El médico alemán (Wakolda)
Sinopsis de la película
En el verano de 1960, en la desolada región de la Patagonia, un médico alemán (Alex Brendemühl) conoce a una familia argentina y se une a ellos para seguir la ruta del desierto en caravana. La familia hace renacer en él todas sus obsesiones por la pureza y la perfección. En especial Lilith, una niña casi adolescente con un cuerpo demasiado pequeño para su edad. La fascinación es mutua, en pleno despertar sexual, Lilith siente una inquietante atracción por el forastero. Sin conocer la verdadera identidad del alemán, al llegar a Bariloche, Enzo (Diego Peretti) y Eva (Natalia Oreiro) lo aceptan como primer huésped de su hostería, a orillas del lago Nahuel Huapi. Aunque el extraño personaje despierta en los anfitriones cierto recelo, poco a poco se verán seducidos por sus modales, su distinción, su saber científico y su dinero.
Detalles de la película
- Titulo Original: Wakolda aka
- Año: 2013
- Duración: 89
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Opinión de la crítica
6.3
85 valoraciones en total
Con una destacable realización y unas interpretaciones que sostienen la trama, el Médico alemán quizás adolece de querer ser demasiado sutil en el desarrollo del suspense. Tanto que roza la pérdida del interés del espectador en algunos momentos.
Con un aspecto scope (2.35:1) la fotografía encuentra el medio adecuado para lucir las localizaciones naturales excepcionales de los Andes argentinos. Y es un poco este acierto junto a la naturalidad de los actores lo que mantiene el hilo argumental basado en la novela de la escritora y directora cinematográfica Lucía Puenzo (Wakolda) que ella misma lanza a la gran pantalla como ya hiciera anteriormente con otra de sus novelas.
Los hechos a su vez están basados en una historia real y en personajes reales, lo cual en su relación escalofriante convierten a priori en emocionante la película. Sin embargo, esto no es aprovechado al máximo, y ese intento por normalizar y minimizar la tensión dramática lastra la atención requerida. Lo cual se traduce en cierta falta de impacto, falta de comunicación de sentimientos, en una frialdad que no casa con los hechos. Es decir, lo que sabemos que subyace en la trama es duro, trágico, sin embargo cuesta sentirlo como tal.
En definitiva, una película elaborada a partir de una muy buena idea, formalmente de mérito, trabajada con esfuerzo -no hay más que mencionar por ejemplo el que se hablan en ella hasta tres idiomas (español, alemán, hebreo) y que incluso la actriz Natalia Oreiro hubo de estudiar alemán intensivamente más de dos meses antes de comenzar el rodaje-, pero que en el fondo no aprovecha todo su potencial.
Aun entre cortinas, el horror por la deshumanización es en cualquier caso un testimonio que queda bien retratado. El hombre sigue siendo el peor depredador del hombre.
La novelista y directora argentina Lucía Puenzo se caracteriza por abordar temas que atraviesan la biología y la sexualidad en la adolescencia, con un punto de vista que rescata lo natural y espontáneo de esa etapa de cruce hacia el mundo adulto, tal como se evidencia en sus películas anteriores como XXY o El Niño Pez.
En Wakolda, con una importante producción internacional, la joven directora presenta una historia ficcional ambientada en la Patagonia de los años sesenta, donde un oscuro interés -entre científico y afectivo-vincula a un médico alemán con una familia argentina de varios hijos que acaban de instalar una hostería a orillas del Nahuel Huapi y donde el misterioso personaje decide alojarse.
La historia ficcional (basada en una novela de la directora) permanentemente entrecruza datos reales acerca del exilio de jerarcas nazis que después de la guerra eligieron la Argentina como lugar para ocultarse, prefiriendo el sur del país, donde contaban con admiradores y protectores. Puenzo pone su mirada en un tema complejo y controvertido como la presencia de comunidades filonazis en el sur de Argentina en esa época y al mismo tiempo instala los temas que ya encontramos en realizaciones suyas anteriores que giran sobre las visiones primerizas del cuerpo propio y el de los otros.
Semejante a la armoniosa mirada de la niña, donde solamente resalta su curiosidad y ganas de vivir, la directora se mueve con una asombrosa delicadeza sobre los aspectos escabrosos, creando imágenes estéticamente poderosas cargadas de sugerencias y doble sentido.
Capa sobre capa, la película propone en sus 93 minutos varias líneas argumentales que permanentemente se entrecruzan y en algunos casos se refuerzan. Sobre todo destaca el tratamiento de la personalidad de Josef Mengele, excelente interpretación del actor europeo Alex Brendemühl, y sobre todo el vínculo que este personaje establece con la hija del medio del matrimonio, Lilith, de doce años, que tiene problemas de crecimiento y aparenta menos edad. El film destaca una atracción mutua entre esos dos mundos, similar
al contraste de la bella y la bestia, porque el criminal -que no reniega de su pasado- sigue afirmando su fascinación por la ciencia y la belleza. Otras subtramas potencian una atmósfera enfermiza acorde, como las comunidades cerradas, donde el colegio alemán es un microcosmos del nazismo, como también los es la fabricación de muñecas artesanales con cabello humano que replican los tenebrosos experimentos y manipulaciones que tuvieron en el doctor Mengele su máximo exponente.
En Wakolda sobresale el sólido elenco que sortea con muchísimo profesionalismo el desafío del idioma (más de la mitad de la película está hablada en alemán y subtitulada en castellano) y
resultan verdaderas revelaciones el actor Alex Brendemühl y la
jovencísima Florencia Bado.
El paisaje nevado, con imponentes lagos y caminos rocosos son el entorno ideal para una historia que se va poniendo cada vez más turbulenta, a pesar de que el ritmo de la narración se aquieta un poco luego de un arranque inmejorable en que se presenta a los personajes y su contexto. Finalmente el film se acerca al formato del thriller con un desenlace cargado de tensión y suspenso, pero también es importante destacar que la película solamente por momentos funciona como un policial, porque su trama plurisignificativa es mucho más que eso, con sus yuxtaposiciones íntimas y perturbadoras, cargadas de una paradójica ambivalencia que la distingue de la obviedad de un acotado planteo maniqueísta.
Realmente me hubiera gustado ponerle más puntaje a esta peli, porque está muy bien filmada, tiene actuaciones solidas y un tema más que atrayente. Pero resulta la verdad que salí del cine con una sensación de gusto a poco y, después de rumiar un rato más, la sigo teniendo.
La trama no llega a generar un verdadero suspenso ni tiene un buen hilo conductor, excepto tal vez al final por poco tiempo. Empezó muy bien pero, a medida que los minutos transcurrían, el metraje parecía estar vacío. Esperé toda la película que pasara algo y se podría decir que casi no pasó nada .
Por otro lado, lo que para mi más le resta puntos, es que trata un tema macabro, perverso, aterrador y no llega a generar un clima así ni de cerca. Le faltó subir unos cuantos decibeles digamos.
Tercera película de la directora argentina Lucía Puenzo, que adapta su propia novela, que a su vez se basa en la historia real de Josef Mengele: un despiadado criminal Nazi, que tras la Segunda Guerra Mundial se refugio en Sudamérica, donde continuo con sus experimentos en animales y niños. Puenzo continúa en la línea de sus anteriores trabajos, aunque en este film el tema del despertar sexual (a diferencia de sus dos primeros trabajos) pasa más desapercibido, si que coincide con ella en el retrato de personajes imperfectos, y en la búsqueda de un refugio aislado del mundo exterior (el hotel en el lago, la comunidad de nazis refugiados…), aunque dichos refugios no son siempre tan idílicos como suelen parecer a simple vista.
Àlex Brendemühl da vida a Mengele, y la elección no podría haber sido más afortunada, no solo por el origen del actor (medio español y medio alemán), sino porque clava completamente el personaje. Su actuación es una de las mayores bazas de la película, ya que recrea perfectamente la personalidad fría y observadora de Mengele, como también su obsesión por su idea de perfección respecto al cuerpo humano. Por otro lado, Florencia Bado no se queda atrás pese a su temprana edad en su papel como Lilith, reflejando perfectamente el lado ingenuo e inocente de su personaje.
Wakolda se inserta dentro de los intereses de la directora Lucía Puenzo para llevar a la pantalla los temas con los que se ha hecho ya un espacio: la sugerente exposición de la virginidad y fragilidad de los cuerpos, el precoz despertar de la inocencia, el retrato de las minorías sexuales, el dramático devenir de las diferencias frente a los estereotipados esquemas mentales aceptados por la sociedad. Todas estas cuestiones se ven planteadas de forma progresivamente natural y directa en XXY, su lograda ópera prima, y en nuestro caso aparecen cuando son incentivadas por un elemento catalizador que viene a ser la presencia del nazi Josef Mengele y sus correrías en la Sudamérica de los años 60 que incluye el encuentro con una familia argentina en la Patagonia.
Más allá de la anécdota, la historia enriquece notablemente el universo de Puenzo porque un personaje como Mengele ofrece tantos dobleces en su personalidad que desborda su temática de los cuales la cinta solo aborda algunos aunque de forma correcta y con buena actuación del actor que lo interpreta. Al respecto cabe resaltar esa permeabilidad entre el bien y el mal que lo presenta como un criminal no arrepentido de pasado siniestro, fugitivo permanente y protegido por los nazis en su huida, que trama nuevos experimentos, utilizando personas que considera de raza inferior o de condición física disminuida ( la analogía de la niña de baja estatura con su muñeca dañada y su producción en serie encaja perfectamente) al margen del rigor y los métodos éticamente científicos pero que podrían aportar en la creación del utópico súper hombre como un objetivo supremo de concepción racista para supuesto beneficio de la humanidad.
Otro aspecto que viene agregado al personaje del alemán, es la recreación de una época en Argentina marcadamente europeizada donde existían escuelas de enseñanza que parecían más enclaves territoriales y que genera personajes ambiguos como el de Natalia Oreiro que estudió en unos de esos centros en la época nazi.
En el engarce del estilo de la directora con la historia, la puesta en escena se conecta con el gran público, dicho esto sin ánimo peyorativo, y nos entrega una cinta más panorámica que intimista, de fácil seguimiento y premunida de un diseño de producción con pretensiones academicistas aunque el guion rehúye tomar el camino, muy improbable en el caso de Puenzo, de un thriller persecutorio y policíaco tipo Los niños del Brasil, con Gregory Peck y Lawrence Olivier.
Sin embargo, se advierte también cierta arbitrariedad e indefinición ante el hecho de intercalar la mirada infantil, expresada en la narración de la niña protagonista con su voz en off, con las imágenes en pantalla. Esta idea, ya aplicada antes de forma sobresaliente en Kamchatka de Marcelo Piñeyro, pone su gran parte de necesaria sutileza a la acción pero le quita amplitud, más no profundidad, al personaje de Mengele que, como ya anotamos, posee múltiples posibilidades.
Por lo demás, se nota un generoso uso de los recursos cinematográficos en la fotografía, en la utilización de las locaciones y en la dirección artística por lo que no sería de extrañar que la película sea considerada en Argentina para postular a las nominaciones de la próxima entrega del Oscar.