Al límite de la verdad
Sinopsis de la película
En circunstancias normales, un atasco en hora punta en Nueva York no provocaría una reacción en cadena capaz de destrozar la vida de dos personas. Sin embargo, en este día en concreto, un pequeño choque convertirá a dos hombres en enemigos declarados. Gavin Banek (Ben Affleck) es un abogado de altos vuelos que intenta abrirse camino entre los coches para no llegar tarde a un juicio. En el carril de al lado se encuentra Doyle Gipson (Samuel L. Jackson), padre de dos niños, que también se dirige al tribunal donde un juez va a decidir si Doyle tiene derecho a ver a sus hijos. Aparentemente Banek y Gipson son hombres muy distintos: uno lucha por llegar a la cima en su trabajo y el otro lucha desesperadamente por salir del agujero en el que se encuentra. Pero un accidente sin importancia llevará a estos dos extraños al borde de la autodestrucción, y demostrará que la ira nos convierte a todos en iguales.
Detalles de la película
- Titulo Original: Changing Lanes
- Año: 2002
- Duración: 99
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Opinión de la crítica
5.7
73 valoraciones en total
Esta película es rutinaria en ciertos aspectos. Técnicamente es impecable, como casi todo lo que viene de Hollywood, y está rodada de manera eficiente, sin grandes alardes. Sus planteamientos son tambien convencionales: los grandes bufetes de abogados no son más que miserables ladrones de guante blanco, los negros se enfrentan al afán de cada día con gran dificultad, la vida moderna nos convierte en animales salvajes, y un largo etc. Sin embargo, a pesar de que la película no tiene grandes mensajes ni escenas perdurables, no negaré que se ve de forma fluida y muestra de forma interesante como dos personajes puestos al límite (Jackson y Affleck, los que salen en la carátula) pueden cruzar sus límites éticos y físicos. No esperen una película de acción, ni un thriller vibrante, sino más bien un intento temperado de reflexión sobre como el mal engendra mal y como se pueden perder los papeles interpretes el papel que interpretes en el teatro del mundo. Respecto al reparto, Jackson está bien, como siempre, Affleck hace de Affleck, con todo lo que esto conlleva, Pollack aporta su presencia y una tal Toni Collette es el clon femenino de Alfredo Urdaci. En definitiva, si está viendo la tele y la ponen, dele una oportunidad, pero no la incluya en su lista de películas a ver antes de morir.
Ben Affleck. El mal actor-estupendo director por antonomasia nos sorprende en esta película, en la que es actor pero no está nada pero que nada mal. Es uno de los dos protagonistas en lid, interpreta a un abogado de éxito que tiene un accidente cuando se dirige al tribunal y pierde unos papeles importantes. Su personaje va in crescendo en su rabia y su desesperación por recuperarlos, y al mismo tiempo su asco por el sucio mundo en el que se mueve. Su encontronazo con Jackson será un revulsivo que le obligará a replantearse toda su vida de principio a fin.
Samuel L. Jackson. Va en el coche que choca contra el de Affleck. Es un alcohólico en rehabilitación, un padre desesperado que lucha por no perder a sus hijos. Al igual que su contrincante va metiéndose en una espiral de violencia e ira que le llevan a perder totalmente el control de sus actos y sus decisiones. Corren de su cuenta algunos de los momentos más tensos del filme, como ése en el que entra en un bar, pide una copa de bourbon y se sienta a mirarla.
Y junto a los dos protagonistas principales, unos secundarios de lujo, como Toni Collette, que interpreta a la amante y compañera de trabajo de Affleck, con quien comparte intensísimos planos y diálogos, o William Hurt, amigo y compañero de batallas alcohólicas de Samuel L. Jackson, con el que igualmente comparte planos y diálogos que no tienen nada que envidiar a los del equipo contrario.
Roger Michell, el famoso artífice de la alabadísima Notting Hill, debuta en el cine norteamericano con esta película, desde mi punto de vista notablemente infravalorada. Con un reparto lleno de nombres estelares (obviemos a Affleck, aunque ya digo que está sorprendentemente bien) y un guión denso y consistente en el que la tensión se mezcla con el drama a partes iguales, nos cuenta una historia de límites morales, de estrés vital, de decisiones erróneas en cadena y por último de redención que está muy bien escrita y mejor dirigida.
Si acaso falla algo es el final. No sé, creo que el desarrollo de la acción merecía otra cosa, algo un poco menos flowerpower. Pero bueno, se le puede perdonar porque es uno de esos finales que dejan una sonrisa bobalicona en la cara y oye, tampoco de vez en cuando hace daño algo de optimismo vital. Digo yo, vamos.
Esta película pone de manifiesto el debut americano del director británico Roger Michell, responsable de la candidata a comedia de los noventa, Notting Hill. Aquí, en Al límite de la verdad, se nos presenta a Gavin Banek (Ben Affleck), quien da vida a un importante abogado que llega con demora a un juicio. Mientras, en el carril contiguo, se encuentra Doyle Gipson (Samuel L. Jackson), que también se dirige al tribunal, pero con una intención totalmente distinta ya que un juez dictaminará si tiene derecho a ver a sus dos hijos o no. Aparentemente, Banek y Gipson son dos personas con un carácter y unas ambiciones muy distintas, pero un contratiempo con sus vehículos sin importancia los llevará al borde de la desintegración personal, demostrando hasta dónde puede ser capaz de llegar el ser humano, con un cabreo de tres pares de cojones.
Thriller en el que se echa de menos en algunas escenas un poco más de ritmo, picardía y algo de caos generalizado, pero os prometo que no llega a aburrir. Además está compensado con las actuaciones de ambos protagonistas y con un trasfondo atrayente, más que nada porque la premisa inicial -sin entrar en detalles-, nos puede pasar a todos para bien o para mal, quién sabe.
Tengo que reconocer que el argumento me pareció bastante original, y la peli es bastante entretenida, aunque por momentos cae en ciertas exageraciones. Pero se deja ver.
Por supuesto, está llena de mensajes morales sobre el despiadado camino al éxito, los perjuicios de no mantener una vida honesta, la inconveniencia de elegir el camino de la ira para solucionar los problemas, etc., etc., que resultan tan obvios que no vale la pena repetir acá.
Me hizo acordar al episodio de los simpsons donde marge es enviada a un curso de manejo por reiteradas faltas de tránsito y en el video que le muestran, lleno de irascibles conductores haciendo desastres en las calles, la voz del locutor dice la ira ha hecho grande a esta nación.
En 1999 Roger Michell se hizo con un lugar en la industria del cine a través de una comedia formidable: Notting Hill. Julia Roberts y Hugh Grant componían una pareja romántica en medio de una historia de las de antes, repleta de ese aroma clásico que nos hizo revivir las facilidades y las claves con las que uno de los reyes del género, Enrst Lubitsch, componía y diseccionaba el género a su medida. El éxito fue tal en todo el mundo que un abanico de posibilidades se le abrió de golpe. Hay que agradecerle su denodado esfuerzo por desmarcarse del sambenito que rápidamente los productores trataron de imponerle. Tras sus continuas negativas a comedias, con o sin Meg Ryan, ha elaborado un interesante drama social y actual, síntoma de la preocupante amoralidad que azota el mundo, la inquietante incomunicación y distanciamiento entre las personas, y el desgarrador ritmo al que se vive y sobrevive en el mundo capitalista y occidental, desbordado por el cinismo, los vicios, los obstáculos que impiden superarse y la corrupción empresarial a escala global.
Retorno al pasado
En medio de un día lluvioso, Gavin Banek y Doyle Gipson sufren un accidente de tráfico que los arrastrará a una espiral de violencia en la que sacarán a relucir el lado más oscuro y cruel del ser humano. El primero es un talentoso y joven abogado que posee una vida de triunfos y tranquilidad hasta que comienza a plantearse su comportamiento. Su secretaria y ex amante será el conducto de confesión y redención a través del cual tratará de superar sus problemas de alcoholismo, la incompatibilidad con sus jefes (uno de ellos es su suegro), la ficción de su matrimonio, o su intolerable civismo. El segundo es Doyle Gipson, un afroamericano de clase humilde. Al igual que González Iñárritu en Amores perros, Roger Michell utiliza el accidente de coche como metáfora del cruce de destinos. Además, rescata una de las esencias del cine con mayúsculas del pasado: recuperar la importancia del entorno habitual y hacer que los personajes progresen a medida que transcurra la trama. No necesita inventarse historias complejas, sino que realiza una descripción honesta del derrumbamiento de unas personas, la erosión de sus ideales y el peligro en el que se encuentra su integridad personal. Para ello, se ha valido de la capacidad de disección de su guionista. Michael Tolkin, que ya ganara un Oscar con El mejor.
Al límite de la verdad comparte con Un día de furia (1993), de Joel Schumacher, la historia de un hombre rebasado por las circunstancias y su tenacidad y afán de supervivencia. En ambos films el azar pone a ciertas personas a prueba, y su comportamiento se torna irracional, extraño y violento, convirtiéndose en fuerzas incontrolables de su propio destino. En definitiva, una historia bien confeccionada, una fábula urbana en la que la ira, la calidad humana y la autodestrucción se ponen a prueba, y que si no fuera por su falso happy end y la nula capacidad actoral de Ben Affleck sería más redonda.