De la vida de las marionetas (TV)
Sinopsis de la película
Peter Egerman (Robert Atzorn) comete un horrible crimen: viola y estrangula a una prostituta. Del caso se ocupa el psicoanalista Mogens Jensen (Martin Benrath), pues él ya le había confesado en su consulta su deseo de asesinar a su mujer. A través de una investigación policíaca narrada en forma semidocumental, se va reconstruyendo el inquietante retrato del asesino, un hombre frustrado, sobre todo por el fracaso de su matrimonio, cuya única válvula de escape parece ser la violencia.
Detalles de la película
- Titulo Original: Aus dem Leben der Marionetten (TV)
- Año: 1980
- Duración: 104
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Opinión de la crítica
Película
7.5
76 valoraciones en total
Retrato complejo y estremecedor de un psicópata de libro -o como transitar, sin despeinarse, por los oscuros recovecos de la mente. La primera escena (rodada en tonos rojos, milimétrica en su composición, con precisos encuadres llenos de expresividad, brutal y sin sangre y un tanto psicodélica) deja muy a las claras cuál va a ser la textura de la narración. A partir de ahí, Bergman despliega su inmenso talento para reconstruir, en clave de reportaje negro y blanco, el antes y el después de la secuencia inicial. No todos los episodios resultan igualmente logrados –la carta escrita por el asesino no convencía al propio director-, pero el conjunto es escalofriante. El guión, magnífico, con unas líneas de diálogo excelentes, que, a menudo, suenan voluntariamente a falso (¡el juicio clínico del psiquiatra!, ¡oh!, ¡tan plagado de tópicos!, ¡ah!, ¡tan bien urdido! ¡uf!), poniendo de relieve los aspectos visuales de la película. ¡Qué hermosos resultan los planos cortos y frontales por parejas, cuando habla el personaje que se encuentra en segundo término! ¡Y la intervención del amigo homosexual de los protagonistas, tan lúcida y sutil! Todo transcurre en un sofocante ambiente cerrado e interior, dando pábulo a un desasosiego que nos impulsa a pensar en lo que es capaz de hacer un ser humano modélico si se dan las morbosas condiciones adecuadas. Después de ver la película, uno deambula por las calles recelando de todos los viandantes. En manos de Ingmar Bergman, el mismísimo conejito de Pascua podría resultar temible. Con esta cinta, queda demostrado que el genio del maestro sueco también funciona en alemán, ¡qué miedo!
7:00 Levantarse.
8:00 Ir al trabajo.
11:00 Dictar a la secretaria cartas interminables sobre monótonos contratos comerciales, o bien tratar de no perderse en el caos de pasarelas, telas y modas.
1:30 Comida apresurada en cualquier café con algún cliente, o con algún compañero.
4:00 El despacho se cae encima.
6:00 Regreso a casa. Probablemente discutir con la pareja porque habéis quedado para cenar en la elegante casona de tu madre y no es una de las actividades sociales en las que tu pareja se muera por sumergirse. O ya os habéis comprometido para salir con algún matrimonio amigo vuestro, como ya viene siendo habitual la mayor parte de las noches.
10:00 Os emborracháis durante la cena, discutís, os insultáis. Fingís que es como un juego para no asustar a los amigos, pero las frases que os decís encierran puñales camuflados. Como cada día. Como una costumbre que se ha instalado venenosamente.
12:00 Ya en casa otra vez. Hacéis el amor, o fingís hacerlo. Un amago bastante patético en el que habrá que simular algún que otro orgasmo que apenas es un débil espasmo de frustración.
4:00 No podéis dormir. Os levantáis a tomar unas copas y conversar educadamente, muy civilizadamente.
Y vuelta a empezar. Varias veces por semana, acudir al psiquiatra para que te escuche decir que estás harto de todo, que quieres a tu mujer pero deseas matarla. Revelar las mutuas infidelidades. Descubrir un instinto asesino que se agazapa entre los buenos modales, la pulcritud de la ropa bien planchada, la cortesía distante, la repetición de los mismos actos y de los mismos pequeños y mezquinos detalles. Amarla y odiarla. Amar y odiar sus gestos, su expresión, su cuerpo, sus palabras, su solicitud, su compañía.
Beber mucho. Drogarse de vez en cuando. Sentirse muy desgraciado. Asfixiado.
Y, cada vez más, el deseo de matar.
En su recurrente temática de la exploración a fondo de la vida matrimonial, Bergman destaca como uno de los grandes despellejadores de una de las instituciones más importantes de la sociedad. Y también analiza, siquiera fugazmente, algunas de las bases de los conflictos materno/paterno-filiales. Y los profundos e inquietantes pozos de la mente, esa eterna desconocida.
Cuando los anillos de la alianza se transforman en cadenas con eslabones de aburrimiento, las manos y el espíritu pesan como el plomo, y las frágiles defensas del subconsciente pueden llegar a romperse y liberar al monstruo que llevamos dentro.
Creo que esta es la mejor película de Bergman. Una crónica humana desde el otro lado del espejo, proyectando en negativo la vida de Peter Egermann. Bergman consigue tales niveles de elocuencia en las imágenes desnudas, sin apenas adorno, que remite al Dreyer mudo. Pone una luz fuerte y dura sobre los personajes y espera que éstos acaben por revelar sus debilidades. Esa escena en la que Egermann dicta monótonamente una carta de empresa a la vez que acaricia la lámpara de su mesa es magistral y resume ese espíritu. Además, como siempre, juega con el espectador haciéndole ver su propio reflejo en la pantalla: el personaje del investigador, aparentemente pasivo, de repente aparece en pantalla en la escena de la confesión de Tim.
Siguiendo con detenimiento la coherente y magistral carrera cinematográfica del maestro Igmar Bergam, De la vida de las marionetas aparece como la conclusión lógica e irremediable de una filmografía cuya capacidad para indagar en el interior del ser humano nunca ha sido superada.
La terrible dureza de esta cinta apenas si deja un respiro al espectador que asiste a un retrato demoledor no solamente de un personaje y sus actos y consecuencias, sino de una sociedad en su conjunto, poniendo de manifiesto sus miedos, angustias, incoherencias y represiones, y, los escasos resquicios por donde siempre acaban por estallar los conflictos personales reprimidos y no resueltos.
La realización de esta cinta resulta obsesiva, y algunos de sus elementos que aisladamente pueden parecer epatantes o inadecuados acaban integrándose de una forma espeluznante en el conjunto confiriendo una fuerza y vigor que solo la certera mano de un genio es capaz de conseguir.
No apta para todos los paladares, su vocación de resultar incómoda, empezando por su alucinógena concepción visual, la convierten en una cinta imprescindible no solo para seguidores del maestro Bergman si no para espectadores capaces de encontrar en el lenguaje cinematográfico toda la fuerza y expresividad necesarias para conferir al cine su calidad de séptimo arte.
1) Tercera película alemana durante el exilio fiscal, Bergman recobra en ella su esencia introspectiva, antes de la aventura de Fanny y Alexander. Todo lo que en ésta es disposición comunicativa, transmisión, empatía y universalismo, es en De la vida de las marionetas dureza, exigencia, coraje intelectual, radicalidad y desesperación.
2) Prólogo en color, dominante el rojo. Rojas son las bragas de la prostituta, rojo el cuarto donde es asesinada. Estoy cansado, musita el asesino antes de su explosión homicida.
Hasta que vuelva el color, con el retorno final de la escena del crimen, se suceden varios episodios en duro B&N, datados en relación al día de autos: 14 días antes, una semana después, 5 días antes, etc. En ellos el criminal es radiografiado desde distintos ángulos, en retrato que trasciende lo individual. No estamos ante quien sufre un pasajero cruce de cables. En su vida aparentemente normal crece un obsesionante impulso homicida.
3) Días antes del crimen Egerman, el asesino, ha visitado lleno de ansiedad a un psiquiatra: quiere matar a alguien, concretamente a su mujer.
La vida íntima desvelada sin eufemismos: el infierno matrimonial, repleto de ofensas y humillaciones, pese al buen funcionamiento sexual y a la libertad que se conceden los cónyuges. Insomnio, alcohol, reproches, pastillas, burlas…
4) En otra de las secciones iniciales el psiquiatra describe a Egerman como un hombre de negocios conocido y respetado, casado, procedente de una buena familia.
Claro, que la posición del doctor no es del todo neutral…
5) El eficaz sistema de capítulos concisos, ceñido cada uno a un momento concreto antes o después del crimen, muestra a la madre de Egerman, quien hablando a cámara deja ver qué particular era con el hijo, a la atractiva esposa y lo tirante de la vida conyugal, aislamiento maquillado con pseudocomunicación, a Tim, el amigo homosexual de la esposa (excelente interpretación de Walter Schmidinger), en una conversación sobre la decadencia y la intimidad, con un gran monólogo junto a un espejo, poderosa imagen, al maquiavélico psiquiatra, al investigador policial sacando informaciones muy reveladoras a todos los anteriores, al propio Egerman dictando a su secretaria una cerebral carta de negocios…
6) Algún capítulo visualiza con fuerza una pesadilla: logradas imágenes oníricas en el meollo del argumento.
7) Tras el periplo que convierte un vulgar asesinato en una indagación psicoanalítica tramada con minuciosidad kafkista (ese enrevesado camino que conduce a la prostituta…), el relato regresa al crimen inicial, restablece el color y lo prolonga en las secuencias finales (el ajedrez contra sí mismo, el osito de peluche…), donde Bergman, en sus insolubles oscilaciones, se decanta esta vez por el lado sombrío y subraya con trazo contundente la soledad y la incomunicación, demoledoramente presentadas como categorías inherentes a la condición humana.