A ciegas
Sinopsis de la película
Adaptación de la novela Ensayo sobre la ceguera , del Premio Nobel portugués José Saramago. Una misteriosa epidemia de ceguera se propaga en todo un país. Las primeras víctimas son recluidas en un hospital sin recibir explicaciones. Entre ellas está una mujer que conserva la vista, pero lo mantiene en secreto para poder acompañar a su marido, que se ha quedado ciego. Dentro del hospital se impone la ley del más fuerte, lo que dará lugar a todo tipo de atrocidades. Mientras tanto, el caos y el terror dominan las calles.
Detalles de la película
- Titulo Original: Blindness
- Año: 2008
- Duración: 118
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Opinión de la crítica
6.3
34 valoraciones en total
Como otras muchas obras, una gran idea se desaprovechada, se hunde, se desperdicia, se jode, se arruina… Y uno se queda con un mosqueo de tres pares de narices, pensando lo maravillosa que podría haber sido y la maloliente defecación que ha salido.
Dejando de lado la idea, la trama es muy vacía y un desarrollo muy aburrido. Absurda. ¿como unos ciegos pueden entablar esas grandiosas conversaciones mirándose a la cara directamente?, ¿como pueden encontrar una cama tan fácilmente si no ven?, ¡¿como un ciego con una pistola dando tiros al aire puede esclavizar a todo dios incluso a una persona que ve perfectamente?!. Absurda y desesperante, personalmente he terminado mordiéndome las uñas ante la ineptitud de nuestra protagonista, he terminado cabreado ante unos ciegos que resultan, por lo menos aparentemente, ven mejor que yo.
Partiendo de la base de que no haber leído el libro de Saramago comporta que mi valoración y/o crítica sobre esta peli resulte inevitablemente sesgada y parcial, he de reconocer que Blindness me ha gustado y mucho.
Supongo que abordar la peli de Meirelles sin ningún tipo de información previa habrá influido considerablemente. Sobre todo porque esperando encontrarme un thriller fantástico al uso me he topado con una peli de exquisita factura que engancha, impacta e invita a la reflexión a partes iguales. Me importa un carajo, pues, que Meirelles no consiga desplegar sobre el celuloide el profundo contingente filosófico o metafísico que pueda ostentar Ensayo sobre la ceguera. Su adaptación cinematográfica es lo suficientemente poderosa como para que no echemos en falta el planteamiento abstracto de Saramago. Un planteamiento que, por cierto, me encantará descubrir directamente. Leyendo su obra. Mientras tanto solo puedo insistir en que Blindnes reproduce con pulso, eficacia y verosimilitud una situación caótica. Demencial. Apocalíptica. Sin tapujos ni paños calientes.
Meirelles, por consiguiente, no pretende especular ni argumentar en ningún momento. Se limita a mostrarnos de forma cruda y atroz, sin concesiones, una situación límite. La interpretación de los hechos corre a nuestro cargo. El que quiera más, que recurra a Saramago. Yo pienso hacerlo.
La sociedad diseccionada desde los ojos de Meirelles, que ve con clarividencia y acierto el camino a trazar en Blindness y lo hace con acierto, brillantez y un pulso digno de los mejores. De entre las críticas profesionales he sonsacado una frase que me ha llamado mucho la atención, y en ella se expone que el brasileño no llega a rasgar si quiera la superficie de la novela de Saramago, pero sin haber leido susodicha novela, diré que me parece absolutamente indiferente, porque Meirelles arroja temas de lo más controvertidos sobre la pantalla, pone en juicio la moral y las actitudes de algunos personajes y traza una maravillosa historia donde no hay buenos ni malos, no hay locos ni cuerdos, sólo hay personas intentando resguardarse de un mundo que conocen, pero que temen porque jamás lo habían sentido así y porque sus posibilidades nunca se habían visto menguadas de esa forma.
Blindness arranca con unos primeros minutos de cine puro, en ellos, se nos pone en situación y Meirelles dirige con acierto envolviéndonos en un mundo donde todavía no ha empezado a reinar una especie de caos imperante y oscuro, un lugar en el que todavía podemos observar el blanco sobre negro, el blanco imperante de esa ceguera que dinamita las posibilidades de todos los personajes menos de uno: el de Julianne Moore. En él, se reflejan como nunca los temores y la ansiedad por quedar atrapada en ese pequeño microcosmos donde, no sólo no puede hacerse cargo de una situación que le sobrepasa, es superior a ella, sino además no puede sentirse confabulada ni con su propio marido, aquel al que había amado durante tanto tiempo y con el que ahora no conecta, porque no hablan el mismo idioma, porque él, asustado y temeroso, se aleja de su persona más querida.
Trazado el arco donde se moverán sus personajes, el realizador desata definitivamente la vorágine y el desconcierto, sometiendo a sus protagónicos a los contundentes y tiránicos caprichos de unos cuantos que cuentan con una ventaja: Un arma de fuego en mitad de todo el caos, y la colaboración de alguien que ya sabe qué terreno maneja, un ciego de nacimiento. A partir de ahí, lo que antes eran soberbios fundidos a blanco y una inmensa fotografía luminosa, se tornan pasillos oscuros y rebosantes de basura, donde parece reinar una anarquía casi absoluta siempre bajo el yugo de ese grupo que ha decidido hacerse con el control absoluto.
Como todo, el movimiento termina obteniendo respuesta, y se pasa de lanzar reflexiones sobre hasta que punto deberían llegar los límites de la integridad y ética humanas, para concluir de modo inesperado en un film donde parecía que el más mínimo vestigio de esperanza se había desvanecido. Un film donde el blanco se termina sobreponiendo al negro, y en el que el espectador termina comprendiendo que, además, se ha querido ir mucho más allá. Porque la vista es el último resquicio de cordura humana.
Y esa reina no es otra que Julianne Moore, una gran dama del cine, una mujer que por su madurez, su fuerza y su impresionante carrera, ya puede acceder al olimpo de las vacas sagradas, reservado solo para mujeres del talento de Meryl Streep, Diane Keaton, Lauren Bacall, Jeanne Moreau, Judi Dench, Helen Mirren, Liv Ullmann, Annette Bening o Isabelle Huppert.
Y en torno a ella, una ama de casa anodina con leves problemas con el alcohol, y a la fuerza de su personaje, a su clarividencia, Meirelles construye un hermoso cuento apocalíptico, en el que más que el propio Apocalipsis y las causas que lo produjeron, se persigue realizar un ejemplarizante análisis de la condición del ser humano, de sus más bajos instintos, de su maldad inherente así como de todo sentimiento positivo que lo empuja a luchar por las personas que le importan. No pocos le critican que al encontrarse en el cruce de caminos, escoja tirar por la vía sentimental en lugar de perseguir la política. Es un debate estéril. La realidad es que Meirelles decidió construir un canto a la vida, al ser humano, a sus defectos y a sus virtudes, un poema a la libertad, al amor y a los sentimientos, y nosotros no debemos de hacer otra cosa que darle las gracias, porque su relato enternece y horroriza a partes iguales, te empuja a acudir al primer supermercado a comprar 50 latas de atún, pero antes te paraliza en el asiento, embobado por su compleja apuesta visual y por un final inteligente, que ni es blanco ni negro, ni todo lo contrario, simplemente esperanzador. Como esperanzadora resulta la atípica carrera del director brasileño en un mundo tan caótico como este, donde las sombras parecen vencer a las luces.
Muchas esperanzas había depositado en la nueva obra de Meirelles. Tras asombrarme con Ciudad de Dios y El jardinero fiel , todo apuntaba a un tercer título cuanto menos brillante. La decepción ha sido grande.
El planteamiento inicial es muy bueno: una cegera repentina de caracter contagioso parece afectar entre las gentes de una ciudad occidental. Son puestos en cuarentena pero una de ellas (Julianne Moore) se infiltra entre ellos alegando estar afectada por la enfermedad.
La película nos está invitando a descubrir una forma de relaciones entre desconocidos y en un estado físico y mental totalmente alterado con respecto a su vida cotidiana. El planteamiento es ciertamente atractivo. Los hechos desarrolados a partir de ahí son incongluentes y desacertados. La falta de argumentación para poder entender partes importantes del resto del guión es una constante y las dudas, tanto a pequeños como a grandes rasgos, acompañan hasta el final de la película. Todo son preguntas.
A su favor tiene una forma de expresión y un ritmo digna del Meirelles que conocía, aunque aporta poco o nada a mayores respecto a lo que habíamos visto en sus dos anteriores obras.