Zama
Sinopsis de la película
Narra la historia de Don Diego de Zama, un oficial español del siglo XVII asentado en Asunción que espera su transferencia a Buenos Aires. Es un hombre que espera ser reconocido por sus méritos. Pero en los años de espera pierde todo. Decide atrapar un peligroso bandido y recuperar su nombre… Basada en la novela existencial de Antonio Di Benedetto escrita en 1956.
Detalles de la película
- Titulo Original: Zama
- Año: 2017
- Duración: 115
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Opinión de la crítica
Película
6.1
69 valoraciones en total
El que espera desespera,
dice la voz popular.
¡Qué verdad tan verdadera!
Versos de Antonio Machado que parecen haber sido escritos para describir la historia del ex corregidor Diego de Zama, héroe de esta película, pero también para algunos espectadores, entre los que me incluyo, desesperados ante la lentitud del desarrollo de la trama, al punto de dudar entre salir de la sala (como hicieron algunos) o quedarse a la espera de algún rayo intempestivo que interrumpiera la morosidad de ritmo (nobleza obliga, al final de la película también alguien aplaudió). Claro, las actuaciones casi teatrales y una copia donde la fotografía en su primera parte (salvo unas pocas escenas) lució oscura tampoco ayudaron. El aburrimiento se apoderó de mi y fue tal la perplejidad que por momentos dudé sobre mi propio criterio para evaluar una película. ¿Estoy ante un ejercicio contracorriente, una obra maestra con todas las letras como me habían anticipado algunos amigos, o es una película estándar con algunos hallazgos como voces fuera de cuadro pero que en general no es ninguna maravilla técnica y además no logra conmoverme en lo más mínimo? ¿Puedo considerar como una gran película aquella que no me provocaba ni una pizca de emoción? Por suerte, en la parte final la cinta recupera algo de ritmo (buena fotografía y montaje en las escenas grabadas en los esteros correntinos), pero salvo esos minutos finales me resultó una película tediosa, con más pretensiones que logros y, tomando en cuenta mis expectativas antes de verla, decepcionante.
Enfrentarse a una película de la argentina Lucrecia Martel implica un riesgo ineludible: cine personal, críptico, complejo (o no) que se ha escrito y rodado para parecer original. Y arrasar en premios europeos y americanos, claro. La fórmula se repite una y otra vez pero siempre es efectiva: actores con permanente cara de asombro y/o hastío, escenas que no vienen a cuento, brutalidad insospechada, preciosa fotografía y guión incomprensible, con frecuencia fundamentado en saltos espacio temporales. Siempre es así, y ahí está la obra, por ejemplo, del griego Yorgos Lanthimos para corroborarlo. Así que paciencia y luego a leer maravillosas críticas.
Ojka
Ir de resaca un domingo a las once de la noche al cine puede ser una idea genial o el mayor de los desastres. Imagino que, en las épocas en que el cine, igual que la vida, era interesante y se podían ver buenas películas, la mayor parte de las veces el plan acabaría constituyendo una idea genial.
Hoy día, época en la que un incansable batallón de modernos se frotan las manos antes de que cada horterada que rezume mínima señal de trascendencia sea estrenada, para después calificarla de kafkiana , minimalista , necesaria y otros adjetivos que yo dedicaría a mis testículos, ir al cine en estas condiciones es un ejercicio de supervivencia frente al tedio, que ya está instalado de por sí en nuestras cabezas llenas de vidrio y alfileres desde el primer despertar.
Zama presenta una bonita fotografía, un banda sonora más que aceptable, ciertas escenas de notable sensibilidad y un protagonista que por momentos logra ser carismático, por más que el personaje sea un intendente pajillero de fingido estoicismo. El resto son fuegos artificiales, una pesadilla que intenta emular a Konrad, pero sin producir la más mínima emoción, dificultando enormemente seguir la película y rellena de personajes que no aportan nada significativo a la trama (¿el personaje de Lola Dueñas para qué vale? ya sabíamos que Zama es esclavo de la carne, primero por que todos lo somos y segundo por que ya se ve en la primera escena), que por otra parte, dudo exista, más bien es una sucesión de situaciones, algunas interesantes y bien planteadas, pero que en conjunto son un peñazo. Estoy de acuerdo en que una narración no tenga una trama o argumento definido, que no cuente una historia- o no de la manera lineal que acostumbran a ensayar los narradores-, siempre y cuando se proponga indagar sobre la problemática inherente al ser humano, y demostrarnos que lo que creemos son nuestros más oscuros demonios, son extrapolables a todo quisqui. Se me ocurren Leólo, Dostoyevski, Lynch, Marías…incluso el Gran Lebowski, como humilde sucesión de situaciones que no acaban de conformar una trama coherente, sin ningún tipo de ínfulas de grandeza.
Así las cosas, tenemos narradores lúdicos y problemáticas, y narraciones que responden a estas categorías. Esta no es lúdica, por que no cuenta ninguna historia, pero tampoco es problemática desde mi punto de vista, solo un bodrio grandilocuente, ya que no plantea cuestiones esenciales de la existencia, aunque sí parece en condiciones o con intenciones de hacerlo.
Quizá sea una mala adaptación de un libro que no he leído, ya digo que veo una buena premisa, una buena idea detrás del filme, a la hora de retratar ese paisaje tropical teñido de magia oscura, pero para mí se queda en agua de borrajas. Si algún día en los próximos años estoy sobrio o sin resaca, prometo intentar darle un segundo visionado, no vaya a ser que haya vuelto a mear por fuera. Por otro lado, quizá si eso pasa me mata el síndrome de abstinencia.
Las tareas y obligaciones de nuestra rutina cotidiana son tan abundantes y el volumen de estrenos de nuestra cartelera tan ingente que en no pocos ocasiones se nos escapa la posibilidad de ver algunas películas relevantes en la gran pantalla. En esta casa suele sucedernos, desgraciadamente, con el cine latinoamericano. En este caso, de tierras argentinas viene el filme que nos ocupa, que siempre estuvo varado en nuestro radar. En primer lugar supone el regreso al largometraje tras muchos años de la realizadora venerada entre la crítica especializada Lucrecia Martel. Filme que entusiasmó a voces de criterio de nuestra prensa, que gustó en su paso por el Festival de Venecia y el Festival de Sevilla el año pasado, dónde recibió el premio especial del jurado. Nos referimos a Zama, adaptación de la novela de Antonio di Benedetto sobre el oficial Don Diego de Zama. Película que también fue nominada al Goya a Mejor película iberoamericana, y coproducida por El deseo (y con Lola Dueñas en su reparto). Película que no pude encajar en la agenda de estrenos, pero que ansiábamos sacar tiempo para descubrirla. No conocemos la obra de Martel, y el entusiasmo crítico sólo podía despertar nuestra curiosidad. Sus características de estilo nos hicieron aproximarnos a ella con pereza, pero acabamos disfrutándola en el caluroso hogar. Y se trata de un filme muy personal y reconocible, harto curioso, pero notablemente decepcionante. Un relato fílmico de densa atmósfera y peculiar estilo pictórico y literario, pero también confusa y marcadamente tediosa. Una película nada desdeñable ni exenta de interés, pero muy lejos de ser la obra maestra que algunos entusiastas proclamaban. Al menos, no desde nuestros estándares de análisis y comprensión fílmica. Pero dejénnos explicarnos.
Sigue la historia de un oficial español llamado Don Diego de Zama que espera su transferencia a Buenos Aires desde la ciudad de Asunción en el Siglo XVII. Este es el puntapié con el que arranca la cuarta película de Lucrecia Martel. En esta ocasión, la salteña plasma su personal visión sobre la novela de Antonio di Benedetto.
Desde antes de su estreno, la cinta ya estaba condenada a ser incomprendida y odiada. Como bien lo dijo la misma directora en una entrevista que ronda por ahí, las series (salvo los animes y la nueva Twin Peaks) se han encargado de malacostumbrar al espectador, terminando con el juego lúdico de la puesta en escena cinematográfica y poniendo todo el foco en el guion. La gente puede aguantar 7 capítulos seguidos de 40 minutos pero no resiste una película de 2 horas. Esto mismo lo vi en mi sala: sólo estábamos yo y una pareja (era tarde y y la función era justo después del partido de la Selección). Cuando faltaba alrededor de media hora para que la película acabase, la pareja se fue.
El espectador que se interese por el CINE (y que probablemente será tachado de snob por los fans de Stranger Things), encontrará en Zama una película con una atmósfera ominosa, que se hace presente en cada plano (una pena que los cines estén pasando copias con el formato inadecuado), en una fotografía impecable, en cada momento cercano al realismo mágico (voces inexplicables, un mueble que se mueve solo) y en cada gesto de Daniel Giménez Cacho.
Es necesario resaltar el trabajo de este actor hispano-mexicano: más de una persona se quejó porque no hay forma de empatizar con el personaje. Un hombre que espera su traslado para reunirse con su familia, que se ve obligado a responder al gobernador y hacer cosas que evidentemente no le interesan (se mueve con pesar en el espacio cinematográfico) con tal de lograr ese fin. ¿No hay forma de empatizar con eso?
Durante la primera parte de la película, más episódica y menos convencional, Martel hace un soberbio juego con el sonido: te mete de lleno en esos paisajes y al mismo tiempo genera tensión. Fauna, gritos, disparos, todo se construye desde el fuera de campo. El tercer acto, muy conradiano, nos acerca a la barbarie a la que teme Zama, dejando para el final un enfrentamiento esperado durante toda la película.