Dave Made a Maze
Sinopsis de la película
David se construye una laberíntica fortaleza en salón, y termina atrapado en su interior lleno de fantasía, trampas y criaturas, dejando a su novia Annie la tarea de dirigir un excéntrico equipo de rescate para ir en su búsqueda.
Detalles de la película
- Titulo Original: Dave Made a Maze
- Año: 2017
- Duración: 80
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Opinión de la crítica
Película
6.1
31 valoraciones en total
Es una locura muy divertida y da lo que promete. Original propuesta con un gran diseño y buen guión.
Dave está en crisis, no acaba nada de lo que empieza y sabe que debe madurar. Aprovecha que su novia está de viaje para iniciar su ultimo proyecto, construir un laberinto en el salón de su casa.
Con una mezcla de surrealismo y comedia iremos entrando en el laberinto y en la mente de Dave. A medida que avanza vamos descubriendo la complejidad del drama de Dave y deberá dejarse ayudar por sus amigos y su novia para encontrar la salida. Ese paralelismo funciona gracias a que logra mantener el humor y al sorprendente mundo de cartón.
Dave ha construido, como bien dice el título, un laberinto en el salón de su casa.
Annie, su novia, llega tras un largo día de trabajo solo para encontrarse con ese engendro, todo cartón y recortes, y le pide cansadamente que deje de hacer el tonto porque ya es hora de que salir.
Y, cual pesadilla surrealista, Dave le dice que no puede: algo está pasando con esa estructura, más allá de lo evidente.
Porque Dave made a Maze utiliza el surrealismo y el humor como adecuadas herramientas para escarbar más profundo, allá donde está la mente de su confundido protagonista, y nos invita a explorarla junto a sus allegados.
Conocemos de mano de sus colegas que Dave no es ni de lejos un tipo modelo: ellos, más que sorprenderse, se alegran porque haya terminado al menos una cosa que ha empezado, por primera vez desde que le conocen. Igualmente no sabemos cómo es su relación con Annie, pero sus caras y breves diálogos a través del laberinto dejan entrever cierto hastío por la enésima tontería de su novio, a la par que incredulidad de que esté llevando la broma tan lejos.
Dave, lo reconocemos pronto, tiene problemas para expresar lo que le ronda por la cabeza, y por eso ha pasado a crear esa manifestación propia, tal como un artista se vuelca en su pintura: el ¡quería construir algo! expresado con cierta rabia y decepción del principio no ha pasado desapercibido.
El chiste funciona bien durante toda la primera parte de entrada y reconocimiento al laberinto, con una variedad de escenarios que evocan un asombro por lo artesanal fuera de serie: barajas desplegadas como adorno, expresivas caras acartonadas, papiroflexia amenazante e ingeniosas trampas deambulan entre esas paredes, que se hacen más robustas y menos imposibles a medida que pasa el tiempo.
La pareja y amigos de Dave no se lo pueden creer, pero siguen adelante ya más por curiosidad que por verdadera voluntad de rescatar a su amigo, filmados por un equipo documental que no guarda escrúpulo alguno en falsear épicas tomas y embellecer planas declaraciones.
Hasta que, de repente, la peligrosidad del laberinto se revela, y la situación no guarda mucha diferencia con esos momentos en los que, habiendo conocido a alguien genial, con un rico mundo interior, te ves en la disyuntiva de ayudarle cuando le ves inmerso en un problema grave: ¿qué vas a hacer?
De la respuesta depende una amistad y, algunas veces, algo más.
Entonces, la comedia se transforma en un más que curioso drama vital, acerca de la temida inmovilidad asociada a la treintena, y al deseo sincero de cambiar pero no saber por dónde empezar: resulta imposible no ver el laberinto de Dave como una extensión de su propio ser, prueba de que es inteligente y capaz, pero que ha crecido tanto y tan descontroladamente que ha acabado atrapando a él y a sus amigos, en esa serie de situaciones incompletas de las que no hay huida (algo tal y como es la vida, recuerda una siniestra manifestación del laberinto).
Broke, no tener dinero, significa literalmente estar roto razona Dave amargamente, convencido de haber sido una persona tóxica para los suyos, pero a la vez consciente de que su intento por cambiar eso ( quería construir algo propio, algo que me alejara de estar viendo la televisión en el sofá ) le ha acabado llevando muy lejos de donde quería estar.
Además, como en toda mente, hay cosas en el laberinto que él no ha creado sino que simplemente aparecen ahí: mentiras auto-asumidas simbolizadas en caminos que le traicionan al no estar ahí, posibles pensamientos de infidelidad representados en vaginas de cartón cortante (en serio) y siluetas femeninas al otro lado de una fina pantalla (¿al otro lado de su integridad?), y, sobre todo, un poderoso minotauro que surge cada vez que se intenta alterar el laberinto, tal como una personalidad conflictiva se resistiría al ser cambiada.
Afortunadamente, el surrealismo no avanza en un solo sentido, y es lo especial de esta fábula de salón.
Annie llega un momento en que deja de flipar con todo lo que sucede a su alrededor, y toma cartas en el asunto confesando que, pese a ser peligroso y terrorífico, le gusta el mundo de Dave: algo inesperado de la cansada novia que se ve al principio, pero totalmente lógico de la mujer que acabamos conociendo, con la fuerza suficiente para quitar todos los disfraces tras los cuales David se estaba escondiendo, mientras ambos eran capaces de cambiar por lo que estaban compartiendo.
Incluso, tras todos los peligros, su amigo Gordon dice que se alegra de que hayan podido divertirse con el laberinto, dejando claro que tus mejores amigos te suelen aceptar con todo, tanto con lo peligrosamente bueno como con lo inofensivamente malo.
No es fácil sacar a alguien de su apatía y su confusión, generalmente solo puedes decírselo, y esperar lo mejor.
Pero reconforta pensar que, a veces, dicha persona se deja ayudar, y trabaja contigo para llegar a un mismo lugar.
Porque todos llevamos un interesante mundo dentro, que cuesta derribar, pero sobre el que se nos olvida… se puede volver a construir.
¡Un despropósito total! Todo es tan absurdo que resulta sumamente gratificante dejarse llevar sin pretensiones, con la mente abierta descubrirás un viaje fantástico sin revelaciones molestas, todo a través de un mundo mágico recubierto de cartón y celofán.
Película con brillante planteamiento que solo se entiende gracias al trabajo del coustom designer pero que va de más a menos y que tiene una trama un tanto vulgar.
Una metáfora de lo dura que pueda ser la vida adulta, y las responsabilidades que conlleva, rodada como si de una capítulo especial de la serie Community se tratara, tanto por el paranoico laberinto casero de cartón que aparece como por la estética visual que tiene, aunque en este caso con varios elementos fantasiosos simbólicos de por medio.
La idea, es sin duda original y simpática de entrada, con un tono cómico de sitcom y secundarios variopintos para amenizar la velada, pero se agota antes de llegar al ecuador, ya que precisamente no debería alargarse más de lo que duran dos episodios de una comedia televisiva cualquier ya que al final se pierde dentro de su propio laberinto argumental.
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Imaginaos una suerte de CUBE dirigido por Michel Gondry y os haréis una buena idea de lo que ha pergeñado Bill Waterson aquí. ¿Tiene pegas la película? Una cuentas, la verdad. Como el hecho de que la historia no dé par apenas ochenta minutos, un final algo decepcionante y un humor que a veces no da en el clavo. Por otra parte, el intento de darle cierta hondura, conectando su chocante premisa con una reflexión sobre los problemas de un treintañero actual para encontrar su lugar en el mundo, no resulta del todo.
Pero la película es original, caray. E ingeniosa.
Y la verdad: para estar hecha con un presupuesto claramente muy reducido, atesora una gran cantidad de imaginación, ingenio y sentido del absurdo. Que no es poco.