Blue Ruin
Sinopsis de la película
Dwight es un vagabundo treintañero que vive en su coche, un destartalado Pontiac azul. Deambula por la ciudad y sobrevive recogiendo botellas en la playa, hasta que un día una terrible noticia altera su rutinaria vida. Decide entonces volver a la casa de su infancia para llevar a cabo una extraña venganza.
Detalles de la película
- Titulo Original: Blue Ruin aka
- Año: 2013
- Duración: 91
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Opinión de la crítica
Película
6.2
41 valoraciones en total
Galardonada por la FIPRESCI (Prensa Cinematográfica Internacional) con el premio al Mejor film de la sección Quinzaine des Réalisateurs del Festival de Cannes del año 2013 -una de sus secciones paralelas-, Blue Ruin sigue a Dwight (Macon Blair) un tipo que vive como vagabundo y que ve interrumpido su quehacer diario cuando le avisan que un hombre llamado Wade Cleland va a salir de la cárcel.
Sin conocer los motivos, Dwight emprende una cacería en contra de este hombre, que lo llevará a tomar un camino inimaginable, un camino lleno de violencia, donde la familia es el motor de las acciones de los personajes, donde el protagonista sabe que no hay vuelta atrás, donde se nota en demasía que no es un criminal sino que es movido por algo más fuerte que le hace cambiar su forma de ser (desde hace mucho tiempo atrás), donde se derramará mucha sangre y donde el azul es el color de la venganza.
Jeremy Saulnier escribe, dirige y fotografía este poderoso relato, un thriller que aprovecha al máximo el contexto rural en el que se desarrolla para llevar las acciones por parajes naturales hermosos. Un trabajo inteligente, me gusta mucho como se presenta a Dwight y como se desarrolla a lo largo del film, es fácil entender el porqué de los errores que comete en su camino y la torpeza con que realiza sus acciones.
Macon Blair lleva el peso de la película y lo hace en gran forma, bien acompañado por un elenco muy bien escogido, donde cada quien tiene un papel que le sienta perfectamente. Blue Ruin es una película independiente de bajo presupuesto pero con mucho talento, una pequeña joya a todas luces que deslumbra.
Un Pointiac azul por alguna razón que desconocemos lleva tiempo abandonado y en estado de ruina. Como su dueño al que da cobijo. Ambos tienen una historia que el espectador debe imaginar. Aún no están muertos, todavía son capaces de levantarse de sus cenizas y hacer un último viaje para rendir cuentas consigo mismos y cerrar de una vez para siempre la herida que les ha estado desangrando.
La primea media hora Jeremy Saulnier se luce como director de fotografía creando unas atmósferas, hermosas, sugerentes y tan inquietantes que recuerdan al mejor cine silente. De hecho pocos diálogos hay en esta historia de venganzas sobre sucesos que debemos intuir en la determinación con la que Dwight Evans (gran trabajo de Macon Blair) un hombre normal desciende a los infiernos de una población marginal anclada en unas raíces que se han ido pudriendo socialmente durante siglos y que ven en las armas la única forma de igualarnos a todos, de sentirse alguien o incluso de vomitar sus frustraciones.
El director maneja el tempo con mucha inteligencia y consigue que la tensión y el suspense se mantengan durante todo el metraje. Oscura y trágica historia, narrada con precisión en la que Saulnier tiene a bien abrir un pequeño respiradero a la amistad y a la esperanza en un futuro mejor y que de paso tomemos aire.
27/02(03/02/15) Muy agradable sorpresa esta cinta independiente americana escrita y dirigida por Jeremy Saulnier, financiada por crowfunding (aportaciones solidarias de internautas), bajo su apariencia argumental de típico film de vendettas se esconde una inteligente introspección del sentido del deber, del trágico destino al que no podemos escapar, sobre el instinto básico del ojo por ojo. Es una obra con una puesta en escena inquietante, de pocos medios, pero muy bien aprovechados, creando a su alrededor un aura inquietantemente tensa, el director consigue que empaticemos con el protagonista al humanizarlo, al mostrárnoslo con matices, con dudas, con torpeza, con miedo, es un ser normal embarcado en una espiral de muerte, su corazón le pide sangre, aunque su mente no esté preparada para esta odisea de muerte, en un relato que nos habla de algo tan primario de la violencia solo genera una espiral de más violencia, todo ello enmarcado en una atmósfera opresiva.
Dwight Evans (buen Macon Blair) es un vagabundo lacónico con un coche destartalado, un Pontiac azul, un día una mujer policía le comunica que el asesino de sus padres, Wade Cleland va salir de prisión. Dwight emprende viaje a su pasado, se traslada a la puerta de prisión donde ve que la familia del asesino lo recoge, los Cleland, los sigue, cuando paran en un área de servicio sigue al exrecluso al baño y allí lo apuñala, comienza una espiral de violencia entre los Cleland y Dwight, donde tendrán relevancia su hermana Sam (Amy Hargreaves), su viejo amigo Ben (Devin Ratray), y dos de los hijos de Wade, Teddy (Kevin Kolack) y William (David W. Thompson).
El guión resulta ingenioso al hacer que el espectador no sepa toda la información, esta nos es goteada a través del metraje, con lo que nos mantenemos en suspense sobre las atávicas motivaciones del protagonista, salpicados los datos mediante conversaciones del protagonista con su hermana, un amigo, o sus víctimas. Una historia no camina por lugares comunes en género de las venganzas, un tipo duro e infalible se convierte en Terminator, aquí el realizador nos sumerge en una narración que rebosa autenticidad, la dota de imprevisibilidad, vemos a un protagonista escuálido, se mueve en un destartalado vehículo, está aterrado por lo que va a hacer, angustiado, atormentado, pero está en una caída libre vengativa. Nos hunde en un frío ambiente, de realismo seco, sucio, mugriento, decadente, adusto, sórdido, encuadrado en el microcosmos de la América profunda, la de la violencia, se nos refleja una cultura de las armas que solo puede derivar en muerte, un thriller crudo sobre lo mucho que marcan los lazos familiares, sobre la obsesión del odio, se analiza la compleja Naturaleza Humana, se nos habla de la amargura, del dolor, y como queremos desquitárnoslo generando más dolor, en una vía sin fin hacia el vacío existencial, aunque sepas estás atrapado en un laberinto en el que solo se avanza con más venganza, deprimente. Es una cinta con pocos diálogos, pero los que se producen son buenos, discurriendo la acción en un aire melancólico, oscuro, trágico, haciéndose un relato turbador. El realizador genera momentos de gran intensidad y dramatismo, aderezándolo con dosis de humor negro derivado mayormente de la ineptitud del protagonista, en esto recuerda al estilo de los hermanos Coen, aunque sin su excentricidad y disfuncionalidad.
Macon Blair realiza una actuación espléndida, desprende aristas, debilidad, fragilidad, miedo, desesperanza, nervios, martirio interior, un tipo con una mochila de padecimiento del pasado que se le hunde en el alma, tipo normal en circunstancias extraordinarias, lo interpreta con un lenguaje gestual de gran naturalidad, sabe darle equilibrio, con laconismo, hieratismo, con unos ojos cansados, consigue nos identifiquemos con él por la humanidad que transpira. Entre los secundarios destaca Amy Hargreaves, emitiendo una rara sensación entre satisfacción por lo hecho por su hermano e ira por la situación que ha desencadenado, y Devin Ratray como en viejo amigo de la escuela secundaria, transmite carisma este personaje.
La puesta en escena resulta muy acertada componiendo una ambientación geosocial que marca a los personajes, nos mueve por lugares poco poblados, casi nunca vemos el sol, bosques sombríos, casas deshabitadas, áreas de servicio, ello fotografiado por el propio director, envolviendo la cinta en tonos lúgubres, en nieblas, carreteras montañosas, contraponiendo los liberadores bosques con la claustrofobia de la escasa luz, acentuando el sino de un protagonista que parece no tener salida, todo junto en pos de remarcar la soledad del rumbo al que parece abocado Dwight. (continua en spoiler)
Dwight es un vagabundo que subsiste vagando por las calles y alimentándose de los restos de comida que encuentra en contenedores de basura. Solo se tiene a sí mismo y a su destartalado coche azul en el que duerme. Su tranquila existencia se ve alterada cuando se entera que una persona a la que conoció en el pasado ha sido liberada de prisión, este hecho le altera sobremanera e inmediatamente emprende una cruzada personal contra esta persona en busca de su muerte. ¿Quién es esta persona? ¿Qué pasó en el pasado para que Dwight le guarde tal odio?
Siendo la venganza un tema recurrente y de largo recorrido en el cine, tratado a través de cientos de perspectivas y enfoques, cabe preguntar qué nos puede aportar Jeremy Saulnier en esta producción de cine independiente sobre el tema. La película cuenta con varios puntos a favor:
-El director juega con la ventaja de no ofrecernos la historia que origina la venganza del protagonista, no sabemos qué le mueve. Conforme la trama avanza vamos obteniendo los datos paulatinamente, de este modo, se genera en el espectador una intriga e interés que permanece latente durante todo el metraje. Primero por no saber qué causa la venganza y, una vez que lo sabemos, por ver si el protagonista es capaz de llevarla a cabo.
-El protagonista, ese Dwight encarnado notablemente por Macon Blair, irradia carisma. Estamos acostumbrados al implacable asesino, al tipo duro en busca de venganza y en ‘Blue Ruin’ el protagonista se aleja drásticamente de ese cliché. Dwight no es más que un hombre desesperado que actúa impulsivamente y comete errores frutos de los nervios y la mala planificación. Es un hombre marcado por lo ocurrido en el pasado, hace tiempo que sólo vive por y para vengarse, siente que su vida carece de valor y no le importa arriesgarla para cumplir su objetivo.
-Hay que reconocerle a Jeremy Saulnier su capacidad de crear tensión. Hay un par de escenas en las que el espectador no puede despegar los ojos de la pantalla, se intercalan las escenas pausadas propias del cine independiente con otras en las que la tensión va in crescendo hasta puntos asfixiantes. Muchas de estas situaciones son provocadas por la torpeza en momentos claves de Dwight. La película está impregnada por un aire sucio, violento y sórdido que le otorga mucha personalidad.
Suena a tópico pero las personas que no tienen nada que perder son las más peligrosas. Cuando nada te ata a la cordura es cuando aflora la verdadera libertad, una libertad en su vertiente más autodestructiva, aquella que te permite lanzarte al vacío sin miramientos. El autocontrol es un último resquicio de humanidad que rechazamos cuando ya no hay seres queridos ni bienes materiales a los que agarrarte, el rechazarlo nos convierte en libres pero nos conduce a la perdición. La venganza es irracional, un bucle de dolor y heridas sin cicatrizar que nunca son sanadas, la ansiada consecución no supone más que un goce momentáneo que da paso al mayor de los vacíos, pues a ese desgraciado hombre solo le queda su vendetta. En un momento del film Dwight destruye una foto suya del pasado, se ve irreconocible. No hay ni rastro de la persona que un día fue. Sabe que ha sido consumido por el odio y la rabia, no es capaz de reconocerse en aquella foto donde sonríe con amigos. Esos tiempos nunca volverán y prefiere no recordarlos, muy significativa esa escena.
Hay un tema que me preocupa: está siendo habitual en la gran mayoría del actual cine independiente que nos llega de Estados Unidos el adolecer de falta de ritmo, en mayor o menor medida. Hay una incipiente corriente en la que para transmitir profundidad, trascendencia y reflexión parece necesario la ralentización de la trama en exceso buscando rizar el rizo en cuestiones de fotografía, planos que se alargan hasta la extenuación, sensación real del paso del tiempo y recursos similares. Esto me parece algo peligroso pues, aunque hay ejemplos de cómo un ritmo lento puede beneficiar a una película en casos como ‘Blue Valentine’ (Derek Cianfrance, 2010) o ‘Flores Rotas’ (Jim Jarmusch, 2005), es cierto que en manos equivocadas puede provocar una ralentización innecesaria de la trama provocando la desconexión del espectador o incluso aburrimiento, como ocurre en otras producciones de corte independiente como ‘Ain´t them bodies saints’ (David Lowery, 2013) o ‘Martha Marcy May Marlene’ (Sean Durkin, 2013). Y, aunque no se llega al extremo del aburrimiento en el caso que nos ocupa, sí es cierto que en algunos momentos puntuales se está a punto de traspasar la sutil línea que separa la reflexión del tedio. Es una lástima que películas con poderosos recursos para atraer al espectador acaben provocando la sensación de que podían haber dado más de sí, con una diferente concepción del tempo y evitando el ensimismamiento.
Pese a este último dato negativo ‘Blue Ruin’ es una película muy interesante. Dentro de la característica estética del cine independiente sabe conjugar elementos propios de las tragedias griegas con enfrentamientos familiares y crímenes pasionales, siempre con la venganza como telón de fondo. Un duro Thriller, con mucha fuerza y varios momentos para el recuerdo. Recomendable.
@ZarcoJL
http://www.cinefagosmuertos.com
Blue Ruin es una historia sobre la venganza, sobre el bien y el mal y sobre cómo las cosas escapan a nuestro control. Pero no se trata de una venganza fría y elegante como la de Only God Forgives , sino vista desde su cara más cruda e imperfecta. El vengador es ingenioso y exasperantemente patoso al mismo tiempo, sufre, pasa momentos de tensión, tristeza e incluso repulsión, aunque como espectador nunca acabas de entender por qué actúa de la forma en que lo hace.
Si hay un hilo conductor a lo largo de la película, un elemento que simbolice todo ese afán de sangre que consume a los personajes, es el cacharro azul que conduce Dwight. El vehículo de la venganza está presente en todas las escenas clave y, casi como las naranjas en El padrino , se convierte en la perdición para los que se cruzan con él. Aunque la película acusa la falta de ritmo en algunos puntos, la interpretación del protagonista es buena y hay escenas de verdadera tensión, así que merece la pena.