El señor Esteve
Sinopsis de la película
El señor Esteve, dueño de una mercería y orgulloso de su hijo Ramón, acude al bautizo de su nieto. Veinte años después, Ramón fallece y el señor Esteve se da cuenta que los tiempos han cambiado y que peligra la tradición familiar de la mercería.
Detalles de la película
- Titulo Original: El señor Esteve
- Año: 1950
- Duración: 108
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Opinión de la crítica
Película
5.7
25 valoraciones en total
Una película basada en un aburridísimo clásico de la literatura catalana. La película, por lo tanto, no puede ofrecer mucho.
Es, en efecto, un fiel retrato de la burguesía catalana del siglo XIX y de su forma de pensar. Pero se podría haber expresado el mismo mensaje de formas más entretenidas.
Por lo tanto, el mayor interés que puedo encontrar en ella es ver a actores que me resultan familiares por otras producciones. Y especialmente, la ambientación y decorados. Puesto que me gustan las películas de época, a veces, veo cosas como esta solo por la estética.
El señor Esteve es en mi opinión una película aburrida de principio a fin, sin ritmo, sin interés, que va narrando con parsimonia las vicisitudes de una serie de personajes ligados a una tienda de tejidos de la ciudad de Barcelona en el siglo XIX. Nacimientos, muertes y ritos de paso se suceden, pero siempre desde lejos y de una manera un tanto superficial. La corta duración del metraje obliga al montaje a fuertes elipsis. Los diálogos son poco atractivos, y a veces son absolutamente irritantes, especialmente los del personaje de Alberto Romea, que suelta una perorata impresionante en su lecho de muerte, y el espectador sólo espera que este personaje se muera para que se calle de una vez…La cuadriculada mentalidad burguesa y calculadora del personaje de Romea no es, aunque a veces lo parezca, una caricatura, sino una apología de un determinado tipo social.
Este título es de los menos conocidos de la filmografía de Edgar Neville, y con mucha razón, añadiría yo.
Edgar Neville siempre destacó por intentar dar a todos sus films su toque personal. En este caso se encarga de un clásico de la literatura catalana, una obra de Santiago Rusiñol, dónde se quiere mostrar la vida, las costumbres y sobre todo, cómo era la burguesía de aquella época.
Si hay algo que sea digno de remarcar por encima de todo es a Alberto Romea, con una interpretación magistral, ya que él es protagonista absoluto de la historia. Es quien maneja las historias desde el primer minuto hasta su desenlace final, acompañado por otros grandes nombres: Pepe Isbert o Julia Caba Alba.
El problema principal es, sin duda, que a pesar de todo lo remarcado anteriormente, algunos hilos de la historia no están lo suficientemente enebrados, lo que provoca que el resultado final no sea del todo perfecto.
Película cuya historia transcurre en la Barcelona del siglo XIX. En ella confluyen, como autores principales de la obra, dos pesos pesados del arte: Edgar Neville (nacido el Día de los Inocentes de 1899-1966) como director, y Santiago Rusiñol (1861-1931), autor de la novela que la inspira.
Edgar Neville, un polifacético aristócrata madrileño que cultivó diversos géneros artísticos con gran talento, sobre todo la literatura y la cinematografía. Por su filiación al bando nacional tras la guerra, no fue incluido como debiera en la nómina de intelectuales de la Generación del ‘27, como le ocurriría también a sus amigos escritores falangistas Miguel Miura, Tono, Enrique Jardiel Poncela o Álvaro de la Iglesia. Pero fue un hombre de éxito en diversos terrenos entre otros en el cine.
En cuanto a Santiago Rusiñol, padre de la novela modernista Lauca del senyor Esteve de 1907, fue un catalán nacido en Barcelona, también un creador variopinto: pintor, escritor, crítico, músico y dramaturgo en lengua catalana. Quizá por lo que más destacó sea por su actividad pictórica, muy influida por los impresionistas. La novela que inspira la película, quizá su obra más popular, fue adaptada por él mismo al teatro en 1917, y en ella dibuja una semblanza un tanto sarcástica del padre de familia de una pequeña tienda de comercio, enfrentado al hijo que quiere ser artista. De hecho, la trama del film cuenta el orgullo que el patriarca y dueño de una mercería pequeña pero selecta desde 1860, siente por su nieto. Con la idea de que se haga cargo del negocio, aconseja a éste que se case con una buena muchacha. Pero es su nieto Ramonet, quien tiene inclinaciones escultóricas.
En 1948 Edgar Neville supo captar la mentalidad burguesa en Barcelona a través del linaje de los Esteve y su querida y entrañable mercería ‘La Puntual’. Neville siempre aparece como director del casticismo madrileño, pero también acomete la dirección de películas en Barcelona.
De otro lado, Meville quiere conocer de primera mano Barcelona, ciudad a la que no estaba habituado, y se rodea de personajes que lo asesoran y conducen por la mentalidad catalana, pues Meville no quería fracasar con este film. De esa guisa, en la obra se observa fielmente la sociedad barcelonesa: fiestas y costumbres, rituales y sobre todo, negocios.
Es buena la música de Jesús García Leoz y Eduardo Toldrá. Meritoria fotografía en blanco y negro de Manuel Berenguer. Bien la puesta en escena y algunos exteriores, sobre todo al final en que se puede ver la Sagrada Familia.
En el reparto los papeles principales recaen sobre Manuel Dicenta, Alberto Romea y Carlos Muñoz que logran trabajos muy meritorios. Pero son los secundarios los realmente maravillosos, con un Pepe Isbert que hace de artista que decora la tienda o una simpática Julia Caba Alba, estos actores de reparto son los que aportan la gracia y la chispa costumbrista, con intervenciones breves pero muy jugosas.
La película fue recibida con buenas críticas y pensada hoy aporta una base antropológica sobre una clase social que estaba construyendo la Barcelona del siglo XX. Están presentes también el humor de Rusiñol que Edgar Neville tanto admiraba y del cual recoge frases muy significadas, un humor muy de la Cataluña de la época, alzaprimando el valor del dinero y su contabilidad para que ni un céntimo se pierda.
La película no se ha conservado bien y sólo dos copias han sido restauradas concienzudamente, copias que son las que se conservan, un pecado éste de nuestra cinematografía que no cuida bien su patrimonio. Hay algún salto entre escenas y algún aspecto deficiente, pero resulta una cinta digna de verse y que curiosamente ha sido muy poco visionada, sobre todo en los últimos tiempos, siendo que es de Neville, uno de los grandes de nuestro cine.
En el idioma catalán, La botiga es la tienda, en este caso una mercería como símbolo de una estirpe, los Esteve, reflejando la iniciativa comercial de la pequeña burguesía catalana. Edgar Neville fue un polifacético autor que cultivó todos los géneros artísticos: teatro, poesía, novela y cine. Neville hizo en todo ello, del humor su profesión, fue un maestro dentro de la comedia costumbrista habitualmente madrileña, pero aquí se atreve a retratar el costumbrismo catalán a través de esta familia de emprendedores y sus amistades desde una sutil ironía que en el fondo es pura ternura y humanismo por sus personajes. Este film es uno de sus más humildes y menos conocido y contado en poco más de una hora. Basada en una novela de Santiago Rusiñol El auca del Sr. Esteve que transcurre en la Barcelona del siglo XIX, cuando el negocio familiar pasaba de padres a hijos generación tras generación, con sus alegrías y penas, sus cotilleos, sus chascarrillos y sus anécdotas.
Alberto Romea encarna perfectamente al patriarca de los Esteve, su mentalidad austera y sus principios pragmáticos, que procura mantener su linaje desde las buenas costumbres, con su visión conservadora basada en el matrimonio, la familia, del trabajo bien hecho y su visión ilusionante de una Barcelona industrial de las más desarrolladas del mundo. El problema comienza cuando a uno de los nietos prefiere el arte al negocio, un descendiente díscolo que pone en peligro la saga de los Esteve. El film es simpático y entrañable, y recoge perfectamente las tradiciones populares y la idiosincrasia catalana, sus excursiones campestres además de sus rituales sociales. Los secundarios son fabulosos entre ellos Pepe Isbert y Julia Caba Alba. Sin olvidarnos de la Sagrada Familia cuya silueta preside la ciudad y nos anuncia la arquitectura de Gaudí.
Rusiñol fue un catalán universal, popular figura de la vida bohemia y hombre sabio, pintor y escritor que se sirvió del humor y la ironía para reflejar las flaquezas humanas. Nunca olvidaré la anécdota jocosa que me contó un amigo catalán ya fallecido de nombre Maurici al que dedico mi reseña, decía que en una ocasión Rusiñol entró en un café lujoso de la ciudad Condal, al parecer no muy elegantemente vestido, apresuradmente los responsables del local le invitaron a abandonarlo por su indumentaria poco apropiada para el lugar. Al día siguiente apareció por el mismo café, elegantemente vestido y se acercó a la barra para pedir un chocolate, cuando se lo sirvieron y ante el asombro del resto de los clientes comenzó a esparcirlo sobre su traje inmaculado mientras decía: Toma el chocolate que me lo han servido gracias a tí. Buena prueba de su desprecio por las apariencias. Sin más comentarios.