Toni Erdmann
Sinopsis de la película
Inès trabaja en una importante consultora alemana establecida en Bucarest. Su estresante vida está perfectamente organizada hasta que su extrovertido y bromista padre Winfried llega de improvisto y le pregunta ¿eres feliz?. Tras su incapacidad para responder, sufre un profundo cambio. Ese padre que a veces estorba y que la avergüenza un poco le va a ayudar a dar nuevamente sentido a su vida gracias a un personaje imaginario: el divertido Toni Erdmann…
Detalles de la película
- Titulo Original: Toni Erdmann
- Año: 2016
- Duración: 162
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Opinión de la crítica
Película
6.4
97 valoraciones en total
¿Qué es Toni Erdmann?
Una película que trata sobre una mujer volcada en su trabajo y de un padre que, ante la imposibilidad de ella de responder si es feliz en la vida, intenta demostrarle que la vida no es solamente el trabajo. Dicho así como esta película hay cientos, generalmente previsibles comedias blandas. Toni Erdmann es muy distinta, porque es mucho más.
Lo grande de esta película es más la forma que el fondo. Se toma su tiempo en ser contada. Narra con tranquilidad y sutilmente los detalles de la vida, del trabajo de su protagonista, Inès. Se trata de una película muy realista, se adentra dentro de la vida diaria de esta mujer interrumpida por las apariciones chocantes de su padre. No juzga a sus personajes ni a la gélida ejecutiva ni al padre de grotesco humor. Muestra la ciudad, Bucarest, siendo usada por ejecutivos de grandes multinacionales viviendo una vida totalmente ajena a la de su población, dos mundos, no recalca la diferencia, simplemente la muestra, exactamente lo mismo que hace el padre con Inés, no le indica un camino a seguir, simplemente le muestra la diferencia mediante el recurso al ridículo. Es muy de agradecer que una película así no caiga en la facilidad del discurso fácil, ha de ser el espectador (e Inès) los que hagan el trabajo.
La película es audaz en muchos aspectos. El original humor del que hace gala, ridículo y grotesco en muchos momentos. Su ritmo lento y la sutilidad de aquello que cuenta hará desertar a muchos espectadores. Es una de las grandes películas del año pero no es facil recomendarla, pese a que nos encontramos ante un guión con unos diálogos y situaciones brillantes y dos personajes magníficos con grandes problemas de comunicación entre ellos.
Winfried persona de gran sentido del humor irreverente y estrafalario, se convierte desde ya en uno de los grandes personajes del cine, interpretado estupendamente por Peter Simonischek.
Inès, fría consultora que intenta progresar en su trabajo, personaje mucho más dificil, al que consigue dar vida de forma magistral Sandra Hüller, la cual ya dio muestra de su gran talento en Réquiem (El exorcismo de Micaela).
Como indica Oti Rodríguez Marchante con la primera y última hora hubiera sido una pequeña obra maestra . Su duración es desmesurada para una historia tan pequeña, 2h 42. Probablemente lo sea, personalmente se me hizo corta, y quizás para poder llegar al final con éxito ha de recorrerse todo ese camino. Es algo dificil de saber, cada espectador debe estimarlo.
La película deja para el recuerdo algunas escenas inolvidables, la primera aparición de Toni Erdmann , la canción de Inès (en ese momento estás tan metido en la película que hay que contenerse para no aplaudir) y la cena de cumpleaños (enorme), pero cada momento es inseparable de todo lo previo que le ha llevado hasta allí, lo cual hace de ella una obra redonda.
¿Qué es Toni Erdmann?
Una rara avis
¿Comedia? ¿Qué comedia? ¿Drama? ¿Pero dónde diablos está el drama? Pocas películas tan planetariamente premiadas, tan unánimemente elogiadas por la crítica – tanto especializada como gacetillera – y tan ansiosamente esperadas por el público me han defraudado tanto como esta sandez valquiria que se me hizo tan pesada y antipática como prolija. No es tanto que sea mala – aunque a ratos lo consiga – sino que me parece un antojo o un despropósito en el que no encuentro ni una trama interesante, ni unos personajes creíbles, ni unas peripecias con las que pudiera empatizar en modo alguno. Me sentí como un extraviado extraterrestre que tuviera que ver un monográfico de Mariano Ozores sin tener ni las ganas ni el gusto ni la capacidad para entenderlo.
Como la cinta es muy larga (no siendo ésta la peor de sus características) tuve mucho tiempo para hacerme un sinfín de preguntas – cuyas respuestas siguen siendo para mí un arcano indescifrable – durante su inacabable proyección. ¿Dónde está la gracia de ver a unos personajes confusos y desdibujados dar tumbos, quiebros, volteretas y acrobacias en una historia interminable que parece no avanzar ni llegar a ningún puerto reconocible en ningún momento de su metraje? ¿Dónde se quedó la dramaturgia en el desarrollo de la obra, en qué escondrijo trata de pasar desapercibida? ¿Para qué tanto disfraz, tanta peluca cantosa, tanta falsa dentadura y grotescos maquillajes si a la postre se despelotan casi todos en una escena tan patética como penosa? ¿Adónde nos quiere lleva la directora y guionista teutona en su periplo por las altas esferas de la impostura y la zafiedad?
La insoportable pesadez del artificio. Si lo que nos querían transmitir es el desencuentro entre un padre y su hija, si lo que querían contarnos es el trabajoso reencuentro y redescubrimiento de una quebrada e infecunda relación paterno-filial, ¿a qué viene esforzarse tanto en amontonar escenas, digresiones y circunloquios superfluos que no hacen avanzar la trama sino que se van acumulando de forma cansina y tediosa sin aportar ni una gota de originalidad ni sorpresa? Y, sobre todo, carece por completo de sutilidad o capacidad de sugerencia, teniendo que recurrir a interminables pláticas aclaratorias para desembrollar su confuso mensaje de incomunicación, soledad e insatisfacción, como si el espectador fuera un memo integral que no supiera atar cabos o entender por sí mismo las intenciones de su clarividente e iluminada autora.
Me parece una cinta caduca, desganada, sin ritmo, sin garra y sin tino. Los tímidos aplausos de algunos espectadores parecían corroborar que a cierto público le había gustado, pero yo suscribo el exabrupto de otro espectador que ante el sorpresivo palmoteo que cerró la función exclamó: ¡pero qué cojones han visto esos!.
El gran logro de Maren Ade es disfrazar un drama desgarrador en comedia excéntrica. Dos estilos que parecen repelerse se complementan perfectamente en Toni Erdmann, quedando los gags en la superficie y la triste historia de una comunicación moribunda en segundo plano. Seguramente muchos espectadores, como ya he podido comprobar que les ha sucedido a muchos críticos, no capten la sutileza de la familia que intenta recomponerse debido a que nunca se muestra de manera explícita. Toni Erdmann es el personaje que el padre crea.
Toni es un coach, o un inversor, o el embajador de Alemania según quién tenga delante. En todo caso es alguien que habla el mismo idioma de su hija: un idioma de méritos, apariencias y tarjetas profesionales. Presentándose ante su hija como Toni, lo que sucede es que Ines se ve ante un espejo. Ve lo absurdo de la vida: su entorno, su trabajo y ella misma. Dado que ella es incapaz de comunicarse con su padre, entonces lo hace a través de Toni, siguiendo la broma hasta límites insospechados: Ines permite que Toni acceda a los momentos más bajos e indignos del mundo al que pertenece. Dado que Ines es incapaz de pedir ayuda, ella tiene la esperanza que Toni la rescate al ver todas sus miserias e incluso se lo ruega con la mirada enmedio de una fiesta en una discoteca.
Es increíble comprobar cómo los sentimientos afloran en el espectador con la simple sugestión. Cómo la ingenuidad que roza la cursilería en realidad describe un momento desgarrador. Cómo una broma sin gracia es una luz al final del túnel. Cómo un estilo tan frío y una edición aparentemente aleatoria, en realidad suponen un montaje calculado al milímetro. Las teclas que pulsa Maren Ade convierten un material que roza lo banal en una sinfonía delicada que eleva el espíritu.
No sé qué película han presentado en Cannes al jurado de este año. Desde luego, es escandaloso que esta se haya ido de vacío.
…según el diccionario de la Academia, es un chiste que no produce risa.
Pues eso es para mí esta película: un inacabable chiste alemán.
Sin embargo, estoy en absoluta minoría, así que -lo digo con toda humildad- es probable que esté equivocado. Pero confesaré que el metraje me pareció desmesurado, el personaje protagonista insufriblemente pesado, su filial antagonista convencional y huera, la filosofía barata y, peor que todo, el humor absolutamente alemán , en el sentido del diccionario.
Ve a verla si así lo deseas, y dime si soy demasiado duro.
Desde luego, razón tenía Garci: qué grande es el cine y la diversidad de opiniones que genera una misma obra. Siempre me asombra que personas cuyo criterio valoro, estimo y me referencia, tengan una apreciación tan diametralmente opuesta a la mía… Líbreme Dios (y Billy Wilder, valga la redundancia) del espíritu de contradicción, de llevar la contraria por llevarla, y ojalá hubiera disfrutado yo también de lo que para mis amigos constituye una delicatessen y a mi me ha resultado un engrudo indigesto.
Para empezar, niego la mayor. O esto no es una comedia, o yo he perdido todo sentido del humor.
La machacona reiteración de los supuestos gags hacen que Toni no me parezca un tipo ocurrente y divertido cuyas bromas inviten a su receptora a reflexionar sobre su vida en general y su profesión en particular, sino un estomagante personaje que nos recuerda sin piedad a ese cuñado pelmazo que en la cena de navidad se empeña en reiterar su misma única broma año tras año desde que hace treinta alguien le rio esa gracieta: él la incorporó a su repertorio, y el resto la soporta como una liturgia tan inevitable como el discurso del Rey: que se ponga y se quite los dientes postizos (y la peluca, no olvidemos la peluca, debe ser la misma de Carrillo en 1975) treinta veces en la película, tiene gracia?, lo dudo, tiene sentido?, pues tampoco me parece, pero en fin…
(Para no reventar su argumento, señalo algunos detalles en la zona spoiler).
Pasemos a la calidad de la película como tal: el debate sobre su planteamiento político y social no debería menoscabarla si la tuviera, nadie en su sano juicio (bueno, nadie no: acaba de ganar Trump) reivindica el mensaje de El nacimiento de una nación (la peli de Griffith, aclaro: va a estrenarse otra homónima), pero la infamia de su planteamiento no anula su consideración de obra seminal del cine.
El sentido de la síntesis es inexistente: de ahí el título de este comentario, tomado de una canción de Pablo Milanés, La vida no vale nada . Y de ahí también la queja de la mayoría de las críticas: no es larga, es larguíiiiiiiiiísima para lo que cuenta.
Igual podríamos referirnos al desconocimiento de la directora del concepto de la elipsis: esta señora cree que tiene que mostrárnoslo todo, en un montaje pesado y sin ritmo, olvidando una máxima irrenunciable en el cine (y en la vida): lo que no suma, resta.
Su supuesta novedad no me resulta tal. Todo esto ya lo hemos visto, y sin tanto ditirambo ni pretenciosidad, en La ciudad no es para mí , en El diablo viste de Prada , en las películas del landismo (un tanto aggiornado, claro, en apartamentos de diseño), en Un día de furia … Por cierto, si no nos reímos de Michael Douglas cuando su carga de estrés lo rompe, ¿donde está la gracia del ataque de ansiedad de Inés, al recibir a sus invitados desnuda porque la tensión puede con ella? Lo mismo podríamos decir de Bridget Jones, ¿por qué Renée Zellweger en la escena final de su Diario… persiguiendo a Colin Firth medio desnuda es cine barato de sobremesa dominical, y resulta que Inés persiguiendo al pelmazo de su padre disfrazado de Chewbacca es una escena desopilante, exquisito bocado de cinéfilos?
Termino ya, que me paso de espacio, falta lo peor: lo peor de todo es que esta irritante película resulta insoportablemente aburrida.