El camino de Cutter
Sinopsis de la película
Durante una noche lluviosa, el coche de Richard Bone se avería en un callejón. En su entorno siente la presencia de un coche lejano y a un vagabundo escarbando en unos cubos de basura. Nada de esto le resulta extraño, así que decide seguir su travesía para ir al encuentro de su amigo Alex Cutter. A la mañana siguiente, una joven aparece brutalmente asesinada en el mismo callejón en el que Bone dejó su coche. Y así, de repente, se convierte en sospechoso de asesinato. Ese mismo día descubrirá entre la multitud que acude a un desfile la identidad de quien él cree que es el asesino. Responde a la identidad de J.J. Cord, un magnate local. Su amigo comenzará a interesarse por el caso y ambos empezarán a inmiscuirse en la que parece ser una extraña conspiración donde también se involucra la hermana de la chica muerta.
Detalles de la película
- Titulo Original: Cutters Way aka
- Año: 1981
- Duración: 109
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Opinión de la crítica
6
78 valoraciones en total
Muy curiosa y hasta original película de intriga criminal que, no obstante, pudiera no convencer en líneas generales.
La razón es que resulta irregular, alternado los estupendos momentos, llenos de intriga, con otros más acordes con el melodrama, que no acaban de casar todo lo bien que se hubiera deseado.
Esto, no obstante, no empaña el resultado final, pues merece la pena saber cómo finalizará, dado el misterio que destila el algo intrincado argumento.
El final, dentro de la línea general, pero cerrando con sobriedad la historia.
Una película algo sorprendente que no obstante quizás caiga con facilidad en el olvido si lo que se busca al verla es simplemente pasar un rato entretenido. Lo cierto es que es más profunda de lo que parece, tocando temas peliagudos con muchas aristas.
http://filmsencajatonta.blogspot.com.es
El camino de Cutter es una película extraña. Está rodada en 1981, cierto, pero su factura visual, los temas que trata y el enfoque que su director, Ivan Passer, le da a los personajes remite, más bien, a cierto cine norteamericano de los años setenta. Un cine que miraba con acritud hacia el lado menos amable de la sociedad norteamericana. Un cine que retrataba con nervio y energía un entorno social cuarteado por la resaca de la guerra de Vietnam y por las grietas que iba abriendo el final de la época de bonanza económica conocida como los gloriosos 30 (1945-1975). Un cine que ensayaba narrativas contaminadas por la influencia de la nueva ola francesa de los sesenta y que introducía en las películas destinadas a las salas comerciales recursos propios de otro cine más experimental. Sabemos que tras esta época llegarían los años ochenta y, con ellos, como decía André Bazin, la ruptura del compromiso con la realidad de la cinematografía hollywoodiense (sólo hay que recitar de memoria los clásicos de la epoca). En este sentido, esta película, por ética y por estética, es claramente setentera, por mucho que su año de producción apunte a enmarcarla en el contexto de las producciones ochenteras.
Los protagonistas, para empezar, son un grupo de perdedores unidos por vínculos enfermizos. Cutter es un veterano de Vietnam mutilado física y mentalmente. Inestable, bocazas, amargado y siempre a punto de explotar violentamente. Su pareja, Mo, es una mujer que sigue con él por un sentido de la responsabilidad relacionado con el destino terrible de Cutter, atrapada entre el alcoholismo y su atracción secreta por el mejor amigo de ambos, Richard Bone -un gigoló que se gana la vida alquilando barcos y prestando servicios sexuales-, personaje interpretado por un Jeff Bridges en pleno esplendor físico, que destila a partes iguales un narcisismo y una lasitud complicadas de digerir. La trama se ajusta a un tropo clásico dentro del cine negro: alguien muy poderoso ha cometido, supuestamente, un crimen terrible que posiblemente quede impune a no ser que el grupo de outsiders que se ha cruzado casualmente con él haga justicia . La película se estructura alrededor de los esfuerzos de éstos para llevar a cabo su misión prestando especial atención a las relaciones entre ellos. También hay una mirada al ambiente de la California fronteriza con México de los años setenta, ya medio despierta -y resacosa- del sueño hippy de la década anterior, lista para encontrarse con un mundo de pesadilla en el que el poder económico ha arruinado cualquier atisbo de cambio social y ha convertido la existencia en una lucha descarnada por el éxito.
Visualmente toda la película rezuma una atmósfera fantasmagórica ya desde los primeros planos con los que abre, con un extraño desfile mexicano-español, en el que elementos de ambas culturas aparecen mezclados de forma bizarra, transmitiendo una sensación de desencajamiento y de extrañeza que perdurará a lo largo de todo el metraje. La paleta cromática tan característica que se despliega en la pantalla, la puesta en escena, meticulosamente planeada, dotando a cada lugar en el que transcurren los hechos de una personalidad propia y un diseño de producción discreto pero funcional hacen cristalizar los rasgos característicos de ese magma visualmente heterogéneo agrupado bajo la frase los años setenta, dando verosimilitud atmosférica a la trama que ofrece el filme. Destacar, en el plano de la escritura, unos grandísimos diálogos extraídos casi literalmente del libro en el que está basada la película (Cutter & Bone), y el cuidado por presentar de forma creíble a unos personajes que habitan el límite de la marginalidad por motivos bien diferentes. Es la tensión generada por ese triángulo que componen Cutter, Mo y Bone el motor de la película aunque la excusa argumental sea la trama semipolicíaca que empuja los movimientos de éstos.
El camino de Cutter termina por ser un drama enmarcado en el género negro con subtexto social, habitado por personajes de personalidades marcadamente opuestas que orbitan unos alrededor de los otros, a medio camino entre la atracción y el rechazo mutuo, vinculados circunstancialmente por un objetivo más o menos común que les sirve de puerta para salir de su situación semi-marginal y afrontar un futuro mejor. También podemos considerarla una indagación psicológica sobre lo que queda de un veterano de Vietnam mutilado -y de su entorno- en su paso a la vida como civil así como una mirada desencantada a una sociedad basada en el culto al éxito económico y a la casi omnipotencia de los que ostentan el poder protegidos por un respeto social inmerecido.
Que joyita. Sí, es una película extraña. Y sí, es hija de su tiempo. Pero tiene una enorme realismo emocional. Cada personaje del terceto protagonista respira su propio aire. Qué difícil es hacer una cinta así. Chapeau, Sr. Passer.
Efectivamente. Las películas de la década de los setenta y hasta bien entrada la de los ochenta, tengo comprobado que, por lo menos a mí, me parecen, en general, bastante mejorables. Dicho esto, esta cinta es rara. Se mezclan ideas y asunciones a la ligera más, sin embargo, tiene un gran atractivo. Hay una idea de trasfondo en cuanto a la justicia, el valor, la cobardía y esos tópicos que se hacen de manera algo pueril pero lo cierto es que tiene un grado de interés razonable. Nada nuevo en las actuaciones de Bridges y, en cuanto a Heard le toca un papel que no convence. Pasa de un estado a otro en un instante de manera nada verosímil.
Lo peor de la cinta es el destrozo que hacen de una pieza universal de Paco de Lucía unos guitarristas que, a la sazón, trataban de dar cierta música de fondo en cierta escena.
Pasable
¿Tan mala fue la década de los ochenta para que ésta sea una de sus películas clave?
La sensación que da al visionar este engendro es que el productor tenía poco dinero y por tanto no pagó a ningún guionista ni a ningún director. Sino que, al empezar a rodar cada escena, se ponían de acuerdo los actores en lo que iban a improvisar en cada momento. Ésta es la única explicación posible a tanta escena tonta y hasta risible en la que los actores se limitan a sonreir con cara de estúpidos, independientemente de lo que esté ocurriendo o se esté diciendo.