Charlot, bombero
Sinopsis de la película
Charlot es la oveja negra de la brigada de incendios a la que llegan Edna y su padre, este último viene a pedirle al jefe de la brigada que deje que su casa se queme para poder cobrar así el seguro a cambio de concederle la mano de Edna. Poco después se desata un incendio pero al advertir el padre que Edna se había quedado dormida en su cuarto corre a pedir ayuda. Charlie conduce la el carroa toda velocidad y afrontando el peligro sube los dos pisos para salvar a Edna, de la que había quedado enamorado.
Detalles de la película
- Titulo Original: The Fireman aka
- Año: 1916
- Duración: 32
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Opinión de la crítica
Película
6.5
48 valoraciones en total
Aquel humor picaresco y mímico, el gag del absurdo y el equívoco, pretendidamente ingenuo pero en realidad mucho menos de lo que aparenta, era una bandera en el cine mudo chaplinesco de la década de los diez y de los veinte. El genio del music hall callejero despuntaba en los albores del arte más revolucionario de la era contemporánea: el cine. Puede que no sea exagerado afirmar que el cine se consagró definitivamente cuando lo apadrinó este icono inmortal.
Hoy estamos de vuelta de todo, hemos visto demasiado ya, por eso como espectador no es sencillo simular que se dejan aparcadas durante veintitrés minutos tantas décadas de bagaje. Porque eso es lo que hay que hacer cuando uno se dispone a ver en su tele digital de última generación un corto de Chaplin de 1916.
El pantallón de treinta y siete pulgadas diseñado para inundar el salón con lo más novedoso en imagen comienza a transmitir una peliculita en blanco y negro borroso, sucio, con esas manchas y saltos del celuloide viejo original. La tecnología no puede competir con el añejo encanto de una artesanía ya trasnochada, se queda corta y olvidada cuando nos ayuda a fingir que volvemos a unos tiempos que no vivimos, muy anteriores a nosotros mismos, en los que aún no había figurones del estrellato cinematográfico y la gente comenzaba a descubrir una nueva distracción, la de contemplar con sus ojos mundos de ficción en dos dimensiones.
Uno tiene que ponerse en la piel de aquel público ignorante de unos mass media que todavía no habían dominado las ondas, de unas salas de proyecciones que estaban empezando.
Hay que imaginar las caras de aquellas familias que trabajaban a destajo toda la semana y que aguardaban como agua de mayo el prodigio de ver que pasaban cosas en una tela blanca, a la que llegaba un haz de luz que parecía cosa de magia. El bomberillo patoso al que nadie querría llamar si su casa estuviera en llamas, a no ser que se tratara de una bonita chica en peligro, debía de hacer estallar en risas a una sala agradecida y alborozada, abuelos, padres e hijos regocijándose con las desventuras del galante y tramposote vagabundo más adorable que pasara jamás por una pantalla.
Cansada de trabajar, de batallar con una vida que no era regalada, la piña familiar humilde e inocente, virgen de la era de la comunicación que se iniciaba, vería a Charlot como un pequeño dios del humor, como el estandarte de la pícara calamidad, con ese punto de ternura, que tan bien conectaría con los sencillos sueños de una audiencia que bastante tenía con poder contar una semana más.
Nadie mejor que Chaplin para contactar con tan sencillas ilusiones, él que las había mamado en una niñez de abandono y pobreza, él que intuiría que era posible ser feliz sumergiéndose en mundos imaginarios, en otras vidas que nos evadieran de las miserias propias.
Y eso era lo que él quería. Que otros pobres diablos como el que él había sido encontraran unos minutos de felicidad.
A diferencia de la mayoría de cortos de la época en éste las collejas y los golpes se los lleva Charlot por torpe. Por torpe y dormilón. A quién se le ocurre ser el conductor y ponerse a dormir cuando llama el masa. El café debe de estar cojonudo saliendo del camión de bomberos. Café con leche ya que hay dos compartimentos. Y al final nuestro héroe sin doble salva a la robusta Edna Purviance al más estilo Lloyd pero con unos años de adelanto. Y claro está Eric Campbell a dos velas.
Tiene momentos geniales, como todo lo relativo al uso del camión como cafetera. Utiliza un humor exagerado basado en la torpeza. Las interpretaciones son deliberadamente histriónicas y el amigo Charlot acaba como un héroe feliz y enamorado de Purviance, pese a empezar siendo tratado como un trapo. Para mí, de los mejores trabajos de Chaplin para la Mutual.