El futuro
Sinopsis de la película
A partir del momento en que una pareja decide adoptar a un gato, su perspectiva de la vida cambia tan radicalmente que altera su percepción del tiempo y del espacio, y llega a poner a prueba su amor y su confianza.
Detalles de la película
- Titulo Original: The Future
- Año: 2011
- Duración: 91
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Opinión de la crítica
Película
5.6
29 valoraciones en total
-Pónganos uno de Schrödinger, por favor.
-Lo siento, sólo nos quedan de Miranda July, señores.
-¿Vivos?
-No, esos estan muertos, pero podemos pegarle unas Lunas postizas en los párpados para que parezca un gato normal.
-¿No parecerá demasiado… salvaje? Verá, soy un aburrido, me veo reflejado en mi propia retina, digo rutina, y siento que el destino me engulle y soy incapaz de mover un dedo para hacer algo. Siempre he sido un hombre-butaca. Pero puedo parar el tiempo. He, he. Sí. Eso mola.
-¿Perdone? ¿No quería un gato?
-Ya no. Estaba pensando en plantar un pino.
-Pero cariño, ¿desde cuándo eres environmental , tú?
-¿Qué sabrás tú, lo que soy yo?
-Como mucho tendrás un virus mental , je je je…
-NO. ESO JAMÁS. YO USO MAC.
-Pues yo… me tiro al vecino, que él lleva cadena y tú no.
-Entonces, ¿se deciden? ¿Quieren un gato o prefieren un perro? ¿Vivo o muerto?
The Future, nos habla de las diferentes diatribas que amenazan constantemente al ser humano: la esplendidez por retomar viejas añoranzas, causadas por la madurez del ser, que ante el vacío y el estancamiento rutinario, se pregunta nuevamente por el «ser» —nótese la punzante referencia a la idea heideggeriana. Todo esto evidentemente, conlleva al riesgo, la incertidumbre. Ya que a partir de ése momento decisivo, todo cambiara y ya nada será igual, el presente simbolizara un comienzo y el futuro se tornara impredecible. El enfoque de July, que propondrá giros argumentales significativos, arrojara la trama a una vertiente desafiante para el espectador. July representa el fracaso y la frustración de una manera tan atípica, que puede perder más de la mitad de su audiencia en medio de la proyección. La infidelidad, las constantes reiteraciones caninas sobre la vida (simbolizando el futuro y la finitud, el momento en que se nos revela desprevenidamente la realidad, que nos indica que ya somos adultos y perdimos la oportunidad de vivir como queríamos) y un par de cortes surrealistas y fantásticos —recalcando los rebotes en el tiempo—, hacen al visionado de The Future, una experiencia muy irregular. Aunque esto no quiere decir, que el filme deje de ser fresco, sensible, estimulante y altamente original. Pese a sus problemas, la película despierta en mí un enorme interés. Me seduce con su delicadeza y sumisión, me encantan con su originalidad y me convencen con su aparente sencillez. The Future, es una película para aquellos que conocen a la realizadora, y para aquellas almas sensibles que disfrutan de las tramas intimistas y los mecanismos expresivos nada convencionales. Valida únicamente para aquellos capaces de encontrarle el verdadero sentido a las peculiaridades de la multidisciplinaria Miranda July.
Ahora que el cine independiente cada vez lo es menos, y que el estilo indie (ese de luminosos planos abiertos con musiquita folkie de fondo) se propaga más rápido que la canción del brasileño, pasa desapercibida por nuestras carteleras, cuando no abucheada en los festivales, El Futuro. Porque en el cine la forma no tendría que tener nada que ver con la fórmula, debería ser propia y única, como lo es la última película de Miranda July, esa directora, actriz y personal autora (todo al mismo tiempo) de mirada extraterrestre que conquistó al mundillo indie en Sundance con Tú, yo y todos los demás (2005), una peculiar historia coral que parecía orquestrada por la delicada hija bastarda de Todd Solondz.
Lejos de repetirse, El Futuro hace honor a su nombre y no vuelve a fórmulas del pasado, July se reinventa a si misma y propone una triste anti-comedia romántica por excelencia, una marcianada narrada por un gato y protagonizada por una pareja (sus dueños) que está en la edad de no saber si querer serlo o no, mientras el pobre Paw-Paw, que así se llama nuestro narrador, los espera lleno de amor en la clínica veterinaria en la que están curando su pata. Valga decir que la sorpresa no está en que el gato sea el narrador del film, sino en que sea el personaje más humano de la función, pues mientras los adultos ven pasar el tiempo sin tomar una decisión, o tomando las equivocadas, el gato expone con tristeza su lamento y abandono, el de una vida juntos que se niegan a tener por el miedo a ser mayor.
July hace gala de su particular dominio del lenguaje audiovisual, ese que no se puede enseñar en ninguna escuela, solo sentirlo. Cuenta sin contar, disfruta dando sus saltos narrativos, deteniendo la realidad e introduciendo formas más cercanas al cine fantástico que a las de una comedia romántica cualquiera, llevando su obra por senderos mucho más sugestivos que sugerentes. Ella, como su personaje baila ante la cámara en la película, se filma tímida y callada ante nosotros, pero cada movimiento queda marcado con gran intensidad y personalidad en el fotograma, tanta que corre el riesgo de caerse, de que no le guste a nadie, de generar indie-ferencia, de ser incomprendida, de quedarse sola con su tristeza. Y lo hace de manera auto-consciente, asume su rareza y no la esconde, al contrario, porque no todas las películas de esta vida pueden ser de Jennifer Aniston.
Si está película estuviera firmada por David Lynch sería considerada una obra maestra y reivindicada cada cinco micro-segundos en cualquier circuito y ambiente gafapastil.
Si fuera de un director tailandés seria una joya del cine contemporáneo y multipremiada en cualquier Festival…
Pero como es de Miranda July, una mujer que no es oriental e hija de Sundance, se merece la indiferencia o el insulto.
Es curioso que esos lyncheros y gafapastas, adictos al cine oriental, que se llevan las manos a la cabeza indignados cada vez que Carlos Boyero fulmina sus amadas obras con similares improperios y expresiones recurrentes hayan utilizado esas mismas frases, argumentos e insultos para ‘pasar por la piedra’ a El futuro de Miranda July.
Es meritorio que te lancen rosas y que te tilden de ser parte de lo peor del año en algunas publicaciones norteamericanas. Esta película ha sido calificada de ridícula, vergonzosa, de diálogos bobalicones y estúpidos, absurda, incrédula, aburrida, tonta, fallida, sin gracia, alargada hasta el bostezo, excéntrica, pretendidamente esnob y patética… En definitiva, una película de gente rara a la que es mejor perder de vista…
Y es que sencillamente la película de la directora de Tú, yo y todos los demás trata sobre el inmovilismo de la vida, las personas y también del cine. El futuro es la proyección de Miranda July donde plasmar sus frustraciones, temores, miedos, bloqueos artísticos y buscar soluciones futuras. No las encuentra… aunque todo ese proceso es en sí mismo una obra, admirable o discutible, hiriente o profunda, ridícula o patética. Ella misma se ve incapaz de imitar a esas bailarinas que cuelgan sus vídeos en youtube como carta egocéntrica de presentación y vehículo perfecto para mostrar el ‘ombligo’ al resto del mundo. Ni siquiera encuentra su propio estilo, todo es ridículo e impostado. Lo fácil, como ejerce el personaje que interpreta ella misma, sería acabar siendo un objeto… ceder su independencia, no pensar y simplemente vivir el futuro en un barrio residencial y ser una ama de casa burguesa con marido e hija viendo pasar los años y el futuro de los demás…
Da lo mismo que te perseguía una camiseta XXL bananera para que encuentres en tu interior una nueva manera de desarrollar tu creatividad aunque no te entienda nada ni nadie o que te rías de esos seres que se creen arty-stas contemporáneos, ya sean por sus vídeos que cuelgan en youtube o sus películas independientes. Tu futuro es simplemente el mismo que ellos: indeterminado, tal vez cruel e impuesto por el mundo que orbita alrededor… por muchas señales que intentes buscar y retener… el tiempo corre para todos por igual. Asómate por la ventana y grita porque nadie en este mundo responderá a tu llamada. Bueno, tal vez esa proyección fatalista de la cineasta a la que pone voz y seguramente también articule sus patitas de peluche… llamada Paw-Paw.
Ella: Miranda July. Ganó la cámara de oro en Cannes con su debut (Tú, yo y todos los demás, 2005) y también se llevó un premio en Sundance por su original visión . La película no era gran cosa pero su amabilidad y la buena labor de su reparto la hacía parecer fresca. Pensada friamente tampoco lo era tanto pero qué importa, si durante el visionado no chirriaba en exceso y ofrecía buenos momentos. El problema es que ella debió creer que había conseguido una fusión sólida del realismo mágico y los códigos del cine independiente americano post-Sundance y decidió ir más lejos con su nuevo trabajo, y resulta que The Future no es tal cosa. Seis años después de aquel peligrosamente premiado film, llega ahora con una propuesta que parte de una idea original y la echa a perder con un tono naif entre lo ridículo y lo vergonzoso. Mal por ella .
El gato: Paw Paw. Fue abandonado por su familia y dejado en una jaulería, como él lo llama. Se trata de un refugio de acogida en el que si no se consiguen dueños para los animales, éstos son sacrificados. Paw Paw es adoptado por los protagonistas pero una pata rota le impide irse a su hogar en ese momento, así que le toca esperar. En el proceso escuchamos sus pensamientos en escenas aisladas. Un gato parlante que dice cosas más inteligentes que sus dueños humanos. El problema de estas escenas es que son tan arbitrarias que podrían no estar y la película sería igual de chorras. Dicho de otra forma: que no aporta nada. Y es una pena porque podría haber sido el sello distintivo de una película sin ningún tipo de distinción.
Y todo lo demás: Matrimonio entre dos tipos raros que aman la vida y ven el mundo como si se hubiesen escapado de Candy Candy . El hecho de adoptar el gato les hace ver las cosas de otra forma y esto deriva en inseguridades. Él busca un nuevo trabajo. Ella deja el suyo y en la soledad, halla un sentimiento contradictorio que la lleva a una tercera persona. Todo muy indie. El problema es que… surgen muchos más. La película quiere ser tan distintiva que no consigue bordear el ridículo, cae de lleno en él. Y ni siquiera es algo natural, sino que parece impostado, es sólo una pose que ni siquiera puede tomarse a broma, como ocurría en (por ejemplo) Precious de Lee Daniels. Aquí lo único que se consigue es crear indiferencia. Conclusión: peli con gato parlante que no funciona. Inaudito. Ah, sí, ¡cuánto daño ha hecho Amélie ! (y Sundance).