Nueva York bajo el terror de los zombies
Sinopsis de la película
A Nueva York llega un barco sin rumbo, cuando llega la policía descubren que en el interior del barco se alberga un zombie. A partir de ese momento la hija del dueño del barco, con la ayuda de un periodista, buscará a su padre que se encuentra en una isla plagada de zombies sedientos de carne…
Detalles de la película
- Titulo Original: Zombi 2 aka
- Año: 1979
- Duración: 91
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Opinión de la crítica
Película
5.4
97 valoraciones en total
Los filmes de Lucio Fulci suelen ser tremendamente irregulares aunque tiene singularidades dentro del género que los hace interesantes e incluso referenciales.
Nueva York bajo el terror de los zombies es puro cine exploitation con antecedentes romerianos pero no por ello es una copia. Todo al contrario. Ese ojo astillado es carne de fanzine, como es inédito combate de depredadores (del cine de terror en esa década) en el mar: Zombi vs. Tiburón, y finalmente la banda sonora de Fabio Frizzi.
¿Acaso el cine reciente de terror no nos ha llevado a los zombies a una isla? Miren el final del Amanecer de los muertos de Zack Snyder o Survival of the Dead del propio creador del género. Fulci, pese a sus innumerables defectos, ha conseguido cierto aire de director de culto cuyos filmes y sus interminables deficiencias sólo consiguen reforzar dicho concepto: ese final con los coches circulando y los zombis por el puente. ¿¡No había presupuesto para cortar la calle!?
Si digo que Zombi 2 (o Zombi Flesh Eaters, como la vi yo) es una de las películas más comerciales de Lucio Fulci muchos inmediatemente pensarán que también es una de las peores. Craso error. Esta secuela apócrifa del Dawn of the Dead de Romero es también una de las obras clave del italiano: porque lo inicia en el fantástico/gore propiamente dicho y porque supone el primer contacto con los zombis con que muchos relacionan su nombre. Es cine de explotación puro y duro, una italianada de la época a la que el autor de Aenigma supo imprimir un sello personal e incluso transgresor que la diferenció del grueso de impersonales exploits zombies que se hicieron en aquellos años.
El debate todavía sigue vigente: ¿Fulci era un visionario o un inepto con mucha potra? ¿Sus raros y radicales hallazgos estéticos son producto de un profundo conocimiento del medio o de la ignorancia más absoluta? No lo sé, el caso es que su feísmo expresivo tiene algo de revulsivo (y de repulsivo, por supuesto) que, sea consecuencia del azar o de una opción estética voluntaria y buscada, resulta tan personal como acertado. Esto se ve mejor en otras de sus obras mayores (El más allá, etc.), pero en Zombi 2 también está presente: hablo del inquietante vértigo terrorífico que nos inyecta el prólogo en plena vena, de la delirante pelea con el tiburón, de la putrefacción captada con extremo y alucinado detalle, etc.
Fulci pone a prueba nuestra mirada y se pone a prueba a sí mismo como creador de imágenes imposibles, probablemente de forma inconsciente e involuntaria. En su chapucero acabado formal rubrica unos muertos vivientes (blanquecinos, putrefactos… lo más muertos de todos los muertos vivientes) que convierte en marca de la casa, mientras el guión avanza con torpeza entre carnes y arquetipos (McCulloch repetiría en Holocausto Zombi: se ve que le van los platos fuertes). El resultado no es una obra maestra ni mucho menos, pero sí contiene los suficientes elementos de interés como para satisfacer al aficionado más exigente de este tipo de productos y actuar de pórtico o gruta de entrada a la filmografía de uno de los cineastas más polémicos y reivindicables que ha dado el cine italiano en toda su historia.
Lo mejor: unos mordiscos en la yugular para enmarcarlos y la mítica astilla en el ojo.
Lo peor: la falta de fluidez de la historia, algo que afecta a toda la obra de Fulci.
Una de las más divertidas películas de zombies que uno se pueda echar a la cara es esta secuela morosa del clásico gore de Romero, que resulta ser una de las más entretenidas y dinámicas de Fulci y del subgénero de los muertos vivientes en general. Aquí éstos se nos revelan como unos putrefactos asesinos, de aspecto costroso y agusanado, andares lentunos y gemidos proclives al mal rollo, que se las traen en su afición a las muertes truculentas y su indiscriminado apetito voraz por la carne humana.
Un bote aparentemente vacío llega a la costa de Nueva York. Lógicamente las apariencias engañan y su bodega esconde un ser sobrenatural de tendencias antropofágicas con especial gusto por los cuellos ajenos, que tras atacar a un policía, acaba desapareciendo en la profundidad de las aguas. La hija del propietario del barco, junto a un periodista interesado en el caso, se propone ir a la isla donde fue visto su padre por última vez para esclarecer el caso. Lo que sigue es un festival gore con el sello particular del director: órbitas oculares defenestradas, festines de vísceras al aire, proliferación de gusanitos en la cara, actores unidimensionales que sólo saben gritar o quedarse paralizados de terror y un guión de juzgado de guardia.
No dejarse engañar por el título inglés y su póster, que de la gran manzana vemos tan sólo unos minutillos y de refilón, el grueso de la acción acontece en una isla caribeña repleta de monstruos indígenas, selva playera y golpeteos de tambores vudú, que le dan un toque exótico muy resultón. Esto, unido a que casi todo el metraje hasta la parte final, acontece en pleno día, le da al film una estética y sensaciones inusuales al género, alejándose de ambientaciones góticas o tenebristas.
Escenas para la posteridad hay unas cuantas, aparte de la habitual e imitadísima grimosa secuencia del ojo y la astilla, yo me quedo con el delirante combate acuático -zombie con algas vs. tiburón blanco- y el asedio final en la cabaña, que don Lucio filmando clímax terroríficos era único en su especie. Recomendada para mentes enfermas con gusto por la acción casposa e insalubre.
Nos encontramos ante una de las mejores pelis de zombies de la historia. Un verdadero clásico del género y, en mi opinión, la mejor película de Lucio Fulci.
Su argumento es todo lo sólido que cabe esperar de un género en el que los muertos resucitan y se comen a la gente…. pero eso es lo que tienen las pelis de zombies ¿no?, y a todos nos siguen encantando…
Aunque son muchos los que critican la labor de dirección de Fulci en esta película, yo rompo una lanza a su favor y recomiendo encarecidamente ver la película en formato panorámico (widescreen). Sus encuadres son más que correctos, algunos tienen incluso cierta belleza pictórica, pese a quien le pese… otra cosa son las actuaciones, su ritmo (a veces un tanto lento al principio) o el propio guión en sí… ahí ya no entro…
Con todo, sus virtudes superan con creces sus defectos: tenemos zombies impresionantes, una atmósfera muy conseguida, buenos encuadres, erotismo al más puro estilo giallo , una banda sonora de Fabio Frizzi antológica, espectaculares efectos de maquillaje y gore, mucho gore… ¿qué más se le puede pedir a una peli de zombies?
Es un título de culto. Imprescindible para fans del género.
A Fulci, la verdad sea dicha, le conozco poco. Muy poco. De hecho, mi única referencia del italiano, hasta la fecha, era The beyond. Probablemente, su obra más redonda. Y aunque no voy a discutirle a nadie la incuestionable evidencia que The beyond atesora, efectivamente, muchas más virtudes (atmósfera, suspense, carga metafísica…) que Nueva York bajo el terror de los zombies, tampoco negaré que esta última me ha gustado tanto o más que su obra maestra. Quizás porque, sencillamente, la peli de zombies devoradores de carne humana respondió con creces a todas las expectativas (muy indulgentes, por cierto) que había depositado en ella.
Respondió a mis expectativas porque, obviamente, cuando se trata de cine cutre y casposillo, suelen ser escasas. Sobre todo cuando lo único que uno desea es algo de entretenimiento, acción y generosas dosis de sangre e higadillos. Aún así, mi sorpresa fue mayúscula cuando constaté que la peli de Fulci no se limitaba a dispensarme todo eso de forma torpe y chapucera, sino que lo hacía con un sentido artesanal absolutamente encomiable. Currándose la música, el maquillaje, los efectos especiales y consiguiendo, por si fuera poco, pasar a la historia del séptimo arte con alguna secuencia antológica como la de la astilla atravesando el globo ocular de Olga Karlatos. Impresionante.
Un merecidísimo 6, pues, para una de las mejores pelis de zombies que he visto en mi vida. Un truculento plato no apto para estómagos cinéfilos delicados que reivindica, en cualquier caso, el savoir faire de todos aquellos cineastas que -como Fulci- consiguieron, con mucho oficio, ofrecer un producto digno a un público demasiadas veces castigado por su propio frikismo.