Beeman, el magnífico
Sinopsis de la película
Un hombre de negocios renuncia a su trabajo y se pone a estudiar magia-tap. Ya convertido en profesional, comenzará una gira por el interior del país. Pero no le será fácil dejar atrás su vida de ejecutivo ni a sus antiguos jefes.
Detalles de la película
- Titulo Original: Get to Know Your Rabbit
- Año: 1972
- Duración: 92
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Opinión de la crítica
Película
4.4
64 valoraciones en total
Get To Know Your Rabbit (1972), conocida en castellano como Beeman, el magnífico es una comedia de Brian De Palma y su primera experiencia con un gran estudio (Warner Bros). El resultado, un tanto deshilachado, refleja las dificultades de la producción y de una puesta que carece de efecto cómico.
Por Nicolás Bianchi
En la historia del cine hay rodajes desastrosos que produjeron obras maestras, pero también muchas más experiencias de las otras. O sea de las que cuando todo anda mal, el resultado finalmente refleja el proceso. Get To Know Your Rabbit fue el primer trabajo por encargo de un gran estudio para Brian De Palma, que con las comedias de aire independiente Greetings (1968) y Hi Mom (1970), comenzaba a despuntar como un joven con cierto talento. La experiencia no fue buena y pasó mucho tiempo hasta que una gran compañía volvió a recurrir al director neoyorquino.
La película, según cuentan en las notas de producción del American Film Institute, fue rodada en 1970 aunque su estreno se postergó hasta 1972. En el medio el actor principal Tom Smothers, disconforme con el proyecto, abandonó el set en distintas ocasiones y no se presentó para volver a filmar algunas escenas. El corte final no es el de De Palma, sino que fue hecho por Peter Nelson, acreditado en el film como productor ejecutivo, quien tomó nuevas escenas y cambió el montaje de algunas secuencias de la película. Incluso cuentan que Warner no le avisó a De Palma cuando la estrenaron.
El esperable resultado es un film fallido, cuyo principal defecto es la falta de comicidad. Beeman (Smothers) es un oficinista en un trabajo rutinario que un día cualquiera, a modo casi de epifanía, decide renunciar y probar suerte como mago de gira por Estados Unidos. El mismo día de su dimisión explota una bomba en su lugar de trabajo, lo que más tarde va a provocar la ruina de la empresa. Explicar cómo ese chiste no logra redondearse quizás dé una noción de la falla en el tono cómico del relato.
En este día cualquiera en el que se inicia la acción, tanto Beeman como su jefe Turnbull (John Astin) atienden decenas de llamadas a la vez, mientras las secretarias los tapan con tareas y preguntas. Una de esas llamadas que el jefe atiende es la de un terrorista que dice haber puesto una bomba en el edificio. En medio del caos general, Turnbull le dice que aguarde en línea y lo pone en espera, como hizo ya con otros tantos que se comunicaron con él. Pero no era broma y la explosión se produce. Ese giro de humor con cierto estilo inglés cae en la confusión general de la caótica secuencia y no se registra como un gag. La mecánica errada para tratar de agraciar lo que se cuenta es una constante.
Beeman, entonces, pasará de escena en escena hasta que nuevamente queda entrampado en un trabajo rutinario. Primero termina su formación con el consagrado mago Delasandro (Orson Welles, sí sí, el mismísimo Orson Welles), luego cambia su estilo de vestir a uno más bohemio y emprende la misión de entretener en distintos bares de pueblo. Su espectáculo consiste en realizar una serie de trucos con conejos y palomas mientras baila tap. En el camino una gran cantidad de mujeres bellísimas caen a sus pies de forma casi desesperada, aunque el personaje no abunde ciertamente en carisma.
Decir que la película plantea una confrontación entre un estilo de vida rutinario, atado a las corporaciones, y otro más libre (¿será eso lo que atrae a las mujeres?) es un exceso de interpretación. Mientras Beeman comienza a cosechar algún pequeño éxito, Turnbull, en la ruina, erige una nueva empresa en la que lo que se vende es justamente el entrenamiento para convertirse en un mago que baila tap. Así el círculo se completará cuando el protagonista quede nuevamente entrampado en un trabajo de oficina para vender su propio método de escape de la rutina, rodeado de teléfonos que suenan constantemente y secretarias ansiosas.
La idea podría haberse aprovechado de manera mucho más efectiva e interesante. Por el lado del absurdo o del drama, y con menos intentos de chistes grotescos con jóvenes desnudas, la película podría haber desplegado otros significados en esa lucha de un hombre común por librarse de las cadenas de la rutina corporativa. Pero, lamentablemente, eso no fue lo que sucedió.