El camino del pino solitario
Sinopsis de la película
En un valle perdido entre las montañas, viven los Tolliver y los Falin, dos familias enemistadas que mantienen durante generaciones una guerra abierta e incesante. Se trata de un odio atávico, heredado, sin que ninguna de las partes conozca ni remotamente el oscuro motivo que originó la sangrienta confrontación.
Detalles de la película
- Titulo Original: The Trail of the Lonesome Pine aka
- Año: 1936
- Duración: 102
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Opinión de la crítica
Película
6.7
52 valoraciones en total
Intento no pasar por alto que la película fue rodada en 1936, que se encontraba en la vanguardia y que más de ochenta años después no es justo hacer una valoración con los mismos criterios que usamos a la hora de apreciar un largometraje del actual siglo. Con toda la tecnología a cuestas, con todo el presupuesto que haga falta, una película hecha hoy no tiene perdón si es mala. Por eso El camino del pino solitario me parece mejor de lo que es, porque Hathaway era un pionero y se merece un respeto, porque usaba el color casi como el primero en hacerlo, movía la cámara como buenamente podía (no olvidemos que una cámara de 1936 debía tener el peso de un bicho) y por lo tanto, que la historia flojee por aquí o por allí es lo de menos. Si nos ponemos tiquismiquis, tal como está planteado todo, la guerra entre estas dos familias sería una guerra de aniquilación, hasta que muera el último, y ni siquiera habría película.
Pero aparece un jovencito Fonda (treinta años en ese momento), rodeado de su familia, intentan leer un cheque y le dan la bienvenida al progreso… Y es entonces cuando queda claro que la película tiene algo especial. Hay un fondo de enfrentamiento de dos familias, que es lo que más gusta, pero hay más cosas. Que una chica sea la escogida para abrir camino, para salir de las fronteras de su territorio, es algo que hace mejor a la película. Se rebela y quiere leer, no es que se rebele por alcanzar un sueño, lo que quiere es leer y tal vez volver. La historia de amor es… pues eso, es lo de menos. Ellos seguirán siendo unos paletos, pobres.
Uno de los grandes méritos es el rodaje en exteriores, y es que ya he dicho que es inevitable abstraerse de que la película está filmada en la década de los treinta, el cine andaba casi en pañales aún y había gente empujando y con ganas de innovar: a ellos se lo debemos todo como cinéfilos.
Una historia de conquista y de trascendencia humana que salva los escollos de la ignorancia, del atavismo, del odio, de la venganza y que vence a través de la amistad, la concordia y el amor. Un hermoso relato que viste los ojos sobrenaturales de esa belleza inmortal que era Sylvia Sidney, tan triste y afligida como siempre.
Melodrama que cautiva al espectador con las formas cinematográficas de una amable narración, unos ricos exteriores o de unas buenas interprétaciones además de ornarse con los candorosos motivos de las canciones, de la fauna, de la infancia,…
Muy recomendable.
Puesto que otros usuarios han comentado y analizado perfectamente el argumento del presente filme -la contraposición entre civilización y montaña, ejemplificada en el impacto que causa la explotación de una mina en las tierras de dos familias analfabetas y enfrentadas- mi comentario se centrará más bien en cuestiones formales, en las que este trabajo adquiere gran importancia.
En efecto, se trata de la primera película rodada en exteriores usando el Technicolor tricromo, circunstancia que aguijoneó la curiosidad y las inquietudes cinematográficas de Hathaway, un verdadero enamorado de las innovaciones y de las probaturas con técnicas novedosas. Así, cuando uno visiona atentamente el filme, se percata de que el realizador está constantemente ensayando perspectivas, movimientos de cámara, alternando planos, con el principal objetivo de descubrir qué le ocurre al color en cada momento, cómo cambia con distintos puntos de vista. Son por ello muy frecuentes los planos generales que dan paso a una panorámica o a un travelling, aprovechando al máximo la belleza natural de unas localizaciones magníficamente escogidas (todas ellas californianas, a un tiro de piedra de Los Ángeles, en los bosques y lagos de San Bernardino), en las que el director se recrea, captando las nubes del horizonte o los colores otoñales reflejados en el agua, de hecho, es esta forma de filmar la que infunde cierta poesía a una película cuyo argumento no lo propiciaba en absoluto.
En este sentido destacan las panorámicas ya referidas, así como algunas secuencias, especialmente la del atentado contra el puente ferroviario, en la que la tragedia colateral se masca desde mucho antes, incrementando su impacto sobre el espectador, y la del entierro, de una sobriedad hermosa y solemne, es también muy bello el último plano de la cinta.
Con un correcto guión y unas buenas interpretaciones, entre las que sobresalen las de Sylvia Sidney (una debilidad mía), Henry Fonda (que siempre está bien), y Beulah Bondi (que tiene el papel más entrañable), El camino del pino solitario resulta un filme siempre interesante por su argumento y brillante por su realización.
Rivalidad entre dos familias, celos, orgullo, crueldad, todo eso y más en este maravilloso drama.
Henry Hathaway que fue uno de los primeros directores en rodar en exteriores aquí lo hace y que bien se le daba. Recluta a Henry Fonda, aportando una seriedad y orgullo que exige el personaje, en su cuarta película ya, yo creo que es la primera película importante en su grandiosa carrera, claro que no solo se luce el, pues está Fred MacMurray, Sylvia Sidney, Beulah Bondi, que nos sirven unas buenas interpretaciones.
Esas canciones folclóricas que van cantando a lo largo de la película contribuye a engrandecer más el espíritu de la libertad que se respiraba en esos pueblos remotos de EE.UU. a principios del siglo XX, hasta la llegada de ciertas empresas constructoras que arrasaron todo en ciertos sitios, aunque eso no lo vemos aquí.
En definitiva, un muy buen melodrama de a mediados de la década de los 30, sinceramente me encantó.
Una novela de John Fox Jr., Henry Hathaway, Technicolor, Henry Fonda, Sylvia Sydney, Fred McMurray y Beulah Bondi, y el resultado es un buen análisis sobre el absurdo de los odios que se traspasan a través de las generaciones, hasta el punto de haber olvidado la causa que generó el enfrentamiento entre los clanes. Pero lo mismo da, el simple error indeseable de que en el planeta existan Tollivers y Falins es motivo sobrado para detestarse entre ellos. La meta de cada bando es pasarse la vida acechando al enemigo y teniendo el arma presta para disparar, o los puños cerrados para golpear a la menor provocación, o sin ella. Marcan sus territorios con celo de cancerberos y, si se ventea la reyerta en la atmósfera, se deja todo para ir a pelear.
Las escasas mujeres en edad madura son las únicas que tratan de imponer algo de cordura y sensatez. Melissa Tolliver roga sin cesar a su marido Judd Tolliver que hagan las paces con los Falin y que abandonen los rencores y las luchas a muerte. Al nacer su hijita June, ella suplica al Todopoderoso que la niña crezca libre de ese peso.
Los años pasan y las cosas siguen por los mismos derroteros, pero un acontecimiento va a cambiar la vida en la montaña, en el Pino Solitario: la construcción del ferrocarril, que atravesará las tierras de los Falin y de los Tolliver. Los recién llegados ingenieros y organizadores del proyecto van a chocar con las sesgadas costumbres de unos montañeses recios y habituados a tener en poca valía el pellejo de sus vecinos y, ya puestos, también el propio.
Hathaway construyó una pequeña saga que fotografía el espíritu receloso y beligerante de las comunidades humanas sumidas en la cerrazón, generalmente endogámicas y poco amigas de los cambios y del progreso. Se marcan con nitidez dos estilos de vida: el sencillo y rural de esos aldeanos que se educan en los prejuicios contra el clan rival, y en el analfabetismo por considerarlo innecesario a la hora de afrontar las duras tareas de la granja y del campo, y cuyos vástagos suelen casarse entre ellos, y el cultivado y con miras más amplias de los foráneos que vienen a construir la línea ferroviaria.
La sinrazón del odio y la frágil semilla de la razón se ven bien reflejadas en esta película que sorprende por su temprano uso del color, y que agrada gracias a esas baladas cantadas entre paisajes preciosos, y a un elogiable plantel en el que despuntan un joven Henry Fonda, una linda Sylvia Sydney y una conmovedora Beulah Bondi, quien al año siguiente legaría para el recuerdo uno de los papeles de mujer mayor más desgarradores de la historia del celuloide, en Dejad paso al mañana.