El valle de los maoríes
Sinopsis de la película
Dos intrépidos aventureros ingleses arriban a las costas neozelandesas en el siglo XIX. Capturados por los nativos maoríes, lograrán estrechar lazos con ellos, hasta el punto de que se encontrarán en medio de las disputas entre aborígenes y hombre blanco.
Detalles de la película
- Titulo Original: The Seekers aka
- Año: 1954
- Duración: 90
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Opinión de la crítica
Película
4.9
98 valoraciones en total
Actores de andar por casa, narración previsible, guion endeble y escenas con indígenas que tienen más de folklórico que de tradiciones reales. Sólo el exotismo de algunos exteriores y los paisajes marinos con barcos dan un poco de romanticismo a la historia. Este era el tipo de film para ver desde el gallinero con olor a chispa eléctrica del cine de al lado de casa, comiendo pipas o pilongas, hoy ya en desuso sustituidas por palomitas. Da igual si la acción transcurre en Nueva Zelanda, Canadá o Kenia. El rollo es el mismo.
Mucho antes de que la archiconocida trilogía de El señor de los anillos la pusiera de moda como gran plató cinematográfico, películas tan añejas como la presente ya habían dado cuenta de las bondades paisajísticas de Nueva Zelanda, idóneas para enmarcar historias de aventuras, como ocurre en el presente caso.
El argumento, fiel a los clásicos relatos coloniales británicos, nos narra la llegada de estos últimos a Nueva Zelanda hacia 1820, centrándose en las relaciones -primero amistosas y luego más conflictivas- con los nativos, los maoríes. La perspectiva bajo la que estos son mostrados no está libre de los habituales tópicos, oscilando entre el típico buen salvaje (aquí encarnado por el jefe de la tribu) y el desconfiado, traicionero y abiertamente malvado (el hechicero, circunstancia esta muy habitual en los filmes de temática colonial, en los que no hay un brujo bueno). De ahí que la película sea un tanto previsible en su desarrollo, teniendo un tramo final -sobre todo el del ataque a las viviendas de los colonos- que se asemeja mucho a los tantas veces repetidos en westerns americanos. El guión no aporta demasiadas sorpresas, ni se preocupa demasiado por profundizar en los personajes, si bien tiene algunos momentos logrados, como las palabras que pronuncia el jefe maorí con motivo del bautismo del hijo de Wayne, su amigo colono.
Los aciertos de la película aparecen aislados, como si fueran retazos fragmentarios que no llegaran a enriquecer suficientemente el argumento, no obstante algunos son verdaderamente reseñables, empezando por la filmación en exteriores, que se beneficia de unas localizaciones bellísimas, ya puestas de relieve durante los títulos iniciales. A esa belleza natural se suma la que artificialmente nos proporciona la lograda fotografía, de un colorido espectacular, y que resulta tan acertada que logra disimular la humildad (por no decir otra cosa) de los decorados. Los movimientos de cámara, con frecuentes travellings, sumados a algunos planos y secuencias meritorios -la divertida y trepidante competición en el río entre Wayne y un maorí, y en general todos los planos integrados en la naturaleza- hablan bien del trabajo de Annakin, que logra además dos grandes momentos de gran sensualidad: la danza exótica (que me recordó a la que algunos años después protagonizaría Debra Paget en El tigre de Esnapur de Lang) y el breve desnudo de cintura para arriba (muy atrevido para la época), ambos protagonizdos por una atractiva Inia Te Wiata.
Siempre entretenida, como buen ejemplo de este cine aventurero y exótico que rodaron los británicos, merece la pena dedicarle un rato a esta historia, en la que un bebé y un pequeño árbol simbolizan, al fin, el encuentro entre dos mundos, ahora ya irreversiblemente unidos, para bien y para mal.