Decálogo 3 (TV)
Sinopsis de la película
Santificarás las fiestas : Una Nochebuena, Ewa, ex amante de Janusz, lo busca para pedirle que la ayude a encontrar a su marido que ha desaparecido. Janusz se inventa una excusa para su familia y la acompaña. Sólo, al final, descubre que Ewa le ha mentido porque, incapaz de soportar la soledad, necesitaba pasar la noche con alguien. Tercero de los diez mediometrajes que constituyen el Decálogo y que están inspirados en los Diez Mandamientos.
Detalles de la película
- Titulo Original: Dekalog, trzy - Dekalog 3 (Decalogue: Remember the Sabbath Day, To Keep It Holy) (TV)
- Año: 1990
- Duración: 56
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Opinión de la crítica
Película
7
55 valoraciones en total
El gran director polaco sigue su ciclo sobre los 10 mandamientos con esta historia que se desarrolla en la noche buena y como siempre partiendo de uno de los pisos de los tremendos bloques comunistas de la ciudad de Varsovia.
Parto de esta idea y de como Kieslowski es consciente de cada uno de los elementos de sus películas, en su ciclo sobre los mandamientos busca el realismo puro y duro para hablar sobre el alma humana de personas del día a día, personas como tu y como yo y que viven en los bloques comunistas, esa es la realidad de la mayor parte de la sociedad polaca.
Cuando se ha vivido y se vive en uno de estos pisos uno entiende la intención de Kieslowski al querer narrar todas sus películas en los bloques pues cada pequeño piso, cada luz que se ve desde lo lejos encierra una vida, una historia, una familia, un mundo y ese es el mundo que Kieslowski quieres captar.
El tercer mandamiento, santificarás las fiestas, solamente tiene de religioso la base en el día donde se desarrollará la historia, la noche buena, esta noche servirá para que Kieslowski se adentre en una de sus obsesiones, la infidelidad, los amores y desengaños de la vida amorosa, una visión un tanto pesimista sobre el amor aunque en este capítulo se presente al final con un fino y delicado toque de esperanza.
En Kieslowski todo está genialmente pensado, desde el silencio hasta los diálogos, desde el ángulo hasta la luz y claro está, el argumento, Kieslowski y su amigo saben bien lo que escriben.
El tema es una vez más angustioso y muy pesimista, aunque no se puede ser muy optimista cuando los personajes viven en tal entorno pero el alma humana que el director polaco describe es bastante universal.
El deseo, las tentaciones, la locura de perder el amor y el deseo de muerte ante la perdida de la cabeza son deseos humanos que una vez más se plantean pero con un toque bello de esperanza, la familia.
Kieslowski plantea todos estos aspectos pero con un final maestro, la familia, una valor que pretende potenciar a pesar de todo su pesimismo.
La maestría de su fotografía salta a la vista cuando el maestro alumbra los rostros de los protagonista con un rojo, las luces de los semáforos se reflejan en todos los cristales, cada estudio de la luz servirá de predecesor de la gran trilogía de los colores.
Cada vez que veo Kieslowski me sorprende más y más y eso se debe a que es una sensibilidad tocada por el sistema comunista, un hombre que sabe leer en la mirada de la gente a un alma destrozada por el sistema y todo ello queda reflejado en su cine, sin duda, un maestro.
Este episodio, desarrollado durante una Nochebuena, alude al mandamiento que ordena santificar las fiestas, pero su conexión con lo religioso es más tangencial. Predomina lo sentimental y psicológico, con alguna traza de ‘road movie’ en el aire del relato.
En el piso bajo del bloque de viviendas vive un taxista (el gran Daniel Olbrychski, el actor fetiche de Andrzej Wajda) que, tras entregar los regalos navideños a su familia y quitarse el disfraz de Papá Noel, va a la misa del Gallo antes de la cena.
Entre los fieles reconoce a una mujer.
Al regresar a casa, desconecta el teléfono pero alguien llama al portero automático. Con un pretexto, el taxista sale a la calle, y la mujer de la iglesia le suplica ayuda, en nombre de los viejos tiempos.
A lo largo de la noche se desarrollará una búsqueda intrigante de un lado a otro de la ciudad, espectral esa noche, intriga en la que el espectador apenas sabe más que el taxista (quien por otra parte es un observador tan sagaz como un detective), con lo que el motor narrativo avanza con fuerza, y al tiempo se va poco a poco actualizando la relación entre ambos personajes, a todas luces vinculados en época pasada.
La habilidad con la que se imprimen pequeños desplazamientos al foco de atención y con la que se usa el cuentagotas para presentar los datos es realmente notable: se logran momentos de máxima incertidumbre e imprevisibilidad en mitad de unas horas fantasmales.
En este capítulo, el fotógrafo aprovecha a la perfección la luz roja de los semáforos para pintar con colores de fuego los rostros de los personajes en el interior del coche, temperatura que los envuelve en intensa lucha con la vida de ahora, el presente que aguarda en el hogar, lejos del tumulto emocional de épocas juveniles, acaso románticas.
Miedo, miedo y soledad o miedo a la soledad. Amor y odio que se entrecruzan. Es Kieslowski un director al que le gustan especialmente los conceptos y en su particular y actual visión del decálogo judeo-cristiano hace especial hincapié en muchos de esos temas universales comunes a la vida de la mayoría de hombres y mujeres, pareciéndole interesar el viaje que éstos temas realizan desde su origen bíblico hasta su reescritura en la actualidad.
Decálogo 3 no es, pues, excepción a ello y se retratan con mayor o menor acierto cómo estos conceptos nos condicionan por completo a la hora de tomar decisiones.
Por otra parte, nuevamente nos encontramos con que las referencias religiosas marcan el entorno inicial de la película y es que no se le pueden restar importancia a éstas por muy nimias que sean, ya que son la base de la situación social que nos quiere transmitir el polaco. El hecho de que estemos en Navidad y la fuerte y arraigada tradición que esta fiesta tiene en el país es un hecho que impide que ésto sea pasado por alto.
Este hecho, las celebraciones navideñas y en especial sus decoraciones, es aprovechado por el director para ofrecernos su vertiente más estética. Luces de colores, reflejos en los cristales, exceso de flare en muchas ocasiones, encuadres sobrecargados de color con tendencia a la sobreexposición y tomas casi de lomografía dentro de la oscuridad general que reina en las películas de este Decálogo. Dicen que para cada capítulo utilizó un fotógrafo diferente con el objetivo de dotar de mayor fuerza creativa al conjunto de la obra y se puede decir que, realmente, se nota y, en este caso concreto, acierta de pleno.
En definitiva, otro discurso moral destinado a calar hondo en la, por aquel entonces, preocupada y deprimida sociedad polaca. Interesante planteamiento, buena puesta en escena y meritoria tonalidad estética (para los pocos medios con los que se contó para el rodaje) que no hacen mella, en absoluto, en la consistente carga dramática de la historia.
Tercer mediometraje de la serie de diez capítulos de sesenta minutos de duración que Krzystof Kieslowski realizó para la televisión pública polaca entre 1989 y 1990 basándose en los diez mandamientos.
Desde el argumento de este episodio, inspirado en el mandamiento Santificarás las fiestas , director y reparto dibujan la Nochebuena vista desde la perspectiva de la soledad y la melancolía, mostrando la otra cara del festejo de una forma tan real como la más característica de tan señalada fecha. Las sonrisas, los villancicos y la muchas veces postiza sensación de unión son cambiados por lamentos, miradas que buscan compasión y situaciones desesperadas, vistas desde los ojos de Janusz (Daniel Olbrychski), un taxista que se dispone a celebrar la navidad en una plena armonía que se ve interrumpida al recibir una llamada a su casa desde el portero automático, a pesar del empeño del protagonista de aislarse (desconecta el teléfono de la línea) en esos momentos por completo del exterior. Abajo, ante ese portal de la característica urbanización de gigantes bloques de hormigón, le espera Ewa (Maria Pakulnis), un amor pasado que vuelve pidiendo ayuda ante la reciente desaparición de su marido.
Con todo, la película ofrece como ya he dicho la panorámica de la navidad desde otro punto de vista, en el que las calles desiertas y sólo acompañadas por la nieve, son para los solitarios y los que tienen que trabajar durante esas horas, destacando de entro todos los personajes que componen estos momentos la figura de un médico de urgencias somnoliento, los policías o la vigilante de seguridad de la estación. La atmósfera en la que se ve inmersa la película es inmejorable, apoyado esto por la buena fotografía de Wieslaw Zdort y Edward Klosinski, que consiguen trazar de manera natural el reflejo desolador e introspectivo que radian todos sus fotogramas.
El reparto dota de mayor credibilidad al ya de por sí realista argumento. Daniel Olbrychski y Maria Pakulnis empatan en calidad gracias a unas interpretaciones cargadas de gestos, miradas y excelente narrativa. Artur Barcis, ese simbólico extra que tan intrigado me tiene, vuelve a hacer su aparición estelar en uno de los momentos más impactantes de la cinta.
Como siempre, la buena aportación musical de Zbigniew Preisner engrandece el conjunto del mediometraje compartiendo la fuerza de sus notas al mismo nivel del argumento y las interpretaciones, no teniendo intención los compases de pasar desapercibidos, pero tampoco pretendiendo llevarse un protagonismo excesivo, hecho que confluye en la igualdad general de todo el producto.
El tercer mandamiento lo traslada Kieslowski a una nochebuena en la fría Varsovia. En ella, Janusz le trae los regalos a sus hijos y esposa. Y acude feligrosamente, como todos los años, a la misa del gallo. Allí, algo hará cambiar el destino de esa noche, pues se topará con Ewa, una mujer especial para él.
Es una historia dolorosa, que se cuece a fuego lento a través del asfalto de la carretera, de los misterios que nos intrigan durante los 60 minutos entre llamadas, hospitales y un marido desaparecido. Se retrata a Ewa como una víbora, como una mujer autodestructiva, mentirosa. Pero a través de esa Nochebuena, se desenmascarará la profunda aflicción en la que vive, esa soledad desgraciada que le lleva a jugársela a suertes con un antiguo amor: Janusz. Una noche de gritos ahogados en la nada, con dos enamorados penitentes que nada pueden hacer ya, pasado el tiempo, más que lamentarse de lo que pudo haber sido y lo que no fue, con el telón de fondo de esa noche fría, nevada y solitaria.
El capítulo en sí es una contradicción real del tercer mandamiento. Pues un hombre que, en lugar de estar con su familia, decide acudir al rescate de esa felina mujer, prometiéndole a su esposa al volver al hogar aquello de nunca más . Todo lo retrata Kieslowski con su particular buen hacer y su toque estético tan personal, apoyado en un grandísimo trabajo de fotografía. En definitiva, una sencilla y a la vez profunda historia.