Y la nave va
Sinopsis de la película
Primera Guerra Mundial (1914-1918). En julio de 1914, un barco de lujo zarpa desde Italia con los restos mortales de la famosa cantante de ópera Tetua. En el barco van sus amigos, famosos cantantes de ópera, y gente entre exótica y extravagante. La vida a bordo es dulce, pero al tercer día de singladura surge un problema: hay que salvar a unos refugiados serbios, que han huido de la guerra y se encuentran perdidos en el mar.
Detalles de la película
- Titulo Original: E la nave va
- Año: 1983
- Duración: 132
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Opinión de la crítica
Película
7.4
64 valoraciones en total
Es innegable que el estilo de esta película es muy peculiar, Fellini ha hecho algo que no se parece a nada que haya visto antes… Ese estilo de narrar, esos personajes, esas conversaciones… La película sorprende desde el inicio, donde vemos cómo comienza como cine en blanco y negro y mudo más primitivo al que se le van progresivamente hasta llegar al cine hablado y en color. Además, al final del film se completará este proceso, reflejando la película la gran evolución del cine (y eso sólo hasta el año 1983, porque los avances posteriores a la película ya son asombrosos). Además de eso la película cuenta algunas cosillas interesantes, como el afán por ser mejores que los demás, cómo hay personas mejores y otras peores, las cosas que se pueden hacer por amor… Además de ser anti-bélica. Pero la película también tiene sus defectos: demasiados personajes, es difícil seguir a cada uno de ellos, y el que en principio parece ser el protagonista (el periodista) luego pierde importancia convirtiéndose en uno más, y así hay momentos en los que la película no consigue atraer al espectador, y además la historia general no es demasiado trascendente, sobre todo lo que es su homenaje al cine mostrando su evolución. Si mejorara en el aspecto de entretenimiento sería un peliculón.
Poética y melancólica, pero también gruesa y redundante, puede que esta película no esté a la altura de las obras maestras de Fellini, pero de todos modos ofrece algunos memorables momentos, ya sea por los habituales desbordes narrativos que abundaron en la última etapa de la obra felliniana traduciéndose en una puesta en escena sorprendente y cautivadora, o por la serena y triste belleza de algunos instantes.
Guiados por la figura del periodista, un personaje recurrente en la trayectoria del cineasta italiano, conocemos a un grupo de excéntricos personajes que se embarca en un trasatlántico para cumplir con la última voluntad de una diva de la ópera: esparcir sus cenizas frente a la isla donde nació. Esta idea es el punto de partida para un desfile de estrambóticos caracteres que tan pronto nos sirven como retrato humano de las envidias y enormes egos que pueblan el género lírico, como de metáfora política y social -muy en la línea de anteriores trabajos de Fellini, como Satiricón , Roma y Ensayo de orquesta – de un mundo decadente y al borde del colapso, el de la aristocracia europea ad portas de la Primera Guerra Mundial.
Aunque en muchos pasajes el ritmo lánguido y las reiteraciones narrativas le juegan en contra, Fellini logra atrapar al espectador con un espectáculo que permanentemente recuerda al público que todo es una fantasía, una representación: las olas del mar, el sol en el horizonte, el propio trasatlántico, son parte de un plató que queda al descubierto introduciéndonos una vez más en la magia del cine que Fellini adoraba dejar al descubierto. En esto es fundamental el exquisito diseño de producción de Dante Ferretti, acentuado por la otoñal fotografía de Giuseppe Rotunno. Con la ausencia del añorado Nino Rota, y aprovechando el marco operático de la historia, es la música inmortal de grandes maestros la que apoya unas imágenes que pasan del dolor y la ironía al humor más absurdo, todo bañado en un innegable aire fúnebre: así, abundan los valses de Strauss, hermosos acordes de La fuerza del destino acompañan a los pasajeros que suben a la embarcación y a los serbios que deben desalojarlo, la melancólica aria O patria mia de la Aida verdiana acompaña el momento en que el viento se lleva las cenizas de la cantante, o el inmortal Claro de luna de Debussy es el inmejorable comentario sonoro a los registros visuales de ésta, proyectados por un admirador. Sólo por esas escenas, una producción irregular y discutible se transforma en algo atractivo y hasta sublime.
¿Qué pasa con el cine italiano contemporaneo? ¿Dónde está?. A España llegan muy pocas películas y las que llegan no suelen ser grandes obras de arte. ¿Cual es el problema? ¿Calidad? ¿Comercialidad? ¿Problemas de distribución?. No lo se.
Digo esto por que durante muchos años Italia abanderó la calidad y la creatividad en el cine. El neorrealismo y el periodo inmediatamente posterior marcan un hito irrepetible en la historia del cine. Rossellini, Pietro Germi, De Sica, Antonioni, Visconti, Fellini, Pasolini. La cantidad y variedad de obras maestras de estos directores no tiene parangón.
Fellini fue uno de los más grandes (¿tras Visconti?). En prácticamente todas sus películas se destila una sublimación de la belleza. La belleza por la belleza. Arte.
En sus películas Fellini se desnuda. Sus propios sentimientos, sus sueños, son trasladados a la gran pantalla de una forma brillante. Fellini crea en cada película.
Y la nave va está rodada en 1983, es decir, bastantes años después de las inmortales La dolce vita , Fellini 8 y medio , Amarcord …..Quizá ya no estamos en la época dorada del director o acaso al final de la misma.
Y la nave va es algo inferior a sus mejores obras, pero sigue siendo meridianamente felliniana. Decadente, grotesca, bella, onírica, grandilocuente. Sin un argumento muy marcado, el film es un muestrario de personajes y situaciones a bordo de un barco, camino de un funeral. Fellini nos sigue fascinando con sus secuencias absurdas y con esa música omnipresente y envolvente
Narrada en un tono de similar cadencia narrativay estética a la de sus grandes obras maestras del post-neorralismo del corte de Amarcord , 8 y 1/2 ó Giulietta de los espíritus , la película es todo un alarde del genio creativo del de Rímini…
Sólo al genio italiano se le ocurrían este tipo de imágenes fetiches llenas de sutil lirismo y de una belleza plástica pluscuamperfecta, plagadas de grotescos personajes llenos de poses y actitudes genuinamente felliananas…
Con una fotografía mayoritariamente en color, si exceptuamos el tramo inicial grabado en el desaliñado y grueso blanco y negro del cine mudo de comienzos de siglo XX a cargo de todo un fenómeno de la fotografía transalpina, europea y mundial como Giuseppe Rotunno y una excelente banda sonora repleta de grandes temas de la lírica italiana y alguno en lengua germana, ensamblados por Gianfranco Plenizio con temas de aportación propia como el que da título a la película y que se canta en el momento inicial del embarque, la película es toda una agradable sorpresa máxime si tenemos en cuenta que Fellini sólo completaría tres obras más después de ésta, incluyendo su inmediatamente posterior y espléndida Ginger e Fred …
Llena de mágicos momentos, sobretodo en la cubierta del faraónico trasantlántico de principios de siglo XX y de estandarte italiano, el Gloria N , donde en el famoso tramonto (o puesta de sol) italiano se solapaban sol y luna en aquellas APABULLANTES imágenes de una belleza y plasticidad ÚNICAS, ante la atenta mirada de la selecta y artística tripulación a bordo primero, y plagada de aquella turba de exiliados serbios escapados del imperio austro-húngaro después..
La pomposidad y pretenciosidad del selecto mundo de la ópera a bordo de aquel gran trasantlántico zarpado desde territorio italiano y rumbo a la isla de Érimo para rendir tributo y esparcir las cenizas de la incomparable diva del bel canto, Edmea Tetua (Janet Suzman)…
…Desde la lujosa y paradisíaca cubierta, hasta los hornos del barco, donde los voluntariosos carboneros solicitaban a la sustituta de la difunta Edmea, la vanidosa y sensible Ildebranda Cuffari que les deleitara con algún breve fragmento del bel-canto, y cómo el resto de cantantes líricos allí congregados rivalizaban entre sí por dar un tono más poderoso con el tema de La donna è mobile del Rigoletto de Verdi…ó aquella otra imagen del domador turco con el hediondo rinoceronte enfermo en los bajos del transatlántico…ó la selecta tripulación mezclada con la turba de proscritos serbios bailando en la cubierta…ó aquellos ancianos sacando música de vasos y copas…Ó aquella breve aparición al final de la obra del propio maestro de la Romagna rodando los últimos planos de la obra…
I M P R E S C I N D I B LE.
Es innegable que Fellini tenía un talento visual prodigioso, de una imaginación desbordante, pero, ahora bien, ese talento no me fascina siempre. En Amarcord todo lo que vemos y oímos parece sacado de la vida real, sin argumento, se nos hilan una serie de sucesos que parecen sacados de la memoria, del sentimiento, pero filtrados por la imaginería visual de Fellini. Y el resultado es emocionante, divertido y fascinante, porque noto que la brillantez está al servicio de algo con vida y alma. Pero en Y la nave va dicha brillantez no sé al servicio de qué coño está.
Un barco artificial con tripulación esperpéntica es el eje sobre el que Fellini da rienda suelta a su habitual surrealismo con un una ristra interminable de anécdotas, algunas divertidas, la mayoría soporíferas. Viendo la peli, no puedo evitar pensar que Fellini no tenía nada que contarnos, y acabó siendo pretencioso por no pretender nada. Que durante dos horas se dedique a rodar (con su innegable talento visual, que no falte) una serie de historietas sin contenido alguno (o yo no lo veo, cazurro que es uno), sin magia ni magnetismo durante su mayor parte, pues como que no le veo la gracia.
Se salva porque Fellini es Fellini y siempre hay algún momento antológico, y porque Freddie Jones, el periodista que hace las veces de guía (aunque no haya nada por lo que guiarnos), está espléndido y entrañable. El resto: de un aburrido espantoso, pero, eso sí, con mucho talento visual.