Yo creo en ti
Sinopsis de la película
Basado en una historia real. En 1932, Frank Wiecek fue condenado a 99 años de prisión por un crimen que no cometió. Doce años después, su madre, que limpiando pisos ha ahorrado 5.000 dólares, centavo a centavo, publica un anuncio ofreciendo ese dinero como recompensa para quien le dé la información que permita descubrir al verdadero criminal. Un escéptico periodista inicia una investigación.
Detalles de la película
- Titulo Original: Call Northside 777
- Año: 1948
- Duración: 111
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Opinión de la crítica
Película
7.2
69 valoraciones en total
Tras ver esta película dirigida por Henry Hathaway, me surgen ganas de ver La casa de la calle 92 y 13 Rue Madeleine, del más puro género de espionaje en la II Guerra Mundial. En esta, queda el buen sabor de boca del gusto por la verdad y del afán por descubrirla. Alienta saber que son hechos reales (se insertan hábilmente imágenes documentales de la época entre los fotogramas del film). Alienta saber que la investigación periodística libre de escrúpulos puede con los fallos del sistema o del Gobierno, sea cual sea. El film abre la cuestión de la posible inocencia de tantos y tantos presos, no sólo en los EE.UU., sino en todo el orbe.
Henry Hathaway se aprovecha de una historia dura y real, para mostrarnos una magnífica película, que pone de manifiesto lo fallido que era el sistema judicial hace casi 80 años, sino que aprovecha para hacernos ver, que mientras exista una posibilidad entre un millón, no se debe perder la esperanza.
Basada en la historia real de Frank Wiecek, el cual fue injustamente encarcelado y condenado a 99 años por un crimen que no cometió, y cuya madre se ha pasado los últimos 11 años fregando escaleras para ahorrar 5000 dólares, si, lo he escrito bien… 5000 dólares de la época, para entregárselos a quien le ayude a demostrar que su hijo es inocente. Este artículo aparecido en un periódico local, despierta el interés de un editor de otro periódico, el cual encomienda la tarea de escribir un artículo sobre el, a un periodista poco favorable a creer en la inocencia del reo. Inteligentemente rodada en forma de documental, analizando paso a paso los pormenores de la investigación llevada a cabo por James Stewart, veremos desde como funciona un interrogatorio policial, una entrevista periodística. Como es la vida en una prisión, hasta pasar la prueba del detector de mentiras, incluso algo curioso, ver como trabaja un periódico y como reciben documentos en un estilo parecido al fax actual. Todo esto bajo un ritmo acorde con la historia. El protagonista, ocupa el lugar de detective que falta en esta historia, y se toma el caso como algo personal, más aún cuando se va acercando a la verdad de la historia.
Corrupción policial, falsos testigos, falsos testimonios, situaciones inverosímiles, todo vale con tal de culpar a un cabeza de turco, que calle las voces de una sociedad cansada de tanto entierro de policías. Se cuenta que asesinaban a uno por día. Stewart está sobresaliente en su papel, creando la tensión suficiente para que el espectador se sienta partícipe de esta historia. Y Richard Conte me ha encantado en su calma aparente sin perder nunca los nervios, sabiendo lo mucho que se jugaba y sus pocas posibilidades.
Sin duda una gran película, que sabe aprovecharse de la historia, del reparto y de unos magníficos exteriores para su éxito.
En cuántas ocasiones estamos convencidos de que algo es cierto o no… Nos formamos ideas preconcebidas sin conocer a fondo el asunto al que nos referimos.
Un periodista del Chicago Times que no cree en la inocencia de un hombre acusado de haber asesinado a un policía y que cumple cadena perpetua, poco a poco se irá involucrando y se meterá de lleno en una investigación para esclarecer los puntos oscuros que envuelven el caso.
Desde su escepticismo inicial en la inocencia del acusado, irá operándose en el periodista una transformación que le conducirá a la duda y, finalmente, a la certeza.
Los funestos hechos sucedieron en diciembre de 1932, once años atrás. Aquéllos fueron años muy negros para la ciudad de Chicago, que estaba dominada por la violencia, el hampa, los gángsters, la corrupción policial y política, el tráfico ilegal de alcohol que impulsó los negocios clandestinos de venta y distribución de bebidas alcohólicas (en los cuáles estarían implicados también policías corruptos y otros peces gordos, que seguramente harían la vista gorda y sacarían provecho), múltiples asesinatos (muchos de ellos sin esclarecer o resueltos de forma irregular), redadas… Una gran inseguridad ciudadana.
Más de un inocente pagó por los crímenes de otros. Y, en medio del baño de sangre que sacudía Chicago, muchos no tuvieron reparos en alterar hechos, emplear los prejuicios como arma y servirse de algún desgraciado como cabeza de turco.
Más de uno cumplió una inmerecida condena, no sólo arrojado a una celda de por vida, sino también al vituperio popular y al olvido. Sólo sostenido por la fe. Por la fe en su propia inocencia, y la fe de quienes lo amaban y conocían la limpieza de su alma.
Ahora, un periodista va a clamar públicamente para que se haga justicia.
Seguiremos al intocable James Stewart, uno de los mejores actores que han presenciado mis ojos, a lo largo de su implicación y su fascinante investigación y revisión del caso de una de aquellas personas que fueron gravemente salpicadas por una de las épocas negras que estremecieron los Estados Unidos en el siglo veinte.
El subgénero de intriga periodista siempre fue uno de mis favoritos dentro de los thrillers porque suele estar protagonizado por personajes que consiguen lo que quieren a base de insistir hasta la extenuación y que se cagan en los pantalones si ven un arma de fuego, lo que suele hacerlas más interesantes y también más largas. Lamentablemente, las palabras suelen ser menos convincentes que las balas, lo que hace que ninguna baje de las dos horas y suelan hacerse algo tediosas si el tema no es lo suficientemente interesante.
Esta es flojita y no porque el tema, una historia basada en hechos reales sobre una injusta condena a cadena perpetua, sea aburrido, sino porque el guión hace aguas por todos lados y desemboca en un penoso final que hará partirse de risa a cualquier amante de la fotografía. Pero bueno, como disfrutar de dos horas de interpretación del señor Stewart no tiene precio, hacia mucho que no veía en pantalla al gigante Lee J. Cobb y yo, como Sines, también me empalmo con el Chicago de los años 30, el film acaba siendo, sin encandilar ni mucho menos, un ameno pasatiempo para una tarde de domingo.
Basada en hechos reales. Rodada en el estado de Illinois, donde suceden los hechos.
El comienzo nos sitúa en 1932, usando imágenes reales. Entonces eran frecuentes los asesinatos a diario, incluídos un gran número de policías, todo ello relacionado con la prohibición del alcohol, es decir, la Ley seca .
En uno de esos casos, un policía es asesinado. Frank Wiecez es condenado a 99 años. Tras 11 años encarcelado, su madre ha conseguido reunir 5000 dólares trabajando día y noche, y decide poner un anuncio en el periódico recompensando al abogado que consiga sacar a su hijo de la cárcel. James Stewart es un periodista encargado de investigar el caso.
Es una película valiente en su día, que examina los mecanismos del sistema judicial estadounidense. En esto radica precisamente el interés. Henry Hathaway consigue que vayamos identificándonos con el siempre solvente James Stewart, siguiendo su proceso de indiferencia en un principio, incredulidad más tarde y total implicación finalmente.
Si bien es cierto que comienza con aire de cine negro y que el periodista hace las veces de investigador privado, no puede considerarse como tal, al menos globalmente.
A pesar de algunos fallos y de una atenuada crítica a los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado y a la Fiscalía, el gran trabajo de de James Stewart, sobrio, preciso, y contundente junto con algunos momentos destacados, especialmente el detector de mentiras ( buena actuación también de Richard Conte), hacen en su conjunto una buena película que invita a la reflexión.