Cleopatra
Sinopsis de la película
En el año 48 A.C., Cleopatra da la bienvenida a Julio César. La llegada del mandatario romano mejorará su posición, a la vez que la de César. Cuando éste muere, Cleopatra se sentirá atraída por Marco Antonio. Su romance será una fuente inagotable de problemas.
Detalles de la película
- Titulo Original: Cleopatra
- Año: 1934
- Duración: 95
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Opinión de la crítica
Película
6.6
37 valoraciones en total
Para el gran público el nombre de Cecil B. DeMille está asociado para siempre a las grandes súper producciones de temas históricos o bíblicos, pero también de películas de aventuras con lujosos presupuestos y repartos, desde Rey de reyes a Sansón y Dalila o El mayor espectáculo del mundo. Mitchell Leisen, que había trabajado a menudo con él como decorador o figurinista, confirmaba su legendaria reputación de megalómano al declarar que DeMille no tenía matices, todo en él estaba escrito con grandes letras de neón y con mayúsculas. Tras debutar en el cine mudo con un western, El mestizo, en 1914, Cecil B. DeMille mostró enseguida su gusto por el espectáculo y la reconstrucción histórica, al filmar en 1917 Juana de Arco, pero también por la comedia satírica que prefigura lo que será más tarde la comedia sofisticada en el cine de Hollywood. Luego se convirtió en uno de los principales directores de la Paramount, en donde dirigió en 1934 esta versión de Cleopatra con un lujoso casting: Claudette Colbert de reina egipcia, Warren William de Julio César y Henry Wilcoxon de Marco Antonio, el mismo Wilcoxon que 22 años después haría de generalísimo egipcio en Los diez mandamientos, una de las súper producciones más conocidas de Cecil B. DeMille en la década de los cincuenta.
Claudette Colbert logra dos secuencias de seducción absolutamente modernas y antológicas, repletas de humor y de erotismo, la primera cuando Cleopatra se introduce enrollada en una alfombra en el cuartel general de Julio César, desbaratando el complot que se ha urdido contra ella. La segunda cuando seduce a Marco Antonio, haciéndole beber, al tiempo que tiene un ataque de hipo y mientras un espectáculo musical es animado por odaliscas disfrazadas de panteras. El talento cómico de Claudette Colbert es bien utilizado por DeMille que sabe unir en su justa medida las escenas intimistas con las más espectaculares, utilizando diálogos de indudable modernidad.
En los comienzos del cine sonoro, en el año 1934, Cleopatra es sin duda una película espectacular, una súper producción que prefigura la controvertida carrera de Cecil Blount DeMille. Cuádrigas, danzas orientales, multitudes de soldados, de ciudadanos romanos, esmerados decorados, humor, sexo, erotismo y espectáculo, todo eso es Cecil B. DeMille y todo esto está ya en esta versión de Cleopatra.
Esta película me resulta un tanto atípica, en el sentido de que es otra evocación por parte de Cecil B. DeMille del exotismo y la sensualidad de la Antigüedad, pero sin la coartada cristiano-bíblica de sus obras más célebres (EL SIGNO DE LA CRUZ, SANSÓN Y DALILA, LOS DIEZ MANDAMIENTOS…), eso sí, no pudo evitar la tentación de meter en una escena, en plan cross-over, al rey Herodes pasando por alli.
Ni que decir tiene que la historia (con mayúsculas y con minúsculas) es lo de menos. Todo es una excusa para un desfile de decorados barrocos y grandiosos, vestuarios exóticos y fantasiosos y coreografías fastuosas, con un derroche de fantasía visual inspirado en la iconografía de lo que se conocía en aquella época sobre el mundo antiguo y que en nada desmerece a los de otras obras de DeMille.
Claudette Colbert está aquí soberbia, como siempre, pues llena la pantalla con sólo que aparezca, aunque no me acaba de convencer para este papel (como tampoco me acababa de encajar del todo en su papel de Popea en EL SIGNO DE LA CRUZ). Actriz magnífica y con interpretaciones llenas de matices, me sigue convenciendo mucho más en sus clásicos papeles de chica voluntariosa en sus clásicas comedias de enredo de los años treinta y de abnegada madre de familia en sus no menos clásicos dramas de los años cuarenta. Y es que era demasiado angelical y le faltaba esa pizca de mala uva que necesitaba para estos otros papeles de mujeres de armas tomar del mundo antiguo.
Naturalmente sus partenaires de aquí se convierten, a su lado, en meros secundarios, pues la Colbert lo eclipsa todo y a todos. Muy bien Warren William, perfecto para el calculador y seguro de sí mismo Julio Cesar, y Henry Wilcoxon también convincente como el varonil, chulesco y al final vulnerable Marco Antonio.
Por lo demás, si bien no se hace aburrida en ningún momento, pues DeMille era un excelente aunque poco sutil narrador, la película tiene algunos altibajos de ritmo en su desarrollo. Lo dicho, aquí la Historia (con mayúscula) no es más que un recurso de DeMille para montar su espectáculo, que emplea no con suaves pinceladas, sino con toscos brochazos (a fin de cuentas sus películas no iban dirigidas a un público culto y refinado, sino a la plebe iletrada y hambrienta que sufría los efectos de la Depresión y que buscaba en el cine evadirse de sus problemas de subsistencia), como soporte de una historia (con minúscula) que sólo en algunos de sus rasgos más generales recuerdan a la verdadera historia de César, Marco Antonio y Cleopatra.
Cecil B.DeMille narra en esta obra la historia de Cleopatra y sus diversas conexiones (sentimentales, de poder) con Roma con un sentido del ritmo y de lo visual efervescente. En este filme nada es rutinario, todo rezuma pasión, belleza, exotismo… A DeMille no le interesa demasiado la veracidad de los sucesos históricos sino que los adapta para realizar una obra artística que refleja su sensual concepto de la narración cinematográfica.
Claudette Colbert realiza una interpretación excelente, evolucionado desde la inicial poca experiencia a la amargura. Adicionalmente cabe resaltar en especial las escenas del asesinato de Julio Cesar, la de la seducción de la protagonista a Marco Antonio y la de la frenética guerra entre Egipto y Roma.
Obra atrayente, sintética, exuberante, con buenas interpretaciones, no obstante adolece de cierta falta de profundidad (atribuíble al guión, principalmente en lo que a la descripción de algunos personajes y situaciones se refiere) en determinados instantes que le impiden alcanzar la categoría de obra maestra.
Aún no siéndolo, y a la espera de profundizar más en su metraje, Cleopatra de Cecil B.De Mille resulta sin duda una sublime obra cinematográfica especialmente disfrutable para los amantes del cine artístico y apasionado.
No es un secreto a voces que muchas de las películas de Cecil B. DeMille fueron grandiosas en el sentido más riguroso de la palabra. Cleopatra, sin ningún género de duda lo es.
Pero, además de la grandiosidad que DeMille ofreció a Hollywood y que iría perfeccionando a lo largo de los años hasta llegar a las fastuosidades de los cincuenta, esta película es extremadamente interesante por las actuaciones y por un sólido guion que demuestra que Hollywood, en aquellos momentos, lideraba el relajo de las formas victorianas de sólo unos años atrás.
Colbert realiza una actuación impresionante ofreciendo una clase magistral de registros en poco más de noventa minutos de metraje. En ellos consigue pasar de reina a mujer y de mujer a reina con una asombrosa facilidad, tanta que debería ser obligatorio para muchas divas actuales visionar este trabajo.
Las actuaciones masculinas parecen más atadas al mudo, más faciales sin ningún género de duda. Colbert ejecuta su interpretación con el cuerpo, sin necesidad de excesos ni de añadidos más allá que la expresividad de su figura da a entender sentimientos y pasiones con una modernidad asombrosa.
Si a todo esto añadimos la fastuosidad del guardaropa, la habilidad que siempre ha demostrado este director para mover masas y la espectacularidad de muchas escenas, el cuadro que se presenta es de lo más interesante.
Hay que centrarse por un momento en los vestuarios que dejan moverse los cuerpos con total naturalidad, que suponen una oda al cuerpo femenino y a la belleza de una mujer que fue capaz de conquistar y cambiar los planes de los hombres más poderosos de su época. Hay que fijarse en esos detalles de un mundo vivo y falto de los suficientes prejuicios para poder mostrar ese espectáculo en las pantallas.
Superproducción histórica de Cecil B. DeMille (1881-1959). El guión, de Waldemar Young y Vincent Lawrence, desarrolla un argumento de Bartlett Cormack, basado en hechos históricos libremente dramatizados. El film se rueda en exteriores de CA (El Segundo y Muro) y en los platós de Paramount Studios (Hollywood). Nominado a 5 Oscar, el film gana uno (fotografía). Producido por Cecil B. DeMille para Paramount, se estrena el 5-X-1934 (EEUU).
La acción dramática tiene lugar en Alejandría (Egipto), Roma, Accio (Grecia) y otras localizaciones, entre los años 48 y 30 DC. La reina Cleopatra VII de Egipto (69 AC-30 AC), dispuesta a defender la soberanía e independencia del reino, no duda en emplear su atractivo y su poder de seducción, para manejar a su conveniencia los más altos cargos de Roma, Julio César (William) y Marco Antonio (Wilcoxon). En la batalla naval de Accio (2-IX-31 AC), sus tropas y las de Marco Antonio son derrotadas por Octavio. Cleopatra es manipuladora, caprichosa, atractiva, sensual y poderosamente seductora. Julio César es austero, fuerte, rudo, sincero, aficionado a las innovaciones mecánicas para usos militares (lanzadoras de flechas, de bolas de fuego…), la puntualidad y la diligencia. Siente pasión por el ejercicio del poder y la conquista de nuevos territorios. Goza de un sutil y agudo sentido del humor. Las preferencias de Marco Antonio son la bebida, la vida ociosa, la indolencia, los juegos de seducción y de amor y el lujo.
El film suma drama, historia, romance y guerra. El realizador se apoya en referencias históricas muy conocidas y míticas que usa como marco para el desarrollo de un relato melodramático con toques trágicos. Sobre esta base construye un film espectacular, comercialmente atractivo y capaz de movilizar a un público mayoritario. No le interesan los hechos históricos, que toma en su versión más plana, superficial y comercial, sin añadirles ninguna acotación analítica. Extrae de ellos un relato melodramático destinado a complacer los gustos populares menos exigentes. Con todo, la obra se presenta dotada de una memorable espectacularidad, un ritmo narrativo muy satisfactorio, una atractiva sensualidad y un admirable efectismo.
Al servicio de la espectacularidad emplea a 8.000 extras, unos decorados monumentales, unos pomposos movimientos de grúa y vistosas escenas multitudinarias. Cuida con particular atención la sensualidad de las escenas, que convierte en animados festines de baile, música, vino, lujuria y gula, sin cruzar nunca los límites de su estricta concepción mormónica de lo socialmente admisible. Presenta a Claudette Colbert como la mujer más hermosa, atractiva y seductora. Al servicio de este objetivo pone un vestuario brillante y de gran sensualidad, que somete a constantes cambios de formas, diseños y colores.
(Sigue en el spoiler sin desvelar partes del argumento)