión mayoritaria, opino que el protagonista plano, previsible y estereotipado que nos dejaba la adaptación francesa, se ha visto enormemente enriquecido de matices, trasfondo, humanidad y verosimilitud gracias al film que en esta ocasión nos ocupa.
En A pleno sol se nos ofrecía un Ripley (Alain Delon) amoral, tosco, trepa y muy seguro de sí mismo, capaz de hacer cualquier cosa con tal de ver satisfechos sus caprichos materiales, sin mostrar remordimiento alguno por ello. Se trataba de un personaje deliberadamente manipulador y codicioso, pero no tan convincente y bastante menos complejo e interesante que el talentoso Ripley que casi cuatro décadas después nos regalaría Matt Damon, en el más cuidado retrato cinematográfico de la mitomanía que jamás hayan contemplado mis ojos.
En El talento de Mr. Ripley, el protagonista es un chico sensible, frágil, refinado, aficionado a la música, extremadamente inteligente y no menos temerario. Un ser acomplejado por un origen humilde, que no ansía otra cosa que el reconocimiento social que lleva consigo la posesión de una cuenta bancaria dilatada. Con una mentira aparentemente inofensiva y la suerte de su lado, emprende unas vacaciones pagadas a Italia, donde se dejará cautivar por los placeres de la vida fácil, las juergas costeras, el recorrido de las más elitistas rutas marítimas, y ante todo, por la compañía de dos niños ricos a los que idolatrará y entre los que acabará sintiéndose integrado.
(Continúa en spoiler por problemas de espacio, sin destripar el argumento con datos significativos)
En El Talento de Mr. Ripley, Anthony Minghella desentrama los lazos de la psique humana poniendo a luchar sobre el cuadrilátero el ello, el yo y el superyó, haciendo que gane por goleada el primero, pues los deseos e instintos primigenios modelan y moldean al ser humano más allá de su decencia. También Freud dibuja parte del compás de esta obra, pues la pulsión de muerte (Tánatos) y la pulsión sexual (Eros) construyen la trama y la intriga de este rocambolesco y asfixiante thriller en el que los callejones sin salida se amontonan para las piezas de ajedrez de su director, sus personajes, que sufren las consecuencias de la bola de nieve de mentiras que Ripley va construyendo en su avance en la historia.
Porque Ripley no es un hombre al uso, pero a la vez preserva algunas de las ambiciones y defectos más antiguos del ser humano. Su inseguridad le revela como un hombre tímido y apocado, con afán de reconocimiento social y sexual. Dikie, su antagonista, es el mito que Ripley siempre quiso ser, alguien atractivo, encantador, que dirige la vela de su vida, y que no piensa en los demás para medirse a si mismo. La admiración da paso al siguiente sentimiento lógico, la envidia, y por vivir la vida que nunca pudo llevar, Ripley trata de suplantar todo lo que Dikie significa, desde su nombre hasta un traje usado. Ripley es un ser melancólico, casi patético. Dikie es alguien libre, expansivo, agotador. Son dos humanos dirigidos por ese ello del que Freud hablaba, y la colisión entre dos extremos da paso a la lógica lucha, primero fría, luego de bombas.
Minghella era un tipo inteligente, eso está claro. Supo renovar y revolucionar el cine épico – romántico clásico con El Paciente Inglés. Supo leer en La Odisea a Cold Mountain. Supo dar una visión inaudita al melodrama con Breaking and Entering. Y con El Talento de Mr. Ripley sigue los pasos de Hichcock, haciendo accesible la prosa de Patricia Higsmith sin perder inteligencia, trufando de bellas metáforas creadas por él la adaptación cinematográfica (como el significado de la música en cuanto a los personajes), mostrando la dolce vita italiana pero sin perder el clasicismo de sus escenarios, ni sus claroscuros (En Nápoles, Ischia, Roma, Venecia), aspectos también vinculados a sus personajes. Además dirige un reparto en estado de gracia, en el que el trío protagonista está antológico, Damon en su mejor papel, repulsivo y conmovedor, Paltrow totalmente emotiva y real, Blanchet con una elegancia y un empaque digno de una estrella de cine clásico, Hoffman salido y repulsivo, y Law haciendo un trabajo tan bueno que hace que todo público saque al Ripley que hay en uno, por la envidia, admiracíon, repulsión e ira que provoca.
(Sin Spoiler)
Cuando se estaba empezando a rodar la futura aclamadísima El paciente inglés, su director Anthony Minghella conoció la muerte de Patricia Highsmith, una escritora a la que había leído desde niño, y que como buen oriundo italiano siempre le fascinó el personaje de Tom Ripley y sus andanzas en la tierra de sus padres,
Desde aquel momento ya empezó a barruntar que tendría que homenajear uno de sus libros y autores favoritos tarde o temprano. Precisamente el éxito de El paciente inglés fue el que le permitió mayor libertad y elección para embarcarse en esta adaptación de El talento de Mr. Ripley.
Hay muchos amigos de la web que siguen comparando la película de Minghella con la francesa de A pleno sol. La de Clément, era una muy buena película, pero estaba alejada diametralmente del texto literario. En cambio esta no, no voy a negar que hay licencias, sobre todo en la ausencia de premeditación de Ripley a la hora de cometer su primera gran fechoría, y algunas más, pero en general es una buena versión que se ajusta mucho al libro, y eso siempre se agradece.
En cualquier caso hay que disfrutar de un personaje amoral y monstruoso como Tom Ripley, capaz de mentir y engañar a todo el mundo todo el tiempo, en contra de lo que decía Abraham Lincoln. La película está dividida en tres partes, la primera la festiva, la dolce vita, la segunda a raíz del suceso donde encontraríamos toda la parte de intriga y suspense, y en último lugar el desgarrador drama humano del final, un acercamiento a la locura, la carencia de sentimientos y la psicopatía. Su resultado es irregular, con momentos cercanos al tedio y a la pretenciosidad hueca, y otras de una arrebatadora y turbulenta claridad mental.
Magníficas interpretaciones, excelentes localizaciones y un trato exquisito por los detalles y el buen gusto, que convierten el fallecimiento de Anthony Minghella, en una de las mayores tragedias luctuosas de los últimos años, si tenemos en cuenta todo lo que le podía quedar por delante.
Nota: 6,8.
La película se puede ver y todo eso pero tampoco es que sea nada del otro mundo. Es una correcta adaptación de la novela de Patricia Highsmith dirigida por un Mighella al que le ha venido genial que ya existiera una adaptación anterior de esta novela, A pleno sol dirigida por René Clément en el que el papel de Tom Ripley era interpretado de manera sobresaliente por Alain Delon. Minghella toma como referencia esa película muy superior a esta en la que copia varias escenas que son calcadas (por otra parte normal ya que se basan en el mismo libro, lo malo es que fuera toda la película exactamente igual sin ninguna diferencia como la última película de cierto canibal).
Nos encontramos ante un inmenso Jude Law (merecida nominación al oscar) que se zampa con patatas a un mediocre Matt Damon (muy superado por Alain Delon e, incluso, por John Malkovich en El juego de Ripley ) que nunca se encuentra a gusto interpretando ese personaje y no logra transmitirnos correctamente como Ripley acomete sus hazañas. Correctas, aunque más de floreros que otra cosa, Cate Blanchett y Gwyneth Paltrow. Bien, como siempre, un brevísimo Philip Seymour Hoffman.
Así el guión bien adaptado de la novela cuenta con momentos bastantes interesantes pero copiados de A pleno sol que cuenta con la desventaja de no haber sido tan vista como esta. Minghella dirige correctamente y los apartados técnicos son bastante buenos. Pero aún así muy superior la otra, bastante más recomendable.