Ángeles sin paraíso
Sinopsis de la película
Jean Hansen (Judy Garland) es profesora de música en un colegio infantil para deficientes mentales. Allí conoce a Reuben, un niño con problemas al que sus padres no visitan desde hace años. Jean lo colmará de atenciones y mimos a pesar de que el director del centro (Burt Lancaster) considera que su actitud es contraproducente.
Detalles de la película
- Titulo Original: A Child is Waiting
- Año: 1963
- Duración: 102
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Opinión de la crítica
Película
6.9
49 valoraciones en total
Una película emocionante, dura, reflexiva, sin trampas, sobre las personas excluidas de la sociedad desde su nacimiento, esas de las que ayer decíamos, entre el desdén y la ignorancia, que tienen retraso o subnormalidad y hoy, al menos con un poco más de respeto, que tienen esta o aquella discapacidad o necesidad educativa especial. Personas que viven internadas en un colegio a espaldas de una sociedad incapaz de comprenderlas y asumir quiénes y cómo son, a expensas de un estado capitalista que duda de la eficacia de su educación y preferiría gastar el dinero en alumnos excelentes, en manos de unos educadores que se desviven por ellos porque han encontrado el sentido a su vida, sin importar las expectativas de triunfo, porque la dignidad de esas personas significa mucho más.
Una película producida y montada por Stanley Kramer en perjuicio de su director, el independiente John Cassavetes, que no estaba de acuerdo con el punto de vista sentimental y convencional de Kramer. Sin embargo, su dirección es muy acertada, con planos cortos de emotiva naturalidad, travellings interesantes, ángulos creativos y una estupenda fotografía. Los imaginativos créditos, a base de dibujos de los niños, nos sumergen en lo que será después una descripción seria, objetiva, diversa y cariñosa de las diversas discapacidades que tienen.
El sólido y bien trenzado guion de Abby Mann se centra en la historia que da el sugerente título original a la película (Un niño espera) aunque la manía dobladora de la época pusiera ese otro título en español tan lírico como poco acertado, porque lo que vemos es el mundo inverso, sin ángeles (esos niños no lo son), pero con paraíso (el de las personas que trabajan por ellos). Reuben, magníficamente interpretado por Bruce Ritchie, es abandonado en el colegio por sus moralmente arruinados padres y nunca van a visitarlo, aunque él los espera cada miércoles y vive obsesionado por ellos. El colegio está regido por el duro, tozudo, atormentado y racional Matthew Clark (personaje que asume Burt Lancaster con la brillantez habitual), que no consigue nada con ese niño tan especial pese a su éxito con otros, y que tendrá que aceptar estrategias menos teóricas y más sentimentales como las de la profesora Jean Hansen (Judy Garland), sin experiencia pero buscadora de alguien que la necesite tras una turbia vida fracasada y que comprende enseguida que el niño depende de la figura progenitora, que ella asume contra los criterios del director, más empeñado en conseguir que los niños se ayuden a sí mismos. Todos tienen su parte de razón, su parte de fracaso y también su parte de éxito.
Una mención especial merece Judy Garland, en la que fue su penúltima película, seis años antes de su muerte. La otrora gran estrella del musical, la Dorothy de El mago de Oz, es aquí una mujer madura, de voz rota, perdida, deseosa de que alguien la quiera, con una interpretación que resta de glamour lo que ofrece de autenticidad.
La película hace pensar, formularse preguntas, debatir, replantearse prejuicios y admirar la labor de los educadores. Y sí, también llorar a poco que se conozca a uno de estos niños de los que nadie espera nada, que tal vez consigan sólo hacer, con suerte y paciencia, un trabajo simple y mecánico.
-Cuando mi hija nació, creí que era la peor tragedia que le podía pasar a un padre, pero ella no sabía que era una tragedia: la tragedia debía estar en nosotros mismos.
¿Qué se puede decir después sino dar las gracias por haber venido?
Como digo es una película muy interesante, tanto por el tema como por como es desarrollada. En cambio no es la película que Cassavetes quiso. El estudio con nocturnidad y alevosia mandó a Kramer montarla sin la supervisión del director y esto dió un vuelco, no tanto al fondo si no al objetivo de la película. Como bien cuenta el propio director en Íntimo Cassavetes, él quería una película en el que se viera a los niños jugar, sufrir, dudar, llorar, darles la palabra en definitiva, en cambio el resultado final es una película mucho más volcada en la enfermedad en sí. Después de esto Cassavetes estalló en ira hacia los estudios y sólo al final de su carrera volvió a rodar para Columbia.
Judy Garland: la grandiosa voz, la excepcional gran actriz que murió a los 47 años en uno de sus múltiples excesos de somníferos con alcohol, cinco matrimonios, tres hijos, y un talento fuera de serie para todos los géneros dentro del musical, la comedia o este drama descarnado donde se ocupa de interpretar a una mujer madura de vuelta de muchos fracasos, como ella misma, que gozaba de un éxito enorme pero se sentía la más perdedora.
Burt Lancaster resuelve con holgura la fortaleza y claridad de su difícil personaje. Gena Rowlands tiene una colaboración magnífica. John Cassavetes dirige a disgusto porque el productor le impone unas reglas de juego que no acepta, reniega de esta película muy convencional si se tienen en cuenta las rarezas que él dirige, pero a mí me gustan sus rarezas y también esta, que además me gusta mucho, nunca deja de emocionarme ver a Garland tan desprotegida, a seis años de su muerte, dando la impresión de que en cualquier momento va a romperse, va a olvidar la letra, va a equivocar la escena, su propio nombre… perfectamente unida al doliente personaje que interpreta.
Creo que después de esta película hizo una más, en UK con Dirk Bogarde, se tituló algo así como Amarga es la gloria, precisamente la historia trágica de una cantante de éxito que por el alcohol pierde a marido e hijo con una sensacional escena final de recuperación de último minuto cantando ante un público entregado. Como toda América se entregó al asistir a su entierro, multitudinario, espectacular.
Pero aquí todo es intimista. En Ángeles sin paraíso (Título original creo que es: Un niño espera) sólo canturrea un poco como una pobre maestra a quien le urge reconstruir su vida.
Esta película ha sido de momento con la que más he llorado en mi vida, claro que yo soy de lágrima fácil. Es muy humana pero realista, supongo que por eso no es plato de buen gusto para todos los públicos, sobre todo para los que no quieren ver la parte más oculta del mundo en que vivimos.
Judy Garland está radiante y Burt Lancaster no se queda atrás. Interpretan él al director de un centro para deficientes y ella a una mujer madura soltera con una vida que no le satisface y que busca una actividad que la llene como ser humano, dando un sentido a su existencia y por eso comienza a trabajar en el centro de discapacitados.
El argumento gira en torno a un niño llamado Reuben que según nos cuentan roza la normalidad, pero no es como los demás y justo está ahí lo más triste del film, porque te hacen ver que el niño es bastante consciente de lo que le está pasando, de que está en un limbo entre lo que se considera normal y lo que se ve como deficiente y es rechazado por los otros niños (escena del partido). Te da mucha pena ver que los padres no vienen a verle, siendo un gran consuelo que Jean Hansen (Judy Garland) le trata como si fuera una segunda madre. Sin embargo el director hace ver a Jean que eso es contraproducente según su experiencia.
Enfermera y pianista, pero sin experiencia alguna en la educación de niños y menos aún de niños especiales, Jean Hansen se arriesga a solicitar empleo en el instituto Crawthorne… y para su suerte, el Dr. Clark decide contratarla. En silencio, pero con clara inconformidad, la mujer ya madura comienza a darse cuenta de que la base formativa del director-psiquiatra se centra en la norma y en la disciplina, entendida ésta como el ejercicio riguroso de la norma. Por su parte, el Dr. Clark comienza a notar que, entre Jean y un chico recién llegado llamado Reuben, se está dando una relación demasiado estrecha, marcada por el paternalismo y la sobreprotección, claramente diferenciable de su relación con los demás muchachos.
Estas actitudes producirán un necesario choque, pero abrirán un espacio de discusión en los métodos formativos de la institución. ¿Cómo se debe tratar a un niño especial? Es la pregunta que comienza a surgir en la cabeza de los empleados, más, cuando aquel espacio es de los primeros que se ocupan profesionalmente de aquellas insuficiencias por mucho tiempo ignoradas y peor tratadas. Y a esto se suma que el pequeño Reuben, en palabras del Dr. Clark: Es uno de nuestros más espectaculares fracasos.
El productor Stanley Kramer, parecía interesado en dirigir él mismo este significativo guión de Abby Mann que, tras su efectivo trabajo juntos en El juicio de Nuremberg, el escritor acababa de ofrecerle. Pero, al final optó por entregarlo al director de la renombrada Sombras, John Cassavetes, para que tomara el timón. Como era de esperarse por su trayectoria como realizador, Kramer se permitió ciertas injerencias al serle entregada la película e hizo algunos cortes buscando que primara su tesis de que, lo correcto con los niños especiales, es tenerlos en una institución donde se socialicen con sus iguales y la cual se dedique particularmente a sus problemáticas. Mientras que, Cassavetes, defendía la idea de que los niños deben ser aceptados tal como son, pues su vida tiene un sentido y un significado. La tragedia la creamos nosotros con la manera como interpretamos sus diferencias. Por lo tanto, se entiende, se trata de acogerlos en sociedad sin aislarlos de manera alguna. Al final, la película logra contener las ideas de ambos, y desde mi punto de vista, creo que las dos proposiciones tienen sus pros y sus contras, y creo que debe ser el niño especial quien determine donde se siente más cómodo.
Como rara vez ocurre en este cine-escuela, se crea en ÁNGELES SIN PARAÍSO un punto de equilibrio entre los caracteres del director y la instructora, pues al final, quizás comprenderemos que lo justo es tratar a los niños especiales con ciertas normas, pero con amorosa autoridad.
Nos conmueve la frágil condición conque, después de tantas vicisitudes en su vida privada, Judy Garland asume este rol que nos la devuelve satisfactoriamente en su penúltima película. Su rol, como el de Burt Lancaster, resulta con bastante calidez como para que podamos sentir por ellos un especial afecto.
Título para Latinoamérica: UN NIÑO ESPERA