El Skylab
Sinopsis de la película
Durante un viaje con su marido y sus hijos, Albertine recuerda el viaje que hizo a Bretaña, cuando tenía diez años, para asistir a la celebración del cumpleaños de su abuela en casa de su tía Suzette. El skylab, la primera estación espacial americana, fuente de fantasía para los más jóvenes de la familia, se convierte en una obsesión para Anna, la madre de Albertine, una mujer neurótica que se siente aterrorizada ante la posibilidad de que el satélite se estrelle en la costa oeste de Francia.
Detalles de la película
- Titulo Original: Le Skylab
- Año: 2011
- Duración: 109
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Opinión de la crítica
Película
5.9
32 valoraciones en total
Le Skylab es el tercer largometraje dirigido por la actriz Julie Delpy tras intentar hacer un híbrido de Woody Allen y Richard Linklater en 2 días en París (quedándose a medias), y La condesa , un biopic frío, académico y sólo por momentos logrado. En este caso se suma a uno de los géneros más recurrentes del cine europeo: coger a una familia, unirla tras cierto tiempo y ponerlos a interactuar entre ellos.
Las buenas noticias son que entre tanto personaje hay alguno bastante digno, y que el tono siempre es amable y simpático. Las malas, que no todos los chistes funcionan y que aunque el reparto hace un trabajo notable -en general- da la impresión de que la cosa podría haber sido muchísimo mejor, sin molestar durante su visionado. Entretenida desde luego es un rato pero que conectes o no con lo que te cuenta depende de tu tipo de humor. A mi me arrancó algunas sonrisas pero desde luego no comparto el entusiasmo que la película parece haber causado entre la prensa durante su primer pase en el Festival de San Sebastián, que aplaudían cada chascarrillo como si la vida les fuese en ello. Está bien y es la mejor película -como directora- de Delpy… pero ya está.
Nuestra vida es una película en la que solamente funciona el botón de Play, y llegado el momento, el de Stop. Es poesía de servilleta de papel, o de cantante pop, que es lo mismo, pero no por ello deja de ser cierta. La vida es una sucesión non-stop de vivencias, y a medida que avanzamos, más cuesta recordar dicha sucesión. Con el paso del tiempo ésta pasa a ser una colección de momentos más o menos inconexos que, a falta del botón de Rebobinado o de Avance Rápido, configuran los recuerdos que nos han llevado a lo que ahora es el presente. Ahora mismo la servilleta es un jeroglífico indescifrable, pero, y esto es lo importante, el mensaje original sigue percibiéndose ligeramente: nos hacemos mayores, y cuando echamos la vista atrás, no nos queda otra que tomar como punto de referencia ciertos momentos determinados que nos marcaron, y a partir de ahí hilvanar un discurso más o menos acorde con lo que realmente sucedió.
En El Skylab, cuarto largometraje como directora y guionista -y actriz, por supuesto- de Julie Delpy (en lo que de momento es un recorrido breve y algo irregular pero indudablemente no exento de interés) no cuesta demasiado ver signos de este discurso. Su historia nos presenta un más que evidente álter-ego (por coincidencia en edad así como en otros datos biográficos relevantes) de la intérprete gala, llamado Albertine. En un abarrotado tren se pelea con quien haga falta con tal de conseguir que su familia pueda ocupar asientos contiguos. En un momento de calma, apoya la cabeza en el cristal de la ventana, perdiéndose su vista en el paisaje… y su memoria en el pasado. Cómo no, su mente ha ido a detenerse en uno de los momentos antes comentados. Un momento que apuntaba a trauma insuperable, pero que fue derivando en lo que posiblemente sería uno de los días más maravillosos de su vida.
10 de julio del año 1979. Un error en los cálculos, o tal vez un trozo de información captado a medias, lleva a la pequeña Albertine a pensar que éste quizás sea el último día de la Tierra. Un cataclismo está a la vuelta de la esquina. Según le han dicho que ha dicho la tele que ha dicho la NASA, el satélite Skylab se ha salido de su órbita y cae en picado a una velocidad endiablada, con el punto de mira puesto en la Bretaña francesa, que es justamente donde va a celebrarse una reunión de su familia en honor al aniversario de su abuela. Un fin de semana con los seres más queridos… y el Apocalipsis asomando la cabeza (no, no es un remake de una de Von Trier). ¿Quién iba a olvidar este momento? Albertine (¿Delpy?) desde luego, no. El terror a convertirse en testigo de primera línea del fin del mundo caló tan hondo en ella, que todo lo demás sucedido durante aquellos días se grabó en su memoria sin hacer ruido, pero también de forma contundente.
Del mismo modo se presenta la trama de El Skylab, cuya continua sucesión de pequeñas vivencias no tapa un retrato acurado y preciso sobre los anhelos, celos, frustraciones, sonrisas y lágrimas que cimientan cada una de esas casas de locos llamadas familia. La creada por Delpy muestra unas cuatro generaciones, está compuesta por gente de distintas nacionalidades y clases sociales… Los hay de izquierdas y de derechas, los hay de la rama más orgullosamente militar y del sector más bohemio e intelectual, los hay que hacen el amor veinte veces cada noche y otros que justo están empezando a sentir los efectos de la revolución hormonal en su cuerpo. Sobre el papel parece imposible, pero es algo que incluso nosotros hemos tenido ocasión de comprobar: esta legión de incompatibilidades, como por arte de magia, se reúne bajo el mismo techo, comparte la comida, se ríe y se emociona por las mismas razones…
Un gustazo. Desde una posición menos ambiciosa (pero igualmente respetable y regocijante), Julie Delpy juega a ser el Olivier Assayas de Las horas del verano y no se hace daño en el intento. Al contrario, sale reforzada de la experiencia, al permitir que lo trascendental se filtre a través de lo anecdótico (que se da un buen baño de comicidad, ternura y nostalgia). Al igual que el satélite que terminó estrellándose en Australia (dejando retratado al cerebrito de la NASA que había pronosticado que haría lo propio en Sudáfrica), El Skylab cinematográfico es un divertido y muy disfrutable laboratorio en el que la parte lúdica de las reacciones químicas deja paso a una recopilación de resultados igualmente jugosos. Tan buen balance se debe a la precisión e inteligencia de un guión al que no le entra el miedo ante la ingente cantidad de personajes a tratar. Cada uno tiene su(s) momento(s) de gloria… y también de bochorno máximo, obteniendo así el espectador una más que nítida imagen de un edificio cuyas piezas respiran, mostrándose tan independientes como en simbiosis con las de al lado.
Si bien la introducción de ciertos apuntes dramáticos en la recta final se antoja algo forzada dentro del conjunto, no por ello debe dejarse de agradecer a Delpy que se guarde algo de tiempo para detenerse en las notas más amargas presentes en cada familia, y que irónicamente, acostumbran a estrechar aun más -y a pesar de todo- los lazos entre sus miembros. Y así, entre discusiones acaloradas sobre tabúes sobre los que se ha construido una nación, entre grandes éxitos de Patrick Hernandez, entre cuentos fantásticos improvisados y relatos de terror con el susto final de rigor, entre besos dados y robados… la memoria de Albertine ha hecho que el viaje en tren pase volando, y que una lágrima haya hecho el amago de dejarse ver. No es solamente añoranza hacia tiempos pasados -que sí, seguramente fueron mejores-, no es el hecho de haber sobrevivido al fin de los tiempos, es la constatación del tesoro que la ayudó a formarse como persona… y del que tiene que cuidar ahora para que algún día, en algún otro tren, éste bucee en sus recuerdos con una sonrisa en la cara.
Una de las sorpresas más agradables del reciente Festival de Cine de San Sebastián fue esta película dirigida por la también actriz Julie Delpy, que en un ejercicio de nostalgia hace volver a su protagonista, una mujer que viaja en tren con su familia, a sus años de infancia y a aquellas reuniones familiares veraniegas que, quien más quien menos, todos hemos vivido.
Delpy nos hace vivir a los espectadores, a través de los recuerdos de aquella niña que fue el personaje de la actriz que inicia la pelicula (y más que probablemente ella misma), ese año de la infancia en que se descubren secretos y se destapan tabúes familiares, coincidiendo con el inicio de la preadolescencia, cuando la infancia tiene ya de inocente lo que la mayoría de Jurados de festivales de cine de certeros y ecuánimes…
Pese a que hay en ella, como digo, dramas familiares y asuntos chungos, lo que domina el relato es un tono amable y simpático, que encandiló e hizo disfrutar al público del festival donostiarra, hasta el punto de provocar interrupciones en éste con risas y hasta aplausos en momentos puntuales, como aquellos en que se destapa el racismo latente y más o menos oculto y disimulado de los personajes. Aunque a este respecto sobra el detalle hispanófobo tan típico y frecuente por otra parte en el cine franc.. gabacho, que además es contradictorio en sí mismo cuando se está apostando por la denuncia del racismo. Al parecer hay que ser de otra raza y cultura para ser respetado y defendido, pero no de otra nacionalidad, y menos si esta es vecina…
Inolvidables, entre otras cosas, la secuencia en la playa nudista (vámonos, papá…), el personaje del tío Hubert, la discusión política en la cena entre tíos fachas nacionalistas y padres rojos progrechupiguays, los juegos sexuales de la prota y su espabilado primito, las conversaciones entre las dos señoras mayores de la reunión familiar, ya de vuelta de todo, etc.
Y si hay un pero que ponerle, al margen del mencionado, es que el prólogo y el cierre no casan demasiado con lo visto en el flashback que supone la práctica totalidad de la película, ya que cuesta incluso ver en esa mujer a esa niña que fue y con la que hemos disfrutado de esta encantadora y disfrutable película.
Julie Delpy, la actriz que ganara renombre internacional con films como Antes del Amanecer , Antes del Atardecer o Tres colores:Blanco, entre otras muchas, y demostrara su valía como directora con películas como La Condesa, 2 días en París…etc presenta en la 59 edición del Festival de Cine de San Sebastián su obra Le Skylab, de la que también se erige como guionista. Un muy personal trabajo que le valió la mención especial del Jurado endicho certamen.
La película nos narra los recuerdos que surcan la mente de Albertine, una mujer a bordo de un tren acompañada de su marido y sus hijos. Viaja su mente a la infancia, cuando, a los diez años, realizó el mismo recorrido con destino Bretaña para asistir al cumpleaños de su tía Suzette donde se reúne toda la familia. En aquel momento de su niñez todos fantaseaban con el Skylab, la primer estación espacial americana, aunque, para algunos, representaba más una pesadilla temiendo que se estrellara sobre ellos…
Le Skylab es una película amable, que asienta sus pilares en la nostalgia del pasado recreando en esta familia, que pudiera ser cualquier familia de cualquier lugar, un ayer con el que resulta sencillo empatizar y recordar con una sonrisa en los labios. Un aspecto a destacar de la producción, y uno de los más fundamentales, además del guión que hila toda relación y situación es la interpretación de todos los integrantes de esta alocada y a la vez normal familia: Lou Álvarez, Eric Elmosnino, Aure Atika, Noémie Lvovsky, Bernardette Lafont, Emmanuelle Riva, Vincent Lacoste, Marc Ruchmann, Sophie Quinton, Valérie Bonneton, Denis Menochet, Jean-Louis Coulloch, Michelle Goddet, Luc Bernard, Candide Sánchez, Karin Viard, Noah Huntley, y entre todos ellos, también la directora, Julie Delpy reviviendo, en cierta forma su propia historia personal a través de su actuación. El reparto coral destaca, tanto los adultos como los niños realizan un trabajo digno de elogio, sin duda.
El vestuario, los pequeños detalles de la ambientación , y sobre todo, la música, nos atrapan en este viaje en el tiempo y nos ubican perfectamente en la época. Quizás lastre al proyecto la falta de un hilo argumental más definido, un hilo conductor, y pueda quedar suspendida en el ambiente de la sala la sensación de no haber sido testigos de una historia con un principio y un final, sino de, al apagarse las luces, ver abrirse una ventana desde la que observar un tierno momento de un pasado no tan lejano y del que muchos, aún pueden recordar y añorar. Una comedia amena, bien interpretada y agradable de ver. Interesante.
-Enoch-
La familia que come, bebe, grita, juega, baila, canta, llora, se ríe y se pelea unida… se mantiene unida.
En esta familia hay fachas y progres, como en todas, hay borrachuzos, como en todas, hay adolescentes problemáticos, como en todas, hay locos, como en todas, hay niños que juegan con muñecas, como en todas, hay parejas felices, parejas desgraciadas y parejas de andar por casa, como en todas, hay abuelas entrañables, como en todas, hay niños repelentes, como en todas… En fin, que hay de todo, como en todas.
A Julie Delpy le gusta la familia, eso se nota. Sospecho que no el mismo tipo de familia que a Rouco Varela y sus huestes de la Conferencia Episcopal… La familia de Delpy es mucho más divertida, es algo así como ecléctica. En ella todo cabe y nadie sobra. Joder, tanto le gusta que a papá Delpy lo mete en todas sus pelis en algún papel, aquí hace de tito pirado.
La familia de Delpy se parece mucho a mi familia, creo que se parece bastante a la inmensa mayoría de las familias, salvo ésas en las que sobra todo el que se mueva en la foto.
Dice Tolstoi al inicio de Ana Karenina : Todas las familias felices se parecen, pero las infelices lo son cada una a su manera .
Tolstoi no deja de ser un majadero, porque no existen familias completamente felices ni infelices, todas son lo uno y lo otro, según cuando y como las pilles. Pero sí es cierto que cuando una familia es feliz se parece a casi todas las familias felices. Y cuando es infeliz también, qué coño!
Delpy le echa un vistazo divertido a esta viejísima institución. Personalmente me quedo con el tono de comedia, creo que en las partes serias y políticamente comprometidas hay demasiada pretensión y un quiero y no puedo que estropea el conjunto.
Con todo y con eso esta tía siempre me sorprende y reconozco que su cine me encanta. Hay quien habla de ella como la Woody Allen europea. De hecho también compone música… y canta (la hijaputa). No sé, creo que tiene la suficiente personalidad como para poderse permitir ser ella misma.
En todo caso tiene 3 cosas para mí fundamentales: es francesa, es divertida y le echa huevos. Además creo que es rica y heterosexual, vamos, que si hay algún joven casadero por aquí… O viejo, que igual encima no es ni delicá.