Caza a la espía (Fair Game)
Sinopsis de la película
Como agente secreta de la CIA, Valerie Plame (Naomi Watts) dirige una investigación sobre la existencia de armas de destrucción masiva en Irak. Su marido es el diplomático Joe Wilson (Sean Penn). La investigación de Plame no confirma la venta de uranio enriquecido por parte de la República de Niger. Pero, cuando la administración de la Casa Blanca ignora sus conclusiones y utiliza el asunto para respaldar la entrada de Estados Unidos en la guerra de Irak, Joe escribe un artículo en el New York Times haciendo públicos los resultados de la investigación, lo cual desencadena una encendida polémica. Poco después, un periodista de Washington desvela la identidad de Valerie. En estas circunstancias, la protagonista tendrá que afrontar una dura batalla para sacar a la luz la verdad, salvar su impecable reputación, su carrera y su vida privada.
Narra la historia real de Valerie Plame, una agente de la CIA cuya identidad fue desvelada por miembros de la Casa Blanca para desacreditar a su marido, que en el año 2003 había escrito un polémico artículo en el New York Times. En dicho artículo, el marido de Plame acusaba a la administración Bush de haber manipulado a la Agencia Central de Inteligencia con respecto a la existencia de armas de destrucción masiva por parte del régimen de Sadam Hussein, para poder así justificar la invasión de Irak.
Detalles de la película
- Titulo Original: Fair Game aka
- Año: 2010
- Duración: 106
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Opinión de la crítica
6.1
21 valoraciones en total
Es sabido que, desde hace ya mucho tiempo, en Hollywood hay una crisis de ideas galopante. Debe de haber un montón de guionistas petrificados como estatuas frente a la pantalla en blanco del ordenador, con los dedos crispados sobre el teclado y sin escribir una sola palabra.
También debe de haber en los estudios mandamases desesperados o pasando de todo, porque haber dado de paso el caso de Valerie Plame y Joe Wilson para hacer una película es un tanto temerario a la hora de vendérsela al público.
Estoy seguro de que sabían que iban a parir otra de ésas pelis de espías, perteneciente al subgénero de hablo interminablemente en habitaciones cerradas o en un banco del parque bajo la lluvia (sí, tipo Todos los Hombres del Presidente y unas cuantas más).
Menos mal que, tanto Naomi Watts como Sean Penn, son lo suficientemente expertos para cargar sobre sus espaldas semejante tocho y llevarlo hasta el final de la manera más digna posible, evitando por los pelos que al espectador se le caigan los párpados como una persiana con la cinta rota.
Es cierto que en esta historia existe la posibilidad de mostrar la cara humana del espía, de explotar el drama personal, íntimo que se abate sobre la pareja cuando, por un error ético de Wilson, toda la estructura material que sustenta su vida se desmorona a su alrededor.
Pero ni los guionistas ni Liman saben (o quieren) darle el suficiente aire dramático que tal aspecto se merecía. Da la impresión de que tienen mucha prisa por terminar y hacen un trabajo lineal y rutinario, sin profundizar en los matices que podrían haber atrapado el verdadero interés que esta historia encierra.
En resumen: se deja ver si has dormido bien.
…Esto le grita Sean Penn a Naomi Watts en un momento de la película y podría resumir a grandes rasgos la sinopsis de la película. Una historia centrada en un matrimonio que trata de contar su verdad ante una sarta de mentiras de la casa más importante del mundo, demostrando que el pequeño, con dignidad, puede abrirse camino entre las sombras del más grande.
Doug Liman nos muestra y nos demuestra en Fair Game (me niego a nombrar su horrible título en español) que Estados Unidos sabía que no existían armas de destrucción masiva y que al atacar Iraq, el país asociaría a Husein con la caída de las torres gemelas, por lo que la invasión sería apoyada públicamente. Pero no contaban con que una mujer y su marido tenían pruebas suficientes para hacer caer a toda la cúpula de la Casa Blanca, empezando por su presidente, y eso no lo podían permitir.
Este tipo de películas de enredos políticos suelen carecer de interés fuera de lo que es el ámbito del país/situación en la que se mueve (un ejemplo claro es Frost/Nixon de Ron Howard), sin embargo, en Fair Game los hermanos Butterworth han sido capaces de mantener la tensión de la historia dentro del guión y Liman no lo desaprovecha creando además una sensación de documental con la cámara al hombro en movimiento constante en la multitud de entrevistas/conversaciones que se dan en la película y creando a la vez un clima de cercanía paulatina en una fotografía fría y distante principalmente en su primera parte, más inclinada hacia el thriller. Peor resulta el trabajo de montaje que en ocasiones resulta demasiado saltante entre planos y con cortes excesivamente bruscos especialmente en las imágenes de archivo en las que aparece un Bush muy convencido de que Iraq tiene un programa químico aún sabiendo que no es así. También falla una casi inexistente y excesivamente efectista banda sonora de John Powell salvo en, curiosamente, el punto flaco del guión donde se antoja algo folletinesco.
Los que no fallan son Watts y Penn, fantásticos en sus roles. Ella en el difícil papel de una mujer obligada a ejercer de madre, esposa y espía que bien le podría valer una nominación y que ve como su fantástico trabajo se ve destruido por el antojo de venganza de un presidente y Penn en un personaje que le viene como anillo al dedo, carismático y algo bocazas pero muy, muy antibelicista, con un discurso final, algo patriótico, pero que quita el hipo. Desde luego, verlos trabajar juntos, es un autentico lujo.
Un 8.
No me gusta criticar las películas en función de su mensaje, pero si a Caza a la Espía se lo quitamos, se queda tan escuálida, con tan poco que ofrecer aparte de eso, que no encuentro la forma de hacer una crítica que no sea centrándome en el mensaje. Por si acaso, valga decir que es una peli del montón, una historia del montón que podría haber sido buena si hubiera tenido otro desarrollo, que se deja personajes en el tintero y que no acaba de atar los cabos que suelta.
En cuanto al mensaje, muy bonito, pero está más que trillado. Con el referente claro de la Guerra de Vietnam, el cine vuelve a ser el redil preferido del establishment americano para que todos esos espíritus combativos puedan manifestarse libremente y denunciar libremente lo que les plazca. Abundan los ejemplos, como la reciente Green Zone, que habla prácticamente de lo mismo, pero es mucho más entretenida. Caza a la Espía, inspirada en el caso real de una ex agente a la que le hicieron la cama, denuncia que unos cuantos políticos mintieron para empezar una guerra para su propio beneficio y que hubo muchos que fueron cómplices con su silencio. No lo desarrolla de manera brillante, pero a grandes rasgos, ahí está el mensaje, convenientemente subrayado por Sean Penn (que me parece un tipo admirable y a quien no me refiero especialmente en el último párrafo) en su discurso final. Y es digno de elogio, no digo que no. Pero a mí lo de las pelis de este estilo ya me huele a chamusquina.
Y me explico.
Se acaba la peli, nos vamos al bar, discutimos un poco, nos sentimos bien, nos vamos a dormir y punto. Y al día siguiente, a otra cosa, mariposa. Se acabó el espíritu combativo y todos esos tipos que mintieron siguen en su casa durmiendo a pierna suelta porque saben que mientras que todas las ovejas estén en el redil, pueden balar lo que les de la gana. Ya pasará el tema y se cambiará por fotos, buenas críticas, elogios, algún que otro premio, todos salen en la foto y qué comprometidos que somos todos. Porque la denuncia social americana –y mundial- respecto a este tema está fatalmente abonada al ámbito del ocio, y ahí se mantendrá tan valiente y profunda como inofensiva.
(sigo en el spoiler por falta de espacio)
En un momento de una entrevista, Maruja Torres esbozó una leve sonrisa y con posado nostálgico pronunció un nombre: Richard Nixon… Después de una pausa dramática, añadió ¡Aquellos eran buenos tiempos! Obviamente su contertulio no supo cómo reaccionar, de modo que ella le echó un cable. Claro, piense en ello… en aquella época, cuando alguien cometía un error, dimitía. ¡Esto ahora es inconcebible! Más razón no podía tener. Quizás hemos dejado en un rincón demasiado oscuro de nuestra memoria el legado político americano de principios de la década de los setenta. Bien es cierto que no andó precisamente escaso en lo que a escándalos se refiere, pero si puede rescatarse algo positivo del bochornoso caso Watergate es que se hizo justicia, los que engañaron al pueblo pagaron por ello -al menos algunos-. Crimen y castigo. De alguna manera, hubo juego limpio, tal y como reza el título original de la nueva película de Doug Liman.
Muy oscura es también la imagen que tienen muchos del director neoyorquino, lo cual supone una gran injusticia. ¿Merece ser tratado con desprecio, incluso con indiferencia -que es peor- alguien con un currículum en el que escarbando un poco se encuentran cintas tan influyentes? Su primera etapa como realizador ya cae un poco lejos, pero no hay que olvidar que en ella encontramos aquel diamante en bruto titulado Swingers, fundamental para entender el devenir de la comedia indie americana contemporánea. Más reciente es El caso Bourne, que no necesitó demasiado tiempo para convertirse en el mayor referente del cine de acción de los últimos años, así como el espejo en el que debería mirarse todo producto del género que se preciara (ni el Sr. Bond se libró de esta tendencia). Fue Doug Liman, y no Paul Greengrass quien inició las aventuras del famoso espía amnésico, no hay que olvidarlo.
En lo que sí se adelantó el cineasta irlandés fue en el viaje a Irak. Green Zone: Distrito protegido, muy deudora de la saga Bourne, era un filme de acción casi impecable, pero que tenía un gran punto débil: llegaba casi diez años tarde (ver ahora al pobre Matt Damon correr incansablemente por Bagdad para acabar descubriendo con cara de bobalicón que las armas de destrucción masiva que buscaba no eran más que una patraña, tenía un inesperado efecto cómico). Algo similar podría haberle sucedido a Caza a la espía, al tratar ésta sobre una historia que a estas alturas ya la tenemos bastante vista. Un obstáculo que Liman esquiva con acierto centrándose más en el cómo que no en el qué. En esta época en la que vivimos siempre rodeados de información, deberíamos ser marcianos para no saber que la nación más poderosa del mundo derrocó por la vía militar al régimen político/dictatorial iraquí… lo que pudo habérsenos escapado es cómo lo lograron, cómo allanaron el terreno para la invasión, cómo pudieron plantarse a la otra punta del mundo sin caérseles la cara de vergüenza.
Es un verdadero placer asistir a la interpretación conjunta de Naomi Watts y Sean Penn. Ambos aportan vitalidad y profundidad al guión adaptado por los hermanos Butterworth y hacen que los personajes sean algo más que frías piezas de este absorbente thriller político y dramático basado en hechos reales. Los hechos que llevaron a un país entero -y a algún que otro país más de rebote- a secundar una mentira cuya consecuencia fueron miles de muertos y la destrucción de Irak.
Las declaraciones de Valerie Plame ante el Congreso de EE.UU., la biografía que posteriormente escribió, y las revelaciones de su esposo Joe Wilson no hicieron sino confirmar lo que ya era un secreto a voces en muchas partes del mundo desde bastante antes: se manipuló, tergiversó e inventó información desde las altas esferas del poder para justificar una guerra. Sin embargo, el pueblo estadounidense vivía mayoritariamente ajeno, probablemente aún muchos quieren ignorarlo allí y fuera de allí. Y la película nos narra desde el punto de vista de los dos protagonistas cómo vivieron todo aquello desde dentro gracias a sus profesiones respectivas con contactos de primera mano, y cómo la osadía de denunciar la verdad que conocían hizo que los perros de presa del poder se lanzaran a degüello sobre ellos, afectando seriamente a sus vidas e incluso a su estabilidad familiar y sentimientos más descarnados.
Si bien este trabajo tiene su punto débil en la realización y fotografía de Doug Liman, que abusa del movimiento inestable de la cámara en mano, no acierta con los contrastes de iluminación que a veces se hacen incluso molestos, y no termina de cuadrar el montaje entre algunas secuencias cuyo ritmo se antoja en ocasiones algo frenético y discontinuo, es el trasfondo del guión, la viveza narrativa, y sobre todo la aportación que indicaba de los protagonistas, lo que hace que pueda en parte solventarse lo anterior, meter al espectador en la trama con interés, y dotar a los personajes de desarrollo que hace aflorar lo que sienten en cada momento: desde la frustración a la rabia contenida pasando por la fuerza para no rendirse.
Intensos algunos instantes expresados en el rostro de una magnífica Naomi cuando por ejemplo muestra casi sin palabras cómo lamenta que lo que le hacen va a perjudicar a terceros que dejará en la estacada, o escenas como la de Sean en la universidad dando la clase magistral para que la gente entienda cómo manipulan los políticos. Los mismos políticos que además salieron indemnes, siguen hoy manteniéndose a salvo tras su mentira, y a los que allí y fuera de allí aún demasiados vergonzosamente aclaman e incluso votan.
¿Recuerdan las 16 palabras con las que Bush comenzó esta guerra?
The British government has learned that Saddam Hussein recently sought significant quantities of uranium from Africa.