Western
Sinopsis de la película
Una cuadrilla de obreros alemanes sienta campamento en un pueblo búlgaro para levantar una central hidráulica. Molesta el descaro zafio de su despliegue, ofende la saña eficiente con que desarraigan el paisaje, y agravian con sus sudores masculinos de beberse la paga y silbar agudo al paso de las chicas. Va a estallar el conflicto…
Detalles de la película
- Titulo Original: Western
- Año: 2017
- Duración: 100
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Opinión de la crítica
Película
6.6
53 valoraciones en total
Película aparentemente neutra, pero que resulta inquietante los cien minutos que dura. Una cinta un poco extraña cara al espectador ordinario que, empero, de la mano de la directora alemana Valeska Grisebach, deviene trabajo intenso con atmósfera masculina, la de un grupo de trabajadores alemanes llegados a un pueblo búlgaro en la frontera con Grecia. La cinta funciona en plan Western, como género obligando al mito a morder el polvo de lo real, que mantiene al espectador en un estado de incómoda tensión.
Los obreros alemanes, que hacen las veces de nuevos colonos, tienen por encargo levantar una central hidráulica, incluso colocan su bandera nacional. Han sido enviados por su empresa a ese lugar perdido con muchos problemas para su cometido y momentos en los que da la sensación de que alguno de esos problemas puede estallar en cualquier momento de manera explosiva.
Estos hombres se enfrentan a cierto sentimiento de aventura, a lo cual se suman los prejuicios del lugar, la desconfianza de la gente y la barrera idiomática. Los alemanes se encuentran en un paisaje agreste y caluroso donde cuenta igualmente la carga sexual de hombres jóvenes librados a su destino. Un drama laboral atípico en el cual la situación habrá de cambiar cuando los trabajadores empiecen a granjearse el favor y la confianza de los habitantes autóctonos que se equivaldrían a los indios o los mejicanos de otros western de antaño. La propia Valeska Grisebach cuenta que ella creció, como casi todos, delante del televisor viendo westerns. Con esa sensación de soledad y la melancolía de los héroes, la mitología masculina o la intimidad del duelo a muerte. Ella, además, lo hizo en el propio Oeste. Más concretamente en el Oeste de Berlín, con la inalienable presencia del Muro, de la frontera.
La directora Valeska Grisebach, con un guión de su autoría, sabe poner en imágenes que a veces resultan perturbadoras, a unos hombres inicialmente desorientados, que de alguna forma hacen valer su insolencia y su dinero frente a los pobres lugareños. Consigue Grisebach construir un film elegante y a la vez complejo que relata un drama sin tiempo ni historia, edificado sobre gestos imperceptibles, con firmeza y cargado de poesía. La directora pone en imágenes una tragedia de enorme fuerza que se edifica sobre la perspicacia, sobre cierto silencio flotante.
En todo western hay una América silvestre por colonizar que aquí es la Bulgaria agreste actual, sumida en el atraso y la pobreza. Los colonizadores son los alemanes, país que ya había perpetrado esta acción en épocas de anteriores guerras y con intenciones menos limpias. Paisajes derretidos bajo un sol implacable. Apetecibles mujeres a la otra orilla del río, paisajes virginales y movimientos de cámara propios de cine del Oeste, hay caballos, bebida a tragos cortos y secos, partida de póquer, pero por encima de todo un personaje próximo a este género de vaqueros: hombre enjuto y sobrio que está solo ante los múltiples riesgos, sujeto fibroso y mañoso que se las arregla y al que nadie puede someter, ése es nuestro ‘cowboy icono’, el protagonista amigo de los nativos y sobre el cual se teje una enorme fábula fruto de la intriga a que da lugar la dificultad de comunicarse en diferentes idiomas.
El eje principal que vertebra la historia es la incomunicación entre unos personajes que apenas comparten un vocabulario básico en la misma lengua y que hablan sin entenderse, sólo alguna palabra suelta, algún indicio idiomático que sirve para recrear una realidad que acaba por ser medio inventada e incluso mítica, como cuando todos creen que el protagonista es un legionario y duro guerrero curtido en mil batallas.
Un perfecto trabajo con actores que en realidad no lo son y que impresionan en su precisión. El principal personajes es encarnado por un excelente y adusto Meinhard Neumann (hombre a quien la directora descubrió en un mercado de caballos en Brandemburgo), lo mejor del reparto como protagonista de un drama fronterizo en la figura de alguien que carece de pasado, que no hace migas con casi nadie, obrero alemán y amigo de algunos de los búlgaros que en su enigmática independencia y en su capacidad de observación del mundo que lo rodea, identifica al fin en su existencia oscura –como la de esos vaqueros de vida anónima que tanto hemos visto en el cine-, un lugar que le gusta y en el cual cree que podrá ser libre. Acompañando en otros roles unos excelentes Reinhardt Wetrk, Waldemar Zang y Detlef Schaich, entre otros. Un equipo de gran mérito actoral, sobre todo dada su impericia en el oficio.
Loable película que además de todo lo dicho, hace la cabal radiografía de la Unión Europea, donde coexisten sioux y vaqueros, países de primera y de cuarta. Grisebach afirma la responsabilidad de Alemania en que Europa salga adelante es básica, Alemania tiene la obligación de crear Europa y de expandir la idea que la soporta por el Este. Es por lo tanto un western político.
Un film revelador de facetas diversas y lecturas distintas, cinta relevante. Es la longanimidad con que la directora mira y analiza a sus personajes, la intimidad que captura en el proceso y la exactitud con que penetra en la psicología masculina, todo ello, lo que tiñe este Western de una enorme resonancia emocional.
En suma, estamos ante una película moderna que es Western que se apoya en los pilares del género, con una fuerte carga física. Además, presenta la obra también un perfil más abstracto que enfoca enigmas sustanciales de la convivencia entre los humanos y el ciclo de la vida.
Western tiene una virtud que es al mismo tiempo un problema, su facultad casi documental le pasa factura en ciertos aspectos mientras que le aporta en otros. Un grupo de hombres alemanes se dirige a Bulgaria para trabajar en un proyecto de construcción. A partir de ese punto la película se va desarrollando a un ritmo que ni siquiera se puede denominar como tal, es lenta: sí, y también desacompasada, lo cual es un acierto para la directora pues desde el primer minuto es fácil entender que ese es su objetivo principal: recrear con exactitud la vida real de estos trabajadores y de los habitantes del pequeño pueblo búlgaro en el que se encuentran.
La adscripción al puro realismo de la película pasa por eliminar totalmente la música extradiegética y a utilizar una cámara que siempre está en movimiento pero es lo suficientemente suave para que el espectador no termine por cansarse o marearse, lo cual es de agradecer. La película tiene una diluida trama que se va desgranando poco a poco. Muy poco a poco, al igual que la personalidad de los protagonistas, los cuales acabaremos por conocer y reconocer a mitad de la cinta. Si se me permite ser irónico (aunque creo que no exagero demasiado) Western encantará a los que tiendan a perpetuar el tópico del anciano mirando una obra.
No deseo ser demasiado duro con la cinta, pues a pesar de que su avanzar es extremadamente pesado y lánguido, sí aporta cierta mirada interesante a lo largo de sus minutos. Logra una poética arraigada a la realidad que viene del talento de Valeska Grisebach, el cual es muy reseñable. Y aunque ciertas escenas que (pretendidamente o no) deberían generar tensión: no lo consiguen, sí es de aplaudir algunos temas que el guion ofrece con maestría y naturalidad. El más entrañable de todos seguramente sea la comunicación, la barrera del idioma y el aprendizaje, temas que Western trata con la misma cualidad de realismo que el resto de la película.
Técnicamente no es una película destacable pero tampoco hará levantar ninguna ceja en un sentido negativo. Es, ni más ni menos, el objetivo que quería conseguir la directora. Sí hubiese sido interesante, por afinar el ojo crítico, un mayor trabajo a la hora de hilvanar unas escenas con otras, Western no ofrece una solución más creativa que un bruto corte sin demasiada solución de continuidad. El trabajo de casting, eso sí, es fantástico, Meinhard Neumann, protagonista de la película, hace un trabajo magnífico, al igual que el resto del reparto.
Uno de los temas que la directora quería explorar con la cinta y que consigue reflejar fielmente es, en palabras de Valeska Grisebach, la masculinidad pasada de moda que acompaña al mundo de la construcción, un mundo en el que las mujeres están ausentes físicamente pero presentes en sus fantasías. El tema se muestra en la película en crudo, sin lecturas, y esta es la mejor facultad de la película: desentrañar el significado real de cada escena, de cada tema o del propio título que va ligado a la personalidad del protagonista.
Para ser justo y para concluir este texto, Western no es una película dirigida a un público como el que escribe estas palabras. Es lenta, fiel, templada, acotada en la realidad y sin ningún fuego artificial o efectismo propio del cine. Para aquel que sea capaz de disfrutar de este tipo de film, sin duda encontrará una muy buena película que refleja con precisión una situación concreta del mundo. Todos los demás encontraremos una cinta de andar viscoso, que ofrecerá algún apunte aislado interesante pero que no conseguirá contagiarnos de su espíritu, empujará primero los ojos hacia abajo en busca de esas manecillas que parecerán detenidas para después mecer a los propios párpados que cantan su conveniente nana.
Escrito por Daniel González Fernández
https://cinemagavia.es/western-pelicula-critica/
Una poco conocida directora y guionista alemana, Valeska Grisebach, nos ofrece un insólito e inesperado relato sobre las relaciones humanas – de buena y mala vecindad – en los confines de la ‘opulenta’ Europa actual (a la que, por otra parte, riadas de personas, sobre todo provenientes de África o de Asia, tratan de llegar a cualquier precio y con notorio peligro para sus vidas, como si se tratara del anhelado edén terrenal o de la soñada El Dorado del siglo XXI). Aquí no hay brillos ni oropeles, no hay tesoros ni riquezas, tan sólo un duro y polvoriento quehacer diario, aderezado con enfrentamientos entre connacionales extranjeros y oriundos recelosos por la presencia de esos trabajadores provenientes de la acaudalada Alemania, que tratan de realizar su trabajo sin saber muy bien el porqué de tanta suspicacia y tanto rechazo. Por lo tanto, nos habla de la arraigada dificultad universal de comunicarse entre las personas cuando existe el aparente obstáculo de un idioma que les separa y de una situación sobrevenida que les incomoda, lo cual se refleja en un rechazo instintivo y vehemente que complica cualquier aproximación.
Aunque más allá de la división cultural o étnica se van abriendo espacios de comunicación y entendimiento entre algunas personas, entre aquellos que realmente buscan confraternizar, comprender y convivir, es decir, entre aquellos que no se fijan en tabúes divisorios sino que se centran en relacionarse como personas y no como una etiqueta o colectivo receloso, sino que busca entender, descifrar el lado humano de sus semejantes, acercándose a ellos sin la mirada turbia ni el comportamiento intoxicado por los prejuicios y la sinrazón. Sólo cuando se tiene el corazón limpio y la mente despejada queda espacio para la comprensión y la camaradería, más allá de diferencias idiomáticas o culturales, más allá de lindes artificiosos que han socavado la convivencia y sembrado de cadáveres los vetustos eriales de nuestra historia. Nada nuevo pero siempre necesario y reparador: entenderse nace de la voluntad de discernir y no del afán de hegemonía o de llevar la razón.
Visionar la película no resulta ni gratificante ni conciliador, requiere más bien un esfuerzo áspero y espinoso como los inhóspitos y pedregosos parajes que habitan sus protagonistas. La violencia late soterrada a cada paso y el peligro parece empañar cualquier acto, por inocente o trivial que pudiera parecer. Pero al mismo tiempo somos testigos de cómo, poco a poco, se abren las compuertas al intercambio de afectos y la construcción de unos lazos de hermandad que parecían imposibles al principio. Pero sólo para aquellos que han tratado desde el inicio a construir puentes y cimentar apegos.
Poco recomendable para los talibanes de la pureza de sangre o para vocingleros del nacionalismo.
Si una cosa positiva tiene vivir en una capital, es la rica oferta cinematográfica que uno tiene a su disposición. En la ciudad de Madrid, aparte de los circuitos principales, ofrece muchas alternativas para ver cine interesante. Una de las más jugosas es la programación del ignorado Cine del Círculo de Bellas Artes, que proyecta películas muy interesantes a bajo precio. Esta semana, entroncada dentro de su 2ª Muestra de Cine Europea se entroncaron las jornadas Lux de Cine Europeo, durante las que se proyectarán las tres finalistas al Premio Lux, que entrega el Parlamento europeo. Estas son la sensacional 120 latidos por minuto, la sueca Sami blood y la película que nos ocupa, la coproducción alemano-búlgara Western, dirigida por Valeksa Grisebach, aplaudida en la sección Una cierta mirada del último Cannes y galardonada con el Gran premio del jurado en el último Festival de Cine Europeo de Sevilla. Por lo que si la posibilidad de ver cine gratis no es suficiente aliciente, la sorpresa de poder disfrutar de una de las sensaciones del cine de autor de la temporada meses antes de su estreno. Sin olvidar el interés por su argumento, pues motivos personales me hacen estar muy conectado con la cultura búlgara. Y gracias a mi afinidad con las sensibilidades nacionalistas europeas pude disfrutar con una película noble y harto interesante, un muy agradable visionado. Una película cuyo argumento y dimensión le restan excepcionalidad cinematográfica, así como su desarrollo pierde fuerza en sus decisiones, pero igualmente una excelente película absolutamente recomendable y necesaria. Una obra de sutil pero densa riqueza social y cultural, y de inmensa sabiduría de géneros cinematográficos.
Con producción de la también alemana Maren Ade, en su tercera película la realizadora Valeska Grisebach explora un género en apariencia lejano como el western, ambientado en la frontera entre Bulgaria y Grecia y muestra los conflictos entre los habitantes del lugar y unos trabajadores alemanes.
A una zona cerca de la frontera entre Bulgaria y Grecia llegan un grupo de trabajadores alemanes con la finalidad de canalizar un río, demostrándose un tanto presuntuosos y petulantes ante un grupo de mujeres que habían ido a bañarse al río.
Solo uno de los alemanes decide acercarse al pueblo para tratar de conocer a sus habitantes, a pesar de la barrera idiomática, Meinhard (Meinhard Neumann), un tipo que dice haber sido soldado legionario quien trata de borrar la notable desconfianza que sus compañeros generan en los lugareños, ante una latente tensión que crece cada día, y que deja asomar diferentes prejuiciosos y resentimientos en ambos grupos de personas.
Narrada con pulso firme, la película inicia centrándose en la actividad cotidiana de los trabajadores alemanes hasta que un primer contacto con los lugareños genera un clima de tensión que continuará incrementándose cuando empiecen a florecer diferencias y viejas rencillas ideológicas y culturales.
La directora va narrando este encuentro desde la sutileza, pero con firmeza, retomando algunos de los códigos del western norteamericano y centrándose en la figura de Meinhard, quien representa al solitario vaquero que de pronto despierta desconfianza entre ambos bandos, en un relato que abre la posibilidad a diversas interpretaciones.
Mostrando una cara europea pocas veces abordada, ‘Western’ es un filme escrupuloso que se manifiesta revelador, dejando de lado lugares comunes y otras obviedades.
http://tantocine.com/western-de-valeska-grisebach/