Yo amé a un asesino
Sinopsis de la película
Nick Robey, un delincuente de poca monta que convive con una madre alcohólica, se ve arrastrado a cometer un atraco que sale mal. Presa del pánico, mata a un policía y se refugia en una piscina municipal, en la que conoce a Peg, una chica a la que seduce y acompaña a casa de sus padres. Sintiéndose acorralado, decide tomarlos como rehenes.
Detalles de la película
- Titulo Original: He Ran All the Way
- Año: 1951
- Duración: 77
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Opinión de la crítica
Película
6.7
97 valoraciones en total
Una de las más comunes razones por la que se hacen tantas insignificantes películas, es porque el común de los directores aprende que clase de personal se necesita para hacer una película, saben elaborar un guión técnico, se habilitan para definir una puesta en escena y demás aspectos de orden formal… pero, la mayoría de estos muchachos, no ha vivido nada. Y cuando se carece de experiencias profundas, cuando no se ha cargado en el alma con el dolor y la amargura, cuando no se ha sentido en carne propia el agobio del fracaso, lo que es tener hambre y tener que satisfacer esta necesidad, y la de tus hijos, con cualquier cosa, cuando no se sabe lo que es sentir que casi todo el mundo se aleje o te cierre las puertas… no es posible comprender a cabalidad lo que otros han sentido, pues no se conoce el mango hasta que has comido algunos y tampoco se entiende el corazón hasta que, por éste, han palpitado los más tristes y los más sublimes sentimientos.
¡Qué gran ligereza dejar de lado una película por el simple hecho de que fue realizada en blanco y negro, con escaso presupuesto y sin despliegues técnicos de ningún orden! Quienes solo buscan escapismo de una realidad, para ellos insípida o compleja, quizás valga el buscar alardes técnicos, fantasías y todo lo que pueda alejarles del planeta tierra para que no se suiciden. Pero, para seres con Valor, que buscan comprender para poder crear, que saben que todo lo insatisfactorio hay que verlo como escuela preparatoria para poder transformar a futuro, el mejor cine y el mejor arte, es todo aquel que se hace con los problemas del hombre del común o también de los seres especiales), pero bordándolos debidamente con una efectiva génesis, un profundo conflicto y una significativa puerta de salida.
YO AMÉ A UN ASESINO es de esta suerte de películas. Recrea un incidente sencillo: un muchacho que, con un compinche, realiza un asalto, al compinche lo matan y él se verá abocado a buscar refugio en la casa de una joven que ha confiado en él.Nada épico, ni un solo efecto especial, seis o siete disparos en toda la película y ni siquiera un rostro que fascine… pero cada detalle, cada actitud de ese magnífico personaje, Nick Robey -que con el alma ha representado, John Garfield, antes de despedirse de este enrevesado mundo-, se parece muchísimo a cientos, quizás miles de hombres de los que vemos a diario en las calles o en las cárceles y tiene un gran peso para quienes sabiamente aspiren a conocer la naturaleza humana. Como él, esa muchacha llamada Peggy Dobbs (impresionante Shelley Winters), que se siente feucha por estar pasadita de carnes y que anhela amar, y ser amada, como cualquier ser humano, también nos ofrece un acervo de actitudes que describen a la perfección los más íntimos reclamos de las chicas con carencias.
Partiendo de la novela, He ran all the way de Sam Ross, el guión fue escrito por Dalton Trumbo y Hugo Butler, pero ¡una vez más! aquel brillante, admirablemente humano y muy sensible escritor que fuera Trumbo, debió servirse de un testaferro (Guy Endore) para que su labor pudiera seguir avante. Y también esta historia ha quedado para la posteridad, desmoronando prejuicios, demostrando que, en ocasiones, los victimarios pueden tener tanta (o mayor) necesidad de amor y comprensión que las mismas víctimas, y sustentando que, muchos delitos, se cometen más por miedo que por ímpetu de maldad, y esto, sin duda, es de la más profunda relevancia… pero la mayoría de los jueces poco se esmera por entenderlo.
Creo que, el director John Berry, ha hecho un gran filme sobre la psique humana y eso siempre me motiva los mayores aplausos. En este filme no hay héroes, pero hay valiosísimos seres humanos.
Título para Latinoamérica: PRISIONERA DE UN AMOR
Yo amé a un asesino fue la última película en Estados Unidos del director neoyorquino John Berry, un cineasta que comenzó como actor en el Mercury Theater de Orson Welles y que ya había dado buena muestra de sus inquietudes sociales en films como el drama De hoy en adelante (1946) o el policial Tensión (1949), para ver truncada su carrera por su inclusión en las listas negras de Hollywood (tras ser denunciado como comunista por su colega Edward Dmytryk) y que continuaría en Francia firmando algunos de los mejores films de Eddie Constantine.
Unas lista negras que en esta producción amplían su nómina en el apartado de los guionistas ya que aunque los créditos citan a Guy Endore como responsable del guión, lo cierto es que éste actuó como testaferro (como el the front que interpreta Woody Allen en el film de Martin Ritt) de la pareja de represaliados formada por Dalton Trumbo y Hugo Butler, auténticos autores del guión, a partir de una novela de Sam Ross marcada por un profundo lirismo que el cineasta y sus guionistas saben trasladar perfectamente a la pantalla.
Unos magníficos John Garfield, en la que sería su última película pues fallecería al año siguiente tras varias desavenencias con el Comité de Actividades Antiamericanas y ser incluido en las listas negras, y Shelley Winters, son los protagonistas de esta desgarrada e intensa historia que contiene las esencias del mejor cine negro norteamericano. En definitiva, Yo amé a un asesino, es una estupenda película que traza un sombrío e inquietante panorama de la sociedad de su tiempo, dota a los personajes y situaciones de una gran complejidad y riqueza de matices y exhibe una puesta en escena realmente brillante, tanto en los interiores en que se desarrolla la mayor parte de su acción, como en sus magníficas salidas al exterior.
Un título precedente de otros posteriores como De repente o Horas desesperadas con el secuestro a una familia por parte de un forajido de la justicia. No me atrapó demasiado porque apenas logra generar un clima de tensión o angustia exceptuando su recta final que va in crescendo y con un último plano bastante impactante.
Los diálogos resultan blandos con situaciones muy forzadas al borde de la verosimilitud. John Garfield es creíble en su personaje a pesar de buscar continuamente la complicidad con el espectador en un malo carismático y de buen corazón. El personaje de Shelley Winters es tan inseguro y vulnerable que llega a resultar empalagoso.
De este director, John Berry, tengo bastante interés por el visionado de Tensión, muy apreciada por la crítica.
Su sorprendente y trágica muerte con tan sólo treinta y nueve años de edad acabó con lo que era una carrera virtuosa, fantástica. Todos le recordamos por sus dos inolvidables papeles en El Cartero Siempre Llama Dos Veces y en Body and Soul, esta última, quizás, su mejor interpretación. Actor carismático y tipo comprometido, dio vida a innumerables iconos del noir americano convirtiéndose sin duda en uno de sus referentes.
Para el que les escribe, es en sus dos últimas películas donde mejor se resumen sus credenciales. Tanto en The Breaking Point como en esta He Ran All the Way aparece el Garfield más auténtico, el más reconocible. En la primera se puso el traje, con una sobriedad y una profundidad ejemplares, de aquel marinero, Harry Morgan, que caía bajo las garras de la femme fatale Leona Charles (Patricia Neal). Mientras, en ésta que nos ocupa, da vida a la segunda clase de personaje que era capaz de bordar: el del criminal de poca monta, puesto entre la espada y la pared, y que es capaz de transmitir en cada fotograma esa mezcla de desesperanza y angustia tan necesarias en el género.
Así, y sustentado en la maravillosa actuación de Garfield, el film se destaca también como el trabajo más célebre y talentoso de su director, John Berry, otro semidesconocido más que encontró en el excelente momento del cine americano un filón para, al menos, no quedar en el olvido. La cinta tiene un comienzo clásico: un delincuente común, un atraco que sale mal, un policía que resulta muerto…a partir de aquí Nick Robey (Garfield) será acorralado y no tendrá más remedio que atrincherarse en la casa de los Dobbs, una familia media trabajadora. Será la hija, Peggy Dobbs (Shelley Winters), la que tendrá el fatal encuentro con Nick después del asalto y que terminará desembocando en la tensa situación que centrará el argumento de la película. Además, Peggy se enamorará de Nick que no dudará en mantener a la familia secuestrada hasta poder encontrar una salida. La historia de amor entre Peggy y Nick, la huída del delincuente y las tensiones entre el bandido y el cabeza de familia, Fred Dobbs (Wallace Ford), tendrán un final común y que escenificará magníficamente todos los aspectos desarrollados en una trama que por momentos recuerda a Horas Desesperadas de Wyler.
De obligada visita para los seguidores del actor americano, He Ran All the Way es una muestra más de la excelente capacidad de interpretación de John y supone el encuentro con el último trabajo del actor. Carrera la del neoyorquino cortada por la enfermedad…y por los cabrones de Comité de Actividades Antiamericanas que lo incluyeron en las listas negras por ser un tipo íntegro y honesto y no dar nombres donde otros dieron apellidos. Quizás su muerte habría que ponerla en el debe de alguien…al menos su hija lo creyó así: A él lo mataron, fue increíble bajo el estrés que vivía, teléfonos intervenidos, seguido por el FBI. Él no había trabajado en 18 meses .
Los impresionantes acordes de la música compuesta por F. Waxman introducen desde los títulos de crédito una sensación de encontrarnos ante un relato importante que enseguida se ve refrendada por las primeras escenas de una película que apunta hacia lo alto.
La producción imprime un sello permanente de interés pero también ofrece altibajos y cierta discontinuidad en el discurso narrativo que no le favorece.
Tampoco la interpretación resulta del todo convincente.
Sin embargo, J. Berry consigue mantener el clima de tensión y eso lo agradece el espectador.
La fotografía está muy cuidada, el ritmo es adecuado y el film, en general, posee momentos de brillantez aunque el resultado final no se encuentra al nivel de la expectativa suscitada.