Camino a Guantánamo
Sinopsis de la película
Película que denuncia la situación de los islamistas encarcelados en la base norteamericana de Guantánamo, en Cuba. En septiembre de 2001, cuatro amigos británicos de origen pakistaní fueron a su país para asistir a la boda de uno de ellos y, de paso, disfrutar de unas vacaciones recorriendo el país. Después de muchas vicisitudes, fueron capturados por tropas norteamericanas y trasladados a Guantánamo, donde permanecieron más de dos años y fueron sometidos a innumerables humillaciones y torturas. Finalmente, El 5 de marzo de 2004 fueron trasladados a Gran Bretala. En Londres, tras ser interrogados, fueron puestos en libertad sin cargos.
Detalles de la película
- Titulo Original: The Road To Guantanamo
- Año: 2006
- Duración: 95
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Opinión de la crítica
6.9
46 valoraciones en total
Como en In this world, Wintterbottom utiliza el falso documental para denunciar una determinada situación. En este caso, se atreve con el espinoso tema de Guantánamo, una de las más claras demostraciones del pisoteo de los derechos humanos por parte del Gobierno de Bush.
Y como ocurre en tantas ocasiones, la película tiene más valor en sí misma, por su propia existencia, que por las virtudes cinematográficas que posee. El primer tramo de la película es confuso, enredado y deslavazado. El viaje de los tres amigos acaba resultando tedioso, aquí el autor nos muestra obsequia con un planteamiento mal construido.
Cuando llega la prisión, la película consigue asentarse. Al fin y al cabo, se trata de eso, de mostrarnos lo que ocurre en las entrañas, primero de la prisión provisional en Afganistán, y más tarde en la de Cuba. Ahí es donde radica su valor. Siempre es necesario recordar las barbaridades que se cometen en nombre de valores tan excelsos como la democracia, la paz o la libertad.
La película deja una sensación de injusticia, rabia, impotencia y cierta culpabilidad, como no podía ser de otra forma. Pero la peor sensación que deja es que lo que se nos muestra no es más que una mínima parte de lo que puede llegar a ocurrir ahí dentro. Y da escalofríos imaginar como debe ser ese infierno.
Aquí está la contribución de Wintterbottom para acabar con lugares como esta mal llamada prisión. Lugares que no deberían existir. El mundo occidental, el mundo que lucha por el respeto de los derechos humanos, el mundo que vive en democracia, el mundo que defiende la libertad, no se puede permitir tener más guatanamos.
Si defino a esta película como un retorno del niño mimado británico al terreno de la denuncia política que ya pisó en la sobrevalorada In this world ya os haréis una idea aproximadísima de lo que os podéis esperar: ficticia narración documental, buena fotografía, dureza expositiva, etc. El problema es precisamente ese, que es tal y como te la imaginas, sin sorpresas. Peor aún: es reiterativa y argumentalmente confusa, quizás por eso de recrear más fielmente la desorientación de sus personajes. El film también presenta los testimonios reales de los protagonistas de la historia en una opción discutible que personalmente considero equivocada, no por nada, simplemente por una cuestión de elegancia narrativa: ¿tiene sentido incorporar comentarios descriptivos que no hacen otra cosa que redundar en lo que están diciendo las imágenes? Así y todo se deja ver, y la recomendaría a los fans del británico y a los que gusten de este tipo de cine que, dicho sea de paso, al menos nos ofrece una historia estremecedora que dice muy poco de los dirigentes que gobiernan este sufrido planeta y sus locos seguidores. Historia ominosa es quedarse corto.
Lo mejor: la voluntad de denuncia.
Lo peor: las limitaciones (artísticas) de Winterbottom.
No me convence esta película. Ni Winterbottom, casi. Demasiada arena en su filmografía, salvo Wonderland, de largo para mí su mejor película. Quizá no sea muy feliz ese extraño híbrido entre ficción-documental-realidad. Un poco plano y pesado a veces este Winterbottom. Aunque habrá que repartir responsabilidades también con este Mat Whitecross. He sabido más de la post-guerra del 11-S por otras vías. No me emociona todo lo que debería Camino a Guantánamo. Se queda claramente a medio camino.
Más allá de los méritos cinematográficos de una película recreada con una solvente técnica semidocumental, en la que se reproducen desde escenas nocturnas y bombardeos hasta masacres, interrogatorios o torturas con un realismo crudo, es éste un trabajo que nos deja ejemplo de cómo el cine sobrepasa el arte para ser en ocasiones un potente vehículo de denuncia.
Lo más importante de Camino a Guantánamo no es su forma estética ni su narrativa, que igualmente sabe conducir los hechos y atraparnos en ellos, sino lo que nos cuenta. Y con lo que nos cuenta no podemos sino terminar de ver la proyección pensando que algo funciona francamente mal en este mundo. Sabemos que los terroristas y quienes los dirigen merecen ser detenidos y juzgados, pero también nos preguntamos cómo va existir justicia si no somos capaces de llevar ante ella a quienes han hecho un mal chiste con la mujer de la balanza, sustituyendo ésta por perros rabiosos, capuchas, palizas, tortura psicológica, deshumanización y tantas violaciones de los derechos humanos que no hacen sino colocar a los justicieros a la misma altura que los terroristas que pretenden juzgar.
No se trata ya que la película nos describa el error sobre los protagonistas inocentes, sino que nos abre los ojos al horror -ya sea sobre inocentes o culpables- que se ejerce desde una poltrona política que se cree democrática y no dista mucho de la peor de las dictaduras. Los mandatarios de Europa han tardado años en exigir el fin de esa vergüenza a EEUU, cuando era evidente desde hace precisamente años que ese campo de concentración y esas técnicas no son precisamente los valores que queremos defender como propios. Me pregunto cuántos años más pasarán para que podamos ver sentados en el banquillo de acusados a todos -y digo todos- los responsables de que Guantánamo haya existido, para ser juzgados con todos sus derechos, y no como ratas, que es como ellos han juzgado. O simplemente me pregunto si los que nos llamamos demócratas podremos dormir con la conciencia tranquila mientras esto no suceda.
Michael Winterbottom es un director de más que probada heterodoxia, siempre en movimiento aunque con desiguales resultados. Tras la notable y curiosa Tristram Shandy: a cock and bull story, entrega un nuevo plato que, de tan ácido y amargo como se antojaba, aún sorprende más porque su ingestión acabe dejando frío, o templado siendo condescendientes.
El tema que trata, de tan terrible actualidad en su momento (para contextualizar la obra que nos ocupa), debería provocarme ira, desasosiego y sensaciones de similar calibre, pero tengo que conformarme con su funcional interés, el cual sirve para alcanzar sus propósitos con suficiencia pero jamás para profundizar en los mismos.
Las intenciones de Winterbottom son loables y se materializan en un proyecto que se revela necesario pero en exceso convencional y con un desequilibrio entre drama y documental que daña el efecto que pretende sobre el espectador. Finalmente, la película se cree más importante de lo que realmente es.
Queda, eso sí, como un interesante documento cinematográfico sobre uno de los pasajes más tristes y vergonzosos de la reciente historia estadounidense.