Carancho
Sinopsis de la película
Después de haber perdido su licencia, el abogado Sosa (Ricardo Darín) ingresa en una sociedad ilegal que se encarga de provocar accidentes automovilísticos para estafar a las aseguradoras. El destino hace que un día Sosa conozca a Luján (Martina Gusmán), una médica de un hospital de Buenos Aires.
Detalles de la película
- Titulo Original: Carancho
- Año: 2010
- Duración: 107
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Opinión de la crítica
Película
6.5
59 valoraciones en total
Carancho es un policial oscuro con una historia de amor en el medio.
Debe su nombre a un ave rapaz que anda merodeando, atento para cazar a su víctima.
Eso es lo que hace el personaje de Ricardo Darín (Sosa), un abogado oportunista devenido a menos, sin matrícula que merodea los hospitales en búsqueda de clientes para ayudarlos. Pues trabaja para un supuesto estudio jurídico que ayuda a víctimas de accidentes de tránsito, cuando en realidad esconde turbios negocios. En uno de esos accidentes aparece Luján (Martina Gusmán), una doctora que trabaja en guardias de hospitales y emergencias ambulatorias. Entre ellos nace una historia de amor que se verá metida en un negociado sucio.
Trapero dirige con buena mano, con varios planos secuencias muy bien logrados. Pero el film se me hace algo denso con una trama oscura y dura. Sus protagonistas son los ideales, Ricardo Darín en un Sosa con una muy buena actuación y Martina Gusmán de labor muy convincente, demostrando lo muy buena actriz que es la esposa de Trapero. Otro acierto del film es la gran calidad de la fotografía, destacando que en su mayoría, la historia trascurre de noche.
Lo que me pareció tonto es el final. No me imaginé que Trapero pudiera dar ese fin a la película.
La película se inicia con inquietantes cifras sobre los miles de muertos y heridos por accidentes de tránsito en la Argentina (un promedio de veintidós víctimas fatales por día). Alrededor de estas estadísticas se maneja el dinero de indemnizaciones, gastos médicos y legales que genera un mercado donde se mueven muchas aves de rapiña con diferentes ganancias de acuerdo con su poder. En la base de esta siniestra pirámide se mueve el personaje de Sosa (Darín), un abogado de pasado oscuro que ha perdido su matrícula y trabaja por necesidad, para un estudio jurídico dedicado a captar víctimas de accidentes de tránsito. Manipula testigos y pericias, arregla con la policía, los jueces y las aseguradoras.
En ese deambular entre guardias de hospitales, servicios de emergencias y comisarías en busca de posibles clientes, Sosa conoce a Luján (Martina Gusmán), una joven médica recién llegada a la ciudad con un ritmo de trabajo que apenas le permite dormir. A pesar de un pasado que se intuye desencantado, el escéptico protagonista masculino ha conservado algo de ternura en su corazón, que se despierta ante la encantadora fragilidad de Martina.
El punto fuerte de Trapero es su maestría narrativa. Es muy buen director con su punto fuerte en la acción y puesta en escena, ayudado por un sólido trabajo de cámara y de fotografía de Julián Apezteguía (Crónica de una fuga).
La película tiene secuencias filmadas con gran oficio: la escena de los dos pacientes peleándose de camilla a camilla (recuerda la riña entre las presas de Leonera) de un realismo abrumador, casi sin cortes. O la secuencia final, que es para una antología del policial negro argentino.
Carancho es una película con pulso, con rabia, de esas que te mantienen pegado a la pantalla casi sin pestañear, tan urbana y con tanto nervio como cualquiera de algún gran director del momento. Darín, como siempre, magistral, esta vez acompañado de una chica que, además de ser la mujer del director, tampoco desentona en su papel de médico del servicio de emergencias.
Hay una historia interesante, la de un abogado parásito que busca clientes en los hospitales. Hay una trama que se va enredando, con una organización mafiosa que va ganando terreno en la peli a base de golpes y de víctimas de accidentes de tráfico. Hay una historia de amor, quizás poco creíble, pero amor al fin y al cabo.
¿Qué pasa entonces? Si esta cinta argentina tiene todo esto, ¿por qué no llega a convencer del todo? Pues no lo sé, la verdad. Lo cierto es que me terminé aburriendo y que el final me pareció de lo más increíble, con trucos que sólo hacen quitarle mérito a una historia que había empezado bien. Quizás se enreda demasiado con la sangre, que no para de regarlo todo en la peli. Quizás cada vez entiendo menos lo que hablan los actores argentinos y voy a tener que verlas con subtítulos. No sabría decir por qué, pero lo que parecía una gran película con mensaje incluido al principio se me quedó en una cinta interesante o curiosa al final. Nada más. Y le tenía puesto el 7, pero el final tramposo le bajó un punto.
No es una película que maneje grandes conceptos, ésa no es su intención, su objetivo es contar una historia con un estilo sencillo, funcional y fluído que cede el protagonismo a quien debe tenerlo: el actor. El uso de la cámara es digno de los mejores directores: todas escenas se resuelven con planos fijos y planos-escena cortos que recuerdan a Kieslowski o a Lucrecia Martel. Es un estilo propio de directores inteligentes que anteponen la historia a los artificios técnicos y que son generosos con las interpretaciones de los actores (como Stanley Donen, de quien Audrey Hepburn decía que era un director muy generoso).
Las interpretaciones merecen el mejor comentario que se puede decir sobre los actores: en la película se ve a los personajes, no a los actores interpretando personajes. Darín es de sobre conocido y aquí está sobresaliente, igual que Martina Gusman a la que no conocía y que es todo un descubrimiento, ambos consiguen establecer pura química entre sus personajes.
Esta película, además de su estilo maestro, deja en la memoria unos momentos inolvidables: ver spoiler.
Los accidentes de tráfico se sitúan entre las principales causas mundiales de muertes masivas, imagino que no muy por detrás de las guerras, la pobreza extrema, las hambrunas, el terrorismo, las enfermedades y las catástrofes naturales.
La carretera es escenario de innumerables tragedias anuales. Y, como no podía ser menos, hay quien saca provecho hasta de las circunstancias más negras. Todo lo que conlleva caos y horror es una fuente muy lucrativa para los que carecen de escrúpulos y ostentan una sangre fría aterradora, mirando tan sólo por los beneficios. Se aprovechan de la desgracia humana para revolotear como cuervos alrededor de la carroña, calculando dónde pueden arrancar el pedazo.
En Argentina, con una elevadísima tasa de mortalidad en las carreteras, florecen los negocios turbios alrededor de esas estadísticas de dolor. Las aseguradoras desembolsan millones en indemnizaciones. No es difícil imaginar cómo se las ingenian los pícaros para agarrar sus buenos puñados donde se mueve tanto dinero.
Sosa es un abogado al que retiraron la licencia. Hay tanta corrupción flotando en el ambiente, que la honradez no es una virtud que pueda prosperar. Sosa no es mala gente, pero el problema es que eligió la abogacía donde ésta no puede ser más que un paripé, una parodia, porque los letrados íntegros no tienen futuro. Sosa no lo tenía, así que cayó en la intrincada red de las mafias para poder tener qué llevarse a la boca. Pero su naturaleza no está del todo perdida, pues en las estafas que cometen sus jefes y en las que él es un peón de la cadena, trata de ayudar. Intenta que los pobres desesperados reciban un dinero que necesitan muchísimo más que los jefes podridos de pasta. Su insubordinación le depara alguna que otra paliza de advertencia, y él escupe la sangre y se levanta maltrecho, un poco más apaleado cada vez, su cuerpo masacrado por las miserias que denuncian una crisis alarmante en una sociedad corrompida. Su voluntad rebelde, sin embargo, no cede.
En uno de los trapicheos, conoce a una médica, Luján, que atiende a los heridos, y el flechazo que siente es instantáneo. Desde entonces, Sosa luchará por vivir y no sólo por vegetar. Buscará entre las cenizas algo que transforme su vida nublada en un ventanal bañado por guiños de sol. Y Luján, esforzada doctora que trabaja a destajo y con poco tiempo libre, verá cómo su gris soledad va a dar paso al precipicio de un amor peligroso…
El drama social argentino lanzó otro producto cinematográfico decente, sobre la realidad espeluznante de los siniestros de circulación y el descarnado entramado tejido a su alrededor, desde el desgarro de la pérdida al oportunismo, desde el trauma a la picaresca, pasando por esa labor anónima y sacrificada de los profesionales de la sanidad.
Y desde el letargo al despertar.