Adieu Philippine
Sinopsis de la película
Michel es un joven que trabaja como operador de cámara en televisión, un trabajo temporal antes de su servicio militar. Conoce y traba amistad con dos chicas jóvenes, Lilian y Juliette, aspirantes a actrices cuya falta de talento les limita a actuar en anuncios de televisión. Los tres amigos comparten unas vacaciones en Córcega, que será el último descanso de Michel antes de ser enviado al ejército francés…
Detalles de la película
- Titulo Original: Adieu Philippine
- Año: 1962
- Duración: 106
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Opinión de la crítica
Película
7.3
72 valoraciones en total
Un viejo, creo que un vecino invitado a comer en casa de los padres de Philipe —el padre lo interpreta Maurice Garrel— dice que los americanos y rusos se unirán frente a los chinos: 600 millones en aquel entonces… Han pasado casi cincuenta años de esa afirmación y todavía el mundo sigue dividido entre rusos, americanos y chinos. Como el corazón de ese joven que trabaja como operador de cámara antes de empezar su servicio militar.
Adieu Philippine es uno de los mejores filmes de la nouvelle vague y de los menos conocidos y bastardos. Ejemplo de cine improvisado (en lo formal con esos planos en exteriores donde el público atónito se convierte también en protagonista de un semi-documental).
Tan entretenida como la mejor película de aventuras, tan emocionante e inteligente como la mejor película de autor, tan fresca, genuina y divertida como marca la mejor tradición. Ejemplo de raccord dentro del eje y eje de un nuevo cine. Filme de irrepetible belleza y encanto. El canto más dulce a la libertad, tanto humana como cinematográfica.
Extraído de La Bastardè Vague: La modernité cinematográfica.
El primer largometraje de Jacques Rozier es una interesantísima cinta generacional que nos traslada al punto de vista de Michel, un joven que pasa sus últimos meses antes de ser enviado al ejército para cumplir con su servicio militar, sobrellevando un trabajo frustrante como operador de cámara, conociendo a dos chicas y finalmente marchando de vacaciones antes de partir hacia su destino.
Adieu Philippine es una película de personajes con conflictos pequeños y olvidables, casi podría decirse que ligera e intrascendente, de no ser por el trasfondo que lo condensa todo y que actúa como estado de ánimo pasivo y conclusión global. El hecho de aproximarse a un final predeterminado es en sí mismo una oda a la fugacidad de la juventud, de un Michel que ve cómo su vida está a punto de dar un vuelco, y en sus intentos de aprovechar estos últimos momentos de vida civil hay una búsqueda constante de la liberación y reivindicación personal. Rozier sin embargo no plantea este escenario como una situación dramática o terrible que causa una gran ansiedad a su protagonista, sino que decide dotar de una organicidad al proceso, sin borrar el calado emocional de dicho mensaje, lo hace permear de manera más sutil, y la sensación al final de la misma de que se ha llegado a un punto de inflexión es obvia y desoladora.
Este tema de fondo, que explica y fundamenta gran parte de la película, se ve complementado por un fuerte carácter generacional. De hecho, su contexto temporal es probablemente tan o tal vez más importante que lo mencionado anteriormente. Se produce una brecha entre lo viejo y lo nuevo, un contraste en la forma de ver la vida entre generaciones, y una transición a la modernidad, con todo lo que implica al respecto de conflictos y cambios en las escalas de valores. Es en esa encrucijada donde se sitúa Michel, que reivindica para sí mismo unos valores y unas reglas que le alejan de todo lo anterior, y que es fiel reflejo de esa sociedad en plena transición, lastrada todavía por los viejos paradigmas pero destinada a cambiar. Tampoco hay que olvidar en este sentido el papel de las dos chicas que acompañan al protagonista, que también encuentran un terreno para sus propias reivindicaciones individuales, negando activamente las ataduras sociales y los roles femeninos del pasado. No es casual que el filme fuera realizado en esta época, en pleno auge de la visión contestataria del cine que implica la Nouvelle Vague, y tal vez sea, en ese sentido, una de las obras definitivas de este movimiento, una simbiosis de fondo y forma tal que hace inseparables a la una de la otra y condicionan la razón de ser misma de la cinta, que pese a lo universal de sus temas, no podría haberse rodado en otro momento ni bajo otro ambiente artístico.
Todo lo dicho da pie, por otro lado, a una obra desdramatizada, con una ligereza que parece querer huir de todo atisbo de énfasis, adquiriendo en ocasiones un punto de vista casi objetivo y al mismo tiempo negando una estructura que podría haberle dado más empaque e impacto como narración. No es una carencia intrínseca de la cinta, pero su capacidad de fascinar y mantener la atención puede verse muy afectada por este enfoque, sin olvidar que, en lo que se refiere a montaje y gestión de sus recursos narrativos, carece de la radicalidad más impresionante que podemos encontrar, por ejemplo, en el Godard de esta época. Es por ello que en cierto modo se siente tan sólida y consecuente consigo misma como austera y escasa en alicientes que pueda proporcionar al espectador Es cierto que al margen de sus cualidades principales tiene puntos de interés secundarios e inesperados, como es esa visión satírica y llena de mala baba de las condiciones de trabajo en la industria audiovisual, y que muy probablemente tienen una clara inspiración autobiográfica, pero en general este, entre comillas, plano menor y más discreto en el que se mueve respecto de obras más llamativas de la vanguardia cinematográfica francesa es tal vez la razón principal de que Adieu Philippine no haya logrado adquirir el estatus icónico de muchas de sus contemporáneas.
Texto escrito para http://www.cinemaldito.com.
Quizá mi 7 a La mama y la puta fuera un accidente. Ese día habría desayunado croissants, puede. O estaba imbuido por los aromas de Pernod. Que un actor/actriz actúe con naturalidad es lo mínimo que se le podría pedir, pero otra cosa es que parezca que esté improvisando en todo momento. No sé si estaba viendo una película o un documental sobre las costumbres estivales corsas de principios de los 60. Además tiene un montaje raro, como si cortara las escenas antes de tiempo, si le unimos los paisanos que encuentran en las escenas de exterior, mirando a cámara, solo faltaba ver la cara de Samanta Villar en unos de sus 21 días con…