Vida y muerte del Coronel Blimp
Sinopsis de la película
En plena Segunda Guerra Mundial (1939-1945), un anciano militar británico rememora su larga y excitante vida. Su larga amistad con un colega alemán o su desobediencia a las ordenanzas para ayudar a una bella compatriota en apuros sólo son dos episodios de una experiencia personal inolvidable.
Detalles de la película
- Titulo Original: The Life and Death of Colonel Blimp aka
- Año: 1943
- Duración: 164
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Opinión de la crítica
Película
7.4
64 valoraciones en total
Obra escrita, producida y dirigida por Michael Powell y Emeric Pressburger. Es su primera película en color y una de las más prestigiosas. Rodada en el RU durante la II GM, se estrenó (1943) en el moménto álgido del conflicto.
La acción se desarrolla entre 1902 y el otoño de 1942, en Berlín, Londres y alrededores. Narra la historia del militar Clive Candy (Roger Livesey) desde su regreso de la guerra de los boers (África) hasta su intervención en la defensa civil de Londres. La obra hace especial referencia a su larga amistad con un oficial alemán, Theo Kretschmar-Schuldorf (Anton Walbrok), a su búsqueda de la mujer ideal y a la obsolescencia de sus conocimientos militares. La película es un instrumento de animación patriótica tras 3 años de guerra y expectativas de una continuación prolongada. Anima a la participación en la defensa civil, relata los crímenes de guerra del nacismo y los errores de su ideología, denuncia la debilidad de los gestores de la victoria de 1918 y exalta la lucha por la supervivencia. La propuestas patrióticas se argumentan sin soflamas, sin estridencias y sin condenas del pueblo alemán. En la última parte del film cobra fuerza la amistad sincera y entrañable del viejo general inglés y el maduro ex-coronel alemán, ambos heridos por la vida, las guerras y el amor a una mujer. El general cometió un error de juventud al no advertir a tiempo su amor por Edith Hunter (Deborah Kerr). Perderla le ha supuesto una fuente de amarguras que le ha mantenido en una búsqueda incesante de la mujer ideal, la mujer perdida, con la que identifica a su esposa, Bárbara Wynne (Deborah Kerr), y a su ayudante y chófer en los años de retiro, Angela/ Johnny Cannon (Deborah Kerr). Su afecto por ella, le llevará a ignorar las ordenanzas y la humillación postera que sufre a manos de su compañero sentimental. Al perdonarle, muestra la grandeza de su espíritu y su apuesta por la paz.
La música está presente, ocasionalmente, con melodías alegres, inquietantes, severas o distendidas. La fotografía exhibe una extraordinaria riqueza plástica, basada en una acertada iluminación, decorados exhuberantes, colores vivos y primeros planos de gran fuerza. La guerra se ve sólo por sus efectos sobre edificios y rostros, por sus sonidos y por la presencia de Cruz Roja. La interpretación de los protagonistas brilla a gran altura. Lovejoy está magistral y Kerr luce una belleza serena, pese a que a su alrededor se teje una trama de exquisita sensualidad. El guión apuesta más por la narración verbal, que por la visual y sonora. Los diálogos en ocasiones son algo largos en relación a los actuales. Algunas alteraciones del ritmo narrativo se han de juzgar a la luz de los recursos utilizados. La obra está punteada de humor y sana ironía. Kerr encarna una lúcida defensa de la igualdad de la mujer.
La película elogia la amistad y sus trasnacionalidad, el juego limpio, el esfuerzo de guerra y la adaptación al cambio. Deleita y engrandece el espíritu.
He de empezar diciendo que soy un admirador tanto de Michael Powell como del posterior tándem que hizo con Emeric Pressburger. En mi colección tengo vistos títulos como A vida o muerte , El espía negro , La batalla del Rio de la Plata , Los invasores , Narciso negro , Se a dónde voy , El ladrón de Bagdad y El fotógrafo del pánico .
La última que compré fue Vida y muerte del Coronel Blimp y la he visto tres veces en un periodo de seis años más o menos con idéntico resultado. MALO
Para empezar por los aspectos positivos. Destaco la impecable ambientación .Con decorados, vestuario adecuado y esmerado en lo referido a uniformes militares , hasta el del mediador del duelo sueco, se corresponde a la realidad. El ambiente de la larga escena de la fiesta en el club de Berlín y la solemnidad del duelo a espada entre los dos rivales son de nota.
Aparte de esto:
– El coronel Candy ( Blimp significa patriotero ) es un simple, un creador de conflictos diplomáticos que le llevan a batirse en duelo con un alemán en circunstancias poco apropiadas para los intereses de su país. Es un tipo que pasa de puntillas por tres guerras , dos de las cuales son mundiales, con una insignificancia digna de atención.
El personaje no está lo suficientemente desarrollado , a pesar de los 164 minutos que dura la película. El tiempo va pasando sin que veamos progresos o acciones heroicas que justifique su ascenso a general. Se enamorará de
una señora magnífica y después de vivir con ella una larga temporada en Berlín, se dará cuenta de sus sentimientos cuando vuelve a Londres. Luego se casará con otra mujer de la que no sabremos mucho , me imagino que por falta de tiempo de desarrollo. El personaje es , en definitiva, un tuercebotas que lastra el carácter
tragicómico de la película
– Todos los personajes femeninos de importancia los incorpora la maravillosa Deborah Kerr , en una especie de ligazón en la idealización que los dos amigos tienen del aspecto femenino. El problema es que tampoco se termina de hilvanar ninguno de los roles que la señora Kerr desarrolla.
– El personaje que crea Anton Walbrook (coronel Kretschmar) es rival primero y amigo del alma de Candy y sin duda el papel mas magro de la cinta. Con sentimientos , con clara beligerancia contra la Alemania nazi. Es digna de resaltar una escena en la que justifica su autoexilio del su país y diversas escenas de dialogo en las que parece comerse vivo a nuestro amigo Candy. Empatiza con el espectador y da sentido a su parte en la película.
Esta diferencia en la importancia de los personajes parece que no hizo mucha gracia en la Gran Bretaña de la época.
En definitiva esta es una película fallida pero que recomiendo que veáis por si me estoy volviendo tonto.
Antes de la majestuosidad cromática de dos clásicos indiscutibles como Narciso Negro y Las zapatillas rojas, el dúo formado por Michael Powell y Emeric Pressburger rodó este delicioso ejercicio de estilo que no se molesta en ocultar su naturaleza de obra coyuntural destinada a teorizar (con inusitada sensibilidad) sobre la necesidad del combate bélico cuando las circunstancias así lo exigen, pero siempre contemplado desde un punto de vista humanista y atendiendo a valores hoy tan caducos como son el honor, el valor y el respeto al prójimo. Esto puede sonar muy conservador o reaccionario, pero conviene insistir en que la película está rodada en 1943, justo en plena Segunda Guerra Mundial, por lo que la pertinencia de su muy complejo discurso resulta innegable.
Sin embargo hay un tema que trata la película que me ha llamado más la atención: el del paso del tiempo, la adaptación al cambio y a las circunstancias, reflejado en la película mediante ese emotivo triángulo sentimental formado por los tres protagonistas. Y es que la película va mucho más allá de su elegante e inteligente patriotismo (en ningún momento se les ocurre condenar al pueblo alemán), puesto que también habla, con mesura pero sin pelos en la lengua, de las cosas que dan sentido a la vida: las esperanzas de juventud, los errores que nos marcarán hasta el fin de los días (qué preciosidad la historia de amor del coronel y Deborah Kerr, y qué inteligente la idea de hacerla interpretar tres papeles diferentes), la experiencia que iremos adquiriendo con el paso de los años, la aceptación de lo inevitable…
Por supuesto, todo esto está rodado de forma asombrosamente nítida, con una puesta en escena atenta al detalle, teatral cuando tiene que serlo, iluminando y resaltando tonalidades que enfatizan los aspectos dramáticos de cada secuencia, haciendo un uso acertadísimo de la elipsis y el flash-back y dejando a los actores adentrarse en sus personajes, sacando todo lo que tienen dentro. El resultado final es una película modernísima, que en contra de lo esperado no ha perdido ni un ápice de su vigencia, y que sigue fascinando quizás por la sabiduría con que afronta conceptos tan elementales como la amistad, el amor y la muerte. Quizás porque se centra en las personas y deja de lado moralinas innecesarias. Quizás porque prioriza lo humano frente a palabras huecas y rimbombantes que no dicen nada.
Lo mejor: la inteligencia de su guión.
Lo peor: que la tachen de patriotera, sin más.
Cuando el oficial inglés, Clive Candy, es retado a duelo con Theodor Kretschmar-Schuldorff -el representante de otro oficial alemán al que, aquel, diera un fuerte puñetazo-, el árbitro del enfrentamiento, les lee una serie de instrucciones que apuntan a asegurar el duelo limpio en igualdad de condiciones.
Con esta precisa escena -dirigida con muy buen gusto por los responsables del filme, Michael Powell y Emeric Pressburger- que, luego, derivará en una gran amistad entre dos hombres que, hasta ese momento llevaban senderos bien diferentes, queda sentada la idea básica de esta brillante película: Aún en las peores condiciones como es un estado de guerra, el hombre jamás debería perder el decoro y sus deberes para con el otro. Un ideal bastante difícil de cumplir – y casi utópico en la realidad cotidiana- sobre todo, cuando desde el mismo entrenamiento se alimenta el odio y el ímpetu de aniquilamiento, pero, bajo ningún concepto es absurdo que se reclame la dignidad en la guerra, más cuando ‘las buenas maneras’ son el principal orgullo de la cultura inglesa… ¡aunque no faltan -los muchos- que, a diario, empantanan tan edificante distintivo!
En un perpetuo ideal pacifista, sostenido hasta las últimas consecuencias – el mismísimo Winston Churchill expresaría su malestar al enterarse de la realización de la película-, Powell y Pressburger, se proponen demostrar cuán posible, profunda y segura, puede construirse una amistad entre dos seres de distintas culturas, cuando logran conectarse por cosas como el respeto a la diferencia, la solidaridad y la entrega.
La relación de los oficiales, Clive y Theo, con Edith Hunter (personaje encantadoramente representado por Deborah Kerr), será también ocasión de demostrar la gallardía y la generosidad que surgen de una amistad sincera y la suerte de pruebas que debe superar el amor cuando aspira a demostrar que realmente existe.
Tales líneas argumentales, complementadas con una preciosa puesta en escena y una muy cuidada fotografía que, para la época, debió de resultar deslumbrante, VIDA Y MUERTE DEL CORONEL BLIMP (título inspirado en una vieja historieta, en el que Blimp=Dirigible, podría ser una suerte de metáfora), convierten a esta película en una verdadera joya cinematográfica en la que se puede encontrar comedia, romance… y un sobrio alegato antibelicista.
En las actuaciones, magnífico Roger Livesey, representando al oficial inglés que, en cuarenta años y una larga trayectoria, recibiría tantos ascensos como puede lograr un globo aerostático. También el alemán, Anton Walbrook, resulta estupendo sacando la cara por aquellos alemanes que tanto odio desplegaron por el mundo, y Deborah Kerr, se da el lujo de representar tres roles distintos -Edith-Barbara-Angela -, convertida en ‘la mujer ideal’ de un par de hombres que jamás cesaron de imaginarla.
Continuaba, aquí, esa estrecha colaboración entre los talentosos directores, Michael Powell y Emeric Pressburger, el uno inglés y el otro austríaco (¿no les sugiere, ésto, algo?), la cual perduraría durante 14 títulos que son, ahora, un apreciable legado cinematográfico.
Título para Latinoamérica: EL CORONEL BLIMP
A lo largo de toda una vida un hombre puede llegar a ser muchos hombres. Aún y así, no importa en qué etapa de su vida se encuentre, cuál de esos hombres sea, ya que en cualquier momento le puede sobrevenir la presencia de ella.
De joven, Clive Candy es un valiente y atolondrado oficial británico que ha luchado en Sudáfrica contra los ‘boers’, capaz de contraatacar mandando a un camarero con una jarra repleta de cervezas a la par que compromete los intereses diplomáticos de su embajada en un país extranjero, capaz de forjar una amistad insospechada. En definitiva, un adalid de ese Imperio británico que extendió su civilización a lo largo y ancho de todo el planeta. Y sin embargo, en el momento de la verdad, es incapaz de reconocerla.
Ya en el umbral de la vejez, Theo Kretschmar-Schuldorff, huye de la vorágine del nazismo. Él, que se ha batido en duelo con otros hombres, que luchó en la gran contienda que cambiaría el mundo y que tuvo que sufrir la derrota y destrucción de su país, cree no poder ir lo suficientemente lejos. Lo que nunca podía sospechar era que un corto trayecto en coche de vuelta a casa pudiera llevarle tan lejos.
Si bien es cierto que la película destila un inevitable aroma británico, y que en ciertos momentos utiliza líneas del guión para hacer referencia a motivos coyunturales (la Inglaterra a la expectativa de principios de la II Gran Guerra), el valor de ésta no se resiente lo más mínimo. Narra la historia de un hombre que consigue ser fiel a sí mismo (esa magnífica y sobria escena final), de la soledad ante los momentos más importantes de la vida de un hombre, y de cómo el encuentro ante ella es el más misterioso e inexplicable de todos ellos. ¡Larga vida al Coronel!