Wicked Woman
Sinopsis de la película
Billie Nash, una trotamundos que aúna belleza seductora, insolencia y mente retorcida llega portando dos maletas a una pequeña ciudad innominada y a las pocas horas encuentra trabajo en el bar regido por Dora, una alcohólica. La ambición desmedida de Billie la alentará a poner pronto en marcha un plan para conseguir sus objetivos, sin importar lo que deba hacer para ello.
Detalles de la película
- Titulo Original: Wicked Woman
- Año: 1953
- Duración: 77
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Opinión de la crítica
Película
6.4
27 valoraciones en total
Acabas de conocer a una mujer, estás a un paso del mejor sexo de tu vida, pero después de seis semanas de conocer a la mujer, te culparán por un crimen que no cometiste y terminarás en la cámara de gas y mientras te atan las correas y esperas respirar el cianuro estarás agradecido por las semanas que pasaste con ella y por tu propia muerte.
Esa puntera y socarrona definición de James Ellroy basta para cribar la médula del cine negro de toda la filmografía periférica que se le asocia, film gris, cine gangsteril, suspense, cine de tribunal, subgéneros honrosos y fértiles en sus fusiones con el noir y, desde luego, proveedores de títulos mayores, pero que deslustran los cánones intocables que han hecho del film noir el cine con mas obras maestras por metro de rollo (incluida alguna de la entrañable serie B).
Y esto porque la quintaesencia del asunto son los cuatro escaques en los que bailan todos los personajes: la ciudad, la noche, el destino y la fatal (nada más, hasta la pistola de Godard sobra), los tres primeros, paisaje de fondo, y la última, protagonista absoluta y absolutista. Una criatura de doblez misándrica provista con la ambigüedad de una sensualidad frígida y viperina y un porte de inaccesibilidad que solo parece capaz de doblegar el canalla de Dan Duryea. La lista es larga, pero la esencia permanece: las Phyllis, kathie, Alice, Ellen…pero entre ellas no está Billie Nash.
Billie no es una mantis, es una buscona de estación con el aire, entre despampanante y desamparado, que le confiere la cheesecake Beverly Michaels apenas con estrategia de carterista dispuesta a engatusar a viajeros palurdos en las kilométricas trailways. Le falta casta y le faltan artes, porque la mantis no viaja, no incurre en la servidumbre de la deambulación ni de la persecución, al contrario, posee una residencia arácnida desde donde expande las redes de sus tejemanejes y adonde entrará entregado su abnegado admirador. La Billie de estación de autobuses, inquilina de cuchitril, seductora de babosos, camarera de rijosos es un retrato espurio de la hembra bífida, ofidia y glacial que te diría Bésame, antes de morir. Dicho cual, la película entretiene, con pocas pretensiones y menos presupuesto, y con el que Russell Rouse escenifica más que filma un melodrama (falta noche, claroscuro y fatalidad para ser noir) casi amable.
El drama de una mujer que va de un sitio a otro dando tumbos intentando salir adelante para establecerse de una vez por todas.
El relato visual es preciso, y los andares de Beverly Michaels son muy lentos, pero también precisos. Deslumbra la rubia con sus 2 metros de estatura como se presenta en escena. Richard Egan a la par, entabla la tensión que se presiente.
La cámara apunta con exactitud en los pocos escenarios habidos. La expresividad de ella es crucial para entender sus estados emocionales: la apatía ante el acosador, la sonrisa malévola, la esperanza de que cambie la suerte… el destino. Y ese es el juego de Wicked Woman.
Russell Rouse no aparece en la lista de los 720 directores de cine de Augusto M. Torres, Ed. Ariel, pero aquí deja un trabajo meritorio, una película rotunda en realismo, que además produce y escribe a medias.
Herb Jeffries interpreta la canción de presentación, parecía un poco Dean Martin, pero claro, seguro que me confundo porque no ando bien del oído. Triste panorama para la mujer errante en un film interesante.
En la breve pero más que interesante carrera como director del guionista Russell Rouse, esta película podría pasar perfectamente por una más de las rodadas por mi admirado, pero poco conocido, director checo Hugo Hass, emigrado en 1938 a EEUU huyendo de la turba nazi.
Una joven llega a la ciudad buscando una habitación barata. Partiendo de esa sencilla premisa se nos muestra el deambular de esta mujer cínica, que destruye reputaciones o matrimonios, mezcla de perversión en estado puro con ciertos componentes de crítica social. Curiosamente, la actriz protagonista, Beverly Michaels – que borda su papel con un desprecio, un aplomo y una cara de asco memorables- era esposa del propio Russell Rouse y fue una de las musas de Hugo Hass, con el que trabajó en varias de sus películas.
Ante nuestros ojos circulan con aparente desparpajo cuestiones poco habituales en el cine de época como el alcoholismo femenino, el chantaje sexual o ciertos toques feministas, elementos todos ellos si no novedosos al menos inusuales y que constituyen algunos de los atractivos de esta película de cine B de alto voltaje y una de las más interesantes propuestas como director de Rouse.