El largo día acaba
Sinopsis de la película
Liverpool, 1956. Bud es un muchacho de doce años, sensible, tímido e introvertido que pertenece a una familia de clase trabajadora. La estrecha relación que mantiene con su madre y, especialmente, su pasión por el cine, le ayudan a afrontar el ambiente represor y asfixiante del colegio.
Detalles de la película
- Titulo Original: The Long Day Closes
- Año: 1992
- Duración: 85
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Opinión de la crítica
Película
6.8
79 valoraciones en total
Otra grata sorpresa, con ausencia de conflicto. La relación entre madre e hijo engrandece la historia. Inmensa ambientación, cuidadosa con los detalles intrascendentes que la transforman en trascendente.
Lenta y agónica, evocadora de un tiempo que siempre resulta intemporal. Este tipo de cine intimista debe regodearse en la cotidianidad para ensalzarla, aunque en ocasiones su lentitud, tal vez puede llegar a exasperar.
Ahora, observe.
¿Lo ve?
La imagen, sosegada, se desata de la pantalla para envolvernos en una narración casi anecdótica.
La ambientación, subyugada a las imágenes, desprende auténtica vivacidad, atada a la quietud.
La quietud que desvelan sus movimientos de cámara, esmerados y tranquilos.
Tranquilos como esos pedazos de existencia, que provienen de los recuerdos y la nostalgia.
La nostalgia y el despertar de esos bellos y mágicos momentos, que se resguardaron en sus mentes.
Sus agitadas mentes que, tras esa amalgama de alegres y tristes rostros, escondían sueños, ilusiones y esperanzas.
De seguir adelante… y permanecer en el recuerdo de un modo imperecedero… imperecedero..
Ahora, recapitule.
¿Lo recuerda?
Esos instantes mágicos, divertidos, intensos, amargos, bellos, tranquilos, dolorosos, vivos, trágicos, tiernos, apacibles, románticos, serenos, apasionados… que quedaron retratados en sus mentes, deslizándose, amontonándose, perdurando, escondiéndose…
Una bello ensalzamiento de los recuerdos pasados y la nostalgia.
Un ejemplo de cine ejecutado con alma. Con sentimiento.
Experimente, experimente, experimente…
El director Terence Davies continúa, esta vez de una manera más personal si cabe, el recorrido por el mundo de su infancia, una Inglaterra, donde la familia, las horas vacías, la radio, las canciones y el cine, constituyen el mundo interior de un chico, al que le cuesta salir de su nido.
Sin la tensión dramática de Voces Distantes , aquí asistimos a un plácido relato de la vida en una determinada época, donde se transpone la felicidad familiar, a la dureza del colegio, y en la que deambula un chaval sensible, que observa y que se acerca a una madurez que quizás no desee.
La perfecta ambientación de Davies, se torna aquí algo más teatral, y siendo la música, las canciones, muy importantes, la película no es una sucesión de las mismas como en su primer film, mostrandose la historia más lineal que en ésta.
Posee momentos de gran belleza dramática, que alterna con algunos de quizás excesiva quietud y lentitud, pero no obstante, sigue siendo un cine especial, y único por su evocación, sensibilidad y cuidadísima puesta en escena.
Descubrí esta joya del cine británico en una de esas sesiones nocturnas de la 2, cuando solían emitir aquellas añoradas películas subtituladas de calidad. El director Terence Davies nos muestra el retrato fiel, autobiográfico, de las pequeñeces y las grandezas ocultas, y casi siempre ignoradas, de lo cotidiano en la vida de las personas. Vemos el devenir de unos personajes fuertemente marcados por las secuelas de la segunda guerra mundial. Casas oscuras, desangeladas, donde el único sonido parece provenir de las melancólicas canciones que a veces llegan desde la cocina. Los primeros intentos de volver a una realidad ya casi olvidada en las negras noches de los bombardeos alemanes. Amigos que se reunen a charlar en el salón de casa. Novios paseando sin dirección o tardes de cine, con su suave atmósfera de evasión de la realidad más fría, más cruda, de la vida real. Y todo esto, a traves de los ojos de un niño, el protagonista de la película, un chico solitario hasta el punto de resultarnos demasiado dolorosa la contemplación de su soledad. Querido pero incomprendido por su familia, él nos disecciona el amargo proceso de la contemplación sin acción, las largas horas mirando la vida desde una ventana, la nostalgia de lo que ya ha perdido y de lo que jamás llegará a conocer. Casi no existe una trama propiamente dicha…ni falta que le hace.
La madre de Bud, me recordó a mi propia madre… Una de esas mujeres roca, donde siempre encuentras asidero emocional. Yo también observaba a mi madre cuando era pequeño, mientras tendía la ropa, fregaba, o planchaba. Era un refugio seguro y limpio… protector.
Me ha gustado por su sobre dimensionada intemporalidad, ese ritmo pausado, donde la figura materna hace de la cotidianidad un pasaje vital.
Aunque su nota global se acerca al 7, no es una película que podamos recomendar en la actualidad, debido a su estructura y ese lenguaje cinematográfico que ya no se estila.
Después de 28 años, solo la han valorado a fecha de hoy 529 usuarios de esta página. Sería conveniente dar a conocer, esos grandes proyectos de pequeña trayectoria, que permanecen olvidados y harían pasar buenos momentos. Esta es una de ellas.