El aire de un crimen
Sinopsis de la película
España, años 50. El cadáver de un desconocido aparece en la plaza del pueblo de Bocentellas, dentro del mítico territorio de Región. Los habitantes pedirán ayuda al capitán Medina, joven oficial al mando de un cercano fuerte militar, hasta la llegada del juez.
Detalles de la película
- Titulo Original: El aire de un crimen
- Año: 1988
- Duración: 119
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Opinión de la crítica
Película
5.9
49 valoraciones en total
Existe una cierta tradición valorativa – conviene aquí eludir el término crítica – que aduce que las posibilidades prácticas a las que puede llegar un arte determinado no son infinitas sino, muy tristemente limitadas. La habilidad y la pericia de un artista serían las que permitirían por medio de la combinación de estas posibilidades prácticas el logro de una obra valiosa prescindiendo, más allá de eso, de la novedad u originalidad de cada elemento en singular. Quizás porque todas las historias están contadas, todos los estilos ensayados y todas las ideas ya expresadas, el artista actual debería dedicarse a una eterna tarea de bricolage ensamblando las piezas de siempre para construir obras que diesen nuevo acomodo sin ser esencialmente diferentes a las anteriores.
Todo ello es lo que intentó hacer el montador, cineasta y productor independiente Antonio Isasi-Isasmendi, con El aire de un crimen, conocido internacionalmente por Estambul 65 y El perro, dos producciones que tuvieron distribución internacional. Para ello reunió un importante elenco de actores de la época que no necesitan presentación, y adaptó la novela de Juan Benet, finalista del premio Planeta 1980 El aire de un crimen, una nueva revisitación de la España rural y un profundo retrato social de la década de los cincuenta, pero contada desde un oportuno flash back que hace de una trama, tantas veces filmada, resulte atractiva e interesante.
El film está narrado y montado como un thriller que pretende jugar diversas bazas: la denuncia socio-económica mediante la especulación de tierras para construir un pantano, la evocación histórica de una determinada época, el enigma criminal mediante un cadáver desconocido como elemento motriz de la acción, el drama rural lacerante de una hija violada, la venganza por el honor mancillado, la historia amorosa de un bravo y noble capitán engañado por una madame sin escrúpulos. Todas estas lineas argumentales se van mezclando y entrecruzando con más o menos habilidad y mesura. Algunas parecen excesivamente prolijas, otras más confusas y reiterativas, alargando el film más de lo necesario, pese a la reconocida capacidad del cineasta en el montaje.
Ni que decir tiene que todo ello es narrado desde el clasicismo tradicional de un cineasta con pulso firme, la trama no decae en ningún momento, incluso goza de alguna audacia narrativa que demuestra que detrás de la cámara hay un cineasta con experiencia. La pluralidad de personajes y de elementos de la trama está muchas veces rodeado de un clima malsano de una sordidez desagradable articulada sobre instintos primarios de algunos personajes que reaccionan como seres primitivos de un humor grotesco y desagradable. La fisicidad del entorno, de paisajes áridos, de actitudes prosaicas, de pueblos olvidados donde las fuerzas vivas imponen sus privilegios, sus intereses bastardos que dominan al pueblo llano y poco ilustrado. La película es un fresco rural, que sigue sorprendiendo por su crueldad conocida pero que no deja de interesar.
Me ha llamado la atención los pocos votos que tiene esta película, una desconocida a pesar del reparto tan granado que luce, sale hasta Ramoncín… Ya sólo por ello merece la pena echarle un vistazo, pero además tiene otros atractivos, entre los que cabría destacar una lograda ambientación de la España rural de aquellos años cincuenta, trufados de luchas de poder entre las diversas fuerzas locales..cómo no podría ser de otra forma, presencia de la Guardia Civil, de especuladores y arribistas, etc. La filmación de exteriores es notable, con localizaciones muy adecuadas y que dan gran verosimilitud a la peli. Pero lo que empieza siendo una historia interesante y con su buena dosis de misterio (el crimen del título), se echa a perder durante el desarrollo de la película, con pasajes reiterativos, ciertos descuidos argumentales y un guión que se antoja algo confuso. Prometía la cinta y se desvanece bastante en su transcurso. Aún así, una curiosidad interesante.
Entre el puticlub, el cuartel, la casa del valle y el pueblo, se va a desarrollar la novela de Juan Benet en un tétrico ambiente, una novela del género negro. Si bien es cierto que el personaje en la sombra, un tal Chaflán, que anda comprando tierras que van a ser inundadas por un pantano que está proyectado, según dice uno de los personajes que indica hasta donde llegarán las aguas, es algo, al menos, extraño, ya que la construcción de un pantano correspondería al MOPU de entonces y en esos casos, con el justiprecio correspondiente por las expropiaciones, las indemnizaciones ni mucho menos eran millonarias, por lo que el negocio del tipo mafioso en el que anda el Sr Chaflán no lo veo claro. Apuntemos que pueden haber más intereses ocultos y digamos que sí es cierto que el resto es de un realismo apabullante, con una sucesión lógica de hechos en la que los desplazamientos que se producen de uno y otro a los lugares indicados, crean una tensión propia del mejor cine de suspense a un nivel muy respetable, y eso es lo que verdaderamente importa. Podría decir incluso que es un cine de espías, con esas miradas de soslayo, atrás, deteniéndose, yendo a la pensión, con personas vigilando desde el coche, observando desde el bar, en fin, sensacional.
A ello por supuesto hay que agradecer, primero, el papelón del señor Germán Cobos, como Amaro, el más recio del pueblo, auténtico mayoral de los de entonces que no muestra una fisura en su férrea disciplina y que me río yo de esos personajes tipo padrino, sicilianos, a los que se asemeja el ambiente cuando aparece él con su tropa. Un tipo de personaje de los que llama la atención. Iba a decir que en su tropa se encuentra el raterillo ese del SGAE, el Ramoncín, el Rey del pollo frito y reseco, que si no tiene voz para el papel, menos tendrá para cantar, y que es el que me descuadra un poco, pero incluso él cumple, lo que va diciendo mucho de la que sería última película de Isasi Isasmendi por, al parecer, estar muy desengañado del cine patrio actual y que por cierto, ha fallecido hace poco.
Bueno, el señor Amaro, por donde íbamos, y sus Qué te calles, es un personaje para darlo de comer aparte y que ya por él funciona el resto de personajes. Nombrar a Maribel Verdú que no abre la boca pero sí las piernas, como putilla inocente de la vida, a cuyo alrededor rondará un capitán de Ingenieros, y que anda loquito tras ella. El capitán manda un castillo con un único reo, un coronel subversivo, y será ese capitán el que se enfrente al oscuro personaje Chaflán en defensa de los intereses del pueblo, aparte también de enfrentarse al cabrón del coronel. Y es que es verdad: entonces, un militar si quería contraer matrimonio tenía que pedir permiso al mando, de ahí se procedía a una investigación en toda regla sobre los antecedentes de la mujer, ya que si no eran favorables, se le denegaba el permiso y chitón, había que salvaguardar la moralidad de la institución.
El resto nos muestra una sociedad para pocas bromas y una autoridad de la que no se movía ni Dios, no hay más que ver a Agustín González haciendo de juez, con una de sus interpretaciones estrella que es cuando se pone a hacer cumplir los reglamentos con ese aire de dominio total de la situación:
-¿A quién se le ha ocurrido mover el cadáver sin mi permiso?
-Déjeme el orujo en el coche. (dicho aparte, sobre una caja de botellas que le regalan).
-Déjelo, déjelo… Que escurra. (Contemplando el cadáver que han sacado de una tina colgándolo de los pies).
Vamos, que se iba entonces más derecho que una vela. No olvidarnos de Terele Pávez en una secuencia impresionante de violación, y por supuesto, destacable Fernando Rey como un chismoso caballero, divertido, dandi…, un auténtico lujo. Una película que merece mucho más nota que la que uno le pone pero por lo que sea, asusta y recula uno, pero que es para tenerla muy en cuenta.
Y precisamente en lo extraño es donde tiene su punto más llamativo y característico. No la conocía, y he tenido la feliz oportunidad de verla precedida precisamente de los comentarios y anécdotas de su director, el señor Isasi-Isasmendi. Lo que más me impresionó fue lo grotesco de los personajes, casi se puede decir, que estaban sacados de la película de Tod Browning, La parada de los monstruos . Claro está, a excepción de una siempre maravillosa Maribel Verdú,por cierto, ¡QUÉ 41 AÑOS MÁS RICOS TIENE AHORA!
La 2 tuvo el detalle de programar El aire de un crimen, última película de Antonio Isasi-Isasmendi, el día de su fallecimiento, no sé si a posta o de chiripa. Isasi fue uno de esos artesanos que siempre tenía un ojo puesto en la calidad y el otro en la comercialidad, un tipo competente que daba lo mejor de sí cuando más trabajado estaba el guión. El aire de un crimen, por desgracia, no hace honor a su larga carrera, pese a ocasionales destellos de calidad. Tiene look de serie televisiva de varias horas, reducida a hachazos a una duración normal. La fotografía es plana y funcional, aunque cabe decir que la copia no era ninguna maravilla. Está basada en la novela de Juan Benet, ambientada en su habitual reducto ficticio de Región, y el meollo de la cinta es un largo flashback que nos conduce al final a la primera escena. El libreto anda a saltos y con escasa agilidad, tal vez debido a la estructura de la novela. La ambientación es correcta, transmite el horror de vivir en esa época y ese país.
Lo mejor de la película reside en los intérpretes. Francisco Rabal se muestra seguro y granítico como siempre, Germán Cobos, lejos de sus tiempos de galán, borda el papel de Amaro. Agustín González sale poco, pero en esos breves minutos da una lección de dicción y gestualidad a base de economía de medios. Fernando Rey aporta su elegancia y distinción, levemente babosillas, y Terele Pávez se come la pantalla en su simbólica aparición. Hasta Ramoncín da el pego. Dejo para el final a la guinda del pastel, una Maribel Verdú de 18 añitos que está para devorarla de pies a cabeza y vuelta a empezar, con sus pechos de terciopelo y su cara de nínfula viciosa. Sólo por ella vale la pena asomarse a esta fracasada obra de un hombre que rodó grandes éxitos comerciales para el cine español, en una época en que pocos se atrevían a lanzarse por el camino de las producciones caras con actores extranjeros. Siempre tendrá nuestro respeto.