Waking Sleeping Beauty
Sinopsis de la película
Ópera prima de Don Hahn, uno de los productores más importantes de Disney. Documental que analiza el periodo que va de 1984 a 1994, en el que se filmaron obras como ¿Quién engañó a Robert Rabbit, La Sirenita, Aladdín, Pesadilla antes de Navidad o El rey león . Cuenta con testimonios de grandes personalidades de los estudios Walt Disney como el director Tim Burton, el productor John Lasseter, el desaparecido Roy Edward Disney, que fue quien renovó la producción animada y lideró el imperio. Queda patente que la producción animada no es ajena a las luchas por el poder entre los productores ejecutivos.
Detalles de la película
- Titulo Original: Waking Sleeping Beauty
- Año: 2009
- Duración: 86
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Opinión de la crítica
6.8
22 valoraciones en total
Que sí, que esta película podría venir perfectamente como extra en el DVD de cualquier título de la era dorada reciente de Disney, pero no. Es una película con entidad propia, que explora desde la experiencia personal de sus creadores lo que supuso la entrada de savia nueva a Disney tras el fracaso de Taron y el Caldero Mágico (por otro lado, un estupendo título).
Si se es fan de Disney hay que verla. Si se es fan de Ashman y Menken hay que verla. Si se es fan de la animación, hay que verla.
Qué demonios…. si se es fan del cine… hay que verla.
Viniendo de un empleado del mismísimo estudio de animación de Walt Disney, queda claro que todo lo que se ve en este documental tiene carácter subjetivo.
Todo pudo suceder en esos cubículos cerrados, rodeados de bocetos de dibujos a medio acabar, con la única ambición de sobrevivir a un legado que nadie se encargaba de cuidar. Y al fondo, justo detrás de todas las frustraciones o inquinas empresariales, estaba la magia.
Waking Sleeping Beauty trasciende su propia condición solo hablando de un tiempo y lugar, mientras deja que la propia historia se encargue de llenar los recovecos que quedan. Si uno lee se puede enterar de que hubo tensiones entre unos animadores con ganas y una vieja guardia incapaz, con éxitos de taquilla que hablan por si solos, pero todo eso son simples letras en papel.
Esto, al contrario, es el testimonio de un privilegiado/currante que vivió aquello de primera mano, y que dota de vida y voz a todas las personas, volubles y cambiantes, que querían sobrevivir al recuerdo de unos clásicos elevados a la categoría de mitos. Un testimonio que despoja a Disney de la fábrica de caramelo y buen rollo que todos pensamos que es, diciendo que los sueños se consiguen, pero solo si se persiguen.
A través de horas de intimidad, de vídeos granulados con el infaltable audio imperfecto, se cuenta la historia de unos animadores jóvenes, agotados de no honrar el sueño para el que les contrataron, y de una vieja guardia con miedo de que cualquier paso en falso tirara años de prestigio por la borda. Es duro creer que sigues una visión cuando en realidad solo estás en una cadena de montaje, y sobre todo cuando nadie asume la desagradecida tarea de guiar a los que están perdidos.
La videocámara de Don Hahn registra guiños y sonrisas, pero nada más lejos de la realidad: ante una perspectiva insegura, lo mejor era marcharse y perseguir otros sueños, como hizo Don Bluth. Quizá los demás se quedaban porque Disney fue el primero que les enseñó a creer en los sueños, y sería feo no ayudar a perpetuar el suyo. Quizá.
Por eso tuvieron que venir ajenos al estudio para decir lo que se hacía mal, para criticar la falta de ambición y organización, aunque ello les convirtiera en villanos caricaturizados a ojos de los animadores. Si el sueño de Walt estaba caduco, había que aceptarlo y moverse adelante, aunque muchos rechazaban traicionar a su segunda casa de esa manera.
Sin embargo, en agresivas reuniones y en resolutivas tomas de decisiones se puede ir atisbando algo, algún tipo de deseo de superación hace mucho tiempo extinto. Pronto se descubre que el secreto de estas películas, de estos personajes, estaba en el alma que sus creadores les vertían día sí y día también. Howard Ashman habla de Ariel, y no habla de líneas en papel, habla de un personaje que para él está vivo.
Es a él a quien el documental recurrirá, en su hora más emotiva, para hablarnos del verdadero compromiso que latía bajo todas estas personas: con los éxitos llegan las envidias y las luchas de poder, pero Howard tenía claro, desde su cama del hospital, que una película que nunca vería emocionaría a generaciones enteras.
Y si lo sabía es porque hablaba de su pasión en las canciones que puso en boca de la Bestia.
La magia realmente nunca se había ido, solo se transformaba con el tiempo, mutaba en los diferentes animadores ilusionados por sus historias. El sueño de Walt vivía: a través de ellos seguía ardiendo.
No hay lección más hermosa, que una videocámara modesta pueda grabar, que esta que afirma que los sueños se viven, se sienten y se comparten. Pero, sobre todo, que nunca mueren.