El desprecio
Sinopsis de la película
Paul Javal (Michel Piccoli), un dramaturgo francés, acepta reescribir algunas escenas para La Odisea , una película que se va a rodar en Capri bajo la dirección del renombrado director alemán Fritz Lang (Fritz Lang). En un primer encuentro con el productor norteamericano, el arrogante Prokosch (Jack Palance), el escritor deja que su mujer, la bella Camille (Brigitte Bardot), se vaya en el coche con el productor a la finca de éste. Este hecho dará lugar a un grave mal entendido entre el Javal y su esposa, quien cree que la ha ofrecido como moneda de cambio para obtener un mejor pago. Como consecuencia de esta situación, el escritor se verá inmerso en una dolorosa crisis matrimonial.
Detalles de la película
- Titulo Original: Le Mépris
- Año: 1963
- Duración: 102
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Opinión de la crítica
7.4
61 valoraciones en total
Habitación. La cámara se desliza suavemente por el cuerpo de Camille, recorriendo con tacto su belleza, como un escultor de la Grecia clásica moldeando delicadamente con sus manos. La enumeración de sus partes es intrascendente, lo importante es el conjunto, la perfección en el arte viene por su análisis global, no por su fragmentación.
Cinecittá. Fritz Lang se aleja en solitario de la escena, en la pared posters de películas de Hawks y Hitchcock, de fondo la música de George Delerue, un homenaje sentido, único, reivindicativo del amor de Godard por una serie de autores antaño menospreciados y ahora elevados al puesto que se merecen. Ligero travelling y una pequeña anécdota, casi imperceptible en los gestos, se convierte en el motor dramático de la trama. Un estallido de emociones que se desencadena sin más ruido que el del motor de un coche que aleja para siempre el amor entre los protagonistas. Paul se pierde entre las ruinas de los estudios, una panorámica que refleja un mundo cinematográfico del pasado y a la vez el interior del protagonista. La confusión de la pérdida, la sordidez de la soledad y sin embargo, sus ojos muestran su vano intento de racionalizar estos sentimientos, de intelectualizar el fracaso.
Interludio (casa de campo). La cámara muestra una gran extensión de terreno, sin embargo los personajes se agolpan en un espacio reducido, la composición nos indica que está pasando, no se miran se dan la espalda y divagan en su propia lengua. Se hace patente la incomunicación. Progresivamente todo se focaliza en Paul y Camilla y aunque el plano se acerca la distancia entre ellos aumenta. Finalmente Camilla abandona, sólo su espalda se acerca a nosotros, su gesto no es revelado pero un montaje de insertos dinámico lo aclara, sus dudas sus recuerdos, el proceso mental del pensamiento conectado con el arte cinematográfico. (sigue en spoiler)
Un amigo mío me recomendó esta película hace un tiempo. Según él (no tengo por qué desconfiar de su palabra) era la mejor película que había visto en toda su vida. Casi nada. Cuando yo contemplé en pantalla la palabra FIN, después de soportar durante 2 horas el mayor monumento al tedio jamás imaginable, me entraron ganas de llamarlo por teléfono y recomendarle que viese alguna otra de vez en cuando. Para poder comparar, más que nada.
EL DESPRECIO, título tremendamente apropiado que entra en sintonía directa con las sensaciones que me embargaron al final de la película, habla del proceso de descomposición de una joven pareja francesa. Punto y final. Hay dos personajes principales, uno de ellos interpretado por una bellísima Brigitte Bardot antes de volverse gilipollas perdida, que se limitan a discutir mucho por razones muy poco interesantes. Hasta ahí todo perfecto. Y a partir de ahí nada más que añadir. Como en toda obra pretenciosa, aburrida y plana el espectador erudito, que de esto sabe mucho, se entretiene imaginándose cosas muy tremendas que pasan entre los personajes, haciendo lecturas que sólo ellos pueden ver y dándole al intelecto para poder entresacar algo potable de una sucesión de secuencias que se limitan a girar y girar en torno a lo mismo. Finalmente todo desemboca en un desenlace bastante discutible que a nadie sorprende.
Recomendada para todos aquellos que se entretienen mirando el papel pintado de las paredes.
Sexto largometraje de Jean-Luc Godard (París, 1930), es una de sus películas más conocidas y acreditadas. El guión, del Godard, adapta libremente la novela Il disprezzo (1954), de Alberto Moravia (Roma, 1907-1990). Se rueda en escenarios naturales de Roma y Capri. Producido por Georges de Beauregard (el productor de la Nouvelle vague), Carlo Ponti y Joseph L. Levine para Roma-París Films (París), Films Concordia (París) y Compagnia Champion (Roma), se estrena el 29-X-1963 (Italia).
La acción dramática tiene lugar en Roma y Capri durante varias semanas del verano de 1963. Paul Javal (Piccoli) y su joven esposa, Camilla (Bardot), forman una pareja enamorada de recién casados. Paul, que se dedica a escribir obras de teatro, acaba de recibir una oferta para escribir el guión de una nueva adaptación de la Odisea, de Homero, al cine. Se la ha planteado el productor norteamericano Jeremy Jerry Prokosch (Palance), que desea un guión más comercial que el que le ha propuesto Lang (Lang). Paul es indeciso, indolente y poco resolutivo. Camilla, de 20 años, es celosa, sensible, independiente y muy atractiva. Jerry, de media edad, es arrogante, fanfarrón y oportunista. Lang, de unos 70 años, encarna al cineasta acreditado, insobornable y riguroso, que sabe que el cine está por encima del dinero y la fama.
El film suma drama, comedia, romance y cine en el cine. Construye un relato en el que se superponen tres líneas narrativas que se desarrollan en paralelo, entrelazando secuencias, diálogos, observaciones y propuestas. No sólo no se interfieren, sino que a aprovechan las interrelaciones que se dan entre ellas. El hilo conductor viene dado por la historia de amor. Sobre ella descansa una profunda reflexión sobre las relaciones entre arte y cine, cine y comercialidad, cine y realidad, etc. Se añaden referencias a episodios de la historia de Ulises, Penélope y Poseidón, que constituyen el material de rodaje del film en el que se trabaja. Entre las tres líneas narrativas Godard establece relaciones, cruces, coincidencias y paralelismos.
Se advierte que Paul, Camilla y Jerry se comportan como encarnaciones vivas de Ulises, Penélope y Poseidón. Una observación adicional permite descubrir relaciones entre Paul, Camille y Jerry con el trío formado por Godard, Ana Karina y Joseph L. Levine. La asimilación más patente es la de Godard y Paul por el uso continuado del sombrero y la afición a los cigarros puros. El paralelismo de Camilla y Ana Karina, pareja entonces de Godard, lo pone de manifiesto la peluca negra de Camille. Los problemas de la historia de ficción evocan y reflejan los de la pareja real de Godard y Ana Karina. Los problemas de Godard con los productores, en especial con Levine, se glosan a través del conflicto entre Paul y el americano Jerry. Por lo demás, Godard se explica a sí mismo a través de la figura eminente de Lang, el cineasta admirado y, a la vez, entronizado como figura capital del cine de todos los tiempos.
Es curioso. Hay críticas valorando con un 10 y otras con un 3. Esto es típico de las películas llamadas de culto. Pero ¿Culto a quién? ¿O es que hay que ser culto para entenderlas?.
Por si acaso hay que rendir culto a Godard pues, servidor tiene sus dioses cinematográficos, léase Wilder, Lubitsch, Hitchcock ó Eric Von Stroheim, y Godard, a pesar de Al final de la escapada, no tiene su residencia en mi Partenón particular. Y por lo que hace a mi capacidad cultural de entender la oferta que se me propone puede suceder que aun no esté lo suficientemente preparado para este tipo de películas donde se mezclan , cual cóctel veraniego, la tragedia griega, el mundo del cine, el erotismo, la sensualidad, los problemas de pareja y la psicología post freudiana, ah, con unas gotas de encuadres absolutamente magistrales y un chorrito abundante de una banda sonora muy pero que muy interesante.
Eso es todo. Así son las cosas y así se las hemos contado. ¿Brigitte Bardot? : Erotismo y nada más. ¿Piccoli?: El mejor, con diferencia. ¿Palance?: Trata de sacarle partido a un papel, el de productor de cine, que, de tan exagerado, no resulta para nada creíble. Y por último Fritz Lang, del que no entiendo se prestase a ese papel de director de cine con filosóficas disquisiciones entre lo humano y lo divino.
Da para algo más de un 3 pero muy lejos del 10, salvo que nuestra devoción hacia el director francés sea ciega. No es mi caso. Prefiero seguir teniendo los ojos bien abiertos para poder seguir viendo buenas películas. En cuanto a El desprecio, acabo de verla y ya está empezando a pasar al olvido.
Aparentemente, no es El desprecio el prototipo de película de Godard, en tanto que apenas se hallan en ella sus rasgos estilísticos más reconocibles: el montaje entrecortado, los cambios bruscos de tono y de género, el ritmo sincopado, el uso de carteles, el humor grotesco, etc. Bien al contrario, se trata de una estilizada historia contada básicamente a través de elegantes planos-secuencia de brillante y hermosa textura fotográfica, asemejándose a la estética del cine clásico convencional .
Pertenece también a la primera etapa de su obra, que podríamos denominar narrativa , en el sentido que todavía cuenta una historia con una linealidad argumental definida que el espectador puede seguir sin ningún problema.
Pero, precisamente porqué Godard no filma una película de Godard —como ya había hecho en más de una ocasión limitándose, en el fondo, a dar lo que ya se esperaba de él— se muestra más valiente y audaz que nunca.
En mi opinión, asistimos a su primera obra de auténtica madurez, donde se muestra menos interesado en llamar la atención sobre sí mismo que en adecuar, de manera magistral, lo que cuenta con la manera de contarlo. De ahí que el impecable discurso fílmico nos lleve inexorablemente al discurso de fondo más genuino y, probablemente, más complejo de este autor: la disección de los problemas de comunicación en la pareja, el pesimismo existencial, los sentimientos contradictorios respecto del cine y de la industria del cine… se muestran en El desprecio de manera más desnuda y menos artificiosa que nunca, libre también de los momentos pedantescos que de vez en cuando lastran algunas de sus obras. E incluso consigue que una actriz tan limitada como B.B. nos parezca insustituible en su rol.
Mención especial merece la partitura de Georges Delerue, a mi juicio una de las más hermosas de la historia y que consigue que cualquier evocación de El desprecio —como ocurre con El tercer hombre o Solo ante el peligro— no pueda llevarse a cabo sin rememorar a su vez la maravillosa música que la acompaña.