Algo salvaje
Sinopsis de la película
Mary Ann Robinson, una chica que vive en el Bronx, Nueva York, con su neurótica y autoritaria madre, y con su amable pero ineficaz padrastro, es violada mientras camina hacia su casa una noche. Mary Ann guarda el secreto de su ataque, se escapa buscando perderse en Manhattan, alquila un piso de mala muerte y toma un trabajo en una tienda. Abrumada por la hostilidad de la gente y su propia desesperación, Mary Ann intenta saltar desde el puente de Manhattan, sólo para ser detenida por Mike, un mecánico que la lleva a su modesto apartamento. Al principio se siente agradecida de la bondad de Mike, pero después Mary Ann se ve aterrorizada cuando él se niega a dejarla ir. ¿Es realmente Mike un salvador o es otro violador?
Detalles de la película
- Titulo Original: Something Wild
- Año: 1961
- Duración: 112
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Opinión de la crítica
6.4
51 valoraciones en total
Jack Garfein, solo rodó dos películas, The strange one (El extraño) y Algo salvaje . En ambas tuvo problemas con los productores y con el Código Hays, que establecía los límites morales que no debían traspasar las películas en Estados Unidos, bien fuera una cuestión de destape, o un hecho que molestara a los bienpensantes, o algo que se saltara la discriminación racial: como la presencia de actores negros.
Garfein era un superviviente de los campos de exterminio nazis. En concreto del campo de Bergen-Belsen. Una vez establecido en Estados Unidos, desarrolló una reconocida carrera como director teatral, y colaboró en el Actors Studio. Conocidos autores (Becket, ONeill, Arthur Miller…), fueron adaptados a la escena por Garfein. A la vez, fue profesor de actores y actrices de sobra conocidos: Sissy Spacek, Irène Jacob…
El 1957 rodó The strange one (El extraño) , película en la que tuvo sus primeros problemas con la producción y con el denominado código Hays: introdujo a un grupo de actores afroamaericanos, contraviniendo las políticas de segregación racial vigentes en ese momento.
En 1961 rodó Algo salvaje , su segundo y último largometraje. Adaptación de la novela Mary Ann , de Alex Karmel, con fotografía de Eugen Schüfftan (Metrópolis), y música de Aaron Copland. Descrita por el autor como un viaje espiritual, cuenta la historia de una estudiante (Carrol Baker), que al regreso de la universidad, es salvajemente violada. Las secuencias son todo lo explícitas que podían serlo en la época y tienen una enorme fuerza.
Ante la imposibilidad de contar esta agresión a su madre (ni a la policía), decide desparecer . Abandona la casa materna y alquila una habitación en el Bronx. Es aquí donde conoce a otro ser solitario, desclasado y alcohólico (Ralph Meeker). Con él Mary Ann pasará de ser salvada a un encierro forzoso en el apartamento de su salvador. El personaje de Meeker quiere tomar como rehén a la persona que ha salvado del suicidio para que, a la vez, le salve de su soledad y de la ruina que es su vida. Son secuencias muy bien rodadas, pues trasmiten toda la angustia del encierro, de la necesidad de la huida, y con una violencia larvada que explota en algunas escenas.
Ese viaje espiritual del que habla Garfein pude ser interpretado como la metáfora de un superviviente de los campos: la imposibilidad de contar algo que no debía haber ocurrido, el encierro en sí mismo ante la falta de comprensión del mundo… Pero también como la metáfora de que solo la libertad puede hacernos mejores (Camus)…
Una fotografía impecable, una partitura de Coplan que subraya las disonancias, y una gran actuación de Carrol Baker (pareja del director), y de Ralph Meeker, contribuyen a materializar ese viaje espiritual, esta metáfora cinematográfica sobre lo que no puede ser contado y sobre la libertad como condición para liberarnos de nuestros miedos.
Para apreciar todas las claves es preciso ver la película. No se la pierdan. Es un tesoro escondido.
Algo salvaje es una película fuera de lo común, como lo era su recientemente fallecido director Jack Garfein, un judío ucraniano superviviente de los campos de exterminio nazis (el único de toda su familia) y que, una vez en Estados Unidos, desarrolló una importante carrera como director teatral e impulsor del célebre Actor’s Studio. Sólo dirigió dos películas, El extraño (donde abordaría el tema de la homosexualidad) y Algo salvaje, protagonizada por su pareja Carroll Baker. Garfein tuvo que acostumbrarse a burlar una censura estadounidense cuyo puritanismo, racismo y fanatismo estableció unos patrones de tratamiento de argumentos y personajes difíciles de evitar. De hecho, la crítica no fue nada comprensiva con esta película.
Tras unos magníficos títulos de crédito diseñados por el gran Saul Bass, y centrados en los movimientos de una ciudad deshumanizada y hostil, el conflicto arranca sin demasiados preámbulos: una estudiante introvertida, Mary Ann Robinson (soberbia Carroll Baker) que vive dominada por una madre exasperada e hiperprotectora, es asaltada y violada por un desconocido de regreso a casa. La escena de la violación es seca y cruda, y será el determinante de un cambio radical en la vida de la chica. Garfein opta por un desarrollo detallista y convincente de la psicología de los personajes, muy propia del Método teatral: importa el detalle de los gestos y acciones, los silencios, las miradas reveladoras, la asimilación de las reacciones y la verosimilitud de las acciones. A pesar de la buena banda sonora del famoso compositor Aaron Copland, es en los silencios interiores y en el apabullante ruido exterior donde el dramatismo de la soledad indefensa alcanza sus cotas más tensas, gracias también a una excelente fotografía de Eugen Schüfftan, de bellos claroscuros.
Asistimos al desarrollo del fuerte estrés postraumático de Mary Ann, que no cuenta nada a su familia y, presa de un agobio insoportable y de un terrible miedo al contacto humano, decide escaparse de casa, sin rumbo ni objetivo, para buscarse la vida: empleos mal pagados, pensiones sórdidas y compañeras y vecinas hostiles la llevan al límite del suicidio. Es salvada por Mike (interpretado por un teatral y ambiguo Ralph Meeker), un mecánico fracasado y borracho, que la acoge en su miserable vivienda para después secuestrarla. Mary Ann le golpea y le salta un ojo cuando regresa borracho a casa e intenta abalanzarse sobre ella. Las escenas del cautiverio, con sus silencios y sus acciones dilatadas, provocan una dilatada angustia sólo rota por saber el final: ¿qué es lo que quiere realmente el secuestrador de Mary Ann y qué hará esta? El desenlace puede ser controvertido y no gustar demasiado hoy día, pero como le dice Mary Ann a su escandalizada madre: lo que ha pasado, ha pasado. Y no sabemos si es lo que tenía que pasar, si la decisión final de Mary Ann es producto del síndrome de Estocolmo o si, sencillamente, se han subvertido las reglas y la moral y es entonces, y no antes, cuando Mary Ann encuentra libremente el sentido a su vida.
Película interesante, absorbente, muy bien filmada, insólita para su época pero contundente y veraz, un descenso a los infiernos que al final no lo es, y eso a veces descoloca porque no sabemos dónde estaba realmente el infierno.