Brooklyn
Sinopsis de la película
En los años 50, la joven irlandesa Eilis Lacey decide abandonar Irlanda y viajar a los Estados Unidos, concretamente a Nueva York, donde conoce a Tony, un chico italiano con el que comienza a salir y del que se enamora. Pero, un día, a Eilis le llegan noticias de una triste noticia familiar y tendrá que decidir entre quedarse en su nuevo país o volver a su tierra natal.
Detalles de la película
- Titulo Original: Brooklyn
- Año: 2015
- Duración: 111
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Opinión de la crítica
Película
6.6
41 valoraciones en total
Se puede entender por qué Brooklyn está gustando tanto.
Es una película realmente encantadora, y con una factura impecable que sin duda le da más puntos de los que hubiera merecido la misma historia contada en modo Gran Relato cutre de tarde de sábado. Es bonita, entretenida, emotiva, tiene una bella historia de amor, adapta una novela del prestigioso Colm Tóibín y sobre todo cuenta con un reparto inmaculado. Aparte de Julie Walters, que siempre es una delicia de ver haga lo que haga, cabe aplaudir a Emory Cohen como dulce enamorado de la protagonista, Ellis, y por supuesto a Saoirse Ronan, que ya hace años que ha confirmado lo que apuntaba en 2007 con su inolvidable personaje en Expiación: es una actriz como la copa de un pino. No es casualidad que esté nominada a todo y bien situada para colarse también en los Oscar. Su interpretación es estupenda, matizada, sensible, y a la vez firme como una roca.
Lo que sí sorprende es que se la esté considerando en casi todos los rankings como una de las mejores películas del año. Sinceramente, tampoco es para tanto. Igual es porque está más vista que el tebeo (¿cuántas veces hemos visto la historia del pobre inmigrante, irlandés, además, en América buscándose la vida y encontrando el amor en contra de los deseos de su familia?), pero Brooklyn falla a la hora de resultar verdaderamente trascendente. Más que verdadera emoción en su narración, lo que hay es sentimentalismo, tópicos a granel, y un tono convencional que desprende frialdad por mucho que la música se empeñe en martillear los momentos importantes con notas cargadas de pasión.
En definitiva, una película más que correcta y realmente bonita, aunque ciertamente sobrevalorada.
Lo mejor: Saoirse Ronan y su perfección formal.
Lo peor: Está ya todo tan visto… llega menos al espectador de lo que debería.
No voy a extenderme mucho. Empezaré diciendo que el nuevo trabajo del irlandés John Crowley es de todo menos original, seamos sinceros. La premisa del emigrante la hemos visto mil veces en todas sus variantes, y su desarrollo tampoco es innovador. Aun así, si estás dispuesto a sentarte durante casi dos horas ante una película bastante tradicional, hay que admitir que Brooklyn funciona, y bastante bien, gracias al detalle con el que se trata la historia, a su gusto exquisito en cada paso que da, a su firmeza a la hora de evitar el melodrama y, sobre todo, a la maravillosa construcción de personajes, todos ellos tridimensionales, incluso los que hacen apariciones breves. Técnicamente es igual de conservadora, pero todo (la fotografía, la dirección artística, el vestuario, la banda sonora…) rebosa elegancia y buen hacer por los cuatro costados.
Pero el gran punto fuerte de Brooklyn está en las interpretaciones, sin ninguna duda. Todos los actores están magníficos, pero si alguien merece especial mención es Saoirse Ronan, una chica que llevaba años siendo una promesa y que por fin se reivindica a sí misma como una de las mejores actrices de su generación. A lo largo de la cinta, su Eilis pasa de ser una niña frágil, sensible y confiada a una mujer adulta, orgullosa e independiente, y esta evolución es creíble gracias a su madurez interpretativa, a su capacidad de dar vida a un personaje mucho más complejo y matizado de lo que puede parecer a simple vista. Es una de esas actuaciones con las que llueven (merecidos) premios y nominaciones.
En resumen, Brooklyn no es la panacea que me habían prometido, más que nada porque no arriesga en ningún aspecto, de tal modo que si solo valorara la originalidad tendría que suspenderla, pero lo cierto es que tampoco comete errores. Es un trabajo que pisa sobre seguro y toca todos los palos a los que se acerca con seguridad y solvencia. Es sencilla, contenida y sobre todo, efectiva. Si te gusta este tipo de películas, probablemente te encante Brooklyn .
Puntuación: 7,3
Muchas veces te ves obligado a irte.
Por vida, por trabajo, por circunstancias generales que hacen posible tener que irte a otro lugar. En un mundo globalizado en el que vivimos, es poco probable que no te haya ocurrido alguna vez.
Y siempre se dice que nada cambiará, que volveremos algún día, que los recuerdos no se apagarán.
Brooklyn, una historia del siglo pasado, nos demuestra que no es tan fácil como parece.
Que llegas a otro lugar, y rápidamente solo piensas en volver. Pero que, pasado el tiempo, puede que ese sentimiento de vuelta se diluya entre la gente, el trabajo, los pequeños momentos del día a día, en definitiva, la vida que pasa. Creemos y nos convencemos de que siempre recordaremos el calor del hogar familiar, pero un día nos olvidamos de él sin saber qué ha pasado.
Entonces estamos entre dos aguas, sin ninguna pista de cuál camino tomar, si es que hay que tomar alguno.
Eilis es una adolescente irlandesa sin apenas nociones de Mundo, esa asignatura que solo se aprende al conocerlo, en persona o a través de libros.
Vemos cómo es el trato que mantiene con su madre, su hermana y el mísero trabajo que mantiene por puro hastío. Nada queda en ese pueblecito irlandés para ella, si acaso el cariño que la da su familia, por lo que su partida hacia Norteamérica, el nuevo mundo, casi parece un trámite pequeño, algo para ir tirando, no gran cosa.
Esta historia tiene esa virtud, tan necesaria y a la vez tan infravalorada, de dar cara a las voces de la Historia, y mostrarnos que, entre toda la gente emigrante al otro lado del charco, había muchas que viajaban no necesariamente por desesperación o por ansia de aventuras, simplemente por curiosidad. Vives, te dicen que encontrarás, y tras la promesa de madurez te vas.
No es difícil empatizar con Eilis en su viaje de ida, toda miradas de curiosidad y nervios a flor de piel, excusa perfecta para que una mujer más experimentada la vea como alguien a moldear, explicándola qué va a encontrar realmente al otro lado. Nunca se puede explicar del todo, pero se intenta.
Lo que sigue, más que un romance, es el transcurrir del tiempo, pues en un romance se verían dos puntos de vista, aquí solo vemos como la mirada marchita de aquella irlandesa se transforma en una sonrisa orgullosa. Orgullo porque consigue dejar atrás su crisálida, sin tener que responder ante nadie por sus sentimientos.
La correspondencia sostenida con el hogar familiar se convierte, más que en una manera de vivir (o morir), en un lejano eco de fondo que con el tiempo querremos ver apagarse. Quizá porque creemos habernos ganado nuestro lugar en el mundo, sin que nadie nos recuerde que teníamos otro
Un diálogo revelador tiene lugar, aunque apenas se le da importancia: la única chica irlandesa mayor, que sigue en la casa de huéspedes con Eilis pese al tiempo transcurrido, dice que echa de menos un marido, para acabar diciendo que si lo tuviera echaría de menos la casa de huéspedes.
Apenas un intento, de nuevo en vano, de explicar ese sentimiento extraño que sucede cuando ya se sabe una etapa concluida.
La vuelta al hogar en principio está cubierta con un velo de nostalgia, al ser lo que desde hace un tiempo se ha deseado: la familia y los amigos siguen ahí, queriendo conocer lo que Eilis ha conocido, mientras ella intenta quitar importancia a su viaje. Es imposible hacerlo cuando salta a la vista el cambio, en sus vestidos y sus andares que poco tienen ya que ver con aquella adolescente irlandesa.
Pero solo al escribir cartas se da cuenta Eilis que tiene dentro la huella, profunda y significativa, de aquellas tardes en Coney Island nadando en la playa o de compromisos a media voz en la intimidad del dormitorio. La calidez del hogar es tal porque tiene que invitar a quedarse, pero nadie nunca ha dicho cuál es esa sensación de tener dos hogares, sabiendo que a uno le debes una vida, y a otro solo secos dolores camuflados en cartas de disculpa.
Entonces nos damos cuenta, la verdad: no se podía explicar lo que había al otro lado.
A Eilis nada le queda de esa adolescente, ahora es ella la mujer experimentada, y otra mirada de curiosidad se lo recuerda, a ella, la que nunca pensó serlo.
Es una ironía de la que nunca nos damos cuenta, la de vernos incorruptibles, inmutables con el tiempo, hasta que nos vemos inesperadamente en el lugar del otro… y comprendemos. Todos esos silencios, todas las miradas, todos los secretos que no se han de contar, todas las cartas guardadas entre dos corazones.
Imaginamos la fantasía de volver, y de que nuestra nueva vida solo fuera una de esas etapas de nuestra verdadera vida, una que sobre la que recordar y envejecer.
Pero solo era una fantasía, y como tal se desvanece, dejando claro que en la realidad hay más puntos finales, que puntos y aparte.
Emigrar. Abandonar tu propio país para establecerte en otro extranjero en busca de mejores medios de vida. Todas las naciones que hemos sido exportadoras masivas de emigrantes sabemos lo duro que puede ser irte – completamente solo – de tu hogar para fijar la residencia en otro lugar con el objeto de tener trabajo u oportunidades o la posibilidad de mejorar tu educación y abrirte puertas vedadas. Lo terrible es que en casa no hay nada que te retenga, salvo quizás el cariño de unos seres queridos que no sabemos si volveremos a ver o cuándo y el hábito y acogimiento de lo reconocible. ¡Y qué duro abrirse camino en soledad, sin otro apoyo que la presencia fugaz de algún alma compasiva o caritativa que te devuelva algo de lo que dejaste atrás o perdiste…!
Tan sencilla premisa es el motor de este melodrama de factura clásica e indisimulado tono sentimental pero lleno de discretos aciertos y sutil empaque. Recupera el placer de asistir a una narración simple pero repleta de personajes encantadores, angustiados, que luchan por apenas subsistir y mejorar, que se enfrentan a la devastación emocional de estar lejos de sus seres queridos y con la incertidumbre de si volverán a encontrarse. Porque la travesía en barco es larga, procelosa y llena de ignotas trampas… Lo previsible de la trama no le resta mérito a la cinta, que no engaña nunca y que no pretende travestirse de estudio sociológico. Nos encontramos ante el relato convencional de una persona cotidiana, sin nada de brillo ni alharacas, mediocre y gris, con el único afán de obtener su lugarcito en el mundo y sobrevivir con un mínimo de dignidad y decoro.
Con un tono melancólico, sereno, mesurado e íntimo alcanza el corazón del espectador como sin proponérselo. A ello contribuye la magnética presencia de Saoirse Ronan que dota de alma y cuerpo a su anodino personaje, sin más virtud que su obcecada tenacidad y su morriña desaforada. Además refleja a la perfección lo que es el proceso de enamorarse, sus atormentadas etapas de incertidumbre, esperanza, ilusión y embeleso, el lento calado de los corazones que se transforman y nos devuelven las ganas de vivir y compartir la vida con alguien especial. Y también es un acierto la duda entre las dos orillas del Atlántico. ¿Regresar o quedarse para siempre?
En apariencia elemental y sin dobleces, pero llena de duende y encanto.
¿Drama? El de su nominación, ¿Romance? Si la película de John Crowley es una buena historia de amor abandono cualquier deseo de experimentarlo. Brooklyn es simple y llana en su totalidad, una cinta que apenas se sostiene por una buena, pero no excelente, actuación y un notable vestuario acorde con la ambientación.
Un largometraje vacío que no aporta absolutamente nada nuevo, no hay ni un atisbo de sentimiento en una historia que pretende encogernos el corazón, un argumento simplificado al extremo que no sabe sacar provecho a ninguna de las situaciones en él presentadas. Aburrida, sosa y carente de inteligencia, así es Brooklyn, mal tiene que estar el cine británico para haber ganado el Bafta en su categoría.
Saoirse Ronan es la única flor del árido desierto que es Brooklyn, buena interpretación para una muy joven actriz de tan solo veintiún añitos, el problema es que la cinta está carente de cualquier pizca de pasión, un corazón comatoso que en algún breve momento intenta remontar sin éxito alguno. Pero el peor defecto es su pasmosa previsibilidad, no lo dudes, eso que piensas que pasará mientras la estás viendo, ocurre, una y otra vez, mientras quieres creer que no puede ser, que el bueno de Crowley nos va a sorprender por donde menos lo esperamos, o que los actores conseguirán llevarnos hasta uno de los distritos más emblemáticos de Nueva York, pero no, nada más lejos de la realidad, eres demasiado consciente de que estas sentado en la butaca del cine y te acaban entrando esas odiosas ganas de abandonarla lo antes posible.
Brooklyn es un paseo en línea recta que pese a su bonito paisaje no querrás repetir, un producto que pretende ser dulce pero al que le falta el azúcar, un título carente de alma y vacío de contenido.
Lo mejor: Saoirse Ronan, el vestuario y la ambientación.
Lo peor: Exageradamente previsible y simple hasta la médual.
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