El caso Farewell
Sinopsis de la película
Moscú, años 80, Guerra Fría. Defraudado por el régimen comunista, el coronel del KGB Serguei Grigoriev se propone derrocarlo. Se pone en contacto con el ingeniero francés Pierre Froment, al que proporciona información altamente confidencial que no tarda en llegar al propio Mitterrand, quien, a su vez, alerta al presidente Reagan sobre la existencia de una gigantesca red de espionaje gracias a la cual los soviéticos conocen hasta el más mínimo detalle de las investigaciones científicas, industriales y militares de los países occidentales. Pierre Froment se verá entonces implicado en un gravísimo asunto de espionaje que, además de sobrepasar su capacidad, pone en peligro su vida y la de toda su familia.
Detalles de la película
- Titulo Original: Laffaire Farewell
- Año: 2009
- Duración: 112
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Opinión de la crítica
6.3
45 valoraciones en total
Pierre es un ingeniero francés que vive en el Moscú de la Unión Soviética y que una noche conoce a Sergei, un coronel de la KGB, desencantado por el sistema de gobierno al que sirve y que quiere destruir cómo sea, aunque sea implicando al pobre ingeniero Pierre, con el que entabla una extraña y entrañable amistad.
Se trata de una historia de espionaje, pero ésta resulta más verídica y real, ya que no hay ni un sólo disparo, pelea, explosión, coches lujosos, escenarios impresionantes, acción a raudales, malos malísimos y mujeres bellísimas que quitan el hipo.
A pesar de no tener casi acción, en ningún momento te llega aburrir y la historia es fácil de seguir y muy bien narrada.
Los actores, sobre todo los principales, interpretados por Emir Kusturica y Guillaume Canet, hacen muy buen trabajo y papel, creíbles y que llegan a conectar con el espectador.
Ambos interpretan papeles muy dispares pero ambos sufren problemas en sus vidas privadas muy parecidos, cuando se vive en el mundo de mentiras y secretos del espionaje, sus efectos dañinos llegan a aquellas personas que mas se quiere, como puede ser el hijo de Sergei o la mujer de Pierre.
La ambientación de los años 80 está muy conseguido sin llegar a parecer estridente, antiguo u hortera. Destacaría sobretodo ese aura aséptico, frío y austero, que se palpa en cada escena de la película.
Si alguíen se espera efectos especiales y fuegos artificiales sin ton ni son, ésta no es su película y si espera una sencilla historia de espionaje bien explicada y contada, le animo a que la vea, le entretendrá.
Puede que la Guerra Fría sea a las historias de espías lo mismo que París es a las historias de amor, o lo que la CIA a los thrillers de suspense. ‘El Caso Farewell’ (Christian Carion) pica un poco de cada plato y nos brinda una notable película sobre las angustias y desvelos que viven los espías de verdad, esos que lo mismo tienen que lidiar con gobiernos extranjeros que con sus propias familias.
El Caso Farewell toma su nombre de uno de los mayores casos de espionaje del siglo XX, en palabras de Ronald Reagan. En los años 80, en Moscú, un coronel del KGB se siente defraudado por su país y se propone derrocar al sistema pasando información a los servicios secretos occidentales. Su enlace será un ingeniero francés que, de no tener apenas contacto con los peces gordos de la Inteligencia francesa, verá pasar por sus manos los secretos más ocultos del espionaje ruso. Los eventos que narra la película son los que acabarían finalmente con todo el poder de la inteligencia soviética.
La película tiene un inicio un poco lento, rodada en un estilo realista en el que el director más se preocupa por presentarnos la complicada trama que por hacerla avanzar. Aunque, una vez nos hemos ubicado, se abandona poco a poco el estilo documental para ir tomando aspecto de thriller, dejando unos 20 minutos finales de verdadero lujo.
Sin pegar un solo tiro, ‘El Caso Farewell’ consigue ser una buena peli de acción, un buen drama, un buen thriller y un buen documental. No llega a ser una Jungla de Cristal, ni un Caso Bourne, ni Un Profeta, pero se les acerca, y gran parte del mérito lo tienen la pareja de protagonistas (Emir Kusturica y Guillaume Canet) excelentes y creíbles en todos sus registros.
Una película muy recomendable en todos sus aspectos. Y siempre es agradable ver que, si un adolescente ruso se tiene que esconder para escuchar a Queen, el presidente de Estados Unidos tenga que hacer lo mismo para revisionar sus películas, una, y otra, y otra vez.
Los primeros años de la década de 1980 son conocidos por ser los últimos del antagonismo entre las democracias occidentales y los países del socialismo real. Con el despliegue de misiles SS, la ofensiva soviética sobre Afganistán y la llegada de Ronald Reagan al poder, se vive un recalentamiento de las relaciones entre ambos mundos, que desemboca en el último episodio de la guerra fría y que concluirá con la llegada de Gorbachov al poder.
Es en este mundo donde se ubica este thriller de espías, que desde la demasiado osada pretensión de explicar en términos de espionaje las reformas iniciadas por Gorbachov en el Este, nos hace viajar por una historia de espionajes y personajes. Los protagonistas, un coronel ruso representado por un excelentísimo y ciertamente principal valor de la película Emir Kusturica, y un ingeniero francés que mediará entre él y las altas instancias políticas de Francia y Estados Unidos. A pesar de contar con algunos eslabones débiles en la concepción de la misma, que restan credibilidad a la trama, se trata de un trabajo muy disfrutable, marcado por una magnífica dirección y notables interpretaciones.
El talento y el buen gusto tras la cámara se dan cita en este film, por lo que ofrece una buena razón para acercarse al cine en agosto. Que nadie espere la película de espías de su vida, sino una película inspirada, bella y de clara concepción europea. Sinceramente recomendable y con más cualidades que defectos.
De la escasa filmografía de Carion, nos llega con el retraso habitual de nuestro cine este bocadillo de polvorones sobre la caída de la red de espionaje soviético, gracias a un coronel, idealista, algo ingenuo y chapucero , extraño dado su cargo y profesión, que aprovechando su descontento con la política de su país y sus simpatías por lo francés utiliza a un ingeniero galo destinado en Moscú para pasarle el expediente X definitivo , que acabará con un régimen que ya solo se limita a copiar los avances de los demás.
Una vez que conocemos dicha sinopsis, asequible en cualquier información pública,podemos llegar tarde hora y media a la sala y al contrario de lo que suele ocurrir con las pelis de espías, no nos habremos perdido casi nada, seguiremos la trama sin problemas y visionaremos lo mejor de la cinta: aquella en la que descubierto el pastel los integrantes de la misma cobran algo de vida.
Parece ser que uno de sus mayores méritos es que no hay tiros y que no se parece a las series de Bond o Bourne. Pues claro. Lo malo es que no se parece a El tercer hombre, La casa Rusia, o La vida de los otros.
Los problemas domésticos de sus protagonistas no acaban de calar en la audiencia, bien sea por la falta de química, entre las parejas y el hijo, el tratamiento somero del guión al respecto, o las limitaciones de Kusturica y Canet como actores.
Es sorprendente ver como la red de espionaje soviética exterior era modélica y de puertas para adentro no se enteraban de nada y abandonaban documentos de vital importancia sin medidas de seguridad. Como buenos espías cinematográficos pongamos en cuarentena aquello de basado en hechos reales . A saber.
Parece pertinente comenzar esta reseña recordando un tema crepuscular de la banda británica Queen, que tiene no poco protagonismo en esta película, y con la que comparte esa sensación de final de una época, la de la guerra fría.
Como ya he tenido ocasión de comentar en anteriores casos, los filmes de espionaje que más me gustan son aquellos que evitan o disminuyen la peripecia en favor del análisis de caracteres, circunstancias personales y contexto histórico, no es que me moleste la acción, que en muchas ocasiones es necesaria, pero prefiero que esté en un segundo plano, y que sea realista antes que espectacular. Supongo que, en definitiva, lo que me gusta de estas cintas de espionaje reposadas, un tanto funcionariales, es la sensación de autenticidad que me proporcionan, leo que a algunos usuarios les resulta difícil creer que una operación tan burda y simple como la aquí descrita se desarrollara así realmente. Con independencia de cual sea la verdad exacta, si algo nos enseña la historia -aparte de que se puede matar a cualquiera, como diría Michael Corleone- es que la incompetencia es posible en cualquier esfera de poder, por improbable que ello parezca.
La importancia argumental de la película estriba en la asociación directa que establece entre la labor de ese topo voluntario que es Grigoriev y la decadencia última del sistema soviético, gracias a sus informes, las potencias occidentales descubren que hace tiempo que los soviéticos se limitan a seguirles los pasos con un intenso espionaje industrial, en un desesperado intento por aparentar fortaleza cuando ya no la tienen. En este sentido, los rusos, al igual que la canción del título, deciden continuar el show a sabiendas de que el final del mismo no les será favorable, y los americanos, una vez informados, participarán en él, proponiendo un espectáculo que sus rivales no podrán igualar.
Otra gran virtud del filme es el retrato del entorno familiar consustancial al espionaje, que se nos presenta, consecuentemente, bajo una constante amenaza, y es que el espionaje es realizado, en su mayor parte, por tipos de vida rutinaria, casados y con hijos, en contraste con el héroe individualista a lo James Bond, que aquí no tiene cabida.
Hay que poner en valor las correctas interpretaciones, y muy especialmente las soberbias caracterizaciones de las figuras políticas que aparecen, igualmente acertada es la fotografía, que recurre ocasionalmente al clásico claroscuro (sobre todo en la secuencia en que contactan Kusturica y Canet, en el coche), por no hablar de la excelente dirección artística, que recrea a la perfección las ciudades soviéticas, así como el interior de las casas.
Por todo ello, una película interesante, muy bien realizada, que aborda hachos poco conocidos pero importantes históricamente. Farewell, my friends.