Barton Fink
Sinopsis de la película
En 1941, Barton Fink viaja a Hollywood para escribir un guión sobre el luchador Wallace Berry. Una vez instalado en el Hotel Earle, el guionista sufre un agudo bloqueo mental. Su vecino de habitación, un jovial vendedor de seguros, trata de ayudarlo, pero una serie de circunstancias adversas hacen que se sienta cada vez más incapaz de afrontar su trabajo.
Detalles de la película
- Titulo Original: Barton Fink
- Año: 1991
- Duración: 113
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Opinión de la crítica
Película
7.4
69 valoraciones en total
Barton Fink, una obra maestra que incomprensiblemente se ha diluido entre la gran cantidad de basura del cine contemporáneo. A pesar de su éxito en la crítica, inexplicablemente es muy difícil estos días encontrar esta fabulosa película de los hermanos Coen, que muestra a John Goodman en una de sus mejores interpretaciones.
Hablar de Barton Fink no es fácil, quizá por tratarse de una de las películas más estrambóticas de los hermanos. Y es que esta vez nos encontramos con un argumento que en un inicio parece sencillo, pero que se complica a medida que avanzamos en la historia: en un principio, se nos presentará a Barton Fink, un dramaturgo que probará suerte en el cine con un guión sobre el mundo de la lucha libre. En su camino se cruzan los clásicos personajes estrambóticos de los Coen, divertidos todos ellos: desde un megalómano e hiperactivo jefe de unos estudios a un escritor fracasado y borracho. Por supuesto, un argumento que en un inicio se presenta arrancando de forma algo lenta tomará forma tras un impactante giro de guión que hará que lo que al principio parecía una película decente de neonoir se transforme en una locura espectacular al nivel del mismísimo David Lynch. Entonces lucen realmente unas interpretaciones excelentes, una fotografía ejemplar, un ambiente claustrofóbico y decadente, y un oscurísimo sentido del humor inigualable.
Siendo su único defecto un arranque un tanto lento, Barton Fink logra captar la atención de forma sublime hacia la mitad del film, donde ocurre un espectacular crescendo hasta llegar a uno de los finales mejor pensados de la historia del cine, donde el sentido se diluye hasta el clímax final, que presenta en el último plano del film (literalmente) un impresionante golpe de efecto, en una escena que combina la sorpresa con la locura y el humor, dejándonos desconcertados en nuestro sillón, con una expresión de placentera incertidumbre. Imprescindible y merecerdora de los galardones concedidos.
Cuando Barton Fink salió una noche de entre bastidores, después de un desasosegante estreno, se encontró en el escenario, enfundado en un esmoquin y convertido en un monstruoso autor de éxito. Pero, ¿qué me ha sucedido?, pensó. No era ningún sueño. ¡El autor, el autor!, había gritado extasiado el público, que ahora, a sus pies, también en esmoquin y traje de noche, pataleaba y aplaudía, rendido a su condición de nueva y poderosa voz del teatro americano.
Barton, sin embargo, era un artista insobornable, inmune a los halagos y consagrado en cuerpo y alma al arte. Escribir para el pueblo, ésa era su misión. El éxito no se lo otorgarían los elogios de ningún pedante y anticuado criticuelo, el éxito había que buscarlo en el latido unánime del hombre de la calle. Con esa única idea en mente aceptó el sacrificio de escribir un guión en Hollywood y se instaló entre las cuatro paredes de una habitación en el hotel Earle de Los Angeles.
Presidiendo la habitación, no lejos de la mesa sobre la cual había dejado su máquina de escribir Underwood, colgaba una hermosa y sugerente imagen, en la cual una joven en bañador, sentada en la playa de espaldas al espectador, observaba fijamente el horizonte, usando su mano derecha a modo de visera.
A través de paredes y techos, desde detrás de puertas cerradas, Barton podía escuchar al hombre del pueblo. Le oía llorar y gemir, suspirar, vomitar y gritar. Cuando abría la puerta, sin embargo, y hablaba con él, dejaba de escucharlo por completo. Por alguna extraña razón, Barton Fink, en presencia del hombre corriente, no hacía sino hablar y hablar de las inquietudes y problemas de su interlocutor, y sus oídos, entonces, sólo eran capaces de escuchar su propia voz. El hombre del pueblo era, para Barton, un sonido ahogado por las cuatro paredes de su cuarto. En una de sus paredes, la chica, sentada de espaldas a él, seguía buscando algo en el horizonte.
En busca de la inspiración, Barton, entre sus cuatro paredes, se sentaba ante su Underwood, atrapado en un callejón entre los gritos de los vendedores de pescado y la imponente silueta de un luchador en mallas. Su habitación era su reino, y nadie, ni siquiera las musas, podía entrar en él. Barton, perdida toda esperanza de ser la voz de la calle, se encontraba al borde de la rendición.
Por suerte, ahí estaba el hombre corriente para arrancar a las musas de donde estaban y cruzar con ellas la puerta de Fink. Los dedos de Barton volaron como llamas sobre las teclas. La voz del hombre del pueblo le llegaba alta y clara por encima del fuego. Un mosquito muerto yacía sobre las sábanas sangrientas. Rotas las puertas y hundidos los techos, Barton Fink dejó, al fin, de ser un turista con una máquina de escribir. Aquel sería su infierno. Allí viviría desde entonces.
De la imagen de la pared emergió un ruido sordo. Era el mar. Barton se acercó a la pared y sintió el calor del sol, la arena ardiente bajo sus pies. Se sentó en la playa. La chica se dio la vuelta.
Sí, era ella.
Decepcionado tras el visionado de esta película, me he decidido a escribir esta mi primera crítica, para que aquellos que ven el cine como yo tengan otro punto de vista de esta película.
La ví hace unos días seducido por sus magníficas críticas, tanto de la especializada como la de los usuarios de este web. Me encanta el cine, pero he de decir que no soy un cinéfilo empedernido, de estos que se fijan hasta en el último detalle, para mí lo más importante de una película es su guión y doy menos importancia a aspectos como encuadres, luz, fotografía, etc.
Concretando en la película, la ambientación, así como las interpretaciones me parecen magníficas, pero a partir de ahi nada más. Me resultó extremadamente lenta, con un guión para cinéfilos pseudointelectualoides (con perdón), que o bien no entendí (seré demasiado tonto) o me pareció bastante absurdo. No creo que merezca la pena ver 2 horas de una película para quedarte con pequeños momentos interesantes.
Desde luego se trata de una película para un público muy especilizado y particular.
Film independiente, cuarto de los hermanos Coen. Se rodó en los estudios Culver, City Hall y LA (California), con un presupuesto de 9 M dólares. Nominado a 3 Oscar, ganó en Cannes 3 premios (Palma de oro, director y actor).
La acción tiene lugar en NYC y en LA, en 1941, época dorada del cine americano. Narra la historia de Barton Fink (John Turturro), autor teatral de cierto éxito en Broadway, reclamado como guionista de películas B por un estudio de Hollywood. Empeñado en escribir obras que reflejen el alma del ciudadano medio, recibe el encargo de elaborar un guión sobre la vida del púgil de lucha libre Wallace Berry. Alojado en una habitación del hotel Earle, viejo y sombrío, cae en un estado de colapso creativo que le sume en la postración y desmoralización. A esto se añaden ruídos extraños, las visitas intempestivas del huésped de la habitación contigua, Charlie Meadows (John Goodman), la falta de apoyo del realizador Ben Geisler (Tony Shalhoub), los desoladores consejos del veterano guionista W.P. Mayhew (John Mahoney), la retórica hueca del presidente de Capitol Pictures, Jack Lipnick (Michael Lerner) y la visita de dos agentes de policía que investigan los crímenes de Karl Mundt, Mundt el loco .
La película parodia el mundo de Hollywood, poblado de directivos fatuos e incompetentes, realizadores sin ideas, muchos más guionistas de los necesarios, el alcoholismo como respueta a la frustración, la búsqueda obsesiva del éxito de público, la reiteración de temas y argumentos tópicos. En un nivel más profundo se explica el papel del buen guionista ( que trabaja con dolor, sacando a la superficie verdades ocultas de la vida ). En un tercer nivel se critica con sorna el antisemitismo, el militarismo, la fuerza bruta, las burlas del trabajo intelectual, la violencia doméstica. Mediante símbolos se explica el desmoronamiento interior de Barton (papel de la pared, cola derretida), el coito de Barton y Audrey (lavamanos), el alcoholismo a la romana (urinario), las masturbaciones de Barton (manchas del muro), la mente en blanco de Barton (gafas sobre almohada) y la presencia de la locura asesina (incendio dantesco). Destacan los ambientes sórdidos y opresivos, reforzados con la presencia de elementos perturbadores, como el vuelo invisible del mosquito, mosquitos necrófilos, paquetes misteriosos, llamas que no consumen lo que queman, timbres de sonido interminable.
La música ofrece composiciones sutiles y pausadas, con abundantes solos, que evocan sentimientos del protagonista. La fotografía se apoya en encuadres muy cuidados, movimientos de cámara sorprendentes, planos picados y travellings cenitales, preferencia por la geometría y por los marrones, grises y dorados. El guión contiene diálogos de dobles y triples intenciones, con toques de humor negro y macabro. La interpretación de Turturro, premiada en Cannes, es excelente y es brillante la de Goodman.
Densa y compleja, es una de las obras más reconocidas y estimadas de los Coen.
Barton Fink es una enrevesadísima historia solo apta para gafapastas de pura cepa, pseudointelectuales amaestrados y fervientes aduladores de los hermanísimos Coen. Si bien Sangre fácil , Muerte entre las flores y Fargo pueden catalogarse con total merecimiento como verdaderas obras maestras -de culto diría yo-, Barton Fink expele cierto tufillo a tomadura de pelo. No sé, tal vez me equivoque. Es más: quisiera equivocarme, rectificar y así coincidir sin ruborizarme con las valoraciones de cinéfilos de tomo y lomo como Miquel, Listo Entertainment o Bloomsday, que la tienen allá arriba, en los altares. Os prometo volver a verla más adelante, pienso darle una segunda oportunidad. Sin embargo, a día de hoy y consciente de mi insolencia y/o necedad, la película de los Coen me parece pretenciosa, tramposa, defraudadora y deliberadamente caótica.
¿ Por qué ? Porque partiendo de un sustrato argumental absolutamente prometedor e interesante ( los entresijos del proceso creativo, el pánico al fracaso ), los Coen acaban cebando su vástago con excesivas metáforas, alegorías y lecturas paralelas que no hacen más que sembrar el desconcierto, zancadillear el ritmo narrativo e impedir que la comunión espectador-película llegue a buen puerto.
Aún así, reconozco y valoro muy positivamente las impecables interpretaciones de Turturro y Goodman, así como la meticulosa escenografía made in Coen y ese humor negro, negrísimo, casi surrealista, que compensa ampliamente otras deficiencias. Sin embargo, y eso es lo que me mosquea, todo ello no logra mitigar la desagradable sensación de imaginar la cara de gilipollas que a un servidor se le quedó al término de visionar esta película.
Acato solemnemente la correspondiente pérdida de puntos de mi carnet de cinéfilo y espero redimirme de mi herejía tragándome en sesión contínua y de una sola tacada Persona , Solaris e Inland Empire y si ello no es suficiente, me comprometo a servir cafés todos los domingos por la tarde sin cobrar ni un solo euro en la sede del CROF.