Cuarenta pistolas
Sinopsis de la película
Jessica Drummond (Barbara Stanwyck) es una despótica terrateniente que gobierna el condado de Cochise, en Arizona, con un grupo de hombres armados a sus órdenes. Un día aparece por sus tierras Griff Bonnell, un antiguo pistolero al que han nombrado sheriff.
Detalles de la película
- Titulo Original: Forty Guns aka
- Año: 1957
- Duración: 79
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Opinión de la crítica
Película
6.9
32 valoraciones en total
Uno de los dos únicos westerns de Fuller. La obra fue escrita, producida y dirigida por el autor. Las 40 pistolas constituyen una evocación caústica de la leyenda de los 40 ladrones.
La acción tiene lugar en 1881 en una pequeña ciudad del Condado de Cochise (Arizona). Narra la historia de una terrateniente, Jessica Drummond (Barbara Stanwyck), que domina el Condado con el apoyo de 40 pistoleros. Las cosas cambian cuando llega a la ciudad un nuevo sheriff. La narración toca temas humanos trágicos como ceguera, viudedad, orfandad, odio, traición, muerte, etc., y fenómenos naturales tan violentos como el tornado. El autor pone al servicio del relato elementos narrativos que generan sentimientos de temor (la cabalgada inicial que se echa sobre la diligencia) o de rechazo(la exposición del cadáver del malvado Charlie Savage). Aborda el tema de la violencia mediante la figura inquietante del perverso Brockie Dummond (John Ericson), hermano incontrolable de Jessica, que llena el film, de principio a fin, de violencia despiadada, irresponsable y compulsiva. Otro tema que se trata es el de las relaciones de superioridad de Jessica sobre los componentes de su desmedida guardia de pistoleros y sus deseos de dominar, también, a Griff. Éstos entran en conflicto con las aspiraciones de Griff, según dice explicitamente y demuestra gestualmente (cuando con frialdad extrema indica a unos de los pistoleros que la recoga del suelo y la lleve al médico porque vive). Las relaciones entre los sexos, viene a decir, no se han de establecer en términos de lucha o competición, sino de igualdad.
La música aporta dos baladas originales, que adquieren gran relevancia y que constituyen el precedente del tratamiento de la melodía en los westerns italianos. Se hace uso de fragmentos de cuerda, solos de guitarra e interpretaciones orquestales. La fotografía presenta travellings soberbios como el del comedor de Jessica con 40 comensales. Ofrece frecuentes encuadres fragmentados (piernas, zapatos, rostro, etc.) y descripciones de tono épico (el andar solemne y firme de Griff haca el esbirro que le apunta con una pistola). El guión desarrolla la acción de manera que, pese a aparentar cierto desorden, ofrece una narración estilizada, coherente e iconoclasta de viejos mitos del westerns clásico. La interpretación de los dos protagonistas es convincente, especialmente la de Stanwycz, que alcanza, según algunos, una de sus mejores actuaciones. La dirección aporta espectacularidad, emoción, sorpresas e ironía.
Película innovadora, en ocasiones desconcertante, no apta para aficionados a los caminos trillados y de gran interés.
Fue el tercer western de Fuller, se abre de forma majestuosa: vestida de negro sobre un caballo blanco, Jessica Drummond (Stanwick) cruza la pantalla con cuarenta jinetes detrás de ella, su rancho se llama Los dragones, se trata de una amazona con látigo, una mujer fuerte y curtida física y moralmente. Pero se ha cruzado en el camino de la pradera con Griff (Barry Sullivan) y sus hermanos que son Marshalls contratados para pacificar el país. Ella es el último de los hacendados a domesticar, junto a su hermano pequeño por el que siente debilidad. Se dilucida una inminente batalla entre el orden y el caos.
Los hermanos Bonnell son una nueva imagen de los hermanos Earp de OK Corral, una estilización notablemente auténtica de las prácticas de pacificación violentas de un periodo donde los grandes imperios como el de Jessica empezaban a decaer o conformarse en consorcios ganaderos como el de Johnson en Wyoming que tan magistralmente recreó La puerta del cielo de Michael Cimino. A Fuller le interesa que el dolor duela y que la crueldad sea cruel, la muerte sea mortal y la pasión incontenible, arrasadora. Su cine es disonante, crispado e inesperado.
Un film que hermana el lenguaje del cine con el cómic, de sobreentendidos donde las miradas lo dicen todo, lleno de gestos simbólicos. Disfruta de una excelente fotografía en un blanco y negro de matices y contrastes, su formato en Cinemascope para la Fox, le otorga una especial belleza para reflejar unos cuidados encuadres, de picados y contrapicados y la fuerza bruta de la naturaleza en su paisaje y viento huracanado. Cuenta con una gran actriz en decadencia, pero que sabía sacar el tarro de las esencias. Jessica (Barbara Stanwick), una mujer hecha a sí misma, una ranchera que lidera a los 40 pistoleros del título del film, figura matriarcal en un territorio despoblado de familias verdaderas.
Un western moderno sin fecha de caducidad alguna, repleto de digresiones en su estilo visual y formulación narrativa, muy iconográfico respecto al género pero, a la vez, muy distinto del clasicismo frontal en la exposición de sus señas de identidad. En este film. Fuller muestra a los bandidos de forma realista, como delincuente juveniles que disparan por la espalda, y los supuestos héroes no lo parecen porque necesitan siempre el apoyo de uno o dos rifles más para enfrentarse a su oponente. Samuel Fuller se muestra disconforme y febril, apostando por un Oeste realista.
Irregular western de Fuller, el gran Fuller, lastrada por un guión folletinesco que asalta la barrica de los tópicos del género hasta dejarla seca, pero de una manera peculiar, cierto es. No es el primer traspiés que contemplo de Fuller, el gran Fuller, todavía estoy intentando averiguar qué es lo que ven mis almas gemelas en Perro Blanco, y también repiquetea todavía en mi cabeza la decepcionante Yuma, lo que viene a demostrar que el western no era el género en el que mejor demostraba su cintura, Fuller. Pero sí que se trata sin duda de la mayor decepción que me he llevado con él si nos atenemos a la fastidiosa ecuación que incluye a las expectativas y la cruda realidad. Algunos bramarán que se trata de un western atípico y basarán en eso sus salvas, pero no, esas balas no llegarán muy lejos. Por que no se puede obviar ese atropellado guión, ebrio cual Dhul de tópicos, ni tampoco se puede obviar a la Stanwyck, la gran Barbara Stanwyck, más floja que recuerdo ver en pantalla, ni la falta de carisma absoluta que demuestra su partenaire, el tal Barry Sullivan. Y menos aún se pueden obviar esas dos baladas que cuelan con calzador y que rompen el ritmo parkinsoniano de la función y provocan el sonrojo de cualquiera con un mínimo de rocknroll en el pecho. Pero lo que desde luego no se puede obviar es el final más vergonzoso y almibarado que rodó Fuller en su vida, con el que no he reventado la pantalla del televisor de un pantuflazo por que hoy tengo el día tranquilo. Pero ésta se la guardo a Fuller, que pese a todo, salva el evento del desastre total regalando un buen puñado de planos y secuencias aisladas memorables y algún que otro diálogo digno y rescatable.
De todos modos, ésta te la guardo, Fuller, por mis tachuelas.
Es acabar de verla y no estar seguro de haber visto una gran película, en parte es como si estuviera hecha de manera atropellada y en parte no. Aparecen unos planos que sólo pueden surgir si están muy medidos y calculados, eso es cierto, como más cierto es por mi parte asegurar que en general no me acaba de convencer del todo. Y sin embargo soy incapaz de suspender una película que me una vez finiquitada parece que va a dejar huella. Cuarenta pistolas tiene un raro hechizo.
La historia es casi lo de menos, Samuel Fuller se va al western como un campeón, con una historia sencilla que podríamos ver mil veces en mil pelis del oeste. No sobresale por lo que nos cuenta, incluso la que es la gran estrella teóricamente, la jefaza, Barbara Stanwyck, al menos en mi opinión no es lo que destaca y tengo claro que no recordaré esta película por ella. Hay ciertos puntos que son los que me convencen y que seguro que a otros echa para atrás, como esas dos baladas a la guitarra solapadas en mitad de la narración. A eso yo lo llamo dar con un estilo propio. Lo normal sería que me repeliera y sin embargo me ha encantado.
El caso es que acaba la película y recuerdo ciertos pasajes: los duelos, las traiciones, los hermanos tomando el baño y esa entrada en mitad de la cena. Permanece en mi memoria inmediata la forma, el envoltorio, cosa rara. Lo que nos cuenta Cuarenta pistolas me gusta porque pertenece al grupo de ideas básicas de la factoría del género, suceden cosas que ya se han visto de una manera u otra. Recordaré los andares del protagonista y su actitud en una película rara del oeste que me convence aunque no sé muy bien explicar por qué. No hay duda de que tiene algo diferente que Samuel Fuller supo darle con su estilo.
Que sí, que Sam Fuller hace unos planos cojonudos en esta película, pero poco más. Más que una película del Oeste es un dramón romántico con unos personajes que no se los cree ni el guionista.
El affaire de los protagonistas es, con diferencia, lo peor por tópico, pastelón y poco convincente. Le da a uno la sensación, por no decir la completa certeza, que más de una escena está hecha para que aparezca Barbara Stanwyck en pantalla haciendo de las suyas
Ñoña y narrativamente confusa, es lo que me viene a la cabeza a la hora de definir este rollazo. Eso sí, Sam Fuller hace unos planos geniales…