Efectos especiales
Sinopsis de la película
Comedia dirigida por Bernardo Quesney, que trata sobre un egocéntrico director joven (interpretado por Bernardo Quesney) que contrata a dos actrices (Paola Lattus y Fernanda Toledo) para realizar una película en el campo. Poco a poco las actrices se darán cuenta de la inexperiencia de este director y todo terminara en un violento caos. La película es una plano secuencia de 85 minutos que fue rodado en una sola toma donde todos los que trabajaron en la película actúan (hasta el camarógrafo).
Detalles de la película
- Titulo Original: Efectos especiales
- Año: 2011
- Duración: 85
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Opinión de la crítica
Película
5.4
82 valoraciones en total
Bernardo Quesney es un director joven que contrató a dos actrices para hacer una película. El rodaje no funcionó como él esperaba y todo terminó en un violento caos.
Esa es la sencilla sinopsis de Efectos Especiales, el segundo largometraje de este joven director quien ya ha incursionado en la realización de videoclips para las bandas chilenas Dënver y Javiera Mena y que ahora, con un mínimo presupuesto y cuatro personas/personajes en escena, construyó un trabajo que ya se ha paseado por los más diversos festivales nacionales y espera este año ganarse un lugar en la cinematografía nacional.
Grabada en Panquehue, Chile, la cinta incursiona en un sub género poco explorado en nuestro país y que ya lo habíamos visto puesto en marcha en Y las Vacas Vuelan (2004) de Fernando Lavanderos, La Vida Me Mata (2007) de Sebastián Silva y Mitómana (2009) de José Luis Sepúlveda, por mencionar algunos: el cine dentro del cine.
En Efectos Especiales, cada personaje se interpreta a sí mismo, tanto el director (Quesney) como sus dos actrices, Paola (Paola Lattus) y Fernanda (Fernanda Toledo), así como su asistente, Paulo (Paulo Orrego). La cinta comienza con los créditos iniciales en donde se nos advierte que la película se planeó ser realizada en una sola toma, pero que por problemas técnicos, esto no resultó, culpando de todo a su director, siendo este calificado como el peor director del cine chileno. Tras esa introducción, lo que menos podemos esperar en los siguientes 90 minutos es un trabajo interesante. En la escena inicial vemos a dos actrices y el director, en pleno campo, intentando iniciar la grabación de la toma del rencuentro de ambas amigas. De ahí en adelante, comenzamos a vivir un disparatado intento del principiante director por conseguir que las actrices realicen su trabajo, según los exigentes y más curiosos requerimientos de este, tales como extrañas inspiraciones para las actrices, la inclusión de elementos fuera de contexto e improvisadas temáticas, las que terminan por agobiar a las actrices y dejar en evidencia el paupérrimo desempeño del director a cargo de su trabajo, sin pies ni cabeza.
Y la intención de Quesney es clara: jugar con el manoseado término del cineasta chileno joven, los clichés, las fórmulas más que probadas y los métodos de producción. Y aunque podríamos estar hablando de Efectos Especiales como una cinta más del gran universo de películas que ella misma critica, no lo hacemos simplemente porque Quesney consigue reírse de sí mismo y nos complica la posibilidad de criticar su calidad de director en términos técnicos por la ficción en la que esconde su real trabajo, no así su impecable capacidad de convertir las imágenes en mensajes, el guion en crítica y las actuaciones en notables improvisaciones.
En un país como el nuestro, en el que se predica sin practicar y sólo abrimos los ojos para buscar la paja ajena, Quesney utiliza las mismas técnicas de las que se burla e ironiza con temas como la homosexualidad y la división política, sobre la búsqueda de escenarios perfectos en donde nadie se siente a gusto. Sin poder diferenciar demasiado entre la realidad y la ficción, las actuaciones son de lo más destacado del film. Tanto Paola Lattus (quien vuelve a interpretarse a si misma después de su papel en Mitómana de Sepúlveda) como Fernanda Toledo resultan creíbles y se desenvuelven de manera fresca y natural, tal como lo exige una producción de falsa realidad, mientras que el propio Quesney se autorretrata como el joven director que pretende alcanzar el éxito a través de símbolos y malas metáforas, sólo consiguiendo el fracaso absoluto.
Al término del film, se hace imposible no reflexionar acerca de lo que acabamos de presenciar y cuestionarnos la certeza de la ficción expuesta y la posibilidad de plantearnos la historia desde un segundo punto de vista, siempre de manera poco convencional y apoyado de artilugios que nunca acabamos por acoger o repudiar. De cualquier forma, Quesney no disfraza sus intenciones, se monta en su cámara subjetiva y no titubea ni un solo segundo, sin importarle enrostrarnos su odiosa manera de ser/actuar/dirigir, para regalarnos uno de los trabajos más provocadores del nuevo cine chileno, ese del que tanto rehuye pero del que brillantemente lo hacemos parte.
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