Aniceto
Sinopsis de la película
Aniceto (Hernán Piquín) es un hombre solitario que vive con su gallo en un pueblito de Mendoza. Francisca (Natalia Pelayo) es una chica ingenua que llega al lugar en busca de trabajo. Se conocen y se enamoran. Parece un sueño, pero termina en pesadilla cuando aparece la enigmática e irresistible Lucía (Alejandra Baldoni), su nueva vecina, que perturba al hombre y lo arrastra a su propia destrucción.
Detalles de la película
- Titulo Original: Aniceto
- Año: 2008
- Duración: 82
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Opinión de la crítica
Película
7
29 valoraciones en total
Luego de 15 años de ausencia de la pantalla grande (en el medio sólo hubo un extenso documental político), Leonardo Favio regresa a su propio clásico de mediados de los sesenta, El romance del Aniceto y la Francisca , para transformarlo en una emotiva pintura sonora en movimiento de ballet.
Aniceto es un compadrito dueño de un gallo de riña blanco con el que se gana la vida, que vive en un cuartito de adobe, quien -en un día que presagia tempestad- conoce a la Francisca, niñada y protectora como una madre, y la lleva a vivir con él. La historia de amor transcurre plácida hasta que se cruza en su camino la Lucía, una mujer fatal, por la que el temperamental Aniceto arriesgará todo.
Si bien la historia no ha cambiado demasiado desde la inolvidable versión original -con María Vaner, Federico Luppi y Elsa Daniel- lo que sí se ha alterado es la puesta en escena. Los espacios se recrean de forma casi teatral, con escenografías de un surrealismo fronterizo, transitadas por un elenco integrado por bailarines sin antecedentes actorales. Con una capacidad sintética notable en su narración, Favio neutraliza todo elemento que sobra en el
relato y se limita a unos pocos puntos de acción fuerte, donde las riñas de gallos son el correlato de la forma en que vive Aniceto sus pasiones.
Con una estética muy personal, como un cuento expresionista y onírico, Favio se aleja del realismo costumbrista, lo estiliza, apoyado en un glorioso manejo de la iluminación,
particularmente el trabajo con las sombras y los contraluces. La trama se eleva sobre un poderoso color local, con riñas de gallos filmadas en primerísimos primeros planos, creencias populares, gitanos, milongas, mates, ollas sobre cenizas y peleas a cuchillo acompañados de permanentes subrayados musicales.
Todo en Aniceto se encamina a buscar una síntesis entre lo universal y lo local, entre el espíritu popular y la cultura sin límites. El sonido de un íntimo Chopin, interpretado por
el pianista tucumano Miguel Ángel Estrella, es un ejemplo de cómo esto se alcanza.
Asombrosamente, los protagonistas son seguidos con la cámara fija o apenas leves desplazamientos en inéditos planos secuencia, dejando que esos cuerpos de los bailarines
devenidos en actores expresen toda su potencialidad dramática.
El filme supera el enorme desafío de contarse de forma tan diferente, el salto al color y al movimiento extremo de la danza, porque abundan los momentos de belleza cinematográfica como para disfrutar de ese cine exagerado, apasionado, melodramático y trágico.
El genio de Favio nos vuelve a sorprender con una fábula rebosante de ternura y lirismo, emanada de su sensible espíritu, la que, lamentablemente, es posible sea su obra póstuma, ya que su salud se encuentra muy deteriorada por una penosa enfermedad. El maestro nos lega una auto-remake de su película de 1967 de largo título: Este es el romance del Aniceto y la Francisca, de cómo quedó trunco, comenzó la tristeza y unas pocas cosas más….. , drama argumental de tinte expresionista magistralmente filmado con precarios medios por esa época, galardonado con el Cóndor de Plata a la mejor película de 1968, y considerada como uno de las mejores films argentinos de la historia.
En esta ocasión, si bien es fiel al mismo argumento de la original, nos da una visión estética extrema anclada en la danza, magistralmente interpretada por el bailarín clásico Hernán Piquín. Filmada en interiores, nos recrea el cuento de su hermano Jorge Zuhair Jury, El cenizo .
La totalidad de la película está impregnada por una acentuada magia poética que nos apabulla desde sus grandiosas imágenes danzadas hasta su impactante música que nos recuerda gratamente a Gatica. Sólo su genio puede lograr subyugarnos y entretenernos con las certeras pinceladas de su fantástica dirección. Pocas veces una película nos eleva en una totalidad artística conjugada en una dirección perfecta, una escenografía grandiosa y sugerente, una música a medida de la historia, una trama sencilla y asequible, y todo aderezado con la magia del ballet y la poesía.
En fin, sin palabras, definitivamente la obra de un sinigual artista, lenguaje cinematográfico en su más pura y máxima expresión.
Cuarenta y dos años después, Leonardo Favio retoma su segunda película con el convencimiento de que no hay versión buena si no se transmuta la obra original. Y con esta idea, alejado por completo de lo que se ofrece en el mercado, convierte la historia de Aniceto y Francisca, en una obra nueva, visualmente deslumbrante y con un carácter sensual donde antes solo existía rudeza.
Mantiene esa estructura fabular, ligado a las estaciones anuales, durante las que la tragedia transcurre, con el uso de la voz en off para relatar las cartas y pensamientos escapados de Aniceto. Su puesta en escena, por el contrario, es completamente diferente. Con decorados teatrales, Favio consigue deslumbrar con el uso de la fotografía, los sonidos, el concepto de cada danza, y un plano que siempre busca la belleza. Aunque pueda sobrar en algún momento la música cuando está exenta de la coreografía, esta no llega a silenciar los sonidos que tanto marcaron su primer trabajo: el agua, el viento o el canto de los gallos, que junto al uso portentoso de la luz y las sombras, crea una atmósfera muy cercana al mundo onírico (de ahí la importancia de mantener el carácter de cuento folclórico que ha inculcado de manera más o menos manifiesta a toda su filmografía).
Sigue siendo un mundo de tres personas, donde se entrecruzan las necesidades y los miedos más primitivos, y donde sigue sin requerirse más palabras de las necesarias. Aún menos que en su predecesora obtenemos aquí, puesto que los bailes sustituyen de manera brillante a los diálogos y acciones mundanas (Leonardo Favio consigue grabar uno de los polvos más sensuales que yo recuerde sin la explicitud que suelen conllevar dichas escenas). E intercala esas dos peleas de gallos, con primerísimos y violentos planos, donde el gallo de Aniceto (Hernán Piquín) que es guapo y matador como ninguno danza a muerte con la Francisca (Natalia Pelayo) y la Lucía (Alejandra Baldoni).
Aniceto es la reversión bailada de la película que dirigió allá por el año 1967, titulada Éste es el romance del Aniceto y la Francisca, de cómo quedó trunco, comenzó la tristeza y unas pocas cosas más… protagonizada por Federico Luppi, Elsa Daniel y María Vaner.
Sin duda, esta mezcla rara que pretende Favio con este film, mezclando la danza y la reactualización de una vieja historia, es bastante difícil de clasificar, pero lo que claramente logra, es presentarnos algo distinto a lo que el cine argentino viene produciendo en el último tiempo. Los fanáticos del polémico realizador y los amantes de la danza, seguramente estarán complacidos de verla.
El film trata muy distintos temas: amor, pasión, ternura, deseo, celos, etc. Todo ello representado a través del baile y la danza, algo que no es nada fácil pero que los artistas logran perfectamente. Si bien las palabras ballet cinematografico pueden espantar hasta al mas fanático de la obra de Favio, vale la pena aclarar que las coreografías de Aniceto se transforman en uno de los puntos mas altos de la pelicula, junto a esa épica audiovisual que distingue a todos los proyectos de este director.
Dotada de una puesta en escena y un trabajo de arte que no suele verse todos los días, parece ser por momentos una obra teatral en la que estamos en primera fila. Si he de decir algo negativo sería que puede notarse algun deficit en las interpretaciones (no nos olvidemos que los protagonistas son bailarines) pero a mi juicio los bailes son lo suficientemente expresivos como para que el espectador note los cambios de sentimientos de los personajes.
Para mi ha sido un gran descubrimiento.
Bravo por Fabio!
Leonardo Favio ya había hecho en los años 60 una hermosa versión de este cuento de su hermano Jorge Zuhair Jury, con un título bastante más extenso, en blanco y negro. Sin embargo en la presente versión, Aniceto , mostrando su creatividad y capacidad, logra ir más allá del cine…e incluir danza, sus escenografías son verdaderas obras plásticas y la música por cierto es importante, también. Los principales personajes son desempeñados por primeras figuras del ballet del teatro Colón de Buenos Aires, Argentina, y sin embargo en las manos de Favio, logran además, un trabajo actoral muy bueno.
Bella, emotiva, fantástica…una delicia para la vista, los oídos y el corazón.