Cara de ángel
Sinopsis de la película
Frank Jessup es un enfermero de urgencias que acude a una mansión para atender a la señora Tremayne que, según parece, ha intentado suicidarse. Sin embargo él sospecha que en realidad alguien ha intentado asesinarla. Allí conoce también a Diane, la hijastra de la señora Tremayne, una joven delicada, sensual y un tanto inestable, ante la que cae rendido inmediatamente.
Detalles de la película
- Titulo Original: Angel Face
- Año: 1952
- Duración: 91
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Opinión de la crítica
Película
7.7
28 valoraciones en total
No es oro todo lo que reluce y el espectador busca y descubre, en cada primer plano de Jean Simmons, algo oculto, alguna perversidad que otra, porque lo de Cara de Angel está bastante claro que es una ironía y hasta Robert Mitchum se ha dado cuenta que algo no encaja y que la maquinaria mental de la niña rica no anda demasiado bien engrasada.
Claro que, uno se pregunta, ¿cómo se deja engatusar de esta forma? ¿Porqué no hizo las maletas cuando debía? ¡Vaya usted a saber! Exigencias del guión, tal vez. O quizás esa mezcla de ingenuidad, belleza y sensualidad le hizo perder el oremus. El caso es que el único culpable de ese deslizarse por la pendiente es él mismo. No hay excusas que valgan.
En el orden puramente cinematográfico, cabe decir que aunque la película tiene elementos destacables como por ejemplo la música de Tiomkin ó la labor en la dirección de Preminger no es, a mi parecer, la mejor obra de éste. Laura tiene un algo de lo que carece Cara de Ángel. Incluso Al borde del peligro ó Anatomía de un asesinato la superan. Y aunque nos deja escenas notables como por ejemplo el desarrollo del juicio ó la confesión en el despacho del abogado, tiene un algo previsible que la vacía un tanto de suspense y por ende de contenido.
Es de Preminger. Eso se nota. Pero aunque nos deja un buen sabor de boca, le falta algo de bouquet. Aunque como dice el refrán: Sobre gustos no hay disputas.
Último gran film policíaco realizado por Otto Preminger. Escrito por Oscar Millard, Frank S. Nugent y Ben Hecht (no acreditado), desarrolla un argumento original de Chester Erskine. Se rueda en exteriores de Beverly Hills y alrededores y en los platós de RKO Studios. Producido por Howard Hughes y Otto Preminger par la RKO, se estrena el 11-XII-1952 (EEUU).
La acción dramática tiene lugar en Beverly Hills (CA) y alrededores en 1951-52. Frank Jessup (Mitchum), auxiliar de clínica y chófer de ambulancia, es contratado por Charles Tremayne (Marshall) como chófer doméstico. Seducido por la dulzura y la apariencia angelical de su hija Diana (Simmons), Frank queda atrapado en sus redes maléficas. Él es un hombre corriente, bonachón, con novia formal y aspiraciones modestas (montar un taller mecánico de coches). Ella, de 20 años, es caprichosa, solitaria, no tiene amigos, está enamorada de su padre, siente celos obsesivos de su madrastra y bajo una mirada celestial oculta una personalidad manipuladora, fría, malévola y psicótica.
El film suma cine negro, drama, crimen y romance. Como cine negro es un producto tardío que se inspira parcialmente en trabajos anteriores, como Regreso al pasado, El cartero siempre llama dos veces, ¿Ángel o demonio? y otros. El guión parte de un original que Preminger puede rehacer y que se va completando a medida que avanza el rodaje. Ben Hecht tuvo una participación relevante en la concepción y definición de las líneas básicas de la historia, cuya redacción concreta asumen Millard y Nugent. Pese a ser una obra de encargo (de Howard Hughes), Preminger la trabaja con dedicación y convicción, estimulado por la libertad que recibe para recomponer el guión a su gusto.
La narración es depurada, analítica y sobria, evita las referencias psicológicas tan en boga en aquellos momentos. De acuerdo con los gustos del realizador, las imágenes hablan por si mismas, directamente, significando lo que muestran. Este modo de proceder le permite hacer uso de las sutilezas que conforman su estilo personal. Cuando muestra a Diana tocando el piano con la vista perdida en la nada, nos habla sin palabras de su desequilibrio y su locura. Cuando lanza una cajetilla vacía de cigarrillos al vacío, nos sugiere la gravedad de sus pensamientos. Cuando mira desde la ventana lo que sucede en la explanada de llegada, sabemos que ha tomado una decisión trágica. El decorado y el vestuario son igualmente manejados por Preminger para comunicar, por medio de detalles, combinaciones, contrastes y sombras, información que profundiza en el drama o anticipa su desarrollo. La igualdad cromática con la que muestra las figuras de Diana y Frank y la superposición parcial de sus imágenes, anticipan la identificación del destino de ambos. Se sirve del vestuario, entre otros elementos, para subrayar las diferencias que separan a Diana y Mary (Freeman). La película muestra a un Preminger pletórico de facultades e ilusiones.
Robert Mitchum interpreta a Frank Jessup, un enfermero y conductor de ambulancia que acude a una mansión para atender a la señora Tremayne, una millonaria casado con un viudo escritor que tiene una hija envidiosa y mala con avaricia.
Jean Simmons interpretó a la mala pécora de Diane Tremayne como mujer fatal. A las primeras de cambio ya nos muestran el lado manipulador y tramposo de Diane y desde el principio engatusa al cínico pero bueno de Robert Mitchum.
Diane Tremayne es mala de principio a fin, a diferencia de otras mujeres de su estilo en este mismo género, no hay nada de bondadoso en ella. Jean Simmons está espectacular, lo mismo se puede decir de Mitchum.
Lo malo de Cara de ángel es que recuerda inevitablemente a Retorno al pasado , y si tuviera que decantarme por alguna de las dos, escogería la dirigida por Jacques Tourneur, ya que tiene muchos más matices que la de Preminger. Aún así, sigue siendo una gran obra del cine negro.
Interesante lo de otorgar tanto protagonismo a la mujer fatal, incluso lo de humanizarla , pero finalmente no me ha llegado tan hondo como otras películas negras en las que quedan esos cabos sueltos oscuros que es mejor no atar. De estas últimas también prefiero la fotografía, los ambientes asfixiantes, los diálogos profundamente sarcásticos y, por qué no decirlo, la hipnótica narración en off.
Hay un tramo que pertenece más al género judicial pero que es muy interesante. Tampoco es la primera película negra en la que se mezclan ambos géneros, pues se complementan muy bien.
Simmons: Pero yo le digo la verdad.
Abogado: La verdad es lo que decida el jurado.
1) Preminger ha pasado a la Historia del Cine como maestro de la ambigüedad. La etiqueta da lugar a equívoco porque parece referirse peyorativamente a un estilo vaporoso, inconcreto, que dice las cosas a medias, cuando en realidad Preminger utiliza un lenguaje diáfano, lleno de precisión y detalles reveladores, para describir lo ambivalente de la naturaleza humana, sus abundantes matices y facetas, la cambiante tensión con que en todo momento se oponen pros y contras. Al revés que los estereotipos, que son de una sola cara, monográficos.
Una femme fatale no tiene por qué aparecer como vampiresa de voz gutural fumando en boquilla.
Un tipo duro, convencido de su inmunidad, puede resultar vulnerable y fácil de manejar tras las bravatas (recuerda al Mitchum de Retorno al pasado).
El medio de cultivo de una mente homicida no es por fuerza un hogar analfabeto y mísero. Puede ser un grupo familiar instalado en lujoso palacete, que compra vestidos caros un día sí y otro no, que tiene criado japonés que les prepara los cócteles, y que necesita un chófer.
2) Al llegar a esa apartada mansión, lugar de un confuso accidente casero, el conductor de la ambulancia, Frank, conoce a una joven y tarda poco en plantarle un bofetón (en plan terapéutico, eso sí). Según los clichés del cine negro, estamos ante el tipo duro, llamado a enloquecer a la protagonista, y más si tiene la pétrea fisonomía de Mitchum.
Pero ya desde el principio los esquemas van siendo desbordados: la señorita no es una cándida enamoradiza. Proyecta sobre su madrastra turbios odios. Habla de ella y la pinta como un ser siniestro y peligroso. Por supuesto, no lo parece.
La novia de Frank, que es perspicaz, trabajadora, despierta, cala a su rival al golpe de vista, en una escena de precisión absoluta, lo contrario de ambigua o vaporosa: cada palabra, cada pestañeo, cada pausa en la réplica…
Diana se muestra curiosa y preguntona, pero también maquiavélica y liante tras su fachada ingenua. Mientras toca dulcemente el piano urde sus confabulaciones. Esto no necesita explicación. Se ve, gracias al excelente trabajo expresivo de Jean Simmons y a los planos creados por el director.
3) ¿No hay sentimientos auténticos? ¿Todo es pura instrumentalización? El propio juicio es una investigación más sobre la verdad, no tan evidente. Fiscal y defensor argumentan con fuerza pareja ante el jurado.
4) Preminger evita la jerga psicoanalítica y va directo a lo que se ve. Prodiga escenas mudas de impecable factura, subrayadas por piano y orquesta románticos con aire a Rachmaninoff, apoyadas en los rostros de los magníficos actores.
Interludios emotivos: un personaje recorre la casa vacía, se hace patente que los demás no están. Las piezas de un tablero de ajedrez simbolizan el desenlace.
En silencio, sin parloteos, hablando las imágenes, en buena ley cinematográfica: ni blanco ni negro, sino todo lo contrario.