El signo de Leo
Sinopsis de la película
Pierre Wesselrin es un músico bohemio y sin dinero que vive en París. Un día, recibe un telegrama en el que se le notifica la muerte de su acaudalada tía. Como ella sólo tenía dos parientes vivos, Pierre piensa que él recibirá, al menos, parte de la herencia, así que celebra una fiesta para celebrar la noticia con sus amigos.
Detalles de la película
- Titulo Original: Le Signe du Lion
- Año: 1962
- Duración: 102
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Opinión de la crítica
Película
6.9
45 valoraciones en total
En 1959 Rohmer filma, éste, su primer largometraje. Son los momentos iniciales de la Nouvelle vague , nombre originado por su maestro André Bazin y Cahiers… , que el mismo Rohmer, y durante siete años, estará dirigiendo. Es el año en que en Cannes (y el mundo) triunfa Truffaut y Los 400 golpes (curiosamente, también Marcel Carné), el primer hito fundacional, y Resnais, con el segundo, Hiroshima mon amour (mucho más experimental). Como vemos, el sitio justo en el momento preciso (dejo de lado a Malle que en 1957 y 1958 filmó las legendarias Ascensor para el cadalso y Los amantes , por estar siempre aparte). De todos modos no ubico, a pesar de la fecha, a El signo… porque compartiendo ideas con sus amigos, los dos citados junto con Chabrol, Rivette y Godard (que aparece unos minutos en esta película) y el nombrado Bazin, en Rohmer aún hay restos del Existencialismo sartreano. Hay en ella, aunque disfuminados, rasgos estilísticos del futuro creador, sí, pero priva, el pensamiento del filósofo francés. Condenado a ser libre , su existencia se construye (…) nadie es nada de lo que haya querido ser , pueden ser atributos del protagonista, músico frustrado y, genio y figura, DIGNO vago empedernido que se deja llevar por la existencia elegida. Es, con todo, un más que brillante inicio para una larga y prolífica producción. Ya muy bien filmada, su cámara es más que nunca su escritura (los diálogos son, comparado con su característica posterior, muy pocos). Un rasgo simpático es la colaboración desinteresada (hoy sería un homenaje ) de amigos como Masha Méril, Marie Dubois, el citado Godard y otros que, tal vez, no reconocí por su juventud. Con un defecto, que luego solucionó, una cierta excesiva duración, el film es un regalo altamente recomendable para los que amamos al autor de El rayo verde .
En su ópera prima, Éric Rohmer nos muestra su faceta más visual al encontrarnos con una historia sobre la progresiva decadencia de un desheredado por las calles de París.
El aroma a nouvelle vague se respira en esos continuos paisajes urbanos filmados por una cámara con libertad de movimientos, mostrándonos la forma de vida de la capital francesa.
Es muy curioso que un director que se puede definir como la prosa en imágenes –por el protagonismo de las conversaciones en sus films– cuente en su primera película con que los diálogos brillan por su ausencia y lo que predominan sean las escenas de un hombre en soledad acompañadas de una música muy tolerable aunque un tanto agobiante.
El primer largometraje de Rohmer fue un fracaso. Seguramente su ritmo es algo complejo para un novato y el actor principal, Jess Hahn, no es francés y no deslumbra como sí hacían en aquel momento Jean-Paul Belmondo, Jean-Pierre Léaud o Jean-Claude Brialy.
Eso sí, con una carrera tan brillante como la de Rohmer, cualquiera firmaría un inicio desafortunado.
Siempre había creído que para poder ver una de Rohmer necesitaba acercar la tele unos cuantos metros la televisión de mi salón para no quedarme ciego leyendo tanto texto, pero, este tempranero filme del director francés nos demuestra su inmensa capacidad de comunicación, solamente con el poder de la imagen. Y es que esa espiral hacia la indigencia que vive el protagonista es mostrada con increíble maestría, con esas obsesivas y reiterativas escenas de París, que nos fatigan y enloquecen despojándonos de nuestra dignidad más y más, metiéndonos en el mismísimo traje raído del personaje.
Respecto al tratamiento de cuento de la película tan presente en la filmografía de Rohmer, creo que le da una dimensión de moraleja, de reflexión curiosa que si bien nos deja con un buen sabor de boca y le da unidad a la historia, queda eclipsada por la excelente forma de contarlo. Claramente, como se suele decir, la forma supera al fondo. Y es que así es Rohmer.